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Segunda parte. Marzo » Capítulo 13:// Epifanía

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Capítulo 13:// Epifanía

¡Señor! ¡Necesitamos apoyo aéreo inmediato! ¡Nos están superando!

El rostro lleno de pánico del teniente llenaba el monitor, la cabeza distorsionada en la pantalla mientras se movía de un lado a otro. El tableteo de los disparos sonaba de fondo.

—¿Apoyo aéreo? ¿Dónde demonios se cree que está, hijo, en Vietnam? Está en Illinois.

¡Necesitamos ayuda!

—¿Dónde está su oficial al mando?

¡Muerto, señor!

El Comandante estaba sentado en un centro de operaciones sin ventanas a más de mil kilómetros de distancia en un complejo de oficinas en Bethesda, Maryland.

La pantalla se interrumpió durante un instante.

¡Necesitamos ser evacuados! ¡Nos han rodeado y nos están superando!

El sonido de los disparos al fondo se hizo de repente mucho más fuerte. Se oían los gritos de los heridos y el sonido de motores rugiendo: un sonido con el que el Comandante estaba bien familiarizado.

—Hijo. Necesito que se calme y proporcione un informe conciso.

Señor

—¡Informe, maldición!

El Comandante pulsó el botón de SILENCIO en la consola y se volvió hacia un técnico cercano.

—¿Qué grupo es éste?

—Optimal Outcomes, señor. Una empresa de Dallas.

El técnico recuperó un mapa en su pantalla que mostraba una visión vía satélite de una comunidad.

—Han acampado en una urbanización a medio terminar en Huntley, Illinois.

—Cabrones muertos de miedo. —El Comandante pulsó de nuevo el botón de SILENCIO.

El teniente inspiraba profundamente.

Nos atacan elementos no tripulados del daemon.

—¿Pecaríes?

Sí, señor.

—¿Cuántos?

No lo sabemos, señor. Nuestros centinelas fueron eliminados con algo parecido a unos dardos guiados por radio. Si tuviéramos radar táctico para detectar los

—¿Qué quiere, un cañón Phalanx? No son una base militar. Se suponía que tenían que mantenerse al margen y esperar órdenes.

Se oyeron más gritos y alboroto al fondo. El teniente en la imagen salió del encuadre y disparó varias ráfagas con su arma.

De algún modo descubrieron nuestro emplazamiento. ¡Nos están aniquilando, señor!

—Sí, ya lo veo. ¿Ha intervenido la policía local?

¡No lo sé!

El Comandante pulsó el botón de SILENCIO una vez más y se dirigió a un técnico cercano.

—Necesito un equipo de limpieza ahí lo antes posible. Consíganle credenciales del Gobierno, y asegúrense de que recogen todo el equipo del daemon que puedan encontrar.

Desconectó el botón de SILENCIO y le habló a la pantalla.

—¿Qué efectividad tuvieron los rifles de trece milímetros contra esas cosas?

¿Señor?

—Los rifles Barrett. ¿Son efectivos contra los pecaríes?

El tipo trató de controlar su respiración.

Sí. Sí, señor. Pero los francotiradores fueron eliminados por el fuego de respuesta. Mortalmente preciso ese fuego de respuesta.

Uno de los consejeros técnicos se inclinó hacia el Comandante.

—Puede haber sido con triangulación acústica o sistemas de detección infrarroja del destello de las armas. Son capaces de seguir el rastro de un proyectil hasta su fuente. Es muy razonable si Sobol se metió en nuestros grupos de investigación: tenemos algunos prototipos en marcha.

¡Señor! —gritó el teniente—. ¡Necesitamos ayuda! ¡Ahora!

Varios asesores de Laboratorios Weyburn estaban todavía tomando notas. Uno de ellos se inclinó hacia el oído del Comandante.

—La inercia de la rueda del pecarí que da potencia a los brazos con las cuchillas es un problema en distancias cortas. Cien mil revoluciones por minuto. Si se resquebraja, se convierte en una bomba de metralla. Las pruebas de balística demuestran que es más seguro eliminarlos a cien metros o más.

Tomaron más notas.

¡Señor! ¿Vamos a recibir ayuda?

—Tenemos unas cuantas preguntas más, hijo…

¡Maldición, señor! ¡Nos están matando!

—Muy bien, pues. Queda despedido.

De repente, el teniente miró con rencor hacia la pantalla.

¡Cabrón!

Se oyeron gritos cercanos, y el teniente se volvió para abrir fuego fuera de la imagen. Hubo gritos desesperados de ayuda y el rugir de los motores. Entonces el teniente echó a correr: un rápido borrón cruzó la pantalla tras él. Unos instantes más tarde, tras el fuerte ruido de un motor, de pronto se hizo el silencio.

El equipo de Laboratorios Weyburn de la sala de control también permaneció en silencio unos momentos, todavía tomando notas.

—¿Hemos determinado ya si esos pecaríes son autónomos, semiautónomos, o van pilotados por control remoto?

Uno de los asesores respondió.

—Las grabaciones de vigilancia los muestran vacilando entre si luchar o huir, y tardan en resolver problemas avanzados.

—¿Y qué significa eso?

—Eso significa que los pecaríes al parecer pueden funcionar independientemente, o bajo el control remoto de un piloto, o una Inteligencia artificial remota… tal vez por medio de Internet. Un solo operador podría pasar su control de un pecarí a otro… como si saltara entre los avatares de un juego.

Otro técnico asintió.

—Son un concepto prometedor. Los pecaríes no requieren munición, y aterrorizan al populacho. Son el arma perfecta para el control de multitudes. Quirúrgicamente precisos.

El Comandante reflexionó sobre esto.

—¿Y las contramedidas electrónicas para su control remoto?

—La banda ultraancha utilizada por el daemon dificulta las contramedidas electrónicas, pero no es imposible. El truco es poner agentes en el lugar con equipo especializado… aunque no sabemos dónde va a atacarnos el daemon a continuación. Y el uso de esos equipos interfiere en nuestras propias comunicaciones.

Uno de los técnicos intervino.

—Discúlpenme. Comandante, también hubo un error de seguridad Nivel V en Huntley. Desapareció minutos antes de que fueran atacados. Lo que quiera que fuese, pasó bajo el radar. Acabamos de examinar el vídeo. Parecen aparatos aéreos no tripulados, drones. Pequeños. Rápidos. No muy sofisticados. Podrían simplemente haberse estrellado en el aeródromo.

—¿Así que ahora tienen una fuerza aérea?

Otro de los miembros de Laboratorios Weyburn respondió:

—La filosofía de la red oscura se basa, al parecer, en grandes cantidades de cosas pequeñas: enjambres. En este caso, microjets. Hemos encontrado restos de ese tipo en varios lugares cercanos donde han desaparecido nuestros drones de vigilancia.

—¿UCAV?[8]

—Pequeños y más fáciles de fabricar. Usan sistemas electromagnéticos: propulsión a microescala sin partes móviles. No requieren la precisión de las turbinas en su fabricación. Emplean transpiración termal para conducir un combustible de hidrocarburos a través de membranas de aerogel por unos motores de reacción gemelos. Eso ayuda a mantener la temperatura de combustión nuclear en los diminutos motores de los jets. Bastante fascinante si se…

Uno de los asesores señaló la consola del monitor.

—Miren.

En la pantalla apareció una figura vestida con un traje oscuro de piloto y un casco negro de motociclista que los miraba desde tres mil kilómetros de distancia.

El Comandante saltó al micrófono.

—Loki. Parece que estás cazando a mi gente…

Comandante. La última vez que le vi estaba… oh, cierto. Estaba disparándole a Roy Merritt por la espalda.

El Comandante miró de reojo a los investigadores congregados, y luego le habló al micrófono.

—Una mentira de la red oscura.

Por supuesto. La verdad ya no existe. Todo es ahora un «punto de vista». Me muero de ganas de derribar su castillo de mentiras.

—Al parecer, la doctora Philips fue una ingenua al pensar que podríamos rehabilitarlo.

Se da cuenta de que su pequeña campaña contra las comunidades de la red oscura está condenada, ¿verdad? Sé lo que van a hacer antes de que lo hagan.

—Ha matado a algunas personas y estropeado algún aparato. ¿Y qué? No hay escasez de cretinos de gatillo fácil dispuestos a ganar cien pavos por hora. De hecho, si los mata, no tendremos que pagar sus bonificaciones al final.

Le encontraré, Comandante. Y lo que haya en su mente me guiará hasta sus amos. Su imperio industrial está a punto de terminar.

El Comandante se echó a reír.

—No es el primer guerrillero por la libertad a quien he puesto la cabeza en una pica, Loki. Todos caen al final… normalmente traicionados por la gente que cree que están salvando.

Loki ladeó la cabeza.

¿Guerrillero por la libertad? ¿Eso es lo que cree que soy? —Se echó a reír—. Me importa una mierda la libertad. Y si tengo que matar a un millón de inocentes para ponerle la mano encima, lo haré. Duerma bien, Comandante.

Loki desconectó la clavija y la pantalla se oscureció.

La sala de control quedó en silencio durante unos instantes.

Alguien murmuró por fin:

—Joder…

El Comandante asintió, ausente. Sus campañas, en efecto, habían combatido y derrotado a cien movimientos de liberación. Habían dividido y confundido por todo el globo a ciudadanos que intentaban alzarse contra compañías mineras, petrolíferas, carboneras, biotecnológicas… y al final la gente se derrotaba a sí misma.

Pero ninguno de aquellos adversarios tenía los dedos enroscados en el cuello de la garganta corporativa como lo hacía el daemon. Y ninguno de aquellos adversarios había imbuido a ningún psicópata con un poder tan inabarcable como el daemon lo había hecho con Loki. Ese chico estaba dispuesto a matar a cien millones de personas. Y ya había matado a centenares, posiblemente a miles. Toda una era de dominación tecnológica estaba a punto de comenzar… y por una vez él quizá no estuviera en el bando ganador.

De repente, el Comandante pensó que tenía miedo.

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