Freedom®

Freedom®


Segunda parte. Marzo » Capítulo 10:// La rebelión del grano

Página 16 de 59

C

a

p

í

t

u

l

o

1

0

:

/

/

L

a

r

e

b

e

l

i

ó

n

d

e

l

g

r

a

n

o

En las afueras de Greeley, Henry Fossen esperaba en la oscuridad dentro de su camioneta F-150. Estaba aparcado bajo el alero de una gasolinera abandonada frente a un almacén vallado. Según el sheriff, el almacén se había convertido en un hervidero de actividad en los últimos meses.

Fossen vigilaba la carretera esperando la llegada del utilitario de Jenna. Un cochecito que había comprado ahorrando su propio dinero antes de ir a la Facultad. Mientras tanto, escuchaba una emisora de onda media.

Las noticias eran todas malas. La inflación iba en aumento, y el dólar caía en su competencia con las monedas extranjeras. Esto había puesto los precios por las nubes. El desempleo, inquietante ya, empeoraba. Campamentos de chabolas habían empezado a surgir en las afueras de Des Moines. La crisis financiera se suponía que estaba remitiendo, pero la verdad es que empeoraba. Y sin embargo la Bolsa seguía subiendo. Parecía no tener sentido.

Al otro lado de la carretera, Fossen veía las siluetas de la gente que se movía bajo las farolas entre palés cubiertos por hules dentro del perímetro de la tienda vallada. De vez en cuando unas carretillas elevadoras trasladaban los palés. Un camión para transportar contenedores llegó en un momento determinado, y una carretilla retiró los contenedores rápidamente, hasta que el camión se marchó.

Pero no había ningún cartel que indicara que aquello era una empresa. El sheriff dijo que la investigación sobre este lugar había sido detenida por la interferencia de un prestigioso bufete de abogados de Des Moines.

Fossen observó el lugar. Necesitaba asegurarse de que el sheriff tenía razón respecto a Jenna antes de abordarla. ¿Dónde se había metido? Siempre había parecido equilibrada, incluso de adolescente. Futuros Granjeros de América, 4H Club. ¿Se había vuelto él complaciente? ¿Había esperado que nunca necesitara su ayuda? Sobresalió en la escuela. Consiguió una beca parcial para la Universidad Estatal de Illinois. Se graduó con honores en biología… y se metió de cabeza en el peor mercado de trabajo desde la Gran Depresión. Nueve meses más tarde, seguía viviendo en casa sin ninguna esperanza de encontrar trabajo. Le había dicho que era voluntaria en un comité de acción política sin ánimo de lucro. ¿Le habría mentido…?

Alguien golpeó de repente la ventanilla del copiloto, sobresaltándolo. Se volvió y vio a su hija de veintitrés años, Jenna, allí de pie con chaquetón de marinero y una bufanda, junto a la camioneta. Tenía el ceño fruncido. Incluso así, estaba tan bonita como siempre.

Fossen suspiró, apagó la radio y quitó el seguro de la puerta del copiloto.

Ella volvió a golpear el cristal de la ventanilla.

Exasperado, él lo bajó.

—Jenna, sube a la camioneta.

—Papá, ¿qué haces aquí?

—Tengo que saber qué estás haciendo.

—No es lo que piensas.

—Maldición, Jenna, nunca me meto en tu vida, pero no nací ayer.

—Tengo veintitrés años. Soy adulta, y no necesito que cuides de mí como si fuera un bebé. No he tenido esa necesidad desde los ocho años.

—¿Qué esperas que haga? ¿Que ignore esto? ¿Es lo que hace la gente que se quiere? Mientras vivas bajo nuestro techo, seguirás las reglas de la familia, y los miembros de la familia no se guardan secretos los unos a los otros.

Indicó el almacén al otro lado de la carretera.

—¿Qué es este sitio, y qué demonios estás haciendo aquí?

Ella lo estudió sin inmutarse.

—Te lo ha dicho el sheriff.

—Dave se preocupa por ti. Intenta protegerte.

Jenna frunció el ceño.

—Debería cuidar de sí mismo. Sabe que tiene enemigos políticos en St. Louis, ¿no?

De pronto, a Fossen le pareció que no reconocía a la persona que estaba junto a su camioneta.

—¿Espera un…? ¿Qué?

Ella suspiró.

—Papá, no creo que comprendas lo que estoy haciendo ni por qué.

—Lo que estás diciendo es que no crees que vaya a aprobar lo que estás haciendo.

—No me importa si lo apruebas o no.

—Si vives en nuestra casa…

—Puedo mudarme, si es necesario. Sólo pensé que sin Dennis…

Él se sintió súbitamente lastimado porque ella se mostrara tan inalcanzable.

Jenna pareció advertir la reacción.

—Papá, no estoy diciendo que quiera mudarme. Sólo te digo que lo que estoy haciendo es importante.

—¿Por qué no eres capaz de comprender que necesito saber que estás a salvo? Sólo intento protegerte.

—Eso es lo que no comprendes, papá. Soy yo quien te protege a ti. Y te prometo que hoy ha sido la última vez que Halperin Organix molestará a los Fossen de Greeley, Iowa.

Él se sintió confundido.

—¿Halperin? ¿Qué tiene que ver Halperin en todo esto? —La estudió—. Cariño, ¿qué está pasando aquí?

—Papá, si te lo enseño, tienes que prometerme que no intentarás disuadirme. Porque no lo lograrás.

—Es una secta, ¿verdad?

Ella soltó una carcajada.

—Te molestaba mucho que yo no fuera a la iglesia. Ahora te preocupa que me haya convertido en una fanática. —Al ver su expresión, sacudió la cabeza—. No, no es una secta.

Jenna se puso unas gafas de aspecto caro y asintió.

—Si vas a venir, ahora es el momento.

Él se bajó de la camioneta y se reunió con ella mientras cruzaba la carretera en dirección a la instalación brillantemente iluminada.

—Éste es el viejo almacén de maderas, ¿no? ¿Tienes que decirle a alguien que voy a entrar o…?

—Ya lo saben, papá. Lo supieron desde el momento en que llegaste.

Mientras Fossen y su hija se acercaban, las puertas metálicas de la entrada se abrieron automáticamente. Fossen vio a media docena de personas de veintitantos y treintitantos años moviéndose por todo el almacén, agitando las manos en el aire y hablando con gente invisible… probablemente a través de unos auriculares. Todos llevaban gafas caras, como las de Jenna. Una carretilla elevadora sin conductor pasó de largo, al parecer sin que nadie la dirigiera. Alzó con destreza un palé de cajas sin etiqueta y se internó en el almacén.

—Papá, tienes que prometerme que no molestarás a la gente que está trabajando aquí. Muchos de ellos están haciendo un trabajo crucial, y aunque te miren directamente, es posible que no puedan verte ni oírte.

—¿Por qué no podrían verme?

—Porque están viendo una dimensión virtual.

Al ver su expresión de desconcierto, Jenna volvió a suspirar.

—Te dije que no lo entenderías.

Ella siguió caminando y él la siguió, empapándose del bullicio del lugar. Era extraño. No le había parecido que hubiera tanta actividad aquí durante el día. Ahora que lo pensaba, no podía recordar un negocio con tanto movimiento en Greeley desde hacía décadas.

—¿Qué es lo que hacen aquí exactamente?

—Éste es el centro logístico de la Facción de Greeley, el nodo local de una red global potenciada por un agente de inteligencia artificial, que está construyendo una civilización de alta tecnología, sostenible y resistente.

Él se la quedó mirando.

—Entonces…

—Tan sólo entra.

Jenna abrió una puerta a un lado del almacén y entraron en un espacio enorme con las paredes cubiertas de altos estantes. En la pared del fondo había varias máquinas informatizadas con sus operarios concentrados en su tarea. El centro de la sala parecía un escenario, repleto de jóvenes que llevaban gafas y guantes. A un lado había una plataforma elevada donde una docena de personas agarraban, tiraban y empujaban objetos invisibles en el aire. Todos hablaban con gente invisible, como si fuera un centro de llamadas.

Fossen asintió.

—Teletiendas. —Se volvió hacia ella—. Esto es una de esas empresas en la red, ¿no? Me decepciona que…

—¡Papá! No es nada de eso.

Se acercó a un toldo que cubría un objeto grande. Lo retiró, revelando un antiguo aparato de madera.

Fossen se detuvo en seco.

—Una Clipper… ¿qué está haciendo aquí?

La antigualla parecía fuera de lugar entre las carretillas elevadoras manejadas por ordenador que pasaban. Era una limpiadora de semillas Clipper de un siglo de antigüedad, una máquina como la que había pertenecido a su familia desde los años veinte. Su padre y el padre de su padre la habían utilizado hasta que los abogados de Halperin se la arrebataron como prueba de «robo de propiedad intelectual».

La inspeccionó, agachándose a un lado y a otro.

—Creí que las compañías biotecnológicas habían destruido la mayoría de estas….

—No ha sido fácil encontrar una. Ahora estamos construyendo otras nuevas, pero quería mostrarte una original. Iba a darte una sorpresa.

Él tan sólo sacudió la cabeza.

—Esto es una estupidez, Jenna. No podemos conservarla. Hay investigadores que sacan fotos de la casa día y noche. Los abogados de Halperin dirán que estamos robando sus productos otra vez.

—¿Quieres escuchar tus propias palabras? Nos están obligando a inclinarnos y tú mendigas el derecho a participar en el mundo natural. Son

semillas, no productos.

—Sabes exactamente lo que quiero decir. Sabes lo que nos han hecho esos pleitos.

—Eso se ha acabado ya.

—Jenna, deja de decir tonterías. Hoy mismo me he topado con sus agentes en el campo norte.

—Lo sé. Ha sido la última vez. Te lo prometo. Nuestra facción desbloqueó la Protección Legal de Nivel 4 esta semana. Ya ha sido activada.

Él la miró fijamente.

—Cariño, nada de esto tiene ningún sentido. —Indicó las filas de altos estantes, las máquinas y las carretillas automáticas—. ¿Y quién paga todo esto, por cierto?

—Nosotros.

—¿Ah, sí? ¿Cómo?

—Nuestra red no utiliza el dólar. Tenemos créditos acumulados de la red oscura, una nueva moneda digital que no está lastrada con veinte generaciones de deudas por los regalos a las corporaciones. Usamos esa moneda para potenciar una economía local y sostenible centrada en Greeley.

—Vais a acabar detenidos.

—Somos libres de emplear una moneda propia, mientras pueda convertirse al dólar.

—Pero ¿por qué molestarse?

—Porque el dólar está a punto de entrar en una fase de hiperinflación. No hay nada que lo sostenga. La moneda de la red oscura está apoyada por julios de energía verde: algo intrínsecamente valioso.

—No entiendo nada de esto, Jenna.

—Mi generación no tiene ninguna intención de vivir como siervos de ninguna corporación, papá. Cuando la gente se volvió más dependiente de las multinacionales que de sus propias comunidades, renunciaron a lo que tuvieran que decir en su gobierno. Las corporaciones se vuelven más fuertes mientras que los gobiernos democráticos están cada vez más indefensos.

—Escucha, sea lo que sea que vayáis a hacer…

—Mira el maíz y la soja, subvencionados con el dinero de los contribuyentes… creando un mercado que de lo contrario no tendría sentido. ¿Por qué? Para que las empresas agrícolas tengan material barato con el que fabricar comida procesada. Los contribuyentes están subvencionando prácticamente a las corporaciones para que fabriquen basura, cuando podrían cultivar alimentos reales por su cuenta. Pero, naturalmente, ahora hacemos que los alimentos sean ilegales…

Él empezó a marcharse.

—Quiero que vengas conmigo.

—Papá, había un motivo por el que no querías que Dennis y yo nos dedicáramos a la agricultura. Querías que fuésemos a la universidad y nos marcháramos de aquí. ¿Recuerdas por qué? ¿Recuerdas lo que me dijiste?

Él se detuvo. No la miró, pero asintió.

—Dije que no hay futuro en la agricultura.

—Los alimentos son el

corazón mismo de la libertad. ¿No lo comprendes? Si la gente no cultiva alimentos, sabemos quién lo hará: las compañías biotecnológicas como Halperin Organix. ¿Cómo puede la gente ser libre si no pueden alimentarse sin ser demandados por violación de patentes?

Él contempló el almacén mientras los trabajadores seguían pasando por su lado.

—Mira, tu madre y yo hicimos cuanto pudimos para…

Ella se acercó y le colocó una mano en el hombro.

—Sé que lo hicisteis. Eres honrado. Igual que lo fue el abuelo. Y yo también lo soy. Pero ellos han manipulado el juego. Fue igual durante la Edad del Oro de la década de 1890. Y luego otra vez a finales de la década de 1920. No es nada nuevo. Nosotros sólo intentamos romper el ciclo.

Él la miró, sin saber si quería comprender lo que su hija estaba diciendo o no.

—Entonces, ¿no vas a venir a casa conmigo?

Ella negó con la cabeza.

—No. Tengo trabajo que hacer. Volveré a casa tarde esta noche.

Él se encogió de hombros.

—Ya sabes, me preocupo por ti. Por ti y por tu hermano. Sé que no ha sido fácil. Yo… ya no hay trabajos de verdad. Siento que os he dejado tirados.

Fossen empezó a llorar.

Ella lo abrazó con fuerza.

—Papá, no me has dejado tirada. —Lo miró—. Me enseñaste todo lo que necesitaba saber: a tener confianza en mí misma, autorrespeto, sentido de comunidad. No te extrañe si lo pongo en práctica.

Fossen estaba sentado en su sillón de masaje con el televisor apagado. Escuchaba el silencio de la vieja casa. El tictac del reloj del abuelo en el vestíbulo, y el ventilador del frigorífico conectándose y desconectándose a medida que pasaban los minutos.

Era tarde.

Entonces oyó ladrar a los perros y un coche que subía por el largo camino de acceso. No se movió. Oyó pisadas en el porche trasero, y acto seguido la puerta del vestíbulo posterior chirrió al abrirse y se cerró de golpe. Con todo, permaneció sentado sin moverse.

Un crujido en las tablas del suelo. La voz de Jenna.

—¿Papá? Es tarde. ¿Te encuentras bien?

Él tan sólo alzó una carta certificada.

—Han pasado casi cinco años. Y después de todo ese tiempo, todo se reduce a una carta.

Ella permaneció en la puerta.

—¿Cómo lo has conseguido?

—Ya te lo dije.

—No, no lo hiciste, Jenna. —La miró—. ¿Cómo consigue una chica de veintitrés años que una compañía multimillonaria retire un pleito?

—Fue el daemon.

—¿Qué es el daemon?

—Un monstruo digital que devora redes corporativas. Las aterra… porque no tiene miedo.

Él se volvió hacia la pantalla apagada del televisor. Permanecieron en silencio unos instantes.

—¿Qué pasará ahora?

—Eso depende de si quieres continuar llevando esta granja como parte de su sistema.

Fossen miró la foto enmarcada de su hijo mayor con uniforme de gala en un estante cercano. Asintió.

—No me había dado cuenta de que tenemos dos soldados en la familia.

Se volvió hacia ella.

—¿Qué vamos a hacer?

Ella sonrió.

—Lo primero que haremos es dejar de plantar maíz.

—¿Y qué plantaremos?

—Lo que necesite la gente.

Ir a la siguiente página

Report Page