France

France


Capítulo 1

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Capítulo 1

 

 

France miraba a su hijo mientras jugaba en el arroyo, hacía frío pero al pequeño no parecía importarle. Daba saltos y gritaba chapoteando. Ella lo miraba desde su sitio, apoyada en el tronco de un árbol con un tobillo sobre el otro y los brazos cruzados debajo de su pecho. Su loba estaba tumbada a su lado sobre la nieve, alerta en todo momento, vigilaba a Storm Junior.

Un pequeño de su clan podía ser una presa fácil para cualquier carroñero, y con eso se refería tanto a los componentes de los clanes rivales como a humanos. Una pandilla de inconscientes que acabarían matándose unos a otros por la jerarquía y la avaricia.

Cuando, junto a Storm, Wallace y Neoh, decidieron unir sus clanes, se habían vuelto invencibles. Los pozos petrolíferos les daban una gratificación y eso generaba disputas territoriales entre otros clanes. Enemigos acérrimos, ya que ellos, junto a algunos humanos, habían masacrado a los ancianos, mujeres y niños del ahora clan gobernante.

Su olfato captó algo, era un lobezno y se acercaba. Su loba, Hela, se incorporó y, aunque el pelaje de su cuello estaba erizado, buscaba al cachorro con curiosidad. Un diminuto lobo asomó su cabecita entre dos rocas y miró a Junior fijamente. El pequeño ya lo estaba mirando también.

—¿Mamá? —preguntó indeciso.

—Espera, no te muevas. —Cruzó el arroyo metiendo sus botas de tacón en el agua y se acercó al cachorro.

El pelaje del lobezno era negro, solo tenía algo de pelo gris al final de sus patas y entre los ojos. Lo cogió en brazos y acarició su cabecita. Después sonrió.

—Es tu lobo, Junior. Te ha encontrado.

—¡¿De verdad?! —exclamó el pequeño saliendo del agua a toda prisa— ¿Es mío? ¿Me lo puedo quedar?

—Todo tuyo, ¿recuerdas lo que te conté sobre los machos del clan?

—Sí, está vinculado a mí, y nunca se marchará de mi lado.

Acarició la cabeza de su hijo.

—Exacto.

Le entregó al cachorro y puso una toalla sobre el pequeño cuerpo de Junior. Se le estaban formando diminutos cristales de hielo en la espalda, pero él ni siquiera debía notarlo, estaba entusiasmado acariciando a su nuevo compañero. Hela olía al cachorro con avidez, asegurándose de que el lobo de Storm Junior fuera auténtico y no uno enviado por alguien.

Cuando Hela se separó y se tumbó de nuevo, France supo que el animal que ahora estaba con su hijo, era el que debía vincularse a él.

—Mamá, es muy guapo.

—Como tú.

Junior lo abrazaba en su regazo, con solo seis años ya había encontrado a su lobo, o su lobo lo había encontrado a él, para ser exactos. Ella ya hacía unos meses que le había explicado cómo funcionaba lo del vínculo. Y su hijo, que era muy inteligente (exactamente como ella), lo había entendido a la primera.

Era el nieto de Storm, el hombre que había amado en secreto años atrás. No es que ahora no lo hiciera, pero él estaba con Susan, una maldita humana con la que se podía hablar y no era tan idiota como el resto de humanos. Y debía respetar eso. Él quería a Susan, era a ella a la que había encontrado como compañera.

—¡Papá! —Al mismo tiempo que su hijo gritaba ella vio aparecer a Viggo, el hijo de Storm y padre de Junior.

Nadie sabía cuál era el primer nombre de su hijo, ni siquiera Viggo. Sospechaba que no se tomaría muy bien que le hubiera puesto el nombre del abuelo antes que el del padre.

—Hola. —Arrugó la frente—. ¿Ahora eres rubia?

—¿No es obvio?

Viggo entrecerró los ojos, como se le ocurriera dar su opinión lo capaba.

—He seguido al cachorro, algo me decía que era el lobo de Junior, nena.

France apretó los dientes. Viggo se empeñaba en llamarla nena, cualquier día iba a conseguir cabrearla y le daría una eyaculación precoz de por vida. No sería por las amenazas que ya le había hecho. Pero el hombre era tozudo.

Y también era igual que su padre, Storm. Viggo era un magnifico ejemplar que podía rivalizar con su progenitor. Alto, ojos oscuros, melena negra y larga que siempre llevaba recogida en un moño de hombre y cuerpo atlético. Vestido siempre de cuero y lleno de tatuajes tribales, era el sueño húmedo de todas las mujeres de Juneau. Aunque a ella, precisamente, no le atraía en absoluto.

Tenía que reconocer que ella hizo que Susan tuviera hijos, nadie entendía por qué una humana había podido tener hijos con Storm, y más de uno. Pues sí, la gran France, reina de todas las reinas, había obrado el milagro. Básicamente podía hacer lo que le diera la gana y eso hacía. Pero, lo cierto, es que lo hizo en su propio beneficio, quería un hijo de la estirpe de Storm (aunque a él le hiciera creer que no), y después de estudiar la situación se había decantado por Viggo, ella solo quería un pedazo de Storm, era así de patética. Él padre de su hijo había caído enamorado de ella, pero pronto le quitó la tontería con un chasquido de dedos. No eran compañeros y además ya le había servido para su cometido. Viggo tenía mucha vida por delante y ella no quería pertenecer a ningún hombre.

—Como me vuelvas a llamar «nena, dejo que Hela te haga una vasectomía con los colmillos —le soltó mentalmente para que su hijo no lo oyera.

El hombre siseó mientras acariciaba al cachorro.

—Me pone cachondo que me hables así, nen… France —contestó de la misma manera.

Ella sonrió fríamente, en el fondo estaba acojonado ante su amenaza.

—¿Tienes pensado un nombre? —preguntó Viggo a Junior.

—¡Sí! Se llamará Thor.

Ella frunció el ceño, ese era un Dios nórdico, no pintaba nada en Alaska, ni aunque fuera un lobo el que llevase su nombre, pero no dijo nada. Tendía a ser bastante permisiva con su hijo, y era el único macho que podía llevarle la contraria sin acabar con los huevos por corbata.

—Es un nombre adecuado, ¿verdad mamá? —Viggo se estaba divirtiendo a su costa.

—Del todo. Vámonos, Junior, es hora de acostarse.

—¿Puede venir papá?

Mierda.

—Está bien.

Vio sonreír a Viggo. Esa sonrisa lobuna había conseguido llevarse a la cama a media ciudad, y ahora se la estaba brindando a ella.

—¡No! —volvió a hablar en su mente.

—¿Por qué? Hace tiempo que no nos divertimos, nen… France.

—No te faltan mujeres, Viggo. Olvídame.

Él resopló y su hijo lo miró.

—¿Qué pasa, papá?

—Nada, he tropezado.

Su hijo levantó una pequeña ceja. Sabía que su padre nunca tropezaba, todos conocían las montañas palmo a palmo.

El lobo de Viggo, Kane, apareció por un lado del camino y se puso a su lado. Junior y su padre caminaban juntos por delante de ella, Viggo bromeaba siempre con el pequeño y lo quería, ella debía admitir que era un buen padre, atento y cariñoso. Los genes estaban ahí. Aunque Storm era más serio y menos dado a bromear.

—Voy a terminar por creer lo que me dijiste —continuó él.

—Hazlo, nunca te he mentido.

—Entonces, me utilizaste solo para tener un hijo —afirmó.

—Exacto.

—Joder, eso duele.

—No lo creo.

—Utilízame para el sexo.

—Para eso ya tengo a otros.

Viggo se paró de golpe y se giró a mirarla.

—Eres malvada, mujer.

—Soy práctica.

Junior se detuvo también cuando vio que su padre no estaba a su lado.

—Papá, hoy estás raro.

—Deberías explicarle que estás salido.

—Tengo sueño, hijo.

Para ser sincera, Viggo le daba un sexo fantástico, era bueno en la cama y eso era innegable. Pero no había química entre ellos, y esto nunca lo diría en voz alta, tenía una reputación que mantener.

Cuando su hijo se acostó, ellos tomaron un café sentados en el porche. Donde un humano se quedaría congelado, ellos disfrutaban del frío.

—Sabía que ese cachorro iba buscando a Junior —dijo él después de un rato de silencio.

—Ya tiene seis años, debo suponer que es normal, qué sé yo.

—A mí me encontró con nueve años.

—Siempre has sido un poco lento —dijo cruzando una estilizada pierna.

Viggo soltó una carcajada y se acercó a su oído.

—Hay veces que ir lento tiene su recompensa, aún puedo oír tus gemidos, nena.

Ella lo miró y entrecerró los ojos.

—¡Hela!

—Coño, era una puta broma —dijo sin dejar de mirar a la loba que se acercaba—. Duerme, Hela.

De repente, France se envaró y Hela retorció el cuello para mirar detrás de su cola.

—Esas humanas… —soltó olisqueando el aire.

—Son tus amigas, France, sé un poquito más social.

—Lo he intentado y no sirve para nada.

—Pues haz algo para disimular, que una de ellas es mi madre. Y podría ser tu suegra.

Sacó su pistola y lo apuntó a la sien.

—Me quieres demasiado. —Viggo no se inmutó.

Las pisadas de las mujeres ya empezaban a oírse.

—¡No le pegues un tiro, aún! ¡Su padre tiene algunos planes para él! —gritó Susan.

—Joder, mamá, ¿es que no te preocupa esta situación?

—Ni un poco —contestó la aludida haciendo que las otras mujeres se rieran.

—¿Ves? Tienes a la suegra a tu favor —dijo mirándola de nuevo.

—Cállate, ¿no tienes nada que hacer? —inquirió France guardando la pistola.

—Pues ahora que lo dices… ¿Tu respuesta sigue siendo la misma? —susurró.

—No vamos a follar —soltó ella en voz alta.

—Joder, France, que está mi madre aquí. Un poco de respeto a los mayores.

Mientras todas se estaban riendo, Susan se plantó delante de ellos dos.

—Esa tensión sexual que hay entre vosotros deberíais solucionarla.

¿En serio?

—Ya lo hacemos, a todas horas. La diferencia es que es con otras personas, algo que tu hijo no entiende —dijo a modo de explicación surrealista mirando a Viggo.

—Hay que joderse. —Viggo se levantó y beso en las mejillas a Lidia, Ariadna, Nora y Aisha—. Me largo.

—Diviértete —dijo Aisha.

—Siempre lo hago —contestó guiñando un ojo y levantando a su madre en un abrazo.

Cuando se fue, Susan ocupó su lugar.

—¿Junior está durmiendo?

—Sí, puedes husmear.

Susan no tardó nada en desaparecer dentro de la casa.

—¿Se puede saber qué os pasa a vosotros dos? Viggo es maravilloso. —Aisha se sentó en el balancín que quedaba protegido de la nieve por el porche.

—Su madre debe de opinar lo mismo —contestó pragmática.

—Sigues sin querer liarte, ¿eh?

—¿Liarme? ¿Con quién?

Aisha puso los ojos en blanco.

—Con Viggo, ¿con quién va a ser? —aclaró Lidia.

—Ah, eso. ¿Es que tengo que liarme con alguno? Follo y ya está.

—Muy práctico —convino Ariadna.

Susan salió y volvió a ocupar la silla de su hijo. Ariadna se había sentado junto a Aisha y Nora en el balancín.

—Se parece mucho a Viggo, pero es clavado a Storm —argumentó Susan pensativa.

France la miró de reojo.

De eso se trata, pensó, tengo un pedazo de tu hombre. Pero, con los años y gracias o por culpa de Aisha, se había guardado la contestación. Con Aisha tenía más confianza, seguía siendo una estúpida humana, pero era su amiga. Ella insistía en que fuera más comedida en sus palabras. Para no hacer daño, decía.

Joder, le importaba bien poco.

—No entiendo aún por qué no quieres estar con el padre de tu hijo —comentó Lidia ante la atenta mirada de Susan.

Resopló y se levantó.

—Solo vosotras tenéis esa necesidad, yo solo quería un hijo y lo conseguí.

—Mira, como en la tómbola —se carcajeó Aisha.

—Sí, eso, lo que sea que quieras decir. —Miró a Susan—. ¿Te quedas con Junior?

Para cuando contestó ya se estaba marchando. Pero pudo oír un par de frases de las chicas.

—Parece preocupada —dijo Aisha.

—¿France? No me hagas reír.

Nora, efectivamente se estaba riendo.

Maldita sea, esas mujeres la sacaban de quicio.

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