France

France


Capítulo 7

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Capítulo 7

 

 

Alguien la cogió por la cintura al mismo tiempo que apareció en la entrada de la cueva. Y solo había un hombre que osaría hacer eso.

—¡Storm!

—Dime, ¿has soltado ya a mi compañera? — preguntó cerca de su oído.

—¡Suéltame!

Él la dejó ir sonriendo, el muy canalla era un bastardo feliz desde que tenía a Susan en su vida.

—Sí, ya debe estar en casa. Viggo está con Junior —explicó sin ganas.

—Perfecto. ¿Qué haces aquí?

—¿Y tú? —inquirió ella.

—Les he traído mantas, hay niños ahí adentro, y ahora iré a por más, no son suficientes. En mi defensa diré que Ylva ya me lo había advertido. Ya sabes cómo es, siempre defendiendo a los más débiles. Un par de viajes más y habré terminado —dijo como si ella no hubiera sido nunca consciente de la vena solidaria de Ylva.

—Ah, eso.

—¿Qué haces aquí, France? —volvió a preguntar.

—No tengo que contestar a eso.

Storm levantó una ceja.

—No, pero lo harás.

—Olvídame, Storm. Ve a casa y fóllate a tu mujer, lo estás deseando.

—En eso tienes razón. Solo me estoy asegurando de que no te metes en problemas.

France, que ya había empezado a caminar hacia el interior de la cueva, se giró en redondo.

—Voy a obviar lo que acabas de decir. ¿Quién te crees que eres?

—No te metas en los asuntos de otros clanes, solo hemos ofrecido protección y nada más.

Soltó el aire. Por un momento pensó que había adivinado que se sentía atraída por Yrre. No es que le importara, pero era su vida.

—No lo haré, así que vete tranquilo.

Sonrió de lado, esa sonrisa canalla que desde que tenía a Susan paseaba por todas las malditas montañas.

—Contigo nunca se puede estar tranquilo.

—Que.Te.Follen.

Emprendió el camino de vuelta a la cueva, oyendo a Storm de fondo carcajeándose.

—Te lo digo en serio, France.

—Yo también.

Entró en la cueva atravesando la roca con su poder. No había entrada a simple vista, aunque existía. Pero prefería entrar así.

Había calor dentro, una de las cuatro chimeneas estaba encendida. El humo era canalizado a través de un sistema de ventilación a bastantes metros del lugar, así nadie encontraría su ubicación exacta.

Los niños estaban durmiendo y las madres a su lado. Los hombres levantaron la cabeza para mirarla. Parecían concentrados en algo que había sobre una roca, un juego, tal vez. Yrre no estaba y sin prestar atención se internó más adentro.

—Si yo fuera tú, no lo haría —dijo Aart, el hermano de Yrre.

—Tú no eres yo, y lo voy a hacer —contestó sin detenerse.

Realmente era la dueña del lugar, ya que las cuevas estaban justamente en sus tierras, a pesar de que las compartía con los otros clanes.

—Está bien, como quieras. Está en las bañeras termales.

Contoneó su cuerpo sabiendo que la observaban y sonrió altiva. Perfecto, se podría deleitar con el magnífico cuerpo de Yrre, si estaba bañándose.

No iba a avisar de su presencia por una simple razón, Yrre ya sabría que estaba allí.

Lo que no esperaba era la imagen que se presentó ante ella. Wica estaba desnudando a Yrre y besaba su pecho, él se dejaba hacer, estaba de espaldas a France y la idiota humana demasiado ocupada como para notar su presencia. Se cruzó de brazos y se apoyó en la pared húmeda. La pequeña bañera termal dejaba ir vapor, preparada para acoger a cualquiera que quisiera sumergirse en ella.

Wica acababa de bajarle los pantalones de cuero por sus musculados muslos y él levanto primero un pie y luego el otro para deshacerse de ellos quedando completamente desnudo.

Se deleitó con su espalda y sus brazos; tenía un cuerpo bien formado y fuerte, sus ojos siguieron descendiendo hasta encontrar su redondo y firme trasero. A este paso terminaría babeando, era la primera vez que veía a un macho tan completo, y eso que había estado con unos cuantos en su larga vida.

—Deberías decirle que se vaya —dijo sin dejar de observar los movimientos ondulantes de su espalda mientras acariciaba el rostro de la chica, lo cual estaba haciendo que retener sus ganas de cortar el suministro de aire a la humana fuera una ardua tarea.

—No veo la razón para hacer tal cosa, France.

Efectivamente él sabía que estaba allí y ni siquiera se giró para hablar. La humana de piel oscura se estaba arrodillando ante su miembro, que ella no podía ver desde su posición.

—¿Crees que es una buena razón si te digo que como se meta tu polla en esa bocaza la haré pedazos?

—Define exactamente lo que harás pedazos —exigió con prepotencia.

Y, joder, eso la estaba poniendo cachonda.

—A la humana, tu polla me puede servir para otros menesteres.

—Es una buena respuesta.

Wica no se enteraba de nada, estaba demasiado entretenida tocando el miembro de Yrre, y también estaba el hecho de que no podía oírlos por su obra y gracia.

Wica quedó paralizada y desnuda al mismo tiempo que él se giraba para mirarla.

—¿Quieres algo de mí? —preguntó caminando hacia ella sin ningún pudor por su desnudez.

La parte frontal no tenía nada que envidiar a su parte trasera. Su amplio pecho hacía juego con sus brazos y abdominales, y esa uve que había en sus caderas… Su miembro estaba erecto, grande y latente, y no sabía hasta qué punto no debía despellejar viva a la humana por haber conseguido eso de él.

Con el cabello fluyendo a su alrededor parecía un verdadero guerrero, como lo había sido su padre y todos sus antepasados. Y también parecía tener el mundo a sus pies.

—Lo quiero todo de ti, y también hacerte algunas preguntas —dijo finalmente. A cargarse a Wica siempre estaba a tiempo.

Él apoyó las manos en la pared y pegó su cuerpo al de ella. Se agachó y la besó. No fue un beso suave; su lengua la buscó, y después de encontrarla y acariciarla con la suya, mordió su labio inferior.

—Joder, eres adictiva.

—Lo sé.

—Y también modesta —dijo con una sonrisa salvaje, pegado aún a sus labios.

—No tengo por qué serlo, soy atractiva y me quiero demasiado.

—Me gustan las mujeres seguras de sí mismas —admitió besando su cuello.

France miró por encima del hombro de Yrre y vio a Wica de rodillas mirándolos.

—¿Piensas dejarla ahí?

—No ve ni oye nada.

—Que grima. —Fingió un escalofrío.

—No la mires —aconsejó él cogiendo su cara entre las manos.

 

 

***

 

Tener a France entre sus brazos era todo lo que quería. Sabía que vendría en algún momento. Aunque ella no fuera consciente, sus cuerpos tiraban el uno del otro, y eso era un hecho constatado.

—Te voy a desnudar —anunció un segundo antes de hacerlo. Su ropa desapareció con solo un pensamiento.

—No voy a poner pegas a eso.

La elevó en el aire. Con los muslos apoyados en sus hombros, su sexo quedó a solo un par de centímetros de su boca.

—Eres realmente preciosa —dijo justo antes de pasar su lengua entre sus pliegues.

France agarró su pelo y gimió.

—Más —pidió.

Y besó su clítoris, lo succionó e introdujo la lengua en su centro, follándola con la misma pasión con la que lo iba a hacer con su polla. Sus manos aferraban los firmes glúteos femeninos, acercándola más a su boca. La estaba devorando mientras ella se retorcía encima de él.

—Sí —gimió mientras se corría sobre su rostro.

Le gustaba todo de ella y ahora debía añadir que también su sabor.

Levantó sus muslos y ella resbaló hacia abajo pegada a su cuerpo. Necesitaba estar dentro de ella.

—Quiero poseerte.

—Y yo a ti.

Entró en ella de un solo envite logrando que los dos gimieran. Su centro estaba resbaladizo y era estrecho y eso lo estaba volviendo loco. Ninguna hembra había conseguido nunca llevarlo hasta el extremo de no querer salir de ella. France le estaba dando un placer distinto, más profundo y más íntimo. Y él sabía por qué.

Su mano encontró uno de sus pechos mientras la besaba sin dejar de moverse, ella se ayudaba con sus piernas que estaban entrelazadas en su espalda, retorció un poco el pezón y ella soltó un grito dentro de su boca.

—Córrete para mí.

Y como si solo hubiera necesitado oírlo de sus labios ella lo hizo, el orgasmo la consumió igual que a él, que gruñó contra su boca abrazándola con fuerza. La llama ardiente que se había encendido entre los dos se avivó y después fue descendiendo. Mantuvo los ojos cerrados, atesorando el momento.

—Oh, oh —La expresión cantarina de France no auguraba nada bueno.

—¿Cómo has podido? ¡Te odio! ¡Os odio a los dos! —Y esa era la voz de Wica.

«Mierda».

Con la pasión del momento había liberado a la humana. Se giró con su polla aún sepultada en France, pero solo la vio salir corriendo. La vistió con la mente antes de que alguien se cruzara con ella.

—Pues sí que lo has dado todo —dijo France sonriendo.

La muy cabrona parecía satisfecha. Y él no era más que un despojo, no había querido hacer daño a Wica. Era una buena chica y tenía que haberla respetado.

—Estaba demasiado… ocupado.

—Ya. —Le dio un beso fugaz en los labios, se dejó caer hasta plantar los pies en el suelo de roca y se metió en una de las pequeñas bañeras de agua caliente.

—Voy a hablar con ella —dijo él, vistiéndose.

—Sí, es mejor que lo hagas tú. Yo tiendo a ser un tanto violenta.

Levantó una ceja. Lo del odio por los humanos debía ser cierto.

—France, es una buena chica.

—Ha dicho que me odia —dijo altiva desde el agua.

—Es una manera de hablar, está dolida.

—Más le va a doler como le ponga las manos encima.

—Mejor que no lo hagas, ¿de acuerdo? Déjame arreglarlo.

Ella lo miró y asintió.

—Antes has dicho que querías preguntarme algo.

—Puede esperar. —Si no arreglaba antes este embrollo se iba a arrepentir.

Se vistió y salió hacia el lugar por donde suponía que había ido Wica.

Y con su suerte, se la encontró rodeada por las mujeres del clan hecha un manojo de nervios y llorando.

—Líder, creo que deberías irte —le dijo con tono mordaz Rowena, la esposa de Aart.

—Dejadnos a solas, hablaré con ella.

—¡No! —gritó Wica.

—Ella se había enamorado de ti, nos lo dijo antes de partir —explicó otra de las mujeres.

Wica lo miró a través de las lágrimas.

—Te expliqué, hace tiempo, que no podías enamorarte de mí —dijo mirándola también.

—¿Por qué?

Joder, esto se estaba poniendo difícil.

—Ellas te lo pueden explicar. Pero quiero que sepas que no era mi intención hacerte daño.

—¡No! Explícamelo tú, ¿tan cobarde eres?

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