France

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Capítulo 4

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Viggo terminó de vestirse y se recolocó la polla aún erguida.

—A ver qué hago ahora con esto —declaró apoyando las manos en la pared a cada lado de la cabeza de France. Cualquier humana se encogería ante un hombre de tal envergadura pero ella no.

—Conmigo no cuentes.

—Joder, France, lo que te gustan los numeritos…

France se lo llevó con ella, aunque siguiera hablando.

—…, si follaras más conmigo esto no sería necesario.

—Vaya, eso es toda una declaración de intenciones, hijo —se jactó Storm.

Viggo se vio en el consejo rodeado de todos los machos del clan. Y miró a France con desaprobación, lo había hecho deliberadamente.

—¡Joder, nena! —exclamó dejándose caer en uno de los bancos situados frente a los tronos. La erección desapareció de golpe.

—Nunca has sabido mantener la boca cerrada, no me culpes —respondió la aludida.

—Dejaos de idioteces. ¿Por qué estamos aquí? —La voz grave de Alistair reverberó en las paredes de roca.

El hijo de Tahiél era el líder del clan de los tres hermanos ahora, Neoh abdicó en favor de su sobrino hacía más de treinta años. Neoh, Tahiél, Elián y Elm, seguían dedicándose al negocio petrolífero, mientras que Alistair cuidaba de su gente. Todos con compañeras humanas, para decepción de France. Aisha, la compañera de Tahiél, no era humana, aunque lo supo en la edad adulta. Alistair era el compañero de Ylva, hija de Storm y líder del otro clan. Y también estaba Otto, el apoyo incondicional de Storm. En total, eran tres clanes unidos contra las adversidades. Tiempo atrás se deshicieron de todo un clan, el de Val, por traición. Y el único que quedaba era su líder que ahora pertenecía al clan de Alistair. Val era un buen tipo que había sustituido a Wallace tiempo atrás, un tarado que había intentado quedarse con Aisha.

Cuando alguien de su raza se emparejaba con un humano, lo de tener hijos en común quedaba descartado. Su linaje era de una inteligencia innata.

Todos había ocupado sus puestos y se paseó en el centro. Todas las miradas se posaron sobre ella esperando una explicación.

—Tenemos a un clan oculto en nuestras tierras —dijo por fin.

—¡¿Qué?! —exclamó Elm.

—¿No he hablado claro? He hablado con su líder, un tal Yrre.

Alistair se levantó.

—¿Cómo que has hablado con su líder? No he sido consciente en ningún momento de presencias extrañas en nuestras tierras.

—Y no lo haréis ninguno de vosotros. Como os acabo de decir están ocultos. Tienen ese poder.

—¿Quiénes son? —exigió Elián.

—Solo sé que vienen de Canadá y que han sido traicionados.

—¿Por quién? —Esta vez la pregunta vino de Storm.

—No lo sé, me ha pedido audiencia.

—Podrían tener la intención de atacar —razonó Viggo.

—Yo también desconfío —aportó Otto.

—Por eso os he reunido aquí. Yrre sabe de ti, Neoh. Es a ti a quién busca. Bajo mi escrutinio, diría que es alguien noble.

—¿Bajo tu escrutinio? —preguntó Storm levantando una ceja.

—¿Dudas de mi capacidad para valorar algo así?

—Jamás —soltó el hombre con sarcasmo.

France siguió taconeando de un lado al otro.

—¿Y bien? —preguntó en general—. Puedo manejar esto sola…

—Unimos nuestros clanes, no vas a manejar esto sola —decretó Alistair.

—Estoy de acuerdo —apostilló Storm.

—Está bien, está esperando una respuesta —bufó France.

Los líderes se miraron y asintieron.

—Tráelo —ordenó Storm—. Oigamos lo que tiene que decir.

France desapareció al momento. Aunque cabreada por la orden de Storm, tendía a perdonárselo todo, pero si seguía así, lo dejaría como un eunuco para consternación de Susan. Aunque, por lo que le importaba…

—Llegas tarde —dijo la voz de Yrre en cuanto reunió sus partículas en el claro del bosque.

—Pero he llegado, que es lo que importa. Vamos —dijo acercándose.

—No estoy familiarizado con eso.

—¿Con qué?

—Con que me den órdenes.

—Vaya, gran líder, si esperas que me postre a tus pies, puedes empezar a hacer calceta.

Yrre levantó una ceja.

—Un respeto, mujer.

—Exijo lo mismo —dijo plantándose ante él—. Puedes acompañarme, los otros líderes esperan.

—A eso tampoco estoy acostumbrado.

France resopló.

—Eres tú el que ha venido pidiéndome ayuda…

—Yo no te he pedido ayuda, he exigido hablar con Neoh.

—Pues entonces tendrás que confiar en mí.

—Si osas abusar de mi buena fe…

—¿Tienes miedo de que te viole en una cueva oscura y húmeda? —ronroneó acercándose a sus labios.

Joder, este tío la ponía y mucho.

—Ya te gustaría —contestó él tajante y con una actitud de lo más arrogante.

—O no…

—Basta. —la cogió de los dos brazos y al momento aparecieron en el consejo, exactamente en el mismo lugar donde ella había estado antes de desaparecer.

France se zafó de sus manos y dio un paso atrás.

—¿Cómo has hecho eso? ¿Te has metido en mi mente? ¿Cómo sabías dónde estaba el consejo? —preguntó ante el estupor de todos.

—Yo lo sé todo, mujer —decretó con voz grave ignorando la mirada perpleja de la hembra y mirando a los otros hombres —. Y, además, no me has dejado otra elección.

La carcajada de Storm no se hizo esperar.

—Me cae bien este tío.

Tanto él como Alistair se plantaron ante el recién llegado.

—Soy Storm, líder de este clan junto a Alistair y France, a la que, por cierto, acabas de dejar hecha una furia. Bienvenido a nuestras tierras.

El invitado hizo una breve reverencia solo con la cabeza.

—Soy Yrre, líder de mi clan. Gracias por atenderme.

—France nos ha informado de que vienes de Canadá.

—Así es.

—Toma asiento por favor —le invitó Neoh.

Los otros líderes hicieron lo propio en sus tronos.

—No me tomará mucho tiempo, pero te lo agradezco.

Se sentó en uno de los bancos frente a los tres tronos, ocupados por France, Storm y Alistair.

—¿Me conoces? —preguntó Neoh, sentándose a su lado, pero a cierta distancia.

—Tu padre y el mío fueron viejos aliados —explicó Yrre—. Aunque lo he sabido hace poco, me lo dijo un anciano de mi clan. Mi padre murió hace décadas.

—Siento tu pérdida. Tampoco yo tenía conocimiento de esa alianza. Nuestras familias también perecieron hace tiempo.

Yrre asintió. Y ella no pudo hacer otra cosa que admirar al gran guerrero que tenía delante. Sus músculos se ondeaban con cada movimiento.

—¿Y qué te ha traído por estas tierras? —preguntó Storm.

—Somos unos pocos de mi clan los que hemos tenido que huir, y la mayoría son hembras y niños, también dos ancianos. Pido protección para ellos mientras mis hombres y yo volvemos a nuestras tierras a recuperar lo que es nuestro.

—¿Es una guerra interna? Eso ocurrió aquí hace unos años —explicó Elm.

—Sí. Mi primo cree que tiene derechos sobre el liderazgo de mi clan desde que murió su padre y ha convencido a otros para ponerse en nuestra contra. Atacaron desde varios frentes, incendiaron los bosques y no quise ver morir a mi gente.

—Bastante lógico —concedió Storm.

—Uno de los ancianos, que viene conmigo, me habló de Alaska y de tu clan. Por eso decidimos venir. No os causarán problemas…

—Alistair es ahora el líder de mi clan —explicó Neoh.

—No voy a negar asistencia a tu gente —decretó Alistair.

—Estoy de acuerdo. Tenéis mi apoyo —convino Storm.

Se giraron a mirarla a ella que estaba sentada al lado de Storm y no había abierto la boca.

—Voy a proponer un altar para Yrre, este hombre ha conseguido dejarte muda y eso se agradece —se cachondeó Storm.

Se oyeron algunas risas.

—Que te jodan.

—Eso va a ocurrir en algún momento entre esta noche y el alba, no lo dudes.

—Joder, padre. No necesito oír eso —se quejó Viggo arrancando una sonrisa de Storm.

—¿Y si es una trampa? —preguntó France clavando los ojos en Yrre.

Él se levantó y la miro fijamente.

—Sé que quieres proteger a tu clan, pero no me rebajaría a eso. Si tuviera hombres suficientes para atacar ya lo habría hecho y no lo habríais visto venir, te lo aseguro —dijo contundente.

Los machos se envararon en sus asientos. Si este hombre había tenido el poder de aparecer en este lugar solo con tocar a France, podía tener otros poderes ocultos y más poderosos que los de ellos. La misma France tenía más poderes que cualquier hombre de los otros clanes.

—Pero no es el caso —dijo al ver cómo cambiaba la expresión de los hombres—. De todas formas, yo os confiaré a mi gente y no tengo por qué saber en dónde los vais a tener. France puede hacer de intermediaria e informaros de mis pasos.

—Eso sería bastante justo.

—¿Dónde ves la justicia, Storm? Yo no soy la niñera de nadie.

—Ahora sí.

—Eso ya lo veremos —Cruzó sus largas piernas ante la mirada de Yrre.

—¡Basta! —Alistair se estaba cansando de oírlos—. Puede hacerlo Viggo, y no os ofendáis, pero tengo que proteger a mi gente de la misma manera que Yrre protege a los suyos.

Yrre asintió.

—No, yo lo haré —declaró ella.

Storm ya no pudo más y se carcajeó de nuevo.

—Aclárate, mujer.

—Olvídame.

—Eso lo hice hace tiempo —contestó mirándola fijamente, dejando de reír de golpe.

Eso le dolió tanto como si Storm hubiera clavado un puñal en su corazón. Pero no le daría el gusto de verla ofendida o dolida.

—Bien.

—Bien —repitió él.

Yrre levantó una ceja inquisitiva, pero no abrió la boca.

—France, ve con él. Contactaremos contigo para decirte el lugar exacto donde ubicaremos a las familias del clan de Canadá.

Yrre se levantó y volvió a hacer una corta y rápida reverencia con la cabeza.

—Os estoy sinceramente agradecido, y os pagaré por la manutención de los míos.

—No hay problema, soluciona tus asuntos, después ya hablaremos. También te puedo ofrecer algunos de nuestros hombres.

—No será necesario. Pero si así fuera os lo haría saber.

Dio un paso adelante y envolvió la muñeca de France.

—¡Oye! —exclamó ella ante tanta confianza.

—Se supone que vienes conmigo.

Lo último que vio antes de desaparecer fue la sonrisa socarrona de Storm. Maldito hombre, se veía a la legua que quería perderla de vista.

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