Fortuna

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“No hay memoria de ninguno de nosotros en los libros”, se quejaba Bernal Díaz del Castillo, hoy cuestionado, si no en su existencia, sí en la autoría de ese extraordinario relato que es la

Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. A Hernán Cortés y a unos cuantos privilegiados se les recuerda por tan magno suceso y muchos de sus singulares protagonistas han quedado en el anonimato o en el abandono.

En el olvido se tiene a las mujeres de la Conquista. Fueron catorce las que arribaron con Cortés, y a éstas se les fueron sumando otras en diversos momentos. Llegaron como esposas de los soldados y cumplieron labores domésticas de poca monta. Otras, sin embargo, se distinguieron por su valor en la batalla. Pelearon como cualquier otro hombre, y sus hechos y hazañas han quedado escuetamente señalados por algunos historiadores y cronistas.

Esta novela es el retrato de una de estas mujeres, injustamente marginadas de la historia. Fortuna es su nombre. Si bien se trata de un personaje de ficción, se basa en la realidad. Ahí está el caso de la valiente y arrojada María de Estrada, quien se opuso a quedar relegada en las batallas y encaró a Hernán Cortés para decirle: “No es bien, señor capitán, que mujeres españolas dejen a sus maridos yendo a la guerra; donde ellos murieren moriremos nosotras, y es razón que los indios entiendan que somos tan valientes los españoles que hasta sus mujeres saben pelear...”

Fortuna, la mujer de la Conquista es, además, una novela que plasma un hecho poco conocido pero relevante de la Conquista de México: la construcción de los trece bergantines que aseguraron la victoria de los españoles sobre el imperio mexica. “La llave de toda la guerra estaba en ellos”, como previó Hernán Cortés al ordenar su hechura.

Frente al Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México se halla la calle de López. Pocos saben que hace alusión a Martín López, el carpintero encargado de fabricar esos bergantines. Sus embarcaciones se enfrentaron a las canoas indígenas, en lo que constituyeron las primeras batallas navales del continente americano. Ocurrieron sobre las aguas dulces y saladas de un lago a dos mil doscientos sesenta metros sobre el nivel del mar. Fue una lucha desigual y cruenta, con estrategias y muestras de valor de uno y otro bandos.

La guerra se decidió gracias a los bergantines. Cuauhtémoc fue capturado por una de estas naves, el 13 de agosto de 1521, un martes lluvioso por la tarde, día de San Hipólito.

En esta novela, ficción y realidad se juntan para ofrecernos, entre el fragor de la batalla, el drama humano de la guerra y las hazañas en pos del amor y la aventura de sus protagonistas; una arista más de esa atractiva y siempre sorprendente historia: la Conquista de México.

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