Fidelity

Fidelity


CAPÍTULO DOCE

Página 15 de 27

CAPÍTULO DOCE

Solo cerrando las puertas detrás de uno se abren

ventanas hacia el porvenir.

FRANÇOISE SAGAN

Lu

En momentos como aquellos me alegraba de no tener vecinos, porque mis gritos tenían que oírse hasta en Valencia. Estaba realmente cabreada con Miguel, que trataba de calmarme sin éxito. Finalmente me aseguró que vendría pronto a casa para aclarar el tema.

—Quiero que vengas a casa ya. Te espero —fue lo último que le dije antes de colgarle el teléfono.

Más le valía cumplir con su promesa, porque de no ser así lo estrangularía.

Salí a la terraza a tomar un poco el aire. Estaba tan acalorada y tan nerviosa que necesitaba que el relente de la noche apaciguara un poco mis ánimos. Me senté en el balancín a escuchar el sonido de las olas. Siempre obraba milagros en mí. Cerré los ojos y me dejé llevar por el murmullo del mar.

De repente me entró un mensaje de correo al móvil. Me di cuenta de que era el segundo que me llegaba. Observé que ambos eran de Marcos.

De: mcheshire@gmail.com

Fecha: viernes, 23 de agosto de 2013, 01:52

Para: lunalu@gmail.com

Asunto: Re: no puedo dormirme

He tenido suerte. Elena no ha podido acabar conmigo y aún permanezco vivo. Eso significa que sigue en pie mi oferta de acompañarte a la Ciudad Esmeralda a ver a Oz… siempre que tú no te eches atrás.

Un beso. Afortunadamente no fue el último en el anterior correo,

Marcos

Enviado de Samsung Mobile

Solté una carcajada y suspiré. En ese momento, este detalle era lo que necesitaba. Abrí el segundo mensaje.

De: mcheshire@gmail.com

Fecha: viernes, 23 de agosto de 2013, 02:30

Para: lunalu@gmail.com

Asunto: Re: no puedo dormirme

Espero que la falta de respuestas a los dos correos anteriores sea porque estés dormida. Deseo que cuando despiertes estés más cerca del arcoíris. Ya sabes que me encontrarás más arriba de las chimeneas para esperarte al otro lado. Que tengas bonitos sueños.

¿Sabes una cosa? Yo ya he hallado mi estrella encendida. Si quieres, algún día te la muestro. Solo has de pedírmelo. Me encantaría ayudarte a encontrar la tuya junto a ti.

Aún me quedan besos,

Marcos

Enviado de Samsung Mobile

Sonreí con tristeza. Ojalá hubiera conocido antes a Marcos, porque todo sería mucho más fácil ahora. Pensé en responder al mensaje, aunque dejé que creyera que estaba durmiendo. No me sentía con ánimo de hacerlo.

Miré la hora en el móvil. Hacía bastante rato que había llamado a Miguel y ya debería haber llegado, a no ser que le hubiera pasado algo. Me negué a enviarle un whatsapp para preguntarle dónde demonios estaba. Me acurruqué en el balancín y coloqué las rodillas cerca del pecho. No tenía frío exactamente, pero estaba tiritando. Necesitaba salir de la incertidumbre, que me explicara qué había pasado, sobre todo si había usado protección.

No obstante, me pasé horas esperándolo y él no apareció en toda la noche. Alguna vez me vencía el sueño, aunque enseguida me despertaba cuando advertía algún ruido extraño.

Por fin, cuando me percaté de que el reloj del móvil pasaba de las siete y media de la mañana, me levanté y me acosté en mi cama. Miguel me había dado plantón. No creí que apareciera en toda la mañana. Me sentía decepcionada como nunca antes lo había estado. Aunque tenía muchas ganas de llorar y de sacar toda la rabia que llevaba dentro, reflexioné sobre esta cuestión. Él no se merecía ni una sola de mis lágrimas ni tampoco entendía qué significaba ser fiel a su mejor amiga. Traté de descansar un poco antes de preparar el programa de radio. Ese día me lo tomaría con mucha calma.

A media mañana me despertó el sonido del móvil. Bostecé y me estiré en la cama antes de abrir el correo. Me alegré de que fuera otra vez de Marcos. La gata restregó la cabeza contra mi mano. Le guiñé un ojo a Nefer y ella maulló. No perdía detalle de lo que hacía.

—¿Verdad que es muy mono?

Si Nefer tuviera la capacidad de hablar estoy segura de que me habría contestado que sí. Se colocó sobre mi regazo y posó la pata en la pantalla del móvil.

—¡Eres una impaciente!

De: mcheshire@gmail.com

Fecha: viernes, 23 de agosto de 2013, 11:32

Para: lunalu@gmail.com

Asunto: Buenos días

¡Hola!, ¿qué tal la mañana? Llevo más de cuatro horas despierto. Bueno, en realidad no he podido dormir muy bien esta noche. Cuando esto me pasa suelo ir a la playa de la Malvarrosa para ver el amanecer y después nadar un poco. Necesitaba el sol y también necesitaba reír.

Cuando he llegado a la playa me sentía extraño, porque mientras algunas personas con las que me encontraba se recogían después de una larga noche de juerga, yo solo deseaba hallar tranquilidad.

Al final el amanecer ha sido espectacular. En la playa ha sonado la canción Good day, sunhine, de The Beatles, en el programa «Buenos días, sol». No sé por qué, pero me he acordado de ti. Deseo que te dé ánimos para afrontar el día.

Espero ser el primero que te envía un beso esta mañana,

Marcos

—¿No te había dicho que es muy mono? Es fantabuloso.

Marcos estaba escuchando uno de nuestros programas de Radio Faro.

Sí, a pesar de lo mal que me sentía por todo lo ocurrido con Miguel, Marcos había conseguido sacarme una sonrisa ese día. Estaba claro que a mi mejor amigo le importaba un bledo cómo me sintiera.

Abrí el whatsapp para escribirle un mensaje:

Eres un cobarde. Me has decepcionado. Me he pasado toda la noche esperándote.

Le di a enviar. Vi la primera flecha, aunque la segunda parecía que no quería llegar. Miguel tenía que tener el móvil desconectado, así que después del programa iría a su casa para que me lo aclarara todo. Si él no tenía ganas de hablar, yo sí.

Me levanté y traté de no darle más vueltas al asunto.

Mientras me preparaba el desayuno, el café salía y el pan se tostaba, le envié un correo a Marcos. Al menos él se merecía que le contestara.

De: lunalu@gmail.com

Fecha: viernes, 23 de agosto de 2013, 12:03

Para: mcheshire@gmail.com

Asunto: Re: Buenos días

Hola, me acabo de levantar y voy a tomar el primer café de la mañana. El viaje a la Ciudad Esmeralda es largo y necesito empezar con fuerzas. Me encanta que estés al otro lado del arcoíris, porque últimamente tropiezo bastante. No está nada mal que haya alguien a mi lado que me ayude a levantarme.

¿Quieres que te cuente una cosa? Soy de las que piensan que lo mejor está por llegar. ¿No lo crees así? Te propongo hacer una locura. No quiero pensar mucho. Vamos a volar muy alto, en dirección al arcoíris. Ya veremos adónde llegamos. Ya que tú me has recomendado una canción, yo te recomiendo una de Sara Bareilles, Many The Miles. Y sí, es el primer beso que me dan hoy. Me ha sabido a sol. Me gusta que no se te hayan acabado los besos. Gracias por acordarte de mí.

Otro beso para ti,

Lu

Tras desayunar, escribí en un folio los temas a tratar en el programa y después bajé a la playa a darme un baño. Lo que quedaba de mañana lo pasé dentro del agua, nadando y reflexionando hacia dónde iría lo mío con Miguel. Sentía que podíamos haberlo tenido todo, y sin embargo ahora estábamos muy lejos el uno del otro.

El baño en el mar me sentó bien. Me dio fuerzas para hacer un buen programa. Era una pena que solo me quedaran unos cuantos, porque cada día me gustaba más hablar a través de un micrófono. André estaba muy contento con mi trabajo, aunque a partir de septiembre la programación volvería otra vez a la rutina.

Después de comer me entró un correo en el móvil. Antes de abrirlo cerré los ojos y me dije: «¡Por favor, que sea de él!».

—¡Genial! —Le guiñé un ojo a Nefer cuando vi quién me lo había enviado.

Parecía que me había leído el pensamiento. Marcos se merecía una ola bien grande por no pasar de mí en aquellos momentos.

De: mcheshire@gmail.com

Fecha: viernes, 23 de agosto de 2013, 17:07

Para: lunalu@gmail.com

Asunto: lo mejor está por llegar

Acepto tu propuesta. Hoy es el día perfecto para hacer una locura. Me encanta volar, sentir el aire en mis mejillas, notar cómo acaricia mi piel. ¿Te he dicho alguna vez que en otra vida fui un águila? Desde las alturas se ven las cosas de diferente manera.

Yo también pienso que lo mejor está por llegar, sobre todo si aceptas mi invitación para ir a cenar. El camino hacia la Ciudad Esmeralda es tan largo que no quiero que desfallezcas. Te prometo que dibujaré un arcoíris para ti en caso de no encontrar el camino. Aunque sea un estúpido, se me da muy bien dibujar.

Tu beso me ha sabido a algodón de azúcar. Voy a ver si en el bolsillo aún me quedan besos… Sí, hemos tenido suerte. Aún queda alguno… mi abuela es muy exigente y continuamente me reclama besos a cambio de tartas de manzana.

Marcos

Pd: prometo llevar algo de postre. Espero que te guste.

Cada correo que recibía me hacía sentir mejor.

De: lunalu@gmail.com

Fecha: viernes, 23 de agosto de 2013, 17:21

Para: mcheshire@gmail.com

Asunto: Re: lo mejor está por llegar

Tienes razón, el camino es tan largo que sería una pena desfallecer a mitad de recorrido. ¿Qué me propones para la cena? Te recuerdo que soy vegetariana, aunque tomo leche y huevos.

Si quieres, hoy puedes venir, siempre que trepes por mi ventana.

¿De verdad tu abuela te obliga a que le des besos a cambio de tartas de manzana? Tiene que ser un suplicio vivir con ella. No me lo puedo ni imaginar. Yo también caería en la tentación a cambio de una tarta. Te envío un beso, pero este de chocolate. A mí me quedan muchos.

Lu

Después de enviarle el correo fui a mi habitación a arreglarme. Eché un vistazo a la ropa que se acumulaba encima de una silla. ¿Algún día conseguiría ordenar mi cuarto? Era la pregunta que todos los días me hacía.

Estaba a punto de salir de casa cuando llamaron al timbre. Eran las siete y media de la tarde. Miguel estaba apoyado en el marco de la puerta. A pesar de tener ojeras, estaba muy guapo. Lucía una sonrisa casi perfecta, de esas que en otro tiempo me habrían desarmado. Sin embargo, en ese momento no funcionó conmigo.

—Hola —me saludó. Se acercó a mí para darme dos besos, aunque yo me aparté—. No quise venir anoche porque estabas muy alterada. —Su disculpa me sabía a pura fachada de niño bueno.

Lo observé en silencio durante al menos medio minuto. Él bajó la mirada al suelo.

—Pasa. —Me aparté para que entrara—. Te estuve esperando.

—Lu, no sé por dónde empezar… no sé qué quieres que te diga.

—Quiero que me digas qué pasó la otra noche. Dime que usaste protección, es lo único que me interesa saber ahora.

—¿Me invitas a un café? —Me mostró otra vez una sonrisa cautivadora.

—No.

Miguel abrió los ojos como platos y se sorprendió al oír mi respuesta.

—Estás muy seria. —Quiso acariciarme la mejilla, aunque después de la mirada que le lancé pasó de hacerlo.

—Quizá es porque no tengo motivos para estar contenta. Estoy esperando a que me cuentes qué pasó.

Fuimos al comedor y él se sentó en el sofá. La caja de bombones aún estaba sobre la mesa. Me acerqué para comerme uno. En vista de que iba a pasar un mal trago qué mejor que hacerlo con un bombón de chocolate negro.

—La otra noche lo pasamos muy bien —me dijo.

—Lo dirás por ti, porque yo no recuerdo nada. Y déjate de gilipolleces.

Inspiró antes de contestar. Notaba que el estómago se me iba encogiendo por momentos.

—Lu, la otra noche no pasó nada entre nosotros. No nos acostamos.

Cerré los ojos y suspiré de alivio.

—No hicimos nada porque te quedaste dormida en mis brazos.

Me mostró una sonrisa radiante, como si con eso estuviera todo solucionado, pero se equivocaba.

—¿Sabes que eres un capullo? ¿No me lo podrías haber dicho el otro día?

—Joder, Lu. —Se levantó del sofá y se pasó los dedos por el cabello—. Pensé que me conocías un poco.

—Si te soy sincera, ya no sé quién eres.

—Nunca me habría acostado contigo en esas condiciones.

—Y sin embargo me hiciste creer que sí. ¿Qué habría pasado de no haberte llamado anoche? Dime. ¿Me lo habrías dicho?

—¡Claro que te lo habría dicho!

—Y una mierda.

—Mira, Lu, tú me gustas a mí y yo te gusto a ti… —Había tanta seguridad en sus palabras que me molestó.

—No, no te acerques. Y te equivocas en una cosa. Tú no me gustas a mí. Lo que pudiera haber sentido hace tiempo ya no existe.

—No sabes lo que estás diciendo.

—¿Perdona? ¿Cómo dices? He conocido a todas tus novias, te he escuchado cuando estabas mal. Fuiste tú el que se fue a vivir a Madrid con Laura. ¿Qué me estás contando ahora?

—Sí, me fui a vivir con Laura porque pensé que la quería, pero luego me di cuenta de que siempre has sido tú la que ha ocupado mis pensamientos.

—Un poco tarde para confesarme tus sentimientos y para contarme lo que ocurrió la otra noche, ¿no?

Miguel se había acercado a mí. Estábamos a menos de un metro. Se mordía el labio con fuerza.

—Yo sé que aún sientes algo por mí.

—No —negué con la cabeza—, no te equivoques. Ya no estoy enamorada de ti.

¿Cuántas veces soñé con que él me decía estas palabras? De repente me sentí liberada. ¡Qué sensación más agradable! Era cierto todo lo que estaba diciendo, aunque el hecho de decirlo en voz alta me hizo darme cuenta de que ponía punto y final a mi historia con Miguel.

—Siento lo que pasó la otra noche…

Antes de que siguiera hablando lo corté.

—¿Qué es lo que sientes? ¿No haberte acostado conmigo? ¿No habérmelo dicho antes?

—No, siento que tú y yo estemos discutiendo por una tontería.

—A mí no me parece una tontería que me hayas engañado y que luego vengas como si no pasara nada.

—¡Es que no pasó nada! ¡Te lo estoy diciendo! No sé por qué hice aquello.

—¿Quizá porque eres un gilipollas?

Miguel soltó una carcajada, pero al parecer solo le hizo gracia a él mi comentario. Se llevó dos dedos al puente de la nariz e inspiró con fuerza.

—Sé que ahora no piensas con claridad. Entiendo que estés enfadada conmigo, pero esto no puede acabar así. Podríamos intentarlo, déjame que esté a tu lado.

Negué con la cabeza. Justamente cuando lo necesitaba no había acudido a mí. ¿A quién queríamos engañar? No había ningún futuro entre nosotros.

—¿Y te das cuenta ahora de que quieres estar a mi lado? Desde que te llamé han pasado unas cuantas horas.

—Sabes que cuando te enfadas no se puede hablar contigo.

—Miguel, es muy fácil echarme las culpas de que yo no escucho cuando me he pasado toda la noche esperándote. ¿Sabes?, vamos a dejarlo aquí. Quiero que te vayas antes de que diga algo que hiera nuestra amistad.

—¿Has quedado con alguien?

—No, aunque eso no te importa.

—Me estás mintiendo.

—¿Y a ti qué más te da si he quedado con alguien? ¿Te he pedido yo alguna vez explicaciones de con quién sales o con quién echas un polvo?

—Has quedado con él, ¿verdad?, con Pablo.

—Se llama Marcos.

—Él no te dará lo que tú necesitas.

Ya no sé si eran sus palabras o su actitud prepotente lo que me molestaba.

—¿Qué pasa? ¿Que ahora que parece que tienes competencia y no eres el único que me hace reír sientes algo por mí? ¿Así, de repente? ¡Pero cómo puedes ser tan rastrero!

—No, no es por Pedro…

—Se llama Marcos —lo interrumpí—. Y lo sabes muy bien. La otra noche no dije tu nombre, dije el suyo mientras me besabas, y eso te jodió.

De pronto me di cuenta de que sentía algo mucho más profundo por Marcos. Creo que me había enamorado. ¿Me había enamorado? Esto no era como cuando me gustaba Miguel, era algo más serio. Yo era de las que pensaban que el amor iba surgiendo poco a poco, y sin embargo, había sucedido sin darme cuenta. Todo había sucedido muy rápido, pero no podía evitar sentir miles de mariposas en el estómago cuando pensaba en él.

—Es que yo sé que él no te va a hacer feliz. No es tu tipo.

—¿Y tú cómo sabes qué clase de chicos me gustan a mí? No me digas que ahora vienes en plan macho alfa a mearte en mi casa como si yo fuera tuya. Perdona, pero ese papel no te va. O es que quizá hasta ahora no me había dado cuenta de que eres un capullo.

—No me entiendes. Yo solo quiero lo mejor para ti. —Pensó unos segundos antes de seguir hablando—. Tú siempre has deseado visitar París. ¿Qué te parece si empezamos allí nuestra historia? En septiembre, cuando acabes con tus programas, nos vamos. Sé que lo deseas tanto como yo.

Cerré los ojos. Aquella propuesta venía muy tarde.

—No. El que no me entiende eres tú…

—Pero ¿tú de qué vas? —No me dejó terminar—. ¿No ves que te estoy ofreciendo la luna?

—¡Y una mierda, Miguel! —le grité—. Ya no quiero tu luna, no quiero nada contigo. Ahora ya es tarde. No hay ese nosotros que tú quieres. ¿Es que no lo entiendes?

Miguel se acercó y posó una mano sobre mi cintura para atraerme hacia él.

Me besó con rabia y por sorpresa. Yo lo aparté de un empujón cuando dejó de besarme.

—Pero ¿qué coño haces?

—¡Dime que no has sentido nada!

—¿Quieres saber lo que he sentido? Nada, eso es lo que he sentido. Así que ya te puedes marchar.

Miguel negó con la cabeza.

—Te lo voy a preguntar por última vez. Voy a olvidar todo lo que nos hemos dicho. ¿Quieres que me vaya? ¿Es eso lo que quieres?

—Sí, quiero que te vayas.

Recorrí los pasos que me separaban de la puerta de la calle para abrírsela. Él me miró con incredulidad porque no terminaba de creerse que estuviera hablando en serio.

—Lu, yo no quería que esto sucediera así. De verdad, lo siento.

—Yo tampoco, pero ha pasado. Adiós, Miguel —murmuré.

En cuanto salió, no dejé que me dijera nada más. Cerré de un portazo. Me metí en mi habitación, me cambié de ropa y me tumbé en la cama a escuchar música de los ochenta. Era, desde luego, mi mejor plan para esa noche.

¡No me creo que vayas a verte otra vez con la gorda! No, esto no tenía que pasar. Se suponía que ella no te interesaba. ¡Si está gorda y no es tu tipo! Me estás volviendo loca y todo es culpa tuya. Me estoy empezando a mosquear porque no te enteras de nada. Ahora mismo no puedo pensar, pero esto no se quedará así. Ya te diré qué he pensado.

Marcos

Como Lu no me había contestado a los dos últimos correos que le había enviado, decidí presentarme en su casa y preguntarle adónde le apetecía que la llevara a cenar, en el caso de que quisiera cenar conmigo, claro. En el último correo me había dejado caer que podía ir a su casa. Llevaba, además de un trozo de tarta de manzana que mi abuela acababa de sacar del horno, una sorpresa que esperaba que le gustara. Se la había envuelto en papel de celofán rojo.

Llegué hasta el faro y aparqué en la verja. Había varias luces encendidas en la casa, por lo que era posible que Lu estuviera allí. Tras pensármelo unos minutos, decidí entrar y hablar con ella.

Fue su padre quien me abrió la puerta. No me hizo muchas preguntas y me indicó con el dedo la habitación de Lu. Tragué saliva. No sé por qué, pero estaba un poco nervioso. Tenía miedo de que me rechazara una vez que había llegado tan lejos.

La música de Cindy Lauper me llevó hasta la última puerta del pasillo. No sé por qué no me extrañó que ella estuviera escuchando esa canción. Le pegaba escuchar música de los ochenta.

Llamé varias veces a la puerta, aunque ella parecía no oírme.

Abrí poco a poco y murmuré su nombre. Lu estaba dando saltos encima de la cama con las sábanas revueltas y cantaba, si es que a pegar gritos se le podía llamar cantar. En una mano llevaba un cepillo que hacía las veces de micrófono.

Vestía unos shorts y una camiseta de tirantes que dejaba a la vista media espalda. Estuve observándola hasta que terminó la canción. Aún no se había percatado de que estaba en su habitación. Eché un vistazo a su cuarto. Lu era un desastre total. Tenía varios vestidos amontonados en una silla y por el suelo había algunas camisetas tiradas de cualquier manera. Se veía una maleta muy grande abierta con otra pila de ropa encima. Los libros estaban amontonados en varias pilas, además de tener todas las estanterías repletas.

En cuanto se volvió y advirtió mi presencia hizo un quiebro, perdió el equilibrio y cayó sobre la cama.

—Joder, Marcos, ¡qué susto me has dado! ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

Me acerqué a ella por si se había hecho daño y me senté en el borde de la cama.

—El suficiente para saber que bailas muy bien pero cantas fatal.

Ella me sonrió y se masajeó el tobillo. Agarró un MP4 conectado a unos pequeños altavoces que tenía encima de la mesilla y bajó la música.

—No ha sido nada.

—Menos mal que no ha sido nada. Ya me veía llevándote a cenar tumbada entre mis brazos.

Lu soltó una carcajada, a la que yo también me uní.

—Por cierto, ¿por dónde has entrado?

—Por la ventana…

—¿En serio? —No terminaba de creérselo.

Lu torció la boca, y me pareció un gesto muy sexi.

—¡Vaya, y yo que pretendía ser original! A Edward Cullen le funcionaba en Crepúsculo.

—Vale, pero ni tú eres Edward Cullen ni esto es una novela. Además, si esto fuera una novela, miles y miles de chicas fruncirían ahora el ceño ligeramente ofendidas porque te has metido con Edward. En este mismo momento le caerías mal a un montón de tías y te marcarían con una cruz.

Elevé los ojos al techo.

—En ese caso tendría que hacer algo extraordinario con la protagonista, o sea, tendría que hacerlo contigo. Además, a quien quiero sorprender es a ti. Las demás no me importan.

Lu se mojó los labios.

—¿Y cómo crees que se podría llamar esta historia? —le pregunté.

Ella pensó unos instantes antes de responder.

—Difícil elección.

—Entonces dejemos que sea el destino quien ponga título a nuestra historia. ¿No te parece?

Lu asintió con la cabeza.

—Sí, que sea el destino quien escriba el título.

Me fui acercando a ella.

—¿De verdad un chico como tú lee este tipo de cosas? —me preguntó cambiando de tema.

—No, pero tengo una hermana muy pesada que me obligaba a que la acompañara al cine. Creía que te había quedado claro qué me gustaba leer.

—A mí me gustaron las novelas en su día.

—¿Ah, sí? ¿Por qué? No lo entiendo. Yo no dejaría pasar cuatro novelas para acostarme con una chica.

Nos quedamos mirándonos sin saber qué decir. Estábamos tan cerca que podía saborear su aliento. Al final me aventuré a hablar, porque si seguía mirándola terminaría besándola.

—Te he traído un trozo de tarta de manzana de mi abuela.

—Eso es todo un detalle.

Le ofrecí el pedazo que llevaba envuelto en papel de aluminio. Ella lo abrió para olerlo un instante.

—¡Qué buena pinta tiene!

—También te he traído algo que sé que te gusta.

Saqué de la bandolera el paquete que llevaba envuelto. Ella lo miró con perplejidad. Después levantó el mentón para mirarme a los ojos.

—¿Qué es?

—Tú ábrelo.

Lu quitó el papel que envolvía el paquete. Volvió a mirarme desconcertada.

—¿Cómo sabes que me encantan estas galletas?

Quería sorprenderla con las galletas de crema de limón que habíamos estado compartiendo un año y medio antes.

—¿De verdad quieres saberlo?

—Sí, claro. No creo que tengas poderes adivinatorios.

Esbocé una sonrisa.

—Hace un año y medio, el segundo día de Navidad, en un autobús una chica rubia que se parecía a ti se comió mi paquete de galletas.

Ella negó con la cabeza.

—No… ¡no me digas que eras tú!

—Sí, ese chico era yo.

Lu se tapó la cara con las manos.

—¡Dios santo! Pero qué idiota te debí de parecer aquel día. Te juro que fue un malentendido. Yo llevaba mis propias galletas y pensé que te estabas comiendo las mías —suspiró—. Aquel fue un día de mierda.

—Lo mismo podría decir yo. Aquel día… —me quedé pensando un momento mientras buscaba una palabra que definiera cómo me sentí en aquellos momentos, pero fui al grano—… terminé con Sandra, mi ex.

Lu se quedó callada y contuvo el aliento.

—Lo siento.

—Yo no. Yo no siento haber terminado con ella. Fue la mejor decisión que he tomado en mi vida. —Tomé aliento antes de seguir hablando—: Pero no quiero hablar de eso.

Torció de nuevo la boca.

—Quise pedirte disculpas, incluso golpeé el cristal para que te volvieras, pero está claro que soy especialista, por no decir idiota, en meter la pata.

—Yo creo que también he cubierto mi cupo de estupideces.

—Y sabiendo que fui una desconsiderada ¿aún quieres ir conmigo a la Ciudad Esmeralda?

—¿Por qué no? Ya te he dicho que me encantaba tu plan.

Lu sonrió.

—Ahora tendríamos que sorprender a nuestros lectores —le dije—. Estarán esperando algo especial. ¿No crees?

—¿Eso quiere decir que tengo que darte un beso por haber traído la tarta de manzana de tu abuela y un paquete de galletas?

Sus labios estaban tan cerca de los míos que tuve el impulso de besarla. Llevaba días preguntándome a qué sabrían sus besos.

—Eso lo dejo a tu elección. A mi abuela le encantan. Dice que soy un experto.

—¿De verdad? No sé si creérmelo.

—Solo hay una manera de salir de dudas.

Estábamos a punto de besarnos cuando su padre entró en la habitación.

—Chicos, voy a pedir una pizza para cenar. ¿Os apuntáis?

Pegué un respingo.

—¡André! ¿Ya has venido?

Ella se echó hacia atrás y yo maldije entre dientes. Creo que todos los padres del mundo desarrollan un sexto sentido para percibir siempre los momentos mágicos y joderlos.

—Sí, hace media hora que he llegado —respondió el padre de Lu.

—¿Te quedas a cenar? —me preguntó ella.

—Me encantaría.

Polvo de estrellas en la casita de Lu

¿Dónde te has metido todos estos años? Llevaba tanto tiempo esperándote que temía que no aparecieras. Hay un refrán que dice que lo bueno se hace esperar. Has llegado en el momento oportuno. ¿Cosas del destino? No sé, pero le voy a dar al play para que comience el juego. Estoy deseando saber qué sorpresas nos traerá.

Firmado: Lu

Ir a la siguiente página

Report Page