Fake

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CAPÍTULO 4

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CAPÍTULO 4

 

“¿Qué onda amigo?” Recibí un mensaje en Facebook. Había pasado el resto de la tarde ocupada y distraída, lo suficiente como para no estar online.

“Hola.”

“Tengo hambre, vamos por una pizza.”

“Ok, ya voy.” Le envié una imagen de mi fake. Una fotografía en donde parecía estar cruzando la calle, era noche y se ajustaba al momento, teniendo en cuenta que en la vida real la hora nocturna había llegado.

“Jajajajaja.” Rio por la foto que le había enviado.

Estuvimos platicando durante un buen rato hasta lograr recordar que no había ido por la pizza, se lo mencioné y dijo que regresaría en un momento.

En el chat seguía apareciendo como conectado, pero no volvió a responder. Me recosté sobre la cama y coloqué mis auriculares en los oídos. Estaba escuchando música mientras esperaba oír ese típico sonido del inbox. Fácil me fue poder cerrar los ojos mientras Noches Reversibles de Love of Lesbian inundaba mis oídos y embelesaba mis sentidos.

“Listo.” Envió un mensaje insertando una foto de la pizza que había comprado. Enseguida me llegó una notificación al perfil.

“Oye Aldrich como comes, no te la vayas a acabar,” decía la descripción de la foto, y ahora con dos rebanadas menos.

Increíble situación, se había comido dos rebanadas en escasos segundos.

“Oye, yo no como tanto.” Le escribí por inbox.

“¿Yo? Fuiste tú el que no me dejó nada,” comenté en la foto en la que me había etiquetado.

Algunos de sus amigos comentaron la publicación. Querían pizza, era algo que todos queríamos, pero la tenía para él solo. No pude impedir imaginármelo recostado en su cama, tal vez, con la caja de pizza a un costado y con el móvil en una mano, porque con la otra apuesto que sostenía un pedazo de pizza que consumía pausadamente, bocado a bocado… Él solo.

Me quedé dormida minutos después de seguir con la plática sobre la pizza, era tarde y estaba muy cansada. Después de todo teníamos clases al día siguiente. Había sido un buen fin de semana a pesar de las incesantes preguntas de Carly.

Cuando desperté me apresuré a prepararme para ir a la escuela, estaba en tiempo y, por primera vez en la vida, quería llegar temprano a la primera clase. Corría por los pasillos para llegar al salón, me esforcé por hacer que mi cabello tuviera buen aspecto, pero para cuando me di cuenta ya era demasiado tarde. Después de todo no había cumplido con mi objetivo; salí disparada hacia la escuela.

Justo al dar la vuelta al pasillo que me llevaría directo a mi clase de Francés caí al piso, no porque yo hubiera querido o porque me hubiera resbalado, todo lo contrario: me estampé con alguien más que corría al igual que yo, pero en sentido contrario. Después de todo no había sido la única a la que se le había hecho tarde.

—Lo siento. —Se disculpó dándome la mano. Nuestras miradas se cruzaron, lo pude reconocer, era él. Tan espléndido, era real y no una ilusión en mi cabeza o en internet.

—Lu… Lucke —tartamudeé sin saber por qué.

—¿Me darás la mano o te quedaras ahí sentada? —respondió indiferente. Tomé su mano y él recogió mis libros.

—Gracias —dije recibiéndolos en las manos.

—Será mejor que vayas a tu clase, Francés, ¿no?

—Sí, gracias de nuevo. —Pude articular.

—Gi, ¿cierto? —Su tono ahora había cambiado, parecía haberme reconocido…

—Sí.

—Un placer. —Sonrió encantado, pero al instante pareció reaccionar, emprendió el paso y me dejó sola sin despedirse o decir algo más.

Me habría encantado poder preguntarle tantas cosas, pero yo, simplemente no pude, las palabras no salieron de mi boca, me había quedado congelada ante su presencia y, para cuando reaccioné él ya se había ido.

Caminé hacia el salón siendo consciente de mi impuntualidad.

—¿Puedo pasar? —expresé recordando la voz del chico, por muy raro que pareciera era una voz perfecta, inexplicable.

—Adelante señorita, procure llegar más temprano. —Creí que el profesor se molestaría por la tardanza. Nunca falta el tipo de profesores recios ante la puntualidad. Aquellos forjadores de hábitos y sumamente comprometidos con ellos. Además, había interrumpido la sesión pasada, justo cuando había estado a punto de contarle a Carly lo de mis recientes conversaciones con Lucke.

Pero no lo hizo, me permitió pasar y continuó con la clase.

Caminé hasta donde ella se encontraba. Ahí, una chica intrépida, despampanante y con un brillo en los ojos que me animaba a querer contarle todo. Pero ¿qué era todo? Tampoco era para tanto.

El camino que emprendí hasta el asiento me pareció interminable, y no por las miradas de los compañeros, más bien porque sentía que una parte de mí se había quedado en aquel pasillo o tal vez en su mano…

—Creí que no vendrías —susurró curiosa.

—Tuve un pequeño asunto que atender. —Sonreí.

—Me imagino, te quedaste dormida, ¿no? —intuyó.

—Sí… —respondí ante la añoranza de mi cama.

El resto de la clase la pasamos resolviendo ejercicios y participando en dinámicas para recordar algunas palabras, me encantaba el francés y aún más, porque Carly compartía la sesión conmigo, después de todo había sido bueno haber escogido el curso juntas.

Sin embargo, había algo que no podía apartar de mi mente, el suceso anterior me mantenía en constante lucha mental. Las pocas palabras, el cruce de miradas y el tacto, me alejaban de este mundo.

—Carly —mencioné sin poder contenerme.

—¿Sí?

—Hace un rato, antes de ingresar al salón… —comencé—. Venía como un rayo debido a la tardanza… —expliqué.

—Lo sé —respondió anticipándose a lo que diría.

—Habría llegado un poco antes, pero no lo hice… ocurrió otra cosa que me impidió hacerlo…

Su atención ahora estaba al cien por ciento sobre mi habla. Había dejado de caminar. Mantenía altas expectativas, lo pude observar en su semblante.

—Antes de entrar, en el pasillo, me estampé con alguien.

Caminábamos en busca de las chicas, eso antes de que ella hubiera detenido el paso. Las encontraríamos en una de las mesas localizadas en el patio. Carly me miró con suma curiosidad, sus facciones me daban carta blanca a desvelarle lo acontecido y, a decir verdad, yo estaba hecha un manojo de nervios.

—… Después me dio la mano y me ayudó con mis cosas. —Sonreí nerviosa.

—¿Un chico? ¿Quién era?

—Lucke —dije tan rápido como pude.

—¡¿Lucke?! ¡OH POR DIOS! ¿Te das cuenta de lo que eso significa?

Intenté calmarla, pero mis esfuerzos fueron en vano, estábamos a mitad de uno de los pasillos, con el resto de los estudiantes inmersos en un mundo creado por sus charlas. No obstante, me resultaba imposible no poder imaginar que estaban escuchando.

—Te conté esto porque creí que te gustaría, no es necesario que hagas una escena.

—¡¿Qué no es necesario que haga una escena?! Gi, ¿qué te dijo?, cuéntame. Esto no ocurre, y mucho menos con las chicas del colegio.

El entusiasmo podía vislumbrarse por todos lados, resplandecía en ella como fuegos artificiales a su alrededor. Imposible no mirarla.

—Fue un accidente, por eso me ayudó. No significa nada más. —Intenté evadir el tema y convencerme de ello.

—Claro que significa algo, él no habla con cualquiera. —La miré molesta—. No estoy diciendo que seas cualquiera, al contrario, digo que no eres cualquiera, ¿lo entiendes? —Afirmé tratando de evitar que una nebulosa de ilusiones se formara en mi mente.

—¡Vamos, las chicas deben saberlo! —Instintivamente me tomó de la mano. Entre sus intenciones estaba el presentarme ante ellas y contarlo todo.

—No. Carly, ellas solo serán peor que tú. No se los digas. —La detuve en seco esperando por una buena respuesta, mis piernas se quedaron pegadas al piso y de ahí no me moví hasta haberla escuchado prometer que no lo haría.

Me miró con recelo, sopesaba la idea, estudiaba las probabilidades…

—De acuerdo, de acuerdo. Tú ganas, lo prometo —prometió extendiendo el brazo sobre mis hombros—. Pero, no me has dicho qué te dijo. —Emprendimos el paso mientras curioseaba al respecto. Vamos, que era todo un poema.

Y luego de la confesión, hubo un cambio de planes, no nos encontraríamos con las chicas, en su lugar cambiamos el rumbo y ella se centró en averiguar cada detalle de un encuentro en el que apenas habían pasado quince segundos.

—Ya te he dicho que no dijo nada más, solo pidió disculpas, me tendió la mano, recogió mis cosas, preguntó si tenía clase de Francés y me dijo que sería mejor que entrara —respondí ante el interrogatorio—. Oh, lo olvidaba, sabía mi nombre.

Hablaba sin reparos, y fue quizás la razón por la que había mencionado algo de lo que me había arrepentido al instante. Carly no sabía que Lucke y yo hablábamos «de manera indirecta», en Facebook, pero ya era demasiado tarde.

—Lo vez, sí había algo más. Un momento, ¿cómo sabe tu nombre? —Reaccionó milésimas de segundos después. Cualquier cosa que tuviera que ver con él la hacía reaccionar de esa manera, en ocasiones daba gracia.

—No lo sé Carly, vamos en la misma escuela, es lógico que lo sepa, probablemente también sabe el tuyo y el hecho de que no hable con las chicas con las que no comparte clases, no significa que no conozca a las demás.

En realidad, no era la razón, pero sabía que encajaba perfectamente en la historia. Al parecer la había aceptado.

* * *

Era hora de la siguiente clase. Historia, el momento en el que me encontraría con Hailey.

—Te reto —dijo ella despojándome arrebatadoramente de mis pensamientos.

—¿Me retas? ¿A qué?

—A saltarnos la clase, la Historia no es lo mío.

—Ya estamos dentro.

—Pero el profesor aún no llega. —Hailey comenzó a tomar sus cosas y se levantó de su lugar—. ¿Vienes o no? —sentenció.

Sin pensarlo, tomé mis cosas y salí con ella, corrimos fuera del aula como fugitivas a punto de ser atrapadas por la policía. Corrimos hasta donde creímos no podrían vernos.

—¿Y ahora? —pregunté.

—¿Ahora? —respondió dudosa.

—Sí. ¿Qué hacemos? Tenemos dos horas libres.

—Ah, bueno. He escuchado que los chicos tienen entrenamiento. Las finales se acercan. —Me miró con cara de complicidad.

—Supongo que está bien. —Alcé los hombros ante la propuesta.

Caminamos hasta las canchas, los chicos del equipo de futbol y básquetbol tenían clase de deportes dos veces a la semana debido a los torneos. Eran el centro de atención en toda la escuela.

Nos sentamos en una de las gradas cercanas a la cancha de futbol, estábamos frente a chicos apuestos, envueltos de sudor, corriendo como locos y gritando palabrerías. Definitivamente no era algo que solía disfrutar.

—Lucke es guapo —soltó con regocijo.

—Seguramente hay mejores —intenté no darle demasiada importancia.

—Sé que los hay, pero Lucke… es indescifrable, ¿me comprendes?

Asentí, sabía a lo que se refería, apenas comenzaba a saber sobre él y ya tenía un mar de dudas respecto a su vida.

El balón rebotó hacia nosotras durante un par de veces, pero no fue hasta la tercera, cuando uno de ellos se animó a acercarse.

—Buen juego —dijo Hailey.

—Gracias —respondió agitado.

Mientras ella hablaba con él, giré la vista hacia los otros integrantes del equipo, Lucke estaba mirándome o tal vez solo miraba a su compañero de juego. No pude descifrar lo que había en sus ojos, tan solo sabía que era similar a lo que había vislumbrado en los helados.

¡Mierda, me estaba matando!

—Mucho gusto, soy Diego —nos tendió la mano—. Hailey, ¿cierto? —preguntó.

—¡Sí! —respondió emocionada—. Ella es Gi, mi amiga. ¿Cómo supiste mi nombre? —inquirió.

—Venimos a la misma escuela. Imposible no conocerte. —Sonrió con júbilo—. Debo irme, me esperan allá abajo.

Tomó el balón y corrió hacia ellos.

Hailey hacía el esfuerzo por no desmayarse.

—¡¿Lo viste, viste eso?! —Me zarandeó con fuerza. La había perdido y en consecuencia tuve que escuchar cada una de las palabras que mencionaba, estaba feliz, emocionada. En ese momento ella era todo.

 

 

 

 

Escuché su voz por accidente.

 

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