Faith

Faith


Capítulo 1

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Era un poco demasiado pronto para una boda de primavera. Aún adentro, el frío me calaba el cuerpo. Traté de ignorar mi piel de gallina. Mi vestido no estaba hecho precisamente para este clima, pero era lo mejor que tenía.

La gente se apretujaba tanto en nuestra casa que apenas había espacio para respirar. No teníamos suficientes sillas para todos, así que la mayoría de los invitados estaban de pie. ¿De dónde diablos había encontrado Emma tantos amigos? No podía reconocer ni a la mitad de la gente que aquí se encontraba. Aún así, y a pesar de todo, era hermoso.

Habíamos fregado el piso, y el olor de la madera recién lavada seguía inundando el ambiente. Las flores que mi familia había podido pagar, estaban en distintas partes de la casa, en floreros nuevos que mi madre había comprado para la ocasión.

“Nos encontramos reunidos el día de hoy para celebrar la unión de Emma Walker y Adam Stephenson...”

El Padre Murray no se veía nada mal entre mi hermana y su futuro esposo. Su sotana evidenciaba una reciente limpieza, sin embargo,  no había gran cosa que se pudiera hacer con su cabello. El escaso blanco descansaba sobre su frente, justo a la mitad. Luche para contener la risa.

Emma bajó la Mirada. Se mordió el labio mientras el Padre Murray hablaba, sin atreverse a mirar a Adam a los ojos. Mi corazón se estrujó, dando un vuelco en mi pecho. Nunca me esperé ver a mi hermana menor ahí parada, con su mejor vestido, adornado con encaje, antes de que yo misma tuviera la oportunidad de casarme.

No es que estuviera celosa. Me hacía muy feliz verla así. Me hacía sentir orgullosa el notar cómo resaltaban los azahares entre su cabello, como si sus trenzas fueran incapaces de contenerlos. Mi hermana menor, a la que tuve que impedirle que jugara en el lodo y arruinara su ropa, ya era toda una mujer.

No, el problema era que yo sabía lo que todo mundo estaría diciendo en cuanto terminara la ceremonia. ¿Y qué pasa con la hermana mayor? ¿Cuándo se irá a casar? ¿O irá a ser una solterona?

A un lado mío, Mamá lloraba. Gruesas lágrimas le recorrían las mejillas. Papá no soltó una sola lágrima. Su rostro era helado, como siempre había sido. Bueno, casi. Quizás lo imagine, pero pensé haber visto una pequeña curva en sus labios, sólo por un segundo.

“Yo los declaro marido y mujer,” dijo finalmente el Padre Murray. “¡Les presento al Señor y a la Señora Adam Stephenson!”

Los invitados explotaron en aplauso. No los esperaba un gran pastel de bodas, como en los matrimonios de la gente rica, a las que no estamos acostumbrados, pero yo había logrado hacer suficiente desayuno para todos. Un poco de chocolate caliente había sido la estrella del evento. ¿Qué tan seguido puedes tener un poco de eso?

Nos llevó varias horas hacer que los invitados se marcharan. No habíamos planeado que fuera tan animado, pero una vez que alguien empezara a bailar a la mitad del desayuno, empezó la fiesta. Hasta la vieja Señora Crabapple, quien apenas puede llegar aprisa al mercado, tomó su turno para bailar. A juzgar por la mueca de Papá, el evento no fue del todo de su aprobación.

El Padre Murray fue el último en retirarse. Los demás invitados no dejaron siquiera migajas que limpiar. La casa entera quedó saqueada.

Antes de partir, la pareja recibió su bendición.

“Que el señor sea misericordioso con vosotros,” dijo el Padre Murray. Colocó sus manos en sus cabezas, como si fueran niños. “Que Él cuide y bendiga esta unión.”

Cuando terminó de rezar, el Padre Murray se despidió.

“¡Ahora estaré al pendiente de tu boda, Faith!” dijo.

Al agitar su mano en despedida, tuve que forzar una sonrisa.

Corrí a donde mi hermana antes de que estuviera lista para irse. Nunca nos habíamos apartado más de unas horas, así que era una sensación extraña saber que ya no viviría con nosotros. Las lágrimas amenazaron con asomar a mis ojos y traté de contenerlas.

“Prométeme que escribirás,” le dije y la abracé.

“No te preocupes,” me dijo, “la casa de Adam no queda muy lejos. Vendré a visitarte muy pronto.”

Los vimos subir al carruaje. Los caballos bufaron un poco cuando Adam tomó las riendas, y se alejaron. Los tres nos quedamos viendo en silencio cómo el carruaje se alejaba más y más hasta convertirse en un pequeño punto en el horizonte. Mamá seguía agitando su mano, a pesar de que debía saber que ya o la podían ver. Tuve que abrazarla para que entrara a la casa.

Apenas abrimos la puerta, sentimos la ausencia de Emma. Ya no estaba. Era una persona menos en la casa, y lo podíamos sentir.

Pasó mucho tiempo antes de que pudiéramos llenar el hueco con nuestras actividades. Una vez que todos se marcharon, Papá pudo relajarse. Se sentó a la mesa y tomó el periódico. Al poco tiempo, empezó a hablar de las cosas que leía mientras Mamá hacía la limpieza.

“¡Aquí dice que Harrison abrirá 2,000,000 de acres de tierra en el territorio de Oklahoma!” dijo. “¿Puedes creerlo?”

Sacudí la cabeza mientras barría el piso. “No, Papá.”

“Inclusive están permitiendo que mujeres elijan un pedazo de tierra. Si tan solo tuvieras un par de años más, Faith, podrías estar ahí con todos esos hombres hormigueando para arrebatar un pedazo terreno.”

“¡Harold!” chilló Mamá. “No la exhortes a hacer esa clase de cosas.”

“Tienes razón,” dijo Papá. Se rio y cerró el periódico. “Necesitamos encontrarte un esposo, Faith. Ya tienes casi 19, pronto serás demasiado vieja para casarte con quien sea.”

“Encontraré a alguien cuando sea el momento, Papá,” dije.

No me contestó. En lugar de eso, solo miró por la ventana en la dirección en que había partido Emma. Ya yo podía imaginar lo que pasaba por su cabeza.

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