Evelina

Evelina


Parte Tercera » Carta XXII

Página 93 de 97

CARTA XXII

Del señor Villars a Evelina

Cada deseo de mi alma se ha cumplido, porque la felicidad de mi Evelina es comparable a sus merecimientos.

Sí, hija mía, tu felicidad está grabada en letras de oro en mi corazón; y su huella es indeleble, pues, aunque la tosca y larga mano de la desgracia tratara de arrancarla de su legítima depositaria, el fugaz tejido de la vida cedería, y al lacerar mis órganos esenciales, el alimento por el cual se sostienen no aferraría más que una sombra insensible a su roce.

¿Darte mi consentimiento? Oh, para ti que regocijas, reconfortas y enorgulleces mi vida, qué fría es esa palabra para expresar el favor de mi aprobación. ¡Sí, ciertamente te doy mi consentimiento!; y tan fervorosamente que, con la gratitud más humilde a la providencia, lo sellaría para el resto de mis días.

¡Apresúrate, luego, mi amor, a bendecirme con tu presencia y recibir a su vez las bendiciones que derrama mi afectuoso corazón! Y, oh, mi Evelina, escucha y asísteme en un único ruego…, humilde, ardiente, que aviva mis devociones: ¡que la altura de la dicha que alcanzaste no te llene de frivolidad, y que la pureza de pensamiento sea para siempre el esplendor más brillante de tu porvenir!, y que el débil y anciano cuerpo del padre que te venera, casi consumido por las enfermedades y aflicciones del tiempo pasado, tenga fuerzas para soportar el encuentro con el ser que más ama en el mundo; y entonces, todas las heridas que la severa fortuna infligió puedan ser curadas y purificadas por un último consuelo, el de verter con mis moribundas palabras mis bendiciones sobre mi querida niña, cerrando estos ojos que desprenden alegría en su presencia, y exhalando mis últimos suspiros, apenas perceptibles, entre sus amadísimos brazos.

¡No temas, hija de mi corazón! ¡No te entristezcas por ese momento inevitable; que tu propio fin sea igualmente propicio! Y que cuando completes tus días, y llena de honorabilidad, suavemente cierres tus ojos para siempre y puedas descansar, tengas la dicha de estar velada y atendida con la misma ternura y cuidados que tu venturoso padre. Y que, cuando el fin se acerque, lo haga dulce pero no amargamente, pues alguien querido sobrevivirá a Evelina y llevará luto por el afecto faltante.

Arthur Villars

Ir a la siguiente página

Report Page