Evelina

Evelina


Posfacio

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POSFACIO

Frances (Fanny) Burney, posteriormente conocida como madame D’Arblay, nació en el año 1752, hija del célebre músico Charles Burney, personalidad insigne en la vida cultural londinense de la segunda mitad del siglo XVIII.

El debut literario de Fanny será de forma anónima en 1778 con Evelina, or the History of a Young Lady’s Entrance into the World, entregado secretamente a la imprenta con la complicidad de su hermano por miedo al juicio negativo de su padre, y por temor a la exposición pública derivada de su publicación.

Pero Evelina era, de hecho, una secuela literaria. En un intento por «extinguir para siempre su pasión por la escritura», Fanny, en su decimoquinto cumpleaños, hizo una hoguera con todos sus escritos entre los que se incluía una obra completa en prosa, The History of Caroline Evelyn, es decir, la historia de la madre de Evelina. No obstante, aunque la novela fue destruida y hubo lágrimas sobre las cenizas imaginarias de Caroline, la pasión no fue extinguida. En sus diarios, Fanny deja patente que todos sus esfuerzos fueron inútiles, y explica con gran lujo de detalles el proceso de escritura de Evelina que define como una lucha heroica, al tiempo que describe el motivo de tanto «secretismo», que no es otro que el de ocultar, como tantas otras escritoras contemporáneas, una actividad que no era bien vista para una «señorita», protegiéndose de la opinión de su padre hasta que su éxito de crítica estuviese asegurado.

Se sabe incluso que escribió su manuscrito fingiendo una caligrafía distinta a la suya en un intento de disfrazar su autoría ante los propios impresores, que la conocían sobradamente por los manuscritos de las obras de su padre que ella se encargaba de copiar y enviar a imprenta.

Porque Burney no fue, en verdad, una ociosa señorita refinada durante los años que escribió Evelina. Tiempo atrás se había convertido en la asistente de su padre en sus proyectos literarios, con un trabajo a jornada completa que además de hacerla sentir importante a ojos de su progenitor, le sirvió como excusa ante la probable insistencia de su familia para casarse. Trabajando a su lado fue como Fanny se vio aún más estimulada en su pasión por la literatura, y gracias también a su círculo de amistades tuvo una educación mucho más beneficiosa para su mente de novelista que la que hubiera logrado siendo «simplemente» una «señorita»; pues no sólo le abrió la puerta a un profundo conocimiento sobre literatura, historia, música y arte, sino que le permitió un mayor conocimiento de la «vida real» (incluidos los distintos tipos de entretenimiento y lugares públicos de la sociedad londinense), más allá del que la mayoría de las señoritas bien educadas pudieran aspirar a alcanzar.

Tras el gran éxito de Evelina, Fanny se ve encumbrada como «novelista costumbrista» y se erige como brillante «escritora satírica». En el círculo de amistades de su padre, Fanny traba amistad con Samuel Johnson, Hesther Thrale, Joshua Reynolds y otras personalidades de la cultura contemporánea. Es entonces cuando Burney, que siempre tuvo alma de dramaturga, escribe una comedia, The Witlings, un retrato satírico de «señoritas instruidas»; pero recibe fuertes presiones por parte de su padre y las amistades de éste para que renuncie al teatro, pues esta disciplina era vista con un aura más bien negativa en lo que se refiere a la fragilísima reputación femenina.

El teatro será, por tanto, uno de los sueños irrealizados de Fanny que, tras The Witlings, escribirá en el curso de los años otras dos comedias, Love and Fashion y A Busy Day, prácticamente desconocidas.

En su regreso a la novela, publica Cecilia, or Memoirs of an Heiress, en el año 1728, bastante diferente de la primera, por su tono serio y menos optimista. Y pasarán catorce años entre la segunda y la tercera novela; son años muy densos de acontecimientos en los que sufre una gran desilusión amorosa y un período de cinco años marcado por la soledad y una profunda depresión, exacerbada por la reclusión forzada que la locura de Jorge III impuso a todo su entorno, del que Frances formaba parte en ese momento como dama de la reina. Durante todos estos años Burney continúa escribiendo los diarios que la acompañarán toda su vida y la única forma de escritura creativa que practica es aquélla con tintes dramáticos: escribe cuatro tragedias de las cuales sólo una, Edwy and Elgiva, será puesta en escena con poco éxito. Cuando logra dejar los servicios en la corte por motivos de salud, ganándose incluso una pequeña pensión, su vida cambia radicalmente en unos pocos meses.

En 1793, cuando contaba cuarenta y un años y desde hacía tiempo se veía encaminada a la soltería, se encuentra con un refugiado francés que había combatido con Lafayette y en poco más de seis meses se casa con él dándole un hijo «a lo loco» —para aquella época—, a sus cuarenta y tres años.

En 1796 publica su tercera novela acuciada por necesidades económicas: Camilla, or a Picture of Youth, que cuenta con el patrocinio de la reina. La novela resulta un verdadero éxito editorial cuyos beneficios permiten a Burney la construcción del Camilla’s Cottage en Surrey.

Posteriormente Fanny y su familia se trasladan a Francia en un «exilio» que dura diez años; y en ese lapso de tiempo, en 1811, vive una terrible y traumática experiencia cuando se le diagnostica un cáncer de mama, que obviamente necesitaba extirpación quirúrgica. En la operación (sin anestesia, sólo se utilizó un poco de whisky) Burney vive un horror infinito que trata de exorcizar describiéndolo fríamente en su diario y en sus cartas.

En el año 1812 regresa a Inglaterra con su hijo, y dos años más tarde publica su cuarta y última novela, The Wanderer, or Female Difficulties, de la cual obtiene una suma más bien discreta.

Cuando su marido se encontraba combatiendo en Bélgica contra Napoleón tras su fuga de la isla de Elba, Fanny sigue a D’Arblay en un carruaje y se encuentra en Bruselas durante la batalla de Waterloo; una batalla que describe en su diario consciente de estar ante un pequeño trozo de historia. Su marido resulta herido en la batalla y regresan ambos a Inglaterra —donde a él se le distingue con el título de conde otorgado por Luis XVIII—, y muere posteriormente tres años después. Fanny sigue adelante con su vida y su hijo hasta que el horror de la muerte de éste se ceba con ella en 1837, no pudiendo sobrevivirle más que tres años, falleciendo el 6 de enero de 1840. Fue enterrada junto a su marido y su hijo en el Wolcot Churchyard de Bath.

Éste es el resumen de la vida de una de las «madres de la novela», una mujer con una personalidad extremadamente interesante y talentosa, que tiene en Evelina su obra maestra, una novela que la Enciclopedia Británica define como un «hito en el desarrollo de la novela social y de costumbres».

Muchos autores ha caído rendidos ante su obra, como el propio Samuel Johnson con sus elogios hacia su narrativa y su preferencia por encima incluso de Samuel Richardson y Henry Fielding; y a menudo se establece una estrecha vinculación entre Burney y Austen dado que esta última fue una gran admiradora suya, e incluso fuente de inspiración de su propia obra. Recordemos que la propia Austen utiliza las palabras puestas por Burney en boca de uno de los personajes de su novela Cecilia, para dar título a su obra maestra Orgullo y prejuicio (1813).

Es evidente que se inspira en Burney, pero basta recordar cualquiera de las novelas de Austen para darse cuenta de que el mundo que retrata Burney está muy alejado de aquél que radiografía Austen, cuyas heroínas se mueven en un ámbito más cercano, muy distinto al de la señorita Anville. La propia Jane, en una de sus cartas a su sobrina Anna, circunscribe la geografía austeniana a su círculo de amigos, un tranquilo pueblo del campo, dos o tres familias rurales…, nada que ver con el universo Burney, que se centra en Londres, la vida social del beau monde y los lugares de entretenimiento públicos que ponen marco a Evelina.

Aunque parece cierto que la continuidad es evidente, pues antes que las protagonistas de Austen, las heroínas de Burney aprender a pensar y actuar por sí mismas cuando entienden que las restricciones de los prejuicios crean falsas apariencias; en Evelina ese proceso de maduración interior se desarrolla al llegar al gran teatro del mundo, la ciudad de Londres.

La joven Evelina, de tan sólo dieciocho años, asiste con sorpresa al espectáculo de la vida social londinense, desde el punto de vista de una chica de campo para quien aparentemente todo es hermoso y brillante. La crítica de la autora se vuelve muy aguda cuando se enfatiza el proceso de madurez interior de la protagonista y, en contra de su voluntad inicial, se ve obligada a reconocer que tras la fachada reluciente se esconde un mundo muy diferente al imaginado.

Las escenas que consiguen un resultado final de comedia son fruto del trato de la autora con conocidos del mundo teatral, a los que suma su innegable talento individual para los juegos y tics lingüísticos utilizados en los diálogos, así como para radiografiar la amplia variedad de lenguajes, principalmente acusada en el capitán Mirvan con su propia jerga salpicada de términos náuticos y, cómo no, en la terca afectación del señor Lovel.

La analogía implícita entre el teatro y el contexto social es evidente, ficción y realidad se funden el uno en el otro. Además de ser un lugar de ocio, el teatro se convierte así en una metáfora de la vida misma. El propio Thackeray se vio influenciado por Burney al escribir La Feria de las Vanidades (1847), utilizando sus personajes como meros títeres en manos del autor, y en el escenario del gran mundo, tal como anteriormente había hecho Burney en Evelina.

Al final de su aprendizaje en la ciudad, en la vida, Evelina no sólo aprende a comportarse de acuerdo a las buenas costumbres, sino también a discernir el bien del mal y a reconocer el uno y el otro mirando más allá de las apariencias. De ahí que se considere Evelina como una novela de «formación». Aprende a sobrevivir en un mundo en el que la mujer se siente desprotegida, en un enorme escenario en el que todos desempeñan un papel. Esto es particularmente cierto en referencia a las mujeres, que son personajes para ser observados, y como personajes que son, también pueden ser instruidos. En ese sentido Evelina va superando una tras otra esas diferentes etapas del proceso que le permite llegar a la madurez en su capacidad de juicio, aunque tal vez Burney se traiciona a sí misma al final de la obra al verse forzada a finalizar la novela refugiando a la protagonista en una jaula de oro con la rendición incondicional a la guía de un hombre; sucede que las limitaciones impuestas por la sociedad patriarcal de su época eran demasiado fuertes…, y Burney, aunque ansiaba independencia, necesitaba desesperadamente el pleno reconocimiento de su propio padre.

Ese final, ese retiro de lord Orville y Evelina camino de Berry Hill, nos anticipa de alguna forma el camino recorrido años después por Elizabeth y Darcy, que buscan refugio en la cómoda y elegante residencia familiar en Pemberley, al final de Orgullo y prejuicio.

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