Evelina
Poema
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A…[1]
¡Oh, artífice de mi existencia!
Para mí más preciado que la luz, el alimento o el descanso,
Que la ardiente lágrima del éxtasis,
O las bendiciones de Higía[2],
¡O la savia vital que enciende mi pecho!
Si en mi corazón brilla el amor por la virtud,
Fue esta sembrada con una infalible regla;
De su ejemplo nació la llama pura;
Su vida, mi norma…, sus buenas obras, mi escuela.
Si mi débil ingenio pudiera seguir la huella de sus muchas virtudes,
Por amor filial cada temor debiera ser reprimido;
Ahuyentaría el sonrojo de la incapacidad,
Y me erigiría en cronista confesa de su valor.
Pero como las avaras estrellas niegan este regalo,
La ocultación es la única bendición que reclamo;
Permanezca en la oscuridad la Musa frustrada,
Que no logra elevar, pero tampoco podría arruinar, su fama.
¡Oh, de mi vida a un tiempo fuente y alegría!
Si jamás sus ojos estos débiles versos leyeran,
Que su insensatez no destruya su intento;
Acepte el homenaje…, pero olvide los versos.