Europa

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Primera Parte: Edad de Formación » 1. La guerra que fundó Europa

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Por otra parte, cabe sostener que todo régimen estable combina las tres formas: el poder es siempre ejercido por una pequeña oligarquía encabezada por una persona, un monarca con ese u otro nombre, y apoyado por el consentimiento implícito o explícito y lo bastante amplio de los gobernados, es decir, por un grado variable de democracia.

Siguiendo una tradición de pensamiento político griego, Polibio estimaba que el poder, en general, seguía ciclos determinados por los abusos y la degradación de cada forma principal: monarquía, aristocracia y democracia. Cada una de estas tendía a degenerar, provocar mil abusos y dar lugar a reacciones. Por ejemplo, la degradación de la democracia en demagogia u oclocracia, provocaba por reacción una vuelta a la monarquía. Esta, a su vez, terminaba degenerando en tiranía que daba lugar al golpe de los aristócratas, luego decaídos en oligarcas hasta que la revuelta popular imponía la democracia, y así sucesivamente. Por eso parecía preferible, por más estable, un sistema que combinase armónicamente las tres formas. Pero lo cierto es que el conjunto de instituciones romanas, con sus equilibrios, iría cambiando y volviendo la ciudad más ingobernable, y una causa de aquellos cambios sería precisamente el impresionante éxito militar a partir de la II Guerra Púnica.

De todas formas, el poder romano en el Mediterráneo iba a durar unos seis siglos y medio, no precisamente tranquilos, después de la guerra de Aníbal, y traería consigo cruciales cambios culturales y políticos.

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