Esmeralda

Esmeralda


Capítulo 3

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—Pero, bueno, yo tengo una especie de debilidad por romper juramentos. —Señaló un pequeño compartimento del cronógrafo que estaba adornado con una estrella de doce puntas—. Lo que está claro es que de este modo se completará un proceso en el interior del cronógrafo y algo aterrizará en este compartimento. En las profecías se habla de la esencia bajo la Constelación de los Doce y también de la piedra filosofal. «Las preciosas alcanzan la unidad, del aroma del tiempo el aire se satura, y una permanece fija por toda la eternidad».

—¿Ese es todo el secreto? —dije decepcionada—. Una vaguedad más que se puede interpretar de mil maneras.

—Bueno, si se reúnen todos los indicios, en realidad es bastante concreto. «Cura todo achaque y toda pestilencia, bajo la Constelación de los Doce se cumple la sentencia». Se supone que, correctamente empleada, esta sustancia debe ser capaz de curar todas las enfermedades de la humanidad.

Eso ya sonaba mejor.

—Para conseguir algo así, realmente tendrían sentido todas estas complicaciones —murmuré mientras pensaba en el voto secreto de los Vigilantes y en sus enrevesadas reglas y rituales. Bajo estas circunstancias podía comprender incluso que se las dieran de importantes. Lo cierto era que para conseguir una medicina milagrosa de ese tipo valía la pena esperar unos siglos, y el conde de Saint Germain merecía todo el respeto y toda la consideración por haber descubierto todo eso y haber sido el primero en hacerlo posible. Si no fuera un tipo tan antipático…

—Lucy y Paul, sin embargo, no estaban tan seguros de que la piedra filosofal fuera realmente lo que pensamos —dijo Lucas como si me hubiera leído el pensamiento—. Ellos dicen que es difícil creer que alguien que no retrocede ante la idea de asesinar a su propio tatarabuelo esté interesado en perseguir el bien de la humanidad. —Carraspeó—. ¿Ha dejado de salir sangre?

—Aún no, pero ya no sale tanta —levanté las manos por encima de la cabeza para acelerar el proceso—. ¿Y ahora qué hacemos? Supongo que tendré que probarlo, ¿no?

—Por Dios, esto no es ningún coche con el que se puede hacer un viaje de prueba, ¿sabes? —dijo Lucas retorciéndose las manos.

—¿Por qué no? —pregunté—. ¿Es que no era esa le idea?

—Bueno, sí —dijo mi abuelo, y lanzó una mirada al grueso infolio que había traído—. En realidad tienes razón. Al menos así podríamos ir sobre seguro, aunque ya no tenemos mucho tiempo. —De pronto parecía haber recuperado todas sus energías. Se inclinó y abrió los Anales—. Tenemos que ir con cuidado para no elegir una fecha en la que aterrices en medio de una reunión. O en la que te tropieces con uno de los hermanos De Villiers, los cuales se han pasado un montón de horas en esta sala elapsando.

Se me acababa de ocurrir otra idea brillante.

—¿Y no podría también encontrarme con lady Tilney a solas? —dije—. ¿En algún momento después de 1912, a poder ser?

—No sé si eso sería inteligente. —Lucas hojeó el infolio—. Tampoco queremos complicar las cosas más de lo que ya están.

—Pero no podemos desperdiciar las pocas oportunidades con que contamos para saber algo más —exclamé, y recordé algo en lo que Leslie me había insistido mucho: debía aprovechar todas las ocasiones que se me presentaran y sobre todo hacer preguntas, hacer tantas preguntas como se me ocurrieran—. ¿Quién sabe cuándo volveremos a disponer de una oportunidad como esta? En el arca también puede haber algo distinto a lo que imaginamos, y entonces tal vez nunca pueda volver a intentarlo. ¿Cuándo nos encontramos por primera vez nosotros dos?

—El 12 de agosto de 1948, a las doce del mediodía. —Dijo Lucas, ensimismado en la lectura de los Anales—. No lo olvidaré nunca.

—Exacto, y para que no lo olvides nunca, yo te lo escribiré —dije, encantada en mi propia genialidad. Y garrapateé en mi libreta de anillas:

Para lord Lucas Montrose. ¡¡¡Importante!!!

12 de agosto de 1948, 12 del mediodía. Laboratorio de alquimia.

Por favor, ven solo.

 

Gwendolyn Shepherd.

Arranqué la hoja de un tirón y la doblé.

Mi abuelo levantó un momento la cabeza del infolio.

—Podría enviarte a 1852, al 16 de febrero a medianoche. Lady Tilney elapsa allí, viniendo, concretamente, del 25 de diciembre de 1929 a las nueve de la mañana —murmuró—. La pobre ni siquiera por Navidad puede estar tranquila en casa. Aunque al menos le dan una lámpara de petróleo. Escucha lo que dice aquí: «Lady Tilney vuelve animada del año 1852, a la luz de la lámpara de petróleo ha confeccionado dos cerditos de ganchillo para el bazar de beneficencia del día de Reyes, que este año se celebra bajo el lema de “Vida campestre”». —Se volvió hacia mí—. ¡Cerditos de ganchillo! ¿Te imaginas? Existe el peligro de que sufra el trauma de su vida si te ve aparecer de pronto surgiendo de la nada. ¿Realmente queremos arriesgarnos a eso?

—Solo irá armada con una aguja de hacer ganchillo, y estas tienen la punta redondeada si no recuerdo mal. —Me incliné sobre el cronógrafo—. Bueno, pues, primero el año. 1852. Empiezo con la M, ¿no? MDCCCLII. Y el mes de febrero, según el calendario celta, es el número tres; no, cuatro…

—¿Qué demonios estás haciendo? ¡Primero tenemos que vendarte la herida y volver a pensarlo con calma!

—No tenemos tiempo para eso —dije—. El día… era esta palanca de aquí, ¿verdad?

Lucas me miraba por encima del hombro asustado.

—¡No tan rápido! Todo debe encajar a la perfección; si no… si no… —Otra vez parecía que fuera a vomitar de un momento a otro—. Y no debes sujetar nunca el cronógrafo, porque te lo llevarías contigo al pasado. ¡Y entonces ya no podrías volver!

—Como Lucy y Paul —susurré.

—Para mayor seguridad, elegiremos una ventana temporal de solo tres minutos. Pongamos de 12.30 a 12.33; a esa hora al menos ya estará tranquilamente sentada tejiendo sus cerditos. Si estuviera durmiendo, no la despiertes, porque podría darle un infarto…

—Pero entonces tendría que aparecer en los Anales, ¿no? —le interrumpí—. Lady Tilney me dio la impresión de ser una persona muy fuerte. No creo que vaya a desmayarse por eso.

Lucas arrastró el cronógrafo hasta la ventana y lo colocó detrás de la cortina.

—Aquí podemos estar seguros de que no habrá ningún mueble. Sí, no pongas esa cara. ¡Una vez Timothy de Villiers aterrizó sobre una mesa con tan mala fortuna que se rompió una pierna!

—¿Y si lady Tilney se encuentra justamente aquí mirando soñadoramente hacia la noche? Vamos, abuelito, no pongas esa cara, era solo una broma.

Lo empujé suavemente a un lado, me arrodillé en el suelo ante el cronógrafo y abrí el registró que se encontraba bajo el rubí. Tenía el tamaño justo de mi dedo.

—Espera un momento. ¡Tu herida!

—También podemos vendarla de aquí a tres minutos. Nos veremos entonces —dije, y después de inspirar profundamente, apreté la punta del dedo contra la aguja.

Me invadió la ya familiar sensación de vértigo, y mientras la luz roja se ponía a brillar y Lucas decía «Pero aún quería…», todo se desvaneció ante mi vista.

De los Anales de los Vigilantes

18 de diciembre de 1745

 

Mientras, según dicen, el ejército de jacobitas se encuentra ya ante Derby y sigue avanzando hacia Londres, nos hemos instalado en nuestro nuevo cuartel general, confiando en que la información de que 10.000 soldados franceses se han unido a the young pretender «Bonnie Price Charlie» no se confirme y podamos celebrar en paz la Navidad en la ciudad. No podría imaginarse un alojamiento más apropiado para nosotros, los Vigilantes, que estos venerables edificios de Temple, pues también los caballeros del Temple fueron, al fin y al cabo, guardianes de grandes secretos; la gran Temple-Church no solo está al alcance de la vista, sino que sus catatumbas también están unidas por las nuestras. Oficialmente desde aquí seguiremos desarrollando nuestras actividades, pero este lugar también nos ofrecerá la posibilidad de alojar a adeptos, novicios e invitados de fuera, y naturalmente a los criados, además de proporcionarnos espacio suficiente para instalar algunos laboratorios con fines alquimísticos. Nos alegra que lord Alastair no haya conseguido enturbiar con sus calumnias la buena relación del conde con el (véase el informe del 2 de diciembre) y hayamos podido adquirir, gracias a la protección de Su Majestad, este complejo de edificios. En la Sala del Dragón se celebra hoy la solemne entrega de los documentos secretos propiedad del conde a los miembros del Círculo Interior.

 

INFORME: Sir Oliver Newton, Círculo Interior.

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