Equilibrium

Equilibrium


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La intromisión de Luca pareció dejar a Serj todavía más irritado. Apretó los dedos con aún más fuerza alrededor del mango de su cuchilla, enterrando aún más profundo la lámina que con un nuevo movimiento rasgaría el cuello del rehén. El niño, por su parte, continuaba con su expresión serena, casi despreocupada. Su rostro se encontró brevemente con el de Ji-Yun, y como en una señal de confianza, ella le dio un guiño con el ojo derecho.

-El gran problema que tenemos aquí es que el niño no es capaz de hacer lo que quieres que haga – dijo la joven.

-Eso pronto lo descubriremos. Tú lo vas a hacer hablar. Sé que lo harás – respondió Serj, mirando a los ojos de Ji-Yun. - Antes de eso, coloca tu arma en el suelo, lentamente.

-Serj…

-Dije lentamente.

Ji-Yun obedeció. Se curvó lentamente y dejó su pistola, con sus dos únicas balas, en el suelo justo frente a sus pies.  Con la punta de su bota aplicó un leve puntapié al arma, que rodó por el suelo hasta parar frente a Serj. Con su enorme bota él la pisó, manteniéndola firmemente contra el asfalto.

-¿Sabes que esto no va a llevar a ningún lado, cierto? - preguntó ella, a regañadientes.

-Necesito estar seguro – respondió Serj, brusco.

-¡Todos ustedes están esperando algo que nunca va a pasar! - Ji-Yun continuó, elevando el tono de voz y deslizando la mirada por el rostro de los Sólidos alrededor. -Nosotros nunca, NUNCA saldremos vivos de aquí. Y no sé si ese muchacho va a cambiar eso.

Repentinamente, un murmullo se inició entre las decenas de personas que esperaban ciegamente una salida del Reflejo. Intercambiaron miradas y comentarios, y en cada uno de los rostros la agente consiguió distinguir una expresión de duda y también de recelo. Ninguno de ellos parecía realmente decidido entre ayudar a Serj u oír lo que ella tenía que decir.

-¡Dijiste que nos iba a sacar de aquí! - rugió un joven alto, de cabellos rubios, desde el centro de la reunión de Sólidos.

-Él no sabe lo que dice – exclamó Ji-Yun, intentando provocarlos.  - Ese muchacho no es capaz de abrir puertas para que nosotros, que entramos aquí por accidente, podamos volver.

-¿Qué estás queriendo hacer, Kwon? ¿Iniciar una revolución?

-Solo quiero que estas personas sepan la verdad. Que te ayudaron a secuestrar al responsable por el equilibrio de este mundo en vano.

Levemente enfurecido, pero manteniendo la expresión fría que hacía de su apariencia casi la de una pintura antigua y sin expresiones, Serj encaró a Ji-Yun y recibió también la mirada de ella como retribución. La tensión brotó de cada uno de ellos mientras los Sólidos, provocados por las palabras de la agente, gradualmente alzaban sus voces. Luca observaba en silencio, simplemente confiando en la joven que, probablemente, sabría cómo lidiar con Serj mucho mejor de lo que cualquier otra persona ahí presente.

-Si estás tan segura de que el niño no va a lograr sacarme de aquí, - susurró Serj, mirando para abajo – entonces no tiene ninguna utilidad para mí.

Sin ningún aviso ni señal, y sin demostrar remordimiento alguno, Serj deslizó el filo de la cuchilla por la garganta del muchacho, abriendo de esta forma un corte de lado a lado en su fino cuello.

 

             

Capítulo 15

Invitación

 

Al finalizar el corte, con el orgullo de un trabajo bien ejecutado, Serj movió el brazo fuerte con el que tenía asegurado al muchacho y liberó su cuerpo del abrazo cruel. Miró alrededor, encarando los ojos incrédulos de sus compañeros Sólidos, así como los de Luca, que respiraba de forma salvaje, demostrándose pronto a saltar sobre el asesino y herirlo con los dientes. Por último, se dedicó a encarar a Ji-Yun, pero luego notó que había algo peculiar en ella. No parecía chocada, ni siquiera impresionada. Se mantenía tranquila como antes, con sus pequeños ojos combinando con la pequeña sonrisa en la orilla de su boca de labios finos.

Ji-Yun no miraba a Serj, si no que al muchacho con su garganta abierta. Su cuerpo aún no había caído, sus ojos aún estaban abiertos y ni una gota de sangre fluyó de la herida en su cuello. El muchacho estaba aparentemente intacto.

-Pero qué diablos… - Serj gritó con fuerza.

-No puedes matar a alguien que ya está muerto – dijo Ji-Yun, finalmente.

Sintiéndose listo, con un brusco e imprevisible movimiento el muchacho propinó un codazo con toda la fuerza que tenía en la boca del estómago de Serj. El hombre se desorientó física y psicológicamente, perdiendo el aliento, incapaz de esbozar reacción alguna frente aquella situación absurdamente extraña. Serj retrocedió, dejando libres al muchacho y la pistola de Ji-Yun que descansaba bajo uno de sus pies. Al mismo tiempo, todos los Sólidos alrededor del grupo iniciaron un frenesí, aunque indefinido y sin motivo aparente. El círculo se desarmó en un rápido segundo y luego todos pasaron a mezclarse en la confusión.

-¡JI-YUN! - gritó el niño, presentando una agonizante abertura en la garganta, en el exacto momento en que pateaba la pistola de vuelta a su dueña.

La agente se agachó y tomó el arma, y antes de levantarse lanzó una mirada hacia adelante y vio a Serj todavía sin aliento, tambaleando en medio de los innumerables pares de hombros que chocaban con él. Él no tardaría en recuperarse, y lo ideal sería que junto a Luca y el muchacho desapareciesen de ahí lo más pronto posible. Después de recoger su pistola nuevamente del lugar donde la había tirado, Ji-Yun levantó sus brazos y el pequeño inmediatamente siguió en su dirección.

-¿Estás bien? - preguntó ella, una vez que el niño se acercó a la joven, luego de escapar de dos o tres embestidas inconscientes de los Sólidos.

El niño llevó una de las manos a la garganta y tapó el corte hecho por Serj; apretó el cuello, deslizó los dedos por él y tan pronto los retiró ya no había más corte. La herida sin sangre había desaparecido por completo.

-Ahora está mejor – respondió él, con una sonrisa infantil e irónica.

-¡Buen truco, muchacho! - dijo Luca, todavía sin entender por completo lo que había sucedido.

-Vamos a salir de aquí, una vez que huyamos de la multitud corre lo más rápido que puedas y no me pierdas de vista, ¿entendido?

Nuevamente reunido, el trío se tomó de las manos y comenzaron a abrirse paso entre los Sólidos. Ninguno de ellos parecía tener la intención de impedirles el paso, tal vez por la declaración de Ji-Yun o por el terrible acto fallido de Serj de intentar poner fin a la vida del niño que habían secuestrado. Los tres siguieron en zigzag por algunos metros, alejándose del foco del desorden y, consecuentemente, llegando a los límites de la confusa aglomeración.

-¡Vamos, ya casi estamos ahí! - dijo Ji-Yun, mirando hacia atrás con el fin de confirmar si todo estaba saliendo bien.

La luz de esperanza de la fuga fue entonces disipada cuando la voz de Serj cortó la brisa en la plaza.

-¡NO DEJEN QUE ESCAPEN!

Prontamente, como si fuese la orden de un poderoso comandante, todos los Sólidos recuperaron el foco. Eran como robots programados para obedecer la voz de Serj.

-¡JI-YUN!

La joven oyó la voz de Luca en aparente agonía, y al darse vuelta lo vio siendo jalado por tres o cuatro pares de manos en medio de la multitud.

-¡LUCA! - gritó ella, en respuesta, instantáneamente perdiéndolo de vista cuando soltó los dedos del muchacho. -¡PERO QUÉ DEMONIOS!

Los instintos de Ji-Yun inmediatamente se dividieron entre rescatar a su compañero y proteger al muchacho de ser nuevamente llevado por los Sólidos. Brazos y más brazos surgieron amontonados, como zombis desesperados por un pedazo de carne fresca, en la insistente tentativa de jalar también al muchacho que estaba fuertemente protegido junto al cuerpo de la agente. La voz de Luca ya había desaparecido en medio de los incontables sonidos que venían de todos lados, por lo que Ji-Yun no lograba tener ninguna señal de donde pudiese estar en aquel momento. Si cayese en manos de Serj, de seguro lo matarían – el joven no era un ser importante en aquel mundo como el muchacho que se había recuperado de una herida fatal – y todo estaría perdido. Los pensamientos de la joven luchaban contra los espasmos automáticos de su cuerpo, el que se debatía frenéticamente mientras intentaba liberarse de las manos que la agarraban, de los dedos que la jalaban, de las uñas que arañaban su piel.

-¿Qué vamos a hacer? - preguntó el niño, con los ojos desorbitados, mientras también se libraba de sus perseguidores.

Sin mirarlo, y consciente de que no tenían ninguna otra opción, Ji-Yun usó su último y más poderoso truco.

-¡Intenta taparte los oídos! - le dijo al niño, quien obedeció con esfuerzo.

Aplicando un codazo que dio justo en la frente de una mujer que jalaba su mochila, Ji-Yun deslizó su mano derecha por su cintura y una vez más sacó su pistola protectora. Inspiró una dosis de aire y una vez más consideró aquel movimiento, teniendo buenos motivos para ejecutarlo y también otros para hacer exactamente lo contrario.

-¡JI-YUN! - gritó una vez más el muchacho, quitándose las manos de los oídos y usándolas para agarrarse de la ropa de la agente con el fin de no ser apartado de su presencia.

No había otra alternativa. Con los nervios a flor de piel, la agente levantó el brazo en dirección a los cielos oscuros del Reflejo, apuntando la pistola hacia arriba. Con un grito, sintiendo el dolor de desperdiciar otra de sus valiosas balas, jaló el gatillo. Un estruendo se sintió, seguido por un silencio, como si se tratase de la orden de un juez en un tribunal. Todos los Sólidos se detuvieron y no se oía ni una sola voz.

-QUE NADIE SE MUEVA O VOY A DESCARGAR TODAS MIS MUNICIONES EN LA CABEZA DE QUIEN INTENTE HUIR – gritó Ji-Yun, consciente de que solo le quedaba una mísera bala. -¡SUELTEN A MI AMIGO AHORA!

Un rápido tictac de reloj transcurrió para que Luca nuevamente emergiese de aquella multitud. Ninguno de ellos dudó en abrirse paso o mover un músculo con la intención de detenerlo. Apresurado, se abrió espacio con los brazos y se juntó nuevamente con los otros dos.

-¿Te lastimaron?

-No. Estoy bien - respondió él, jadeante.

-Genial. Ahora vamos a salir de aquí antes de que todo se vuelva peor de lo que está.

-¿Qué quieres decir?

No hubo tiempo, ni siquiera un segundo para que la agente pudiese atender la duda de Luca. La respuesta vino por el aire, a través de un sonido conocido que ambos habían presenciado momentos atrás, en los subterráneos de la ciudad. Un silbido, un grito, un lamento. Todo mezclado en una sola voz. La voz de la criatura violentamente peligrosa que casi había decapitado al joven médium y que era atraída por el sonido. El Inversor estaba de regreso y tenía en aquella plaza un banquete para matar el hambre de su cruel tarea: limpiar aquel mundo de presencias indeseables.

Capítulo 16

Pandemónium

 

Todos los ojos – los de Luca, los del muchacho, los de Ji-Yun, los de los Sólidos y los de Serj – miraban fijamente al pequeño punto oscuro que de repente surgió encima de sus cabezas. Volaba rápido, como un halcón negro, deslizándose hacia abajo con una alarmante velocidad.

-Ji-Yun ¿Eso es lo que estoy pensando que es? – preguntó Luca, al mismo tiempo en que movía el cuello procurando mantener a la vista el objeto volador aún no identificado totalmente.

-Sí, Luca – ella respondió, casi interrumpiéndolo.

La mirada del joven se dirigió a Ji-Yun, afectado por la reprimenda.

-¿Te volviste loca?

-Va a ser más fácil escaparnos de él de lo que sería escapar de esos otros idiotas. ¡Vamos, antes de que empeore la situación!

Ajenos a todo lo que no fuese el acercamiento del ser volador, los Sólidos ignoraron por completo la orden de Serj y permitieron que el trío caminase disimuladamente entre ellos y escapase sin que lo notasen. Pocos segundos después, los fugitivos ya estaban corriendo lejos de la concentración, dejando atrás aquel lugar que, de acuerdo con los terribles cálculos de Ji-Yun, sería el fondo de una inimaginable e inminente carnicería. Luca seguía como el líder de la tropa, guiando al muchacho por la calle invertida, oyendo los pasos de su compañera detrás de ellos. Notó que el ritmo de ella era un poco más lento, lo que lo hizo detenerse y averiguar si había algo mal con la joven. Ji-Yun no se dio cuenta de que los otros dos habían parado y de todas formas también detuvo su fuga. Miraba para atrás, a la concentración, y Luca pudo ver perfectamente una conexión visual, una línea invisible que unía a    Ji-Yun y a Serj, muchos metros más adelante, detenido y de pie. No parecían las miradas de una tregua.

-Ji-Yun, ¿qué estás esperando? - preguntó, atónito.

-Luca, lleva al muchacho de vuelta al punto de equilibrio. No puedo irme sin resolver lo que tengo pendiente.

-Pero, Ji-Yun…

-Haz lo que te dije. Necesito terminar con esto de una forma u otra. Serj no nos va a dejar en paz ni a mí ni al muchacho.

Aunque estaba reticente a dejarla atrás, Luca sabía que todo lo que Ji-Yun decía era verdad. Serj sabía dónde quedaba el punto de simetría, y sería cuestión de tiempo para que llegase ahí nuevamente para causar más problemas. Cada palabra contenida en las rápidas frases de Ji-Yun poseía la carga y el peso de la historia que ligaba a aquellos dos ex agentes. Y toda historia que tenía un comienzo y un desarrollo necesitaba un final.

-Tienes razón – concordó Luca finalmente, liberando un profundo suspiro.

-Vayan, vayan ahora y no pierdan tiempo. Y tú, muchacho, confía en Luca. Él sabe qué hacer.

Ambos pares de ojos coloridos examinaron a Ji-Yun por pocos segundos, teniendo el contacto visual cortado cuando Luca jaló al joven Equilibrium de la mano. Juntos retomaron el camino con bastante prisa, pisando con fuerza las piedras de la calzada mientras corrían en dirección al punto de equilibrio.

-Vamos, muchacho. Ella va a estar bien. Es la mujer más fuerte que he conocido.

Aun parada y rígida, Ji-Yun esperó que sus compañeros desapareciesen de vista. Sus labios se secaron y su frente se arrugó, y luego inició su camino de regreso al centro de la plaza. El hombre y sus casi dos metros de altura, ya completamente recuperado del golpe recibido en la boca del estómago, comenzó también a avanzar en dirección a Ji-Yun. La línea invisible todavía unía sus ojos a los de ella, comunicando en silencio que finalmente había llegado el momento de la confrontación final.

A cada nuevo paso, y conforme la distancia entre sus asuntos pendientes disminuía, Ji-Yun se sentía más decidida a impedir que Serj continuase causando más problemas, ya sea en el mundo de los vivos como en el de los muertos. Ji-Yun seguía tan sagaz como siempre, por lo que sabía que una lucha cuerpo a cuerpo no sería favorable para ella: Serj era tres veces su tamaño y sería capaz de partirla a la mitad sin mucho esfuerzo. Su pistola, cargada con su última bala, podría ser su última esperanza, en caso de que Serj no la esquivase. No, Ji-Yun sabía que no podía arriesgarse. Dos docenas de metros los separaban ahora, y la joven necesitaba inmediatamente un plan que le trajese alguna ventaja contra el salvaje que caminaba en su dirección.

No obstante, antes de conseguir quedar frente a frente, la voz horrenda del Inversor sonó una vez más por los aires. Y esta vez ya no estaba a kilómetros de distancia vagando por los cielos cenicientos del Reflejo. Con sus enormes e imponentes garras abiertas, el monstruo se posó sobre el suelo de la plaza del ayuntamiento, causando un impacto que estremeció levemente los alrededores y levantó una discreta nube de polvo. Los Sólidos que estaban ahí, finalmente conscientes de lo que había ante ellos, se sumergieron en un pandemonio fuera de control. Corrieron aleatoriamente por todos lados, empujándose, creando un tumulto alrededor del Inversor de donde era casi imposible huir.

La criatura con las garras puestas en posición de ataque examinaba la situación, escogiendo la primera de sus víctimas. La cabeza gaseosa, que había perdido su preciado cráneo animalesco debido a la certera puntería de Ji-Yun, estaba ahora protegida por un nuevo cráneo, esta vez más humano. De dónde lo había sacado sería imposible decirlo. Por las hendiduras de sus ojos observaba con movimientos lentos, hasta que, súbitamente, pareció por fin haberse decidido a quién atacar.  Saltó dos metros hacia adelante, con sus enormes y huesudos brazos extendidos, y cayó encima de una mujer de abrigo rojo que intentaba adentrarse entre la fuga colectiva. Ambos cuerpos cayeron al suelo, obligando a los demás Sólidos a abrirse espacio entre la multitud. Las garras del Inversor inmovilizaron a la fugitiva, que se debatía con toda la fuerza que podía, pero entonces los rayos de luz negra escaparon de las hendiduras oculares. Como los rayos de un poderoso láser, cortaron el aire y una grieta entre mundos se abrió, exhibiendo una plaza razonablemente llena, por donde las personas pasaban despreocupadas. Antes de que los caminantes en el mundo de los vivos notasen una grieta misteriosa que exhibía una versión invertida de la plaza, el Inversor soltó uno de los brazos de la mujer y en un movimiento tan rápido como el de un experto samurái le cortó la garganta con apenas una de sus garras mortales. La sangre fluyó desde el corte, saltando al suelo y a las ropas de la víctima – rojo mezclado con más rojo. En un abrir y cerrar de ojos, la criatura se aferró del abrigo empapado de sangre de la mujer, que ya era un cadáver, y lo lanzó con violencia por el portal. El escándalo – en casi su totalidad formado por gritos – se volvió todavía más alto. Sobre la poza de sangre el Inversor una vez más se movía como una fiera en medio de una caza, escogiendo la presa más débil y vulnerable para su captura.

Frente a la horrenda escena, Serj caminaba decidido en dirección a Ji-Yun, que ya se había detenido y lo esperaba en posición rígida. Una pared de seres humanos impedía que el Inversor los mirase con claridad – estarían a salvo hasta que la multitud se dispersase. Los demás Sólidos disminuían a cada segundo, huyendo por donde les era posible: algunos entraron al ayuntamiento, otros corrieron al callejón más próximo, y otros aún intentaban desesperadamente encontrar algún lugar seguro para esconderse entre las pequeñas murallas que circundaban la plaza. El segundo ataque eliminó a uno de estos últimos, que como una hormiga perdida del grupo fue a parar frente a los ojos vacíos del monstruo. Él avanzó, y así como lo hizo con la primera víctima, cayó sobre el hombre con gorra de béisbol, abrió el portal y le cortó la garganta de lado a lado, lanzando el cuerpo sin vida a través de la grieta. 

Oyendo gritos de pánico a sus espaldas, finalmente el hombre llegó donde estaba su ex compañera de trabajo. Sus rostros se examinaban incesantemente, sin pronunciar palabra alguna, sin ninguna expresión además de miradas dominadas por la ira.

-Muy inteligente al dejarlos ir.

-Quise tener el placer de acabar contigo por mi propia cuenta.

Serj se rio, aunque sin dejar claro si era una risa con ironía o con miedo. Ji-Yun optó por la primera opción.

-Nunca imaginé que te preocupases tanto de los niños. No te conocí así.

-Tú no me conoces, Serj. Después de todo, sé que no.

-Escucha, Kwon. Yo no pretendía hacerle daño al muchacho. A mí solo me gustaría mucho salir de aquí.

Esta vez, la risa se deslizó por la garganta de Ji-Yun, y no de la del hombre frente a ella. Y en su risa no había nada de ironía.

-Esto no es solo por el muchacho al que le intentaste cortar la garganta, Serj. Tú me traicionaste, me preparaste una emboscada. También intentaste matarme, ¿o ya lo olvidaste? ¿Ya olvidaste que ni siquiera estaríamos aquí ahora si no hubieses hecho lo que hiciste? Corrí a aquel callejón, corrí para salvar mi vida mientras mi compañero, la persona en quien más confiaba, me traicionó e intentó acabar con la vida de su compañera.

-Escogiste un pésimo momento para decidir tener esta conversación – dijo Serj, girándose ligeramente hacia atrás.

Las pozas de sangre en varios puntos distintos denunciaban que otros tres o cuatro Sólidos habían sido exterminados. A esa altura, casi todos ya se habían dispersado por las tantas direcciones disponibles. A cada segundo, Serj y Ji-Yun estaban más y más vulnerables al ataque del Inversor.

-No estoy aquí para conversar – dijo la joven, a regañadientes.

-¿Qué pretendes hacer, Kwon? ¿Vas a matarme aquí?

-En caso que sea necesario.

-Entonces tengo que preocuparme.

Sin preocuparse de esconder el acto, Serj una vez más sacó su cuchilla de la vaina que llevaba en la cintura. Movió el brazo fuerte y llevó la lámina afilada frente a su propio rostro, mirando su reflejo en el metal pulido. Instintivamente, Ji-Yun llevó el índice al gatillo de la pistola, también levantándola frente a su cuerpo lista para volarle los sesos a Serj en caso de que esbozase cualquier movimiento brusco.

El Inversor, por su parte, había vuelto a examinar los alrededores en busca de otro ser humano para enviarlo de vuelta al mundo de los vivos. Recorrió su cabeza cubierta de huesos por cada rincón de la plaza, admirando el tapete rojo y líquido que había creado. No había ningún otro Sólido a su alcance, a excepción de Serj y Ji-Yun.

-Ya nos vio – dijo la joven, notando que el Inversor ya se movía en su dirección.

-Entonces vas a tener que apresurarte.

Algunos segundos pasaron luego de la demostración de ambas armas, sonorizadas por el silbido de la monstruosa criatura de garras letales. El Inversor se movía apoyado en sus propias manos, provocando chispas y sonidos escalofriantes cada vez que sus uñas rozaban el asfalto. Parecía no tener mucha prisa: tenía dos presas completamente inmóviles pocos metros adelante.

-¿Y entonces, Kwon?

Sintiendo la tensión latente en su cerebro, la única idea que Ji-Yun pudo pensar fue doblar las rodillas e impulsarse hacia la izquierda en dirección a la esquina más cercana. Su movimiento fue tan brusco que Serj demoró un par de segundos en acompañar sus movimientos, inmediatamente siguiendo su rastro por una larga calle, la misma donde hace unos instantes ella y Luca casi fueron atrapados por los seguidores de Serj.

-¡Debí haber disparado cuando tuve la oportunidad! - exclamó Serj, a tres o cuatro metros de distancia.

Ji-Yun optó por no malgastar sus palabras y simplemente continuó cruzando la calle, que era bastante larga y terminaba en una bifurcación. Luego de casi tropezarse y caer al suelo, miró de reojo por encima de su hombro y sintió un terrible escalofrío. El Inversor también se encontraba en aquella calle, impulsando su cuerpo negro con ambos brazos. Estaba siendo perseguida por dos peligrosos enemigos.

Gracias a su estado físico más ágil, Ji-Yun pudo correr más que Serj, y esta ventaja le concedía más distancia a cada segundo. Llegando a la bifurcación, la joven dobló a la derecha y se encontró con una nueva calle, larga, repleta de callejones y otras callejuelas conectadas a ellos. Aleatoriamente, escogió uno de los callejones estrechos y entró. Su idea era despistar a Serj, volviéndose invisible y permitiendo que el Inversor lo alcanzase a él. Dos pájaros de un tiro: el traidor sería eliminado, y mientras el acto se concretizaba, ella podría huir lejos del alcance del monstruo exterminador de intrusos.

Ya en el callejón, Ji-Yun vio algunos botes de basura que con suerte le llegaban a la cintura. Se agachó detrás de uno de ellos y espió, viendo pasar a Serj delante de ella, sin ninguna oportunidad de parar para buscarla. Segundos después, el Inversor también apareció, todavía siguiendo el rastro del hombre que huía a toda velocidad. Levantándose de inmediato, Ji-Yun corrió al otro extremo del callejón y nuevamente llegó a la avenida donde quedaba la plaza del ayuntamiento. Detrás de las gruesas paredes de los edificios del lado derecho, ella logró oír los silbidos del Inversor, el mismo sonido infernal que el monstruo acostumbraba hacer luego de una caza exitosa. ¿Serj habría sido alcanzado? No sería inteligente esperar para descubrirlo.

La agente tomó el camino contrario al de la plaza, todavía sin disminuir el ritmo frenético de sus pasos y aún con la pistola lista ante cualquier imprevisto. Cerca de un kilómetro después, llegando a la intersección principal de la amplia avenida, ella una vez más vio el largo camino donde quedaban los pubs y bares de fachadas apagadas. Estaba acercándose a la entrada de la estación del tren, y luego quiso indagar si Luca y el muchacho habían seguido por el túnel rumbo al punto de equilibrio, pero recordó que el médium había perdido su linterna y jamás se arriesgaría a recorrer el subterráneo sin defensa alguna contra eventuales Oscuros. Continuó por el rincón de la calle, cautelosa y con los sentidos bien agudos. No oía ningún otro ruido que no fuera el de sus propios zapatos rozando las piedras de la calzada.

Poco a poco disminuyendo la velocidad, Ji-Yun se sintió obligada a parar por algunos instantes. Estaba jadeando, sentía el corazón palpitar fuertemente contra su pecho. Se recostó en la pared de un pequeño local nocturno de puertas estrechas y pintadas de un púrpura escandaloso, y en seguida se apoyó en sus rodillas para recuperar un poco el aire. Miró alrededor, buscando alguna señal de movimiento o de sonido, pero todo estaba absolutamente tranquilo como un cementerio en medio de la madrugada. Aunque estaba sintiendo las piernas aún temblorosas, decidió que no debería estar de pie ahí, expuesta y disponible a la reaparición de cualquier enemigo. Por eso, sin perder más tiempo y decidida a encontrar a Luca en el punto de equilibrio, se levantó e irguió la columna. Con un último vistazo a los alrededores, Ji-Yun retomó el paso y pronto dejó la calzada del local nocturno. Sin embargo, no logró llegar mucho más lejos.

En el exacto segundo en que cruzó por la entrada de un estrecho callejón, uno de los muchos que formaban parte de aquel segmento de la ciudad, Ji-Yun se encontró con un cuerpo robusto y pesado que se lanzó contra ella, derribándola con un impacto que caso le dislocó el hombro: Serj.

-¡Sabes que no puedes escapar de mí, Kwon! – exclamó él, con el tronco macizo encima de las piernas de la joven, bloqueando sus movimientos e impidiendo que se levantara.

Ji-Yun se retorció con todas sus fuerzas, pero el peso de Serj la incapacitaba de la cintura para abajo. Al mirar de reojo el rostro de él, notó que estaba herido, con un gran corte a uno de los lados de la cabeza por donde los hilos de sangre corrían desmedidamente. Había perdido su cuchilla, quedando completamente desarmado, aunque Ji-Yun supiese bien que aquellas manos enormes serían capaces de servirle como armas poderosas. En su mirada había solo furia y ganas de matar.

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