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III Enigmas del cristianismo » ¿Quién fue María Magdalena?

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¿Quién fue María Magdalena?

Este personaje constituye, posiblemente, uno de los grandes epicentros mistéricos de la religión cristiana. Según los cuatro evangelios escogidos como auténticos por el concilio de Nicea celebrado en el año 525 de nuestra era, la Magdalena apenas tuvo incidencia en la vida del Mesías. En esos textos oficiales este icono del sagrado femenino es nombrado en doce ocasiones, otorgándole un papel meramente figurativo en capítulos puntuales. La Iglesia de entonces se encontraba absolutamente entregada al santo concepto de la Trinidad y no podía consentir desviaciones a cargo de una presunta familia generada en la Tierra por el hijo de Dios. Por tanto, los trescientos obispos reunidos cerca de Constantinopla por el emperador Constantino hicieron de la Magdalena una acompañante de Jesús de segunda línea, primero como víctima de una posesión demoníaca en la que interviene Jesús para expulsar de su cuerpo mediante exorcismo siete demonios infernales, luego como prostituta redimida por el Salvador, más tarde convertida en testigo privilegiado de la agonía, muerte y resurrección del redentor. En todo caso, no hay quien la prive de haber sido la primera en contemplar el cuerpo resucitado de Jesús, la misma que corre a contárselo a unos incrédulos apóstoles, los cuales, en un acto incomprensible de falta de fe, no dan crédito a lo escuchado, llegando incluso a irritarse con la narración de aquella mujer llena de dolor y amor hacia el Mesías. Conocido es el enfrentamiento entre la Magdalena y Pedro, futuro fundador de la Iglesia católica, lo que nos habla de los recelos del apóstol hacia la más que posible compañera sentimental del nazareno, desvelándose una cierta inquina hacia María transformada en símbolo matriarcal de tantas culturas ancestrales y enemigo real de las últimas intenciones de una primitiva comunidad cristiana basada en postulados célibes, que relegaban el papel femenino al ostracismo más injusto. Y poco más se desvela sobre ella en la historia aceptada desde el siglo IV y sostenida desde entonces por grandes autoridades como el papa Gregorio I, quien identifica a María Magdalena con María de Betania, hermana de Lázaro y Marta, la misma mujer que Lucas describe como pecadora y aquella de la que Jesús expulsó siete demonios, según Juan. El arzobispo de Maguncia, Rabano Mauro, mantuvo la misma versión en el siglo IX, al igual que el arzobispo de Génova, Santiago de la Vorágine, en el siglo XIII o san Bernardo de Claraval, fundador de la orden cisterciense y mentor de los caballeros templarios.

Según algunas hipótesis, María Magdalena llevó en su vientre el verdadero Santo Grial.

Sin embargo, hoy en día los numerosos exegetas católicos y de otras procedencias que han investigado la vida de la Magdalena coinciden en afirmar que hubo mucho más que esto y que los máximos dirigentes eclesiales se empeñaron en cubrir de bruma unas circunstancias que en su tiempo hubiesen obstaculizado las pretensiones trazadas por los prebostes eclesiásticos sobre lo que ellos entendían como una correcta manera de dirigir los designios de Dios en la Tierra. Según las hipótesis más heterodoxas, la Magdalena no era hermana de Marta y Lázaro, tal y como se estableció en origen, sino que más bien debemos pensar que era procedente de la localidad de Magdala, a orillas del mar de Galilea en Palestina, perteneciendo al linaje proveniente de la tribu judía de Benjamín, en la que reinó Saúl, antecesor del monarca David. Por tanto, Jesús de Nazaret y ella representaban el más rancio abolengo hebreo. No es de extrañar que se conocieran y que sintieran un interés mutuo por unir sus castas. En algunos trabajos de investigación se presume que bien pudieran haber sido los novios protagonistas de las famosas bodas de Caná, donde la Virgen María se ocupó de todos los detalles ceremoniales mientras que Jesús obraba el milagro de la conversión de agua por vino. No obstante, el empeño de la Iglesia oficial por proclamar el celibato del redentor hizo que conscientemente se borrara de un plumazo el arbitrio de María Magdalena en el devenir de los acontecimientos que acompañaron a Jesús en sus años privados y públicos. Sólo pensar que el hijo de Dios pudiera haberse casado para tener descendencia con una mujer de dudosa procedencia hace surgir encendidas llagas en la piel de los más ortodoxos, y eso pudiera haber hecho pensar en el posible resquebrajamiento de los muros católicos en aquellos siglos iniciales para la fe cristiana, pues según los primigenios gobernantes católicos, la divinidad de Cristo era incompatible con cualquier apetencia terrena. Lo cierto es que hemos necesitado muchas centurias de exhaustiva investigación para recuperar el olvidado pero trascendental papel de María Magdalena en la historia más grande jamás contada. Autores como la prestigiosa Margaret Starbird han dedicado buena parte de sus vidas a recuperar la figura histórica de esta fémina, llegando a pensar que el verdadero Santo Grial lo llevó ella misma encerrado en su vientre. Y es que no faltan hipótesis que nos ponen en la pista de un Jesús superviviente de la cruz, el cual, una vez recuperado del sufrimiento, viajó en compañía de su mujer embarazada y de algunos seguidores hasta las Galias, desembarcó en el puerto de la actual Marsella y fundó una dinastía gracias al nacimiento de una niña a la que bautizaron con el nombre de Sara. Con el paso de los siglos, casas reales como los merovingios o sociedades religiosas como cátaros y templarios se convertirían en custodios de ese linaje crístico, cuyo secreto perdura hasta nuestros días.

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