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VIII Fraudes históricos » Los discos de Baian Kara Ula

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Los discos de Baian Kara Ula

En realidad, todo parece una leyenda urbana que fue alimentándose poco a poco sin que nadie realmente profundizara en el origen de las informaciones, que nos remontan al año 1938. En esa fecha, una expedición habría alcanzado la frontera entre China y el Tíbet a la altura de una región llamada Baian Kara Ula. Allí encontraron algunos restos inquietantes. Por un lado, unas supuestas tumbas escondidas en una cueva que albergaban los restos sin vida de unos personajes que para nada parecían humanos. Junto a ellos se localizaron setecientos discos de piedra sobre cuya superficie aparecían grabados unos símbolos —de aspecto rúnico— que en principio nadie fue capaz de descifrar.

Meses después entraron en juego los investigadores de la Universidad de Pekín, que examinaron aquellos símbolos jeroglíficos intentando hallarles sentido. Y lo encontraron: aquella escritura cifrada venía a decir que hace más de diez mil años unos seres del espacio llamados dropa llegaron hasta esa región. Además, los investigadores chinos habrían localizado varias leyendas en la región que confirmaban la legendaria visita al lugar de unos personajes de poco más de un metro de altura.

Ésa es la historia, pero la realidad es bien diferente. Gracias al investigador británico Chris Aubeck, se pudo localizar la fuente original de la información. Data del año 1962, cuando la dio a conocer una revista titulada El universo del vegetarianismo, que se editaba en Alemania y que era de corte totalmente sensacionalista; podrían contarse con los dedos de una mano las informaciones que publicaron que resultaron ciertas. Por desgracia, nadie se planteó la poca credibilidad de esta revista, y el texto fue copiado posteriormente por la revista germana UFO y de ahí saltó a las páginas de la publicación rusa Sputnik en el año 1966. Y como esta última sí gozaba de credibilidad, el asunto de los dropa comenzó posteriormente a obtener notoriedad y repercusión en todo el mundo.

Como consecuencia de ese salto entre revista y revista, cada vez que se publicaba, la información original sufría nuevos añadidos inventados por los redactores de turno. Así, en el año 1979, varias publicaciones norteamericanas dieron a conocer el caso aderezado por el relato de algunos lugareños de la región tibetana que recordaban como aquellos seres llegados del espacio hace doce mil años procedían de la estrella Sirio, que aparece en infinidad de mitos de pueblos y civilizaciones a lo largo del globo terráqueo.

Esta última versión de la leyenda de los dropa fue narrada en un libro por un personaje llamado David Agamon, que dio al relato su forma definitiva. En su trabajo se daban a conocer, por primera vez, las fotografías de algunos de esos discos que contenían los enigmáticos símbolos. En sus páginas decía que dichas imágenes habían sido obtenidas en el Museo de Pekín, pero casi dos décadas después, Agamon confesó la verdad a la revista Fortean Times: las imágenes las había falsificado él mismo en su propio domicilio.

Por desgracia, las informaciones sobre los dropa y los discos resultaron falsas desde un principio. Eso no ha sido óbice para que infinidad de publicaciones hayan reproducido todo ese mito sin que nadie reparara en la inautenticidad de unas afirmaciones que acabaron por convertirse en una leyenda. Parecía una historia fascinante, pero estamos ante un fraude más.

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