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La Sociedad Teosófica

Toda gran organización necesita un gran líder y este binomio se dio el 17 de noviembre de 1875, cuando la rusa Madame Helena Petrovna Blavatsky (H. P. B. para sus seguidores) crea la Sociedad Teosófica en Nueva York.

Para tal empeño es ayudada por el coronel retirado Henry Steel Olcott, al que conoce un año antes en una pequeña población de Vermont (EE UU), durante una sesión de espiritismo. Creen que ha llegado el momento de transmitir a Occidente las enseñanzas esotéricas de Oriente.

Durante veinte años la vida de Blavatsky es muy oscura. Ella misma dice que viajó por diversos países del mundo en busca de experiencias sublimes. Viaja a Egipto, donde recibe su primera iniciación a manos de un mago musulmán, asiste en Nueva Orleans a una ceremonia vudú, en México forma parte de una cuadrilla de bandoleros para conocer a fondo —según ella— los mecanismos de la violencia del ser humano, y en Londres conoce al «personaje más misterioso del siglo», el maestro hindú Kut Humi Lal Sing, que tuvo una gran importancia para el posterior desarrollo de sus teorías teosóficas. A Kut Humi (Koot Hoomi) le llama siempre «el Maestro» o «el Iniciador». Luego regresa a México y de allí parte hacia la India, Ceilán y Singapur. En 1855 se halla en Calcuta, desde donde emprende un viaje a Cachemira e Himalaya, lugares en los que tiene la oportunidad de conocer a todo tipo de monjes, sabios y chamanes.

Incluso estuvo en el Tíbet, donde fue instruida en la sabiduría antigua de la Gran Fraternidad Blanca.

Una vez creada, la Sociedad Teosófica tenía tres objetivos principales:

Formar un núcleo de la Fraternidad Universal de la Humanidad, sin distinción de raza, credo, sexo, casta o color.

Promover el estudio comparativo de las religiones, filosofías y ciencias.

Investigar las leyes desconocidas de la Naturaleza y los poderes latentes en el hombre.

Etimológicamente, teosofía significa el conocimiento profundo (sophia) de la divinidad (theos). Este término ya fue utilizado en el siglo III de nuestra era por la secta de los Filaleteos o amantes de la verdad.

Blavatsky, Olcott y más tarde el resto de sus discípulos divulgan conceptos, ideas y enseñanzas que sonaban por vez primera en los oídos de la mayoría de los europeos de finales del siglo XIX, como eran los temas sobre la reencarnación, el karma, las creencias en el hinduismo o el budismo, la existencia de los «superiores desconocidos», los Registros Akhásicos y un sinfín de temas.

Blavatsky expone sus teorías en sus obras, entre las que destacan Lis sin velo (1877) y La Doctrina Secreta (1885), demostrando una erudición que no se corresponde con los estudios realizados. En estas obras afirmaba la existencia de una unidad que subyace en todas las religiones del mundo, cuya raíz está en la teosofía, que se ocupa del misterio de Dios, del universo y del sentido de la vida.

Para los teósofos, el ser humano se reencarna muchas veces en un universo que está compuesto por siete planos. Según Blavatsky, en el transcurso de la evolución del género humano, se desarrollan siete razas que, desde su génesis primigenia hace unos trescientos millones de años, han ido surgiendo a medida que se alcanzaban determinados estadios evolutivos. Dentro del ciclo evolutivo de cada raza-raíz, surgen siete subrazas, una de las cuales será la que se convierta en la siguiente raza. Por tanto, la aparición de una nueva raza supondría la conquista de un escalón evolutivo superior. Continuando el plan evolutivo de los dioses, la quinta Raza, denominada aria (en la que estaríamos ahora), surgió en las regiones de Asia central. Tras largas y penosas migraciones, se asentaron en la cordillera del Himalaya, en una mítica ciudad conocida como Aryavartha (el país de los arios).

Quedan por desarrollarse, según Blavatsky, la sexta y la séptima raza, cuya génesis preconiza una nueva humanidad que convertirá a los seres humanos en seres superiores: «La Humanidad aún deberá esperar millones de años hasta que llegue el día en que se transforme en una raza de dioses».

Tras la muerte de su fundadora en Londres, en 1891, hubo una segunda generación de teósofos como Charles Leadbeater y Anni Besant, la cual sucederá a Blavatsky en la presidencia de la Sociedad. Todos ellos se encargarán de difundir sus ideas con cursos, charlas y libros. Uno de los méritos indudables que tuvo la Teosofía fue servir de germen y de caldo de cultivo para la creación de numerosos grupos esotéricos e iniciáticos que compartían inicialmente sus postulados. Tal es el caso de Alice Bailey (1880-1949), quien difunde la expresión New Age y que, con los años, funda la Escuela Arcana, con muchas ideas prestadas de la Sociedad Teosòfica, al cobijo de los dictados de una entidad llamada El Tibetano, que pertenecería, al igual que Kut Humi, a la Fraternidad de los Maestros Ascendidos. Otros grupos heréticos-teosóficos fueron la Orden Hermética del Alba Dorada (la Golden Dawn) y la Antroposofia.

Se veía venir. A principios del siglo XX se produce una crisis en sus fines y su estructura, sobre todo cuando Besant creyó haber encontrado en el joven hindú Jidd Krisnamurti al maestro mundial, al «nuevo Jesucristo», según una revelación que había recibido de los Maestros Ascendidos, destinado a ser el Instructor del Mundo. Esto generó que Rudolf Steiner, uno de los miembros más activos de la Sociedad Teosòfica y secretario general de la sección en Alemania, tuviera sus discrepancias con Besant, pidiera su dimisión y creara la Sociedad General Antroposófica en 1913, con sede en Dornach (Suiza). Krisnamurti, mosqueado con ese trato tan exclusivo y posesivo, rechazó en 1929 ese papel mesiánico y siguió su trayectoria filosófica y espiritual de manera independiente. Con la actitud de Anni Besant esta Sociedad sufrió un duro golpe, aunque volvió a tener cierto papel destacado en algunos países, como sucedió en España gracias al impulso que le dio Mario Roso de Luna.

Actualmente, la Sociedad Teosòfica tiene su centro y sede mundial en Adyar, Estado de Madrás, en el sureste de la India y está estructurada bajo el sagrado número siete.

En cada nación donde está establecida se constituye una sección nacional a cuyo frente se coloca un presidente o secretario general. Para que se constituya una sección nacional se requiere que existan, como mínimo, siete ramas, y cada una de ellas ha de estar compuesta, al menos, por siete miembros que decidan trabajar juntos.

En un texto teosòfico divulgado por los boletines de la escuela se dice que «todo aquel que esté dispuesto a estudiar, a ser tolerante, a aspirar a mucho y a trabajar con perseverancia, es bienvenido como miembro y dependerá de él convertirse en verdadero teósofo».

Ni más, ni menos.

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