Enigma

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Zoe

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Zoe

He pasado varias noches junto a Joaquim; a veces se ponía a dar alaridos en plena noche, lo despertaba, lo obligaba a levantarse, a ir a dar unos pasos por la playa o a tomarse un gran vaso de agua en la terraza. Le costaba compartir sus visiones, pero al verle la cara me daba cuenta de que eran espantosas. Anoche hicimos el amor, pero con una suerte de violencia en la que no lo reconocía. Al final, en mis brazos, ya más tranquilo, me habló por fin.

—Una cosa he visto claramente, somos personajes de novela y no podemos eludir nuestro final. Cada cual lleva dentro esa dinámica y entiendo por qué me torturó durante tantos años esa obsesión de reescribir los finales. Es lo que me dijo la muchacha pelirroja, esa forma de mi sufrimiento tendré que vivirla hasta el final.

—Estoy aquí, contigo. No te dejes influir tanto por la teoría de Enrique.

—Me sucedía a menudo antes de que conociera sus libros, desde mis primeras lecturas de adolescencia.

—Yo sé que tú eres Joaquim Sanz, eres mi profesor y mi amante. Sé que Naoki es Naoki Okozura, que Ricardo es Ricardo Barrer. Somos ficciones sólo cuando soñamos.

—Todo es un sueño. Imagina que quizá no hemos hecho nunca el amor los cuatro. Todo ha nacido de nuestra imaginación.

—Necesitas una píldora de realismo.

—No, en cada visión, todo se perfila más. Veo cada vez más claramente quiénes somos en realidad. Bueno, vosotros tres, porque yo todavía no sé quién soy. Tal vez nadie...

—¿Quién soy yo?

—La muchacha de los ojos de oro.

—Siempre lo he sido, desde el principio, desde la primera hora de clase.

—Sí, pero yo intenté desviarte de tu destino.

—Hiciste bien.

—Lo peor es que a veces os veo como navegando entre dos ficciones.

—¿Por ejemplo?

—Naoki es a la vez tu amante en La muchacha de los ojos de oro y pertenece a un sustrato más antiguo, es también la Justine de Sade.

—¿Y Ricardo?

—También él está a caballo entre dos mundos, es tu amante, De Marsay, en La muchacha de los ojos de oro, y es también Wieder de Estrella distante.

—¿Y tú?

—Yo no soy nada, como no sea el que ha querido reinventar vuestras vidas.

—¿Y si nos fuéramos de viaje los dos?

—Demasiado decimonónico, determinadas melancolías no se tratan tan fácilmente. Todo ha sido culpa mía, hubiera debido escribir, y no tocar las obras de los demás.

—Han sucedido tantas cosas en nuestras vidas desde el comienzo del verano, hemos tocado tanta belleza, es normal que suframos las repercusiones. Pocas personas conocen tales instantes.

—Sí, tienes razón, puede que todo eso se aplaque.

Estreché a Joaquim contra mis pechos, terminó durmiéndose, pero a ratos su cuerpo sufría violentos espasmos. Cansadísima, caí yo misma en el sueño.

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