Enigma

Enigma


Naoki

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Cuando me desperté con el cuerpo aún vibrante, mi amiga seguía durmiendo. La contemplé. Me vestí sin hacer ruido y le dejé un regalo: mi iPod y su raro accesorio. Si lo interrogaba, aparte de la música, encontraría mi dirección, mi número de teléfono y unas fotos mías.

Sus pechos emergían de la sábana, eran como cúpulas que dominaban la ciudad. La viva imagen de la plenitud.

Salí cerrando la puerta con suavidad y al bajar la escalera no pude contener una risa que salía del fondo de las entrañas. No había hecho nunca el amor con un hombre, pero no acertaba a imaginarme cómo una dulzura, una sensualidad sin falla, sin precipitación, una comunión de la piel y de la mirada, una presencia, podrían arrebatarme hasta ese punto.

Cada ser que me cruzaba, cada objeto que contemplaba, recibía su parte de belleza, bastaba respirarme sin pensar en nada.

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