Enigma

Enigma


Zoe

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Me desperté inmersa en el olor delicioso de nuestros cuerpos, abrí los ojos, estaba sola. La hermosa japonesa se había escabullido. Se me encogió el corazón al pensar que probablemente no volvería a verla. Me senté en la cama y descubrí el iPod conectado a un largo tubo negro. Elegí contactos en el menú y encontré las señas y el número de teléfono de Naoki Ozokura. A continuación cliqué en «fotos» y encontré toda una serie de retratos y de desnudos suyos, algunos muy bellos, donde aparecía en todo su esplendor. No pude evitar reír de felicidad. Me había dejado una pista. Cogí el tubo y lo estudié, preguntándome para qué servía. No era ni un micrófono, ni una batería suplementaria. Abrí el apartado música y descubrí la increíble cantidad de títulos, elegí uno al azar, Asi Mina, apreté el «play» y el tubo comenzó a vibrar al ritmo de la música, siguiendo las curvas dinámicas. No necesité más para adivinar que el objeto de ese accesorio era el placer y me lo introduje suavemente, tras calentarlo entre las manos, rindiendo homenaje a la maliciosa Naoki, que me hacía gozar a distancia.

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