Enigma

Enigma


Inicio

Página 4 de 9

o

r

'

p

h

y

t

e

n

g

o

c

o

m

p

l

e

t

a

s

e

g

u

r

i

d

a

d

e

n

s

u

d

i

s

c

r

e

c

i

ó

n

.

—Tshan puede hacer indagaciones...

T

a

m

p

o

c

o

.

A

l

d

í

a

s

i

g

u

i

e

n

t

e

d

e

m

i

l

l

e

g

a

d

a

,

h

i

c

e

l

a

s

o

p

e

r

a

c

i

o

n

e

s

b

a

n

c

a

r

i

a

s

n

e

c

e

s

a

r

i

a

s

,

i

n

c

l

u

i

d

o

e

l

r

e

g

i

s

t

r

o

d

e

l

a

f

i

r

m

a

.

L

a

c

u

e

n

t

a

e

s

t

á

a

n

o

m

b

r

e

d

e

A

m

a

n

d

a

C

o

n

n

o

r

s

.

I

n

c

l

u

s

o

f

u

i

c

o

n

p

e

l

u

c

a

n

e

g

r

a

,

d

e

m

o

d

o

q

u

e

a

h

o

r

a

n

o

t

e

n

d

r

í

a

n

i

n

c

o

n

v

e

n

i

e

n

t

e

e

n

r

e

c

o

n

o

c

e

r

m

e

,

s

u

p

o

n

i

e

n

d

o

q

u

e

e

x

i

s

t

i

e

r

a

n

d

u

d

a

s

.

A

h

.

y

e

l

t

o

t

a

l

d

e

l

a

c

u

e

n

t

a

e

s

d

e

v

e

i

n

t

e

m

i

l

l

o

n

e

s

,

m

o

n

e

d

a

t

e

r

r

e

s

t

r

e

.

—¿Para qué tanto dinero? —se asombró Roberts.

—Bueno, quería hacer algunas compras... Es dinero de la fortuna personal de la familia: no son fondos públicos en absoluto. —Sherix se volvió hacia el asombrado cuarteto de visitantes—. Devolveré los cuatrocientos mil dólares, aunque siento que no hayáis podido conseguir la «Gran Estrella».

—Bueno, al menos... sólo hemos perdido el tiempo —se resignó Fisher.

A

g

u

a

r

d

a

d

u

n

m

o

m

e

n

t

o

e

x

c

l

a

m

ó

R

o

b

e

r

t

s

d

e

r

e

p

e

n

t

e

.

L

u

l

ú

,

s

u

p

o

n

i

e

n

d

o

q

u

e

h

u

b

i

e

r

a

s

c

o

n

s

e

g

u

i

d

o

l

a

«

G

r

a

n

E

s

t

r

e

l

l

a

»

,

¿

c

u

á

n

t

o

e

s

t

a

b

a

d

i

s

p

u

e

s

t

o

a

p

a

g

a

r

e

l

«

c

o

m

p

r

a

d

o

r

»

?

—Ocho millones, más uno para gastos —respondió «La Gorda».

U

n

a

m

i

s

e

r

i

a

c

a

l

i

f

i

c

ó

S

h

e

r

i

x

.

E

s

e

p

e

d

r

u

s

c

o

v

a

l

e

t

r

e

i

n

t

a

v

e

c

e

s

m

á

s

.

y

e

s

o

m

a

l

p

a

g

a

d

o

.

—Para nosotros ya, como si no existiera —suspiró Bea. —Un momento, un momento —insistió el joven—, Sherix. ¿cuánto estarías dispuesta a pagar por la ayuda?

—Lo que sea necesario. No lo hago por mí, sino por los que sufrirán la tiranía de Bar Neigh...

—¿Dos millones por barba, más gastos?

—De acuerdo. Tendrás los dos millones.

Serán diez en total, porque esta pandilla de lustrados van a formar parte de la tropa de socorro que estás necesitando.

El mantecoso cuerpo de Lulú se agitó en el diván.

—Estás loco —resopló.

—Espera, esto parece interesante —dijo Fisher.

—¿Dos millones limpios? —preguntó Bea.

—Antes de abandonar la Tierra, haré los depósitos bancarios correspondientes —aseguró Sherix.

—Grrr… — hizo Higgins.

—¿Qué dice? —preguntó la muchacha.

Nada, sólo gruñe. Pero está muy contento —«tradujo» Lulú sarcástica.

B

i

e

n

,

s

u

p

o

n

i

e

n

d

o

q

u

e

n

o

s

c

o

n

s

i

d

e

r

e

m

o

s

e

n

r

o

l

a

d

o

s

e

n

t

u

t

r

o

p

a

,

¿

c

u

á

l

e

s

e

l

p

a

p

e

l

q

u

e

n

o

s

h

a

s

a

s

i

g

n

a

d

o

.

D

e

s

t

r

y

?

q

u

i

s

o

s

a

b

e

r

F

i

s

h

e

r

.

—Aproximadamente, el mismo que habéis hecho para conseguir... Bueno, quería decir que estuvisteis a punto de conseguir la «Gran Estrella». Lulú será la proveedora de todo cuanto se necesite. Fisher, tú la inteligencia. Bea. la seducción, si se necesita.

—También sé luchar —declaró la interesada.

—Usa mejor tus encantos. Y si es preciso, aguanta el mal olor de boca de tus victimas. Y tú, Neil, representarás la fuerza que se necesita en momentos críticos. Naturalmente, yo dirigiré las operaciones, asesorado, en determinados momentos. por Sherix.

—¡Ugh! —dijo Higgins—, Yo hombre muy fuerte. Yo más músculos que nadie...

Y, de súbito, disparó el puño derecho contra la pared más cercana. Se oyó un fenomenal estrépito y ruido de ladrillos que caían al otro lado. El tremendo golpe abrió un agujero de casi un metro, a través del cual penetró el chillido de pánico de una mujer.

¡

N

o

s

b

o

m

b

a

r

d

e

a

n

,

P

e

t

e

r

!

El hombre estaba en la cama, desnudo, y miró boquiabierto el orificio circular.

—Cielos, ¿qué ha pasado aquí?

Roberts emitió una risita de circunstancias.

—Hoy día construyen las casas de papel —dijo.

Sacó unos cuantos billetes del bolsillo y los lanzó a través del agujero.

— Para cubrir los gastos de reparación —añadió—, Y sigan, como si nosotros no estuviéramos. Que es lo que va a suceder antes de un minuto, porque nos vamos ahora mismo. — Roberts dio un par de palmadas—, ¡Vamos, en marcha todo el mundo!

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO IV

 

—El astropuerto está lleno de esbirros de Tshan —informó Fisher—. Hay gente que pertenece a la embajada, pero también ha contratado terrestres. No podremos dar un solo paso sin que nos descubran.

Roberts asintió.

—Calculaba que harían una cosa semejante —dijo.

Lulú entró, resoplando como una foca.

—Dios, lo que me ha costado todo —se quejó. El butacón gimió bajo su peso y Roberts llegó a pensar que se iba a romper en mil pedazos, pero soportó bien el impacto—. He dicho que lo tengo todo. Algunas cosas vendrán directamente aquí...

Se puso una mano en el voluminoso pecho.

—Me ahogo...

Riendo, Sherix le acercó un vaso con vino.

—Descansa —dijo—. Lulú, la verdad es que estás demasiado gruesa. ¿Por qué no haces una cura de adelgazamiento?

—Imposible. Lo mío no tiene remedio. Es cuestión de la naturaleza...

—En Mitzur podrían solucionarte el problema.

—¿Seguro?

Bea entró en aquel instante, con la indumentaria y el aire de una vampiresa de tiempos pasados.

—Solucionado —dijo, satisfecha.

—¿De veras? —preguntó Roberts.

—El oficial de control se derrite por mí. Bailaría de coronilla sobre vidrios rotos si se lo pidiera.

M

u

y

b

i

e

n

,

o

t

r

o

p

r

o

b

l

e

m

a

m

e

n

o

s

e

x

c

l

a

m

ó

e

l

j

o

v

e

n

,

s

a

t

i

s

f

e

c

h

o

.

En la puerta se oyó un ruido sordo. Roberts abrió y se encontró con una enorme caja de cartón, sostenida por dos manos de hombre prehistórico.

—¿Dónde dejo el cacharro? —preguntó Higgins.

—Ven, yo te guiaré...

La caja quedó en el centro de la estancia. Higgins apareció a continuación, sonriendo anchamente.

—Pero no entiendo para qué necesitamos un ataúd —dijo—, Está abajo, en el aeromóvil de carga...

D

é

j

a

l

o

p

o

r

a

h

o

r

a

.

E

l

j

o

v

e

n

s

e

v

o

l

v

i

ó

h

a

c

i

a

l

o

s

d

e

m

á

s

.

¿

T

e

n

é

i

s

p

r

e

p

a

r

a

d

a

s

l

a

s

r

o

p

a

s

a

d

e

c

u

a

d

a

s

?

Hubo una respuesta unánimemente afirmativa. Roberts consultó la hora.

—Bien, tenemos tiempo de sobra —dijo—. Sherix, deberías probarte el disfraz, para que hagas unos movimientos, a fin de entrenarte cuando llegue el momento

Ir a la siguiente página

Report Page