Emily

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CAPÍTULO VIII

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CAPÍTULO VIII

Pasamos el tiempo más feliz de nuestra vida.

Cada día nos amábamos con más pasión y nuestra unión se fortalecía. Nos alimentábamos muy bien y nadábamos en el lago todos los días.

-Amada, creo que ya estamos preparados para afrontar el destino. Recojamos plantas, sapos y escarabajos, para crear la fórmula que nos hará regresar al hogar.

-Eduard mi amado, ¿estás seguro que tomándonos ese brebaje desapareceremos al instante en el aire y apareceremos en el Palacio de los brujos blancos?

-Sí, a no ser que el libro esté erróneamente escrito pero hasta ahora lo que hemos practicado nos ha dado resultado.

Sonrió pícaramente.-Adorada Emily, ¿no te preocupará el sabor del manjar que tomaremos?

-Pues si lo piensas bien, no parece muy apetitoso que digamos. Menos mal que no lleva alas de murciélago.

Carraspeó Eduard.-Me temo que sí y lo conseguiremos en la parroquia. El hermano Petrus tiene una monada de colección de murciélagos de todos los tamaños y colores.

-Muy simpático. ¿Será una broma?

Me miró muy serio y casi me desmayo de la imagen que se representó en su mente y se proyectó en la mía.

-Amado, tendrás que taparme la nariz para que me trague semejante brebaje y me haga efecto.

 

-No te preocupes amada, convertiré la pócima con sabor a fresas del bosque.

Riéndonos muy felices, recogimos toda la casita, apagamos el fuego y cogimos el libro de los hechizos.

Llegamos a la aldea y todos los aldeanos nos saludaban. Nos extrañó que pudieran vernos. Fuimos a la parroquia, llamamos y nadie nos contestó. La rodeamos y nos encaminamos al cementerio por si hallábamos al hermano Petrus orando.

Nos quedamos espantados al mirar una tumba junto a la nuestra con su nombre. Al girar la cabeza nos habían rodeado todos los brujos oscuros.

Les miramos sus malvados rostros con horror por haber matado a tan buen hombre.

Unimos nuestras manos y pronunciamos un conjuro para que no nos atacasen:

-“Hoc orbem non contaminavit”.

(-“Este círculo no será profanado”).

Muy furiosos intentaron penetrar en él. Chocaban como si existiera una barrera transparente y no la pudieran traspasar.

-Amado, ¿cómo conseguiremos hacer la pócima para escapar de estas mentes enfermas?

-Entraremos dentro del templo sagrado del hermano Petrus y allí prepararemos el elixir hechizado y nos lo beberemos.

Muy juntos seguimos recitando las palabras mágicas para protegernos y nos metimos dentro de la parroquia.

Cerramos las puertas con un suspiro. No se atrevían a profanar el suelo sagrado.

 

Corrimos hacia las cocinas y Eduard se encargó de introducir todos los ingredientes en un puchero con agua cociéndolo a fuego lento.

Cuando estuvo preparado, con un cazo echó una generosa cantidad de líquido en unos tazones.

-Emily bébetelo deprisa; están empezando a querer tirar las puertas abajo y entrar a por nosotros.

Sin casi respiración me lo tomé de un trago. Mi amado había mejorado el sabor y mi paladar disfrutó de las fresas salvajes.

Unimos nuestras manos y pronunciamos en voz alta el conjuro de regresar al Palacio:

-“Peregrinatur in palatium per auras”.

-(“Viajemos por el aire y en el Palacio moremos”).

Cerramos los ojos con fuerza y sentimos como nuestros cuerpos se volatizaban en seres inertes por el aire y volviéndonos a transformar en nuestro ser al llegar a nuestro hogar.

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