Elizabeth

Elizabeth


LA CALMA DESPUES DE LA TEMPESTAD

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Se sentó sobre una de las cercanas lapidas y se puso a escribir su testamento en el ordenador. Dejaría todos sus bienes para la conservación del lugar. Ponía una única condición, que no se restaurase jamás la capilla y fuese enterrada en la entrada. El haber visto la muerte tan de cerca casi que mirándola a los ojos, la habían echo reflexionar. Por primera vez se dio cuenta que la muerte era una posibilidad real que podía ocurrir en cualquier momento por mucho que tratase enfermizamente de controlarlo todo y a todos. Tenía que estar preparada para ello.

Eran casi las once de la mañana,faltaba una escasa hora para el sepelio de Norfolk que tendría lugar en ese lugar. Quería estar presente, no podía soportar el no haber ejecutado con sus propias manos al agente que osó entrar en su casa. Al menos disfrutaría de ese momento, del sufrimiento de sus familiares y amigos. No era lo que ella había preparado pero no iba a dejar pasar la oportunidad de regocijarse un poco.

Aprovechó para hacer una llamada pendiente.

—Edward ¿Que tal? ¿Recuperado de ayer?

Hola Brigitte. Solo a medías. Estupendo.

No estuvo mal del todo ¿No?.

Creo podemos mejorarlo, ¿Que estas haciendo?

Estoy en Londres de nuevo. Tengo que hacer un par de gestiones.

¿Estas sola?

Si, he mandado a mi marido a dar un paseo. Te l amo por si nos vemos a la tarde.

Sabes que no puedo. María me esperara al salir del trabajo. Tengo lío hoy, quiere que vayamos al cine y a cenar.

No sé cuando volveré a Londres, me he quedado con ganas de ti. Invéntate algo., dile que trabajas hasta las seis y me ves de cuatro a seis. Aprovechare para hacer un par de cosas aquí.

Si quieres puedo decirle que me voy a comer con un cliente. Solo podré disponer de una hora y media, no más. Tengo ganas de verte de nuevo, me vendría bien una escapada.

Estupendo. Reservare un hotel cercano a tu oficina, luego te mando un mensaje diciendo la hora exacta.

Perfecto. Se buena.

Lo soy. Tengo algo especial para ti. —Colgó el teléfono.

A la chica se le ilumino la cara. Le encantaba Edward Brown, era un chico estupendo. Le había sorprendido gratamente, necesitaba de alguien que levantase su ego. ¿Quien mejor que Edward? Por un lado el chico era un encanto, disfrutaban como leones en la cama, y lo que era más importante, le iba a dar una lección al engreído de su padre. Le iba a demostrar quien era la que llevaba las riendas. Tenia unas ganas locas de ver la cara que se le quedaría cuando se enterase de su nuevo amante. Se iba a portar como un corderito de nuevo. Volvería a encauzar las aguas que parecía últimamente se habían revuelto bastante.

El cementerio al rato, poco a poco, se fue llenando de gente. El sepelio de Norflok tendría lugar en breves minutos. La zona se lleno de familiares, amigos y un nutrido número de policías, al menos había 150 personas. Elizabeth se juntó a ellos, iba vestida para la ocasión totalmente de negro, llevaba su vestido preferido con un sombrero del que colgaba una redecilla que ocultaba parcialmente la cara.

El entierro tuvo lugar entre los llantos de la mujer e hijos. Elizabeth observaba la cara de todos ellos, los rostros de dolor. Se recreaba en ellos, ese insolente había invadido su privacidad como nunca nadie se había atrevido anteriormente. Le estaba bien merecido, pero le parecía poco. De buena se había librado. Al fin sabía el motivo de su visita, no era otro que el traidor de Gerard Brown.

Pudo ver a Moles, y al comisario Thompson. No tenían muy buena cara, sobre todo el inspector Moles. En persona le pareció despreciable, no era digno de el a, insignificante. Le hizo gracia el pensar que la sociedad confiaba en ellos para capturarla, inocentes.... Varios de sus compañeros cargaron el féretro y lo introdujeron con satisfacción para ella en las profundidades de la fosa.

No pudo evitar una sonrisa y una muesca de satisfacción. No se pudo controlar, se cubrió la cara para disimular mientras su esposa caía de rodillas al suelo llorando.

Patético, reservar vuestras lágrimas quemuchos de vosotros os juntareis de nuevo. Se recreaba en el sufrimiento de los que le rodeaban tratando de grabar sus caras de dolor en su mente. Observó con detenimiento a Thompson parecía fuera de sí, como si fuese a estallar en cualquier momento.

Así me gusta comisario cabreate un poco.

Tuvo que abandonar el lugar antes de que le diese un ataque de risa. Se alejó del ritual con renovadas energías y puso dirección a la oficina de Edward Brown. Eso iba a ser todavía mejor, necesitaba seguir con su plan. Un nuevo golpe maestro que iba a consumar.

En el cementerio el entierro termino. Todos estaban desolados, fuese quien fuese el autor de los asesinatos lo iba a pagar muy caro se decía a si mismo el comisario Thompson que era el compañero más afectado. No podía soportar perder a dos más de sus hombres. El era el máximo responsable, tres bajas en menos de un mes era una tragedia de proporciones bíblicas para él. Apartó a Moles a un lado en el camino hacia el coche:

Tenemos que hablar. —El tono no le gustó a Moles. Sabía que le iba a decir algo que con lo que no estaría de acuerdo.

Dime Comisario.

Este caso lo vas a llevar tú. No quiero que pase un día más sin tener aquí al responsable de estos asesinatos.

Comisario. Estoy con lo de Johnny, tratando de atar todos los cabos sueltos. No puedo dejarlo ahora.

Has echo todo lo que podías en ese caso, te viene bien una pausa. Entre todos nos encargaremos, Johnny esta muerto. Ahora esto es lo prioritario, no toleraré más muertes de los nuestros. Es cosa tuya Moles, ve y acaba con esos hijos de puta. Desmantelemos la organización hoy mismo.

Esta bien comisario. Va por Norflok y Smith—.Ambos se dan un abrazo.

Tráeme a ese asesino. Le voy a arrancar los dientes uno a uno. —Dijo Thompson que se alejo a paso rápido para meterse en un coche.

En otro lugar, Elizabeth conducía dándole vueltas a sus planes. Iba a darle una lección que no olvidaría al padre de Edward, lo iba a poner en vereda. Tenía que ser cauta, Brigitte la había echo sentir miedo por primera vez en su vida. Había visto la muerte tan cercana, lo que más le impresiono es que había sido incapaz de evitarla. Solo la intervención de Gerard pudo parar el intento de suicidio de Brigitte. Estaba viva de milagro. Se preguntaba que hubiese pasado si hubiese matado a Gerard ¿Estaría muerta ahora mismo?

Por la reacción de Brigitte estaba claro que si. Gerard y Brigitte estaban incomprensiblemente para el a enamorados. Había minusvalorado al político, la había cogido desprevenida. Eso tenía consecuencias negativas aunque su especialidad era sacar provecho de ello. Iba a poner algo más que un parche a la situación. Ahora tocaba un poco de diversión. Podía renunciar a Gerard, siempre y cuando tuviese un sustituto que lo mejorase.

Pasadas unas horas, regreso a la casa de Brigton. La presencia de Brigitte que había mantenido dormida durante todo el día se empezaba a hacer más y más fuerte. Estaba como loca por ir a ver a Gerard. Elizabeth se lo impedía, no se iba a salir con la suya tan fácilmente. Subió a ver las noticias, ignorando los ruegos de Brigitte por ir a ver al político. Brigitte no era consciente de lo que había pasado en todo el día.

—Cállate de una vez —le decía Elizabeth—. Esta bien en su celda. No te preocupes tanto por él. Ya te he dicho que no le haría daño.

Quiero verlo. Lo has dejado encerrado dos días seguidos. No estas cumpliendo el trato, esto acabará mal. Lo sabes ¿Verdad?

Al contrario, te equivocas. Os tengo una sorpresa preparada que va a facilitar las cosas.

¿A qué te refieres? ¿Qué es lo que has estado haciendo?

Algo que nos conviene a las dos. Luego os contare parejita. Estoy ocupada. Déjame ver las noticias, cuando acaben bajaremos a ver a Gerard. Os dejare a solas tal como te prometí. A Dominique lo he mandado a Francia, así que te lo puedes subir a la habitación. Es en lo que hemos quedado ¿No?.

Deja de molestarme y yo no te molestare. Veo las noticias y bajo.

Yo he cumplido mi parte, cumple la tuya.

Te lo he dicho, cuando acaben las noticias a la vuestra. A mi ni me molestéis. Sois patéticos. No quiero formar parte de vuestra mediocridad. Hablaremos los tres en un rato. Venga esfúmate de una vez.

Hablaremos, cuidado con lo que haces. Sabes lo que pasará si sigues por ese camino.

Adiós.

El telediario acabo. Elizabeth se dirigió a la celda de Gerard. Eran las nueve y media de la noche. Gerard llevaba todo el día confinado en su celda, nervioso. No había visto a Brigitte desde la mañana. Habían hablado durante media hora, conocía que ambas tenían un trato y que eso beneficiaría a Gerard. Este no se fiaba en absoluto de Elizabeth, Brigitte le había comentado que confiase en ella que las cosas iban a ir a mejor, que Elizabeth respetaría el trato y que le había prohibido hacerle daño.

Gerard se temía lo peor, habían pasado más de 14 horas y estaba solo en la celda. Encerrado. Ni siquiera le habían dejado comida, lo cual no era nada habitual. Oyó que se abría la puerta de seguridad del garaje.

Alguien se acercaba ¿Dominique con comida? ¿Elizabeth? ¿Brigitte? La puerta de su celda se abrió. Brigitte salió corriendo a su encuentro. Se abrazaron.

¿Estas bien cariño?

¿Que ha pasado? He estado muy preocupado. —Le dijo Gerard nada más verla.

Lo siento, era parte del trato. Tuve que dejarla ir, ahora tendremos tiempo para nosotros. Estaremos solos, salgamos de aquí. Vamos a casa.

Salieron al exterior. Gerard se sentó en las escaleras de la casa junto con Brigitte. Necesitaba aire, tanto tiempo encerrado le había creado una sensación de claustrofobia que lo agobiaba.

Había llegado a pensar que moriría allí solo de hambre. Tal como se especulo en las noticias. Trató de tranquilizarse un poco en compañía de Brigitte. El nudo en el estomago poco a poco le iba desapareciendo.

¿Qué es lo que ha pasado? ¿Dónde esta Dominique?

Dominique no os molestará en una temporada. Lo he mandado de vacaciones. —Era Elizabeth la que hablaba.

Si nos quedaremos tú y yo a solas Gerard. —Contesto Brigitte con un tono de alegría inmenso reflejado en su voz.

¿A solas?. —

Había gato encerrado, lo sabía.

Sí Gerard. Hemos llegado a un trato como te dijo Brigitte. Si cumple su parte, yo cumpliré la mía.

¿En qué consiste ese trato?. Explicarme. —Gerard no se fiaba un pelo. El estar hablando así tranquilamente con las dos a la vez le parecía cosa de locos. ¿Habría perdido la cordura?

Básicamente en que si no te hago daño a ti, Brigitte no me hace daño a mí. Intereses mutuos. Es un pacto justo ¿No crees?

No lo has respetado: He estado todo el día encerrado. Eso, es hacerme daño. ¿No es así Brigitte?

Sí. Tienes razón. Aunque no volverá a pasar, ¿Verdad Elizabeth?.

Así es, gozarás de más libertad a partir de ahora. Se acabo la celda: Dominique esta fuera, no lo necesito por una temporada. Es un gesto por impedir que Brigitte se quitase la vida. Tenemos que llevarnos bien, somos una familia ¿O no? Os estaré vigilando, eso si. Hay una cosa más; digamos un seguro. No lo toméis a mal, es necesario.

¿A que te refieres? —Contesta el político preocupado.

Es algo bueno, nos va a dar libertad a los tres. Ayudará a que las cosas cambien a mejor. Subamos al salón lo tengo en el ordenador.

Suben los tres al salón de la casa, Gerard no había estado nunca allí. El salón era bastante amplio, elegante; con una mesa de comedor de roble macizo y cómodos sofás de cuero blanco. Gozaba de unos ventanales inmensos, cubiertos parcialmente por unas cortinas blancas.

Elizabeth consulto su teléfono: tenia un nuevo mensaje. Encendió el ordenador, Gerard estaba incomodo, sabía que lo que le enseñaría Elizabeth no le iba a gustar. ¿Qué es lo que habría hecho en esta ocasión? Le costaba mantener la compostura. Disimulo inspeccionando uno de los jarrones chinos que había sobre un mueble de teka. ¿Sería verdadero? Si era así, valdría una fortuna y había al menos seis en la habitación.

Pobre Brigitte podría tener todo lo que quisiera, solo le sobraba una cosa Elizabeth, pensaba el político. Elizabeth manejaba el ordenador con soltura, lo conecto a la televisión. Le pidió a Gerard que tomase asiento y ella se sentó en el sofá de enfrente. El político se sentó visiblemente incomodo por la situación. Le vinieron a la mente los payasos ¿Qué sería lo siguiente?.

En la televisión aparecíeron unas imágenes, Elizabeth filmándose a sí misma en una habitación de hotel delante del espejo. Unas tomas de la habitación: Había una botella de Champan francés, unas rosas en el jarrón, una música relajante de fondo. Elizabeth se desnudaba con la cámara fija en uno de los muebles.

¿Qué es esto? —Dijo Gerard—. ¿Es qué pretendes calentarme?.

Ni mucho menos —Contestó Elizabeth – Ahora comprenderás.

¿Que es lo que has hecho Elizabeth?. —Brigitte asustada se temía otra de sus constantes fechorías.

En las imágenes: Elizabeth fumaba, desnuda, esperando en la habitación. Alguien llamó con los nudil os a la puerta. Un corte, la pantalla en negro, de nuevo aparecen las imágenes. Se ve el cuerpo de Elizabeth haciendo el amor salvajemente con un hombre joven. No se ve la cara de ninguno de los dos.

Gerard mira con desagrado. —Para que nos enseñas esto.

No seas tan impaciente.

Los tres viendo las imágenes. Gerard pensaba que en cualquier momento aparece Dominique o lo esposa a la cama. Otro asesinato estaba a punto de suceder. Lo que ve lo deja paralizado de terror : Es su hijo Edward. Le ha visto la cara por un instante, esta con Elizabeth. Se levanta encendido de cólera.

—¿Qué le has echo a mi hijo zorra?. —Le grita. En un impulso irrefrenable, levanta del suelo a Elizabeth con ambas manos, agarrándola del cuello. Esta trata de revolverse, incapaz. Gerard estaba fuera de sí. Le apretaba el cuello decidido a matarla. Sus ojos encendidos de furia—. ¿Qué le has echo? —Repitió.

Contesta. —Trató de decir Brigitte, con la voz entrecortada por la falta de respiración.

Gerard respiraba como un toro a punto de embestir. No le quitaba ojo al vídeo. —Gerard por favor. Me haces daño—. Era Brigitte. La depósito en el suelo, desesperado, se puso a su espaldas y le pasó su antebrazo por el cuello apretándolo con fuerza, impidiéndole el movimiento.

Por favor Gerard. —Era Brigitte de nuevo. Gerard continuaba viendo el vídeo con los ojos como platos, suponiendo que en cualquier momento pasaría lo que se temía. No se podía controlar.

Elizabeth no decía nada.

¿No querían estar a solas los dos? Ahora lo estaban. Se reía para sí misma.

No tenía ningún miedo al contrario, lo estaba disfrutando. Todo iba según su plan.

Gerard reventó un jarrón chino contra el suelo. Cogió un trozo y lo puso en el cuello de la chica, dispuesto a cortárselo en cualquier momento. Mientras seguía viendo las imágenes, su hijo sonriendo, besando a Elizabeth. Se le caía el alma a los pies.

Por favor, por favor.

Pudo oír a Edward, riéndose con Elizabeth. Tres condones usados sobre la mesilla. Elizabeth realizándole una felación.

—¡Hija de puta! ¿Dime que no lo has matado?. —Gritó con todas sus fuerzas.

Tranquilo Gerard. No te precipites. —Era la voz de Elizabeth.

Que le has hecho, dímelo, no quiero seguir viendo esta basura.

Esta bien, puedo demostrartelo. Esta en su casa.

¡Demuestramelo ahora!. —No podía seguir con esa incertidumbre. Sus pulsaciones estaban al límite.

Déjame adelantar el vídeo y verás como se va de la habitación tan contento. —Gerard no dijo nada.

Tenía miedo, un terror que lo cegaba.

La chica adelantó con premura las imágenes. Los dos jóvenes bebían champán y se besaban, desnudos sobre la cama, a toda velocidad en la pantal a. Pulso de nuevo el botón de inicio, Edward se vistió y se le vio salir de la habitación, no sin antes darse un apasionado beso con Elizabeth. Gerard se había quedado como blanco.

Eso no me demuestra que este bien.

Si lo esta. —Contesta Elizabet— Lo llamare. Oirás su voz ¿Te parece bien?.

Llámalo. Ahora. —Responde el angustiado hombre.

La chica recoge el teléfono y marca su número.

¿Que tal Edward? ¿Como ha ido?. —Dijo Elizabeth tratando de recobrar el aliento.

Hola Eli. Muy bien, ya en casa. María más simpática que de costumbre, tuve que poner una disculpa, quería venirse a dormir a casa jejeje... Me has dejado sin fuerzas, menuda tarde de locura. —Gerard suspiro aliviado al oír la voz de su hijo. Estaba bien gracias a dios.

Si guapo. Nos hemos excedido, tengo el cuerpo dolorido. A ver cuando repetimos.

Llámame cuando vengas a Londres. ¿Qué tal la semana próxima? Me gustaría pasar una noche entera contigo: Eres un sol.

Tratare guapo. Hablaremos, ahora es tarde. Un beso, me voy a dormir.

Un beso de los nuestros. Ciao. —Se oyó el monótono y repetitivo pitido del teléfono.

Ves Gerard todo bien. Tu hijo esta estupendo, me encanta. Mucho mejor que tu, pena tenga novia:

Me gustaría para mi. —Gerard le metió un guantazo que lanzó a Elizabeth sobre el sofá cayéndose posteriormente al suelo en una postura imposible. Gerard la levantó por los aires agarrándola de nuevo por el cuello y le grito a pocos centímetros de su cara:

¡No te acerques a mi familia! —Parecía a punto de estallar. Le metió un severo bofetón que hizo retumbar su cara. Había perdido el control, justo lo que quería Elizabeth.

¡Por favor Gerard!. —Era Brigitte.

Para Gerard. Se acabó. No le he hecho nada, me adora. —Se ríe Elizabeth – Es que no lo has visto.

Esta encantada conmigo.

¿Porque has hecho eso?. —Gerard no entendía que motivación tenía Elizabeth.

No te das cuenta. Tu hijo es nuestra póliza de seguro. Si haces algo que no debas Gerard: El pagara las consecuencias. He dado ordenes de que si algo me pasa, algo peor le pasara a Edward. No me gustaría hacerlo, Edward es un encanto. Depende de ti.

Ni se te ocurra. —Dice el inglés más calmado. Acercando su cara a la suya.

No tengo la mínima intención de hacerle daño. Nadie cuando contrata un seguro de vida tiene intención de usarlo. Es solo por si acaso.

Eres lo más vil que existe.

Puedo serlo aún más, eso ya lo sabes. Suéltame de una vez y dedicaros a lo vuestro. Yo no he incumplido mi trato, no te he hecho mal. Al contrario, creo que tu hijo esta durmiendo muy feliz.

Vosotros podéis dormir juntitos, felices los dos. Tenéis unos días para disfrutar antes de que venga

Dominique. Os dejare solos, me dais vergüenza ajena, no quiero saber nada de lo vuestro.

Si le pasa algo a mi familia. Juro que te mato.

Gerard no seas así. No maltrates a Brigitte, ella no tiene la culpa. Mira lo que te hace estúpida ¿De verdad confías en este hombre? Deberías reflexionar. Has sido siempre tan inocente. Si no fuese por mí como acabaríamos las dos..... Gerard, no esta bien que le pegues, a mi no me importa, me gusta, lo disfruto. La bofetada fue muy buena, pude sentir que me temblaba toda la cabeza. Sin embargo, a ella no tanto. Mira como llora, pobrecita. A ver si va a dejar de quererte. Eso no sería bueno para ti, Gerard ¿No crees?. Que todo quede en familia: tu, Brigitte; yo, tu hijo. Depende de ti

Gerard-El hombre trababa de calmarse y ordenar sus pensamientos. Elizabeth lo había puesto al límite —Resolver vuestros problemas en privado. No hagáis estas escenas, por favor. A lo mejor, a lo mejor necesitáis ayuda de un profesional. ¡Por dios! Lleváis tan poquito tiempo juntos, y ya con estos problemas...... que triste. Adiós. Pasarlo bien. Siento que Brigitte no este para muchos trotes esta noche, Gerard. Tendrás que esperar un poco, me ha quedado el coño reseco. Ciao.

¡Hija de perra!. —Dice Gerard, enfurecido. Se queda sentado en el sofá con las manos sobre su cara.

Esta bien, esta bien, Edward esta bien. Brigitte tumbaba en el sofá llorando, aún con su mano marcada en la cara, confusa. No se había enterado ni de la mitad de lo que había pasado. Sin saber que hacer, con miedo a preguntarle a Gerard. Este último algo más calmado. Elizabeth era terrible, como narices iba a controlarla, no encontraba solución.

EL DIARIO DE BRIGITTE

Gerard se despertó en medio de la noche. Brigitte dormía junto a él, sosteniéndole la mano. La contemplaba y le acariciaba la cabeza en silencio, abstraído en sus pensamientos. Estaban solos los dos en la casa, llevaban dos días en los que no había rastro alguno de Elizabeth, ¿Dónde se habría metido? Gerard se había enterado por la televisión del asesinato de los dos policías y los traficantes, pero no tenía ni idea de que el podía estar relacionado. Se buscaba a un hombre corpulento, que según varios testigos había estado en la casa; una vecina lo había visto saltar el muro con el casco puesto. La policía pensaba, se tratada de un ajuste de cuentas entre traficantes. El lugar del asesinato era de sobra conocido por los vecinos, la policía había quedado en una situación comprometida por su permisividad. Por mucho que el comisario Thompson lo justificase, diciendo que se había permitido ese trapicheo, a la vista de todo el mundo, con la idea de detener a los cabecillas de la organización. Llevaban más de dos años operando con impunidad. La prensa detalló todo el escándalo con pelos y señales.

Gerard estaba más tranquilo, había hablado mucho con Brigitte en las últimas cuarenta y ocho horas. El maldito e inquietante pacto, la implicación de su hijo, la desaparición de Elizabeth, la ausencia de Dominique, la nueva situación entre los dos. Habían comentado todos los temas y buscaban la salida correcta. Gozaba de cada vez más libertad tal como le habían prometido las dos: No había pisado su celda desde entonces y no tenía intención alguna de volver a hacerlo.

Algo le decía que Elizabeth los estaba vigilando en silencio. Sabía que seguía ahí, por momentos intuía que era ella: cuando lo miraba o consultaba ellordenador. Más de un 95% del tiempo, sin embargo, estaba seguro era Brigitte. Elizabeth no se comunicaba más con él, tal cual le había explicado Brigitte. Le había prohibido dirigirse a él a raíz del incidente de Edward.

Cuando se despertaba en medio de la noche sobresaltado y veía a Brigitte durmiendo plácidamente a su lado, se le pasaba por la cabeza irse de la casa y ponerse a salvo. No le sería nada complicado. No lo hacía, había varias cosas que se lo impedían que era muy superior a sus ansías de salir de ese infierno: La amenaza de Elizabeth a Edward y el cariño que sentía hacia Brigitte.

Se había enamorado de Brigitte, para él era inocente. La quería con locura y estaba dispuesto a ayudarla, a hacer todo lo que estuviese en su mano para salvarla de Elizabeth. Pero ¿Cómo lo podía hacer? Esa mujer siempre tenia un as en la manga. ¿Qué estaría tramando ahora?. Disfrutaba de su ausencia pero por otro lado estaba inquieto, algo tramaba.

Había conseguido que pegase a Brigitte con tanta facilidad, sin duda, una estrategia para intentar separarlos. Lo que daría libertad a Elizabeth para ejecutarlo. Sin embargo, la chica lo perdono. Ninguno de los dos iban a permitir que los separasen ahora que las cosas habían mejorado tanto para los dos. Tenían algo más que una alianza, se querían. Nunca habían pasado tanto tiempo juntos y eso los estaba uniendo aún más. Estaban juntos en esto, se iban a apoyar. A Gerard, le venían constantemente a la mente las imágenes de Elizabeth y su hijo, Edward. No le había echo nada malo, aunque, eso podía cambiar. Un seguro de vida de lo más ruin. Propio, muy propio de Elizabeth. Entendió el mensaje implícito. Si haces algo que me perjudique, eso tendrá un alto precio para ti. Estaba claro que eso es lo que había querido decirle. Su hijo, afortunadamente estaba bien y no era consciente del peligro que corría. Lo cazó al igual que a él, de una manera tan sencilla que le daba miedo. Eran para el a pan comido: gracias, a su innato atractivo. Conseguía siempre lo que quería. Era una mafiosa de cuidado, sabía como sacarle provecho a todo. Realmente buena jugando sus cartas. Ganaba siempre, no importaba si llevaba las mejores o las peores cartas, daba igual: ella ganaba. Terrible, un demonio, el peor enemigo posible. Capaz de todo.

¿Como demonios iba a lidiar con el a? Si la entregaba, la vida de su hijo correría peligro por siempre. Según Elizabeth había dado ordenes de matarlo. La policía podría protegerlo, pero ¿Sería lo suficiente efectiva?.

Elizabeth en varias ocasiones demostró que sabia manejarla a su antojo. Por otro lado ¿Se merecía su hijo vivir de esa manera? ¿Qué pasaba con su hija? ¿Estaba a salvo? Intuía que no, que si entregaba a Elizabeth lo iba a pasar aún peor de lo que lo había pasado y Brigitte pagaría tanto o más que Elizabeth.

Llegó a la conclusión que la única manera posible, era el respeto mutuo. Se daba cuenta de un detal e muy importante, si Edward era la póliza de vida de Elizabeth, la suya era Brigitte. Si la perdía, era hombre muerto y su sustituto podía ser su propio hijo. Elizabeth estaba esperando ese momento, seguramente estaría tramando un plan por separarlos. Tenía que tener mucho cuidado. Empezaba a poder pensar como Elizabeth, la iba conociendo mucho mejor.

Por extraño que parezca, Gerard se adapto a la situación. Creía que sería capaz de controlarla. Las cosas estaban mejorando mucho para él y empezaba a sentirse cómodo. Cada vez se sentía más y más atraído por Brigitte. En medio del infierno, había descubierto la felicidad al lado de la jóven. Cuando la miraba no veía a la asesina despiadada, veía a la chica frágil y cariñosa que realmente era. ella no tenía nada que ver con la malvada Elizabeth.

Esos días a solas los dos, habían sido un remanso de paz. No iba a renunciar a ella, ni mucho menos condenarla aunque para ello tuviese que hacer importantes sacrificios y no supiese realmente como lo iba a hacer. Se enfocaba en los libros de psicología, tenia que haber algún medio para curar a Brigitte y él era el único que podía hacerlo. Visitar a un experto estaba descartado, implicaba un riesgo inasumible para la chica. Era a fin de cuentas, una enferma.

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