Elizabeth

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EL PSIQUIATRA

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Los periodistas enseguida hicieron acto de presencia. A pesar de que el descampado estaba acordonado, la mayoría de los medios de comunicación aparecieron al enterarse del descubrimiento del coche de Gerard Brown con la intención de cubrir la noticia. La zona pronto se convirtió en un hervidero. Multitud de coches aparcados en las inmediaciones. Se habían cortado los accesos al bosque en un radio de un km a la redonda y el camino por donde accedido el coche desde el principio. Incluso un helicóptero de prensa sobrevolaba la zona y emitía en directo para Channel 4.

Al anochecer, se dirigieron a la comisaria. Moles preparaba en su despacho un minucioso informe; mientras, esperaba la llegada del informe oficial de la policía científica que completaría el suyo. Quería de nuevo hablar con el psiquiatra. Le inquietaba el significado del sobre en blanco. El hombre parecía había dado en el clavo.

Sobre las ocho de la tarde lo tenía todo listo, había recibido por fin el informe de la policía científica.

Thompson y Moles lo leían con detenimiento. Sobre todo, los datos relativos al segundo hombre. Un varón con un pie del numero 43 unos 82 kilos de peso. No era un hombre corpulento al lado de Gerard Brown que 75 superaba los 94 kilos. No comprendían como podían jugársela de esa manera y sacar al político de paseo.

¿Por qué se tomaba ese riesgo? Parecía innecesario.

Había encontrado restos de adn de Gerard Brown, varios cabellos así como se habían detectado restos de orines en el área de las huellas donde se encontró el mensaje interrupto. Un acto a la desesperada en opinión de los dos policías, arriesgando al máximo en las mismas narices de su secuestrador.

En ese momento sonó el teléfono móvil de Moles.

—Buenas noches soy Blummer. He escuchado su mensaje Moles. Me he pasado la tarde en la biblioteca consultando unos libros que podrían ayudarnos en su caso. Dígame que novedades tiene.

Ha aparecido el coche de Brown en un bosque cercano al aeropuerto, el propio Gerard Brown lo ha conducido hasta allí. Lo ha abandonado en compañía de otra persona, entiendo el secuestrador.

Hemos encontrado huellas en un camino tanto de Gerard Brown como de su acompañante. Había una nota en el coche. Un sobre con el nombre de Gerard Brown en el anverso. Sin embargo, la nota en su interior estaba vacía. No había más que una cartulina en blanco.

¿En blanco?. Sumamente interesante. —Responde asombrado Blummer.

Tenemos huellas de Gerard Brown en el coche. El GPS del vehículo fue manipulado, se tomaron la molestia en extraerlo pues venía de serie. Una cosa importante el político ha tratado de dejarnos un mensaje. Ha escrito su nombre en una madera G.Brown 17 Ho. Trato de escribir una dirección, entiendo del lugar donde lo retienen pero no pudo acabarla.

Supongo eso hubiese sido una excelente pista.

Tenemos datos del secuestrador. Un varón 43 de pie y unos 82 kilos. No hay huellas de él. Solo unas fibras de algodón, seguramente de los guantes o de un gorro, tampoco se han encontrado pelos, ni adn. Esta siendo muy cuidadoso. Creo que tiene razón en cuanto a lo de una tercera persona.

Alguien los ha tenido que ir a recoger. ¿Qué opina del mensaje en blanco?.

Dígame Moles. ¿Qué fue lo que sintió cuando leyó el mensaje?. —Le pregunta el psiquiatra.

Que sentí. Pues decepcionado. Esperaba otra cosa. —Contesta el inspector extrañado por la pregunta.

Exacto Moles. Eso es lo que quería el remitente, que usted se sintiese decepcionado como lo ha hecho sentir a él. Era un mensaje personal para usted. —El psiquiatra había dado en el clavo.

¿Qué quiere decir?. —Moles no comprendía bien.

El primer mensaje del secuestrador, no le produjo ningún beneficio. Se puso en riesgo para nada, se tomo muchas molestias en ir a su casa sin obtener ningún beneficio. Ha querido que usted sintiese lo mismo. Lo han cabreado y esta vez se ha asegurado de obtener un beneficio. Ha traído consigo el coche. La noticia esta en todas las televisiones. Me temo que ese era su principal objetivo, los medios.

Tiene sentido. —Moles asentía mirando a Thompson que escuchaba la conversación a través del manos libres.

Lo han obligado a actuar. Ahora disfrutará de su fama. Los periodistas explotaran esta historia en su regocijo.

Se ha montado un gran revuelo. Las radios ya se han adelantado e incluso algunas cadenas han informado en directo. Las noticias de la noche ampliaran información. Espero que no haya filtraciones de lo del sobre. Confío en mi equipo. —Comenta Thompson.

Mantenganme informado Moles. Esto se pone interesante. Espero que puedan rescatar a Gerard Brown con vida. Los próximos días serán muy importantes. Es posible que permanezca tranquilo disfrutando de su fama, pensado su próximo paso.

Ahora es nuestro turno. Nos toca a nosotros mover pieza.

Piense bien su jugada Sr. Moles. Buenas noches.

Buenas noches. —Moles y Thompson se quedaron en silencio. Pensando que podrían hacer.

MANSION DE BRIGITTE

Estoy sentado en mi silla de ruedas completamente inmovilizado en el comedor de la mansión de la psicópata. Me han dejado solo enfrente de la mesa engalanada. Es la primera vez que estoy en el piso de arriba de la casa. He visto las pantallas de seguridad, había imágenes del pasillo y del ascensor; tal como sospechaba nos observan las 24 horas. No hay imágenes del interior de las celdas, eso me gusta. La mesa esta puesta con todo lujo de detalles, incluso, hay candelabros de plata e hilo musical. No esta mal, a mí me recuerda a la banda sonora de una película de terror.

Se abre la puerta que intuyo comunica el comedor con la cocina, Dominique aparece empujando la silla de

 Gerard. Ambos entran en la estancia. Sitúa a Gerard justo enfrente de mí, nos miramos frente a frente, por primera vez. Dominique se da la vuelta y abre uno de los muebles buscando algo.

El inglés me guiña un ojo, inmediatamente se lo guiñó yo también. Estamos juntos en esto. Necesitamos cooperar; no hemos tenido apenas oportunidades de comunicarnos. No responde cuando lo llamo desde mí celda. Creo no me puede oír. A el jamás lo oigo, a no ser cuando lo sacan de su celda. Me vuelve a guiñar un ojo, le respondo de nuevo. Estoy contigo tío, por supuesto que sí, pienso.

Dominique vuelve enseguida a la mesa, enciende los candelabros. Brigitte entra en el salón por una puerta al fondo de la estancia, parece tranquila como reposada. No la he visto en todo el día, mejor. Pero me inquieta ¿Qué estará tramando esta loca?.

—Buenas noches caballeros. —Dice esperando respuesta.

—Buenas noches Elizabeth. —Responde Gerard. Yo no contesto. La tipeja me mira, se pone a mí lado —Buenas noches—. Repite la diabla —Buenas noches—. Contesto. No quiero tensar la situación, no debería. Me gustaría que le cayese un rayo y estallase en mil pedazos. Esa mujer es sinónimo de dolor, de torturas, humillación.

Lo que me esta haciendo no tiene nombre. La odio con toda mi alma. Me acaricia el pelo por un rato, me acerca su boca a mi oído; me susurra algo en inglés que no comprendo. Sí, yo también te maldigo hija de perra, pienso.

La tipa toma asiento en la cabecera de la mesa. Dominique aprieta un botón de un mando que tiene sobre la mesa y una pantalla desciende del techo. La música de fondo cesa. En la pantalla se proyectan las imágenes del canal de la BBC. No hay sonido. Están dando un programa concurso.

Dominique abandona la estancia. Brigitte enciende un pitillo, y nos observa a ambos con aire de superioridad. Los dos instintivamente agachamos la cabeza. Cuando lo hago, observo una horquilla del pelo cerca de mi sil a, a unos 10 cm de mi pie derecho. Se le ha caído mientras me susurraba. Apenas tengo movilidad en los pies, esta cerca, podría alcanzarla, despacio, despacio.

Brigitte no nos aparta la mirada, parece contenta hay algo en sus ojos, una especie de brillo que no había visto antes. A Gerard le sonríe, a mí me mira con desagrado. No es muy buena señal, tengo que hacer algo.

Creó estoy sentenciado, no le caigo nada bien. Al rato aparece el francés, lleva un pavo asado enorme en una bandeja, la verdad que tiene buen aspecto. Estoy hambriento, apenas he comido desde que llegue. ¡Hay patatas asadas! Dominique deja el pavo justo enfrente mía. Esta humeante, ¡Que bien huele!. Toma asiento en la otra punta de la mesa, distante, como vigilando la escena. Saca una pistola y la deja encima de la mesa. ¡Si pudiera coger esa pistola!, si fuese mía, no dudaría ni un segundo en volarles la cabeza.

Brigitte se levanta y le libera las piernas a Gerard de los grilletes. —Hoy trincharas tú el pavo Gerard. Haz el honor. Tienes que ser útil— Le saca las esposas y se vuelve a sentar.

—A que esperas. Trincha el pavo Gerard. —El hombre se pone en pie y coge el enorme cuchillo. El francés no le quita la mirada de encima. Miró a los ojos a Gerard, tiene a la psico justo a su izquierda. ¡Cortale el cuello Gerard, cortale el cuello! pienso. Mi mirada fija en el cuchillo en las manos de Gerard, de nuevo mis ojos se cruzan con los suyos. Se da cuenta, esquiva mi mirada. El francés tiene la mano sobre su pistola. ¿Será buen tirador? A esa distancia, no hace falta sea muy bueno. Gerard no parece rápido en absoluto, más bien torpe.

Sé que no lo va a hacer.

¡Hazlo Gerard échale huevos!. Un par de pasos a tu izquierda y ponle el cuchillo al cuello a la psico. Hazlo Gerard. El inglés, a mi pesar, hunde el cuchillo en el pavo, empieza a cortarlo con maestría. ¡No es eso lo que debes despedazar Gerard!.

¿Muslo o pechuga? —Le pregunta a la psico—. Muslo— le contesta complacida. Gerard le pone unas patatas y recoge con la cuchara un poco de salsa, le entrega el plato a la psico. Ojala te siente mal perra, pienso.

Pechuga —dice el anormal del francés desde la otra esquina de la mesa. No le quita ellojo de encima a Gerard ni tan siquiera un momento. Hace su papella la perfección. Gerard se acerca a recoger su plato y le sirve al francés. Al volver es mi turno. El inglés me mira – Pechuga— digo. Me sirve más patatas por favor—. Me entrega el plato y se sirve el mismo.

Brigitte indica a Gerard con un gesto que sirva el vino; un vino tinto italiano por lo que veo en la etiqueta, previamente descorchado. Gerard llena las copas de los cuatro. Vale todo esto esta muy bien, hoy toca >comida de la familia Monster: la loca de atar, el perro adiestrado, y los candidatos a perro, pero.... ¿Cómo se supone que debo comer? Tengo las manos esposadas a mi espalda.

—¿Cómo se supone debo comer? —digo molestó. Brigitte me dirige la mirada, me hace una de sus muecas maliciosas. Como si no le importase en absoluto, lo que te haría yo si pudiese zorra. Finalmente hace una seña al francés que viene y me libera una de las manos, esposandome la otra mano a un lado de la silla.

Observo que ha movido sin querer, con su zapato, la horquilla. Esta ahora al alcance de mi pie. Si me lo saco podría recogerla con el pie e introducirla dentro del zapato.

—Adelante señores —dice la psico y comenzamos a comer. Parto como puedo la pechuga con el tenedor, pues me han retirado el cuchillo. Esta claro que no confían nada en mí. Yo de ser Gerard, le hubiese clavado el cuchillo a la psico, o mejor aun al francés primero. Juro por dios que lo haría, ¡Que me den a mí esa oportunidad! Recibiría un tiro lo más seguro ¿Quizás no del todo certero?, ellos saldrían peor parados.

Dominique come despacio observándome a mí y a Gerard fijamente. No parece estar muy a gusto con la situación. Brigitte por lo contrario, esta como contenta, parece de buen humor esta noche.

En la tele comienza el telediario. Brigitte sube el volumen de la tele y aparecen los titulares de las noticias de las nueve. Gerard tiene que girarse un poco, en su silla, para seguir las noticias.

La noticia de portada, la aparición del coche del parlamentario Gerard Brown en un bosque cercano al aeropuerto de Luton en el Norte de Londres. Aparecen unas imágenes aéreas, tomadas desde un helicóptero, en el que se ve un Jaguar al lado de una furgoneta de la policía. Ese coche estaba aquí cuando llegue, recuerdo perfectamente, el coche de Gerard.

Noticia de última hora. El coche del parlamentario Gerard Brown ha aparecido durante el día de hoy en una explotación madedera en Salow Copse. Según hemos podido hablar con los trabajadores, el coche, ha sido trasladado durante la noche anterior. La policía no ha querido hacer comentarios al respecto. Corren rumores de que el propio parlamentario ha trasladado el coche al bosque. Según nuestras informaciones, se han encontrado huellas de Gerard Brown dentro del coche. La policía no descarta ninguna hipótesis.

Seguiremos informando sobre el extraño caso de la desaparición del Sr. Brown.

Yo, aprovechaba el momento en que las noticias acaparaban toda la atención, para tratar de sacarme el zapato derecho, ayudándome con el reposa pies de la silla. Dominique seguía sin quitarnos un ojo de encima, pero yo disimulaba que veía las noticias con atención. Mi pie estaba fuera de su angulo de visión.

Así poco a poco, un poquito más.

El Inspector Moles es el encargado de llevar el caso. Inspector Moles, ¿Qué nos puede decir acerca de la investigación? ¿En qué punto se encuentra?

El inspector se deshace de la periodista. —Lo siento. Decretado secreto de sumario. No hay comentarios—.

Por fin, tenia el píe fuera, y lo estaba acercando a la horquilla. Podía sentirla con los dedos, pero no era sencillo capturarla. Opte por arrastrarla un poco, ponerla en un punto que me resultase más sencillo.

—¿Es cierto que el coche lo dejo el mismísimo Sr. Brown?. —La periodista le puso el micrófono prácticamente en la boca al inspector, tratando de captar su atención. Este lo apartó con el antebrazo y continuó su camino, sin mirar atrás. Dejando a la chica con la palabra en la boca. ¡

Buen intento, si señor!.

—Como ven la policía sigue hermética ante la trascendencia de la investigación. Seguiremos informando en cuanto haya más novedades acerca de la desaparición del Sr. Brown. Desde Salow Copse Anna Wood“

Entonces, eso es lo que habían echo la noche anterior. Había oído como despertaban a Gerard y lo sacaban de la celda. La cara de Gerard despues de ver la noticia, era todo un poema, se veía preocupado, más que preocupado, estaba hundido. Brigitte sin embargo, radiaba felicidad. Estaba en su salsa, exultante. Miraba la pantalla con atención. Los comentaristas del telediario comentaban lo extraño del caso. En el fondo de la pantalla ponía ¿Dónde esta Gerard Brown?. El presentador informaba que la policía agradecería cualquier información sobre el paradero de Gerard Brown, durante unos instantes se pudo ver en la pantalla un teléfono de contacto.

—¿Has visto lo que han dicho Gerard?. La policía no descarta ninguna hipótesis. ¿Qué crees que quiso decir? —Gerard no dijo nada. Miraba su plato de comida cabizbajo. ¿Qué pasaría por su cabeza en estos momentos?.

Por fin la tenia, la horquilla pendulaba de mi pie, podía sentirla. Se cayó, ¡Maldita sea!. Otra vez la tenía. En esta ocasión, conseguí colarla dentro del zapato, sí, la notaba debajo de mi pie, lo había logrado. No sé si seré capaz de abrir las esposas con esto, pero lo que sí sé, es que es posible. Varios amigos de mi barrio lo hacían cuando íbamos al instituto. Al menos, lo voy a intentar. No voy a esperar aquí sentado a que me sigan destrozando la vida.

—¿Quieres llamar al teléfono Gerard? —Brigitte humillaba al inglés, quería demostrarle que no tenia esperanzas, eso era. Lo estaba consiguiendo— Eso sería muy divertido —Se reía y Dominique también.

Estúpido francés, eres aún más retorcido que ella.Gerard permanecía en silencio. Su tristeza era infinita, se fuerte Gerard, te necesito conmigo. ¿Realmente había conducido él el coche? No entendía el porque de ese riesgo. Seguramente para verlo en las noticias, regocijarse en ello. Por ello lo de la cena, le gustaba ser protagonista. Mostrarnos sus logros, enferma esta enferma, no esta loca, es que es así.

No consigo meter bien el maldito zapato. Brigitte bajo el volumen a la tele y seguimos dando buena cuenta del pavo. Gerard apenas come, había perdido el apetito después de las noticias. Brigitte le pide que nos sirva un poco de vino. Me pareció que Gerard había estado a punto de caerse. Como si hubiese sufrido un mareo, un desvanecimiento. Estaba sin fuerzas, muy pálido de repente. Sereno Gerard, mantén la calma, por favor. Vamos a hacerle frente a estos dos.

Salieron las noticias deportivas. Brigitte subió de nuevo el volumen. De improviso, mi imagen apareció en la pantalla. ¡Dios mio! Se había celebrado una especie de funeral por mí en la pequeña iglesia cerca a mi domicilio. Pude ver a mi novia, también estaban mis padres, mis compañeros, amigos, familia todos estaban allí. Mi madre lloraba desconsolada con mi novia abrazada a ella.¡Creían había muerto en un accidente!. ¡Hijos de perra!

Por un momento me volví loco, le lance mi plato a la cabeza de Dominique pero lo hice torpemente, y erré el tiro. El se levantó y puso la pistola en mi cabeza. Iba a apretar el gatillo, pedía consentimiento a Brigitte.

Comencé a llorar, no podía soportarlo más. Los insulte, los llame de todo. Les dije que disparasen, que se sentirían orgul oso de matar a un hombre indefenso. Que eran basura.

Esos dos me habían destrozado la vida, todos lo que querían me tenían por muerto. Me sentí desamparado como nunca antes. Sin ninguna esperanza. Ahora se lo que pensaba Mr. Brown. Estábamos solos los dos.

Solos. Y yo más que nadie, solo. Muerto para los míos. No puedo consentirlo, ¡No lo haré!

En ese momento lo vi claro. Grite de impotencia. Mi voz sonó como un trueno en el salón. Mientras Dominique decía —Lo matare aquí mismo—

—No, Dominique. No lo hagas. Déjalo, lo necesito —

Contestó Brigitte.

Me esposó la mano liberada de nuevo, casi me la rompe. Podía ver las imágenes de mi funeral sobre la pantalla. Odie al mundo, quería vengarme de lo que me habían echo. Aproveche para meter bien el zapato.

Sí, la horquilla estaba donde quería. Quizás tenía una oportunidad. Iba a matar a esa zorra aunque fuese lo último que hiciese. Iba a demostrarles que aunque para el mundo estuviese muerto. No lo estaba en absoluto.

Disfruta Brigitte, disfruta mientras puedas....

LA ENTREVISTA DE CLARICE

El Inspector Moles llegaba tarde a la comisaria. Apenas había podido dormir la noche anterior dándole vueltas al caso. Se había levantado tarde y perdido la piscina, eso le molestaba sobremanera. Quedarse sin piscina era sinónimo de haberse levantado con el pie izquierdo. Únicamente le había dado tiempo a tomarse una breve ducha y un café expreso, casi de un trago. Eso no era suficiente para él.

Tenía una llamada perdida de Thompson en el móvil, con las prisas, había olvidado conectar el bluetooth al coche. No importaba, en cinco minutos estaría en la comisaria y lo vería en persona. ¿Qué habría pasado para que Thompson llamase tan temprano? Eso no era nada habitual.

Entro en la comisaria y fue directo a su despacho a mirar el mail; era la mejor forma de informarse previamente. Thompson lo interceptó en la puerta —Buenos días Moles. Venga conmigo, quiero que vea algo.

—Buenos días Inspector. Se me han pegado las sabanas, no he pasado la mejor noche. —Moles estaba avergonzado, la primera vez que llegaba impuntual al trabajo desde la separación; la primera vez que Thompson estaba en la oficina antes que él. Extrañas coincidencias.

El comisario mira el reloj y se dirige nuevamente al inspector que parecía aún medio dormido —Diez minutos tarde. Podré hacer la vista gorda Moles, que sea la última vez—. Lo hace por bromear con Moles.

Sabia de sobra que era de los primeros en llegar a la oficina.

Moles deja sus cosas en su mesa y sale en dirección al despacho del comisario. El agente Stephens estaba sentado enfrente de la pantalla dellordenador de Thompson —¡Moles!. Tienes que ver esto, te vas a quedar de piedra—. Le dice el joven agente que sentía curiosidad por ver como reaccionaria Moles ante lo que tenía en pantalla. Le estaba dedicando muchas horas al caso, demasiadas.

Stephens aprieta el botón de inicio. Las primeras imágenes aparecen en el monitor, una calle iluminada por la tenue luz de una farola lejana. Las imágenes estaban grabadas desde una tienda que parecía de antigüedades por los objetos que componían el escaparate: Una antigua bola del mundo, un par de muñecas, un mapa antiguo, lámparas, cajas de madera, todo tipo de objetos que pudiesen tener comprador se exponían en el escaparate. Pasan unos segundos y se aprecia como se acerca un coche lentamente. El coche se detiene, el conductor consulta un papel con detenimiento, parece una especie de mapa que va desplegando.

Los dos agentes observan la cara que ha puesto el inspector Moles, el cuál mantenía abierta la boca asombrado. Es el coche de Gerard Brown —No es posible—. Dice Moles —Esta solo en el coche. ¡La madre que lo parió!—. Moles mueve la cabeza de un lado a otro —Pero ¡Que demonios esta pasando aquí. Esto es inaudito!—. El gesto de Moles pasa repentinamente de asombro a indignación.

Así es Moles —¿Alguna idea de lo que esta pasando?—. Thompson golpea la mesa con el puño cerrado con violencia. Los tres se quedan mirando, sin saber que decir. El hombre de la imagen era Gerard Brown sin ninguna duda; eso no admitía discusión. Las imágenes no eran de mucha calidad pero si lo suficientemente nítidas. Estaba solo en el coche. Gerard Brown paseándose solo a las 3.15 de la mañana. Ellos lo creían secuestrado. Todo daba un giro. Habían estado perdiendo el tiempo, como idiotas durante días.

—¿Pero y ellotro hombre? ¿Dónde esta?. —Dice Moles. No se lo podía creer aún viéndolo con sus propios ojos.

—Debió de quedar con el en otro lugar o es todo una farsa. —Responde Thompson— Este caso me esta superando. Este hombre ha tratado de engañarnos a todos. Espero que tenga una buena excusa para esto—.

Responde Moles que no alcanza a comprender lo que ha pasado.

¿Cómo demonios puede hacerle eso a sus hijos?.

—Si ha cometido un delito, pagara por ello Moles. De eso me encargo yo. —Dice Thompson visiblemente enfadado y que incluso parecía había cogido un resfriado la tarde anterior en el bosque.

En esos momentos en otro lugar, Clarice la hija de Gerard Brown, se encontraba en su oficina. Hacia escasos momentos que había visto el vídeo de su padre conduciendo. Estaba totalmente confusa, enfadada, indignada. No alcanzaba a comprender que es lo que estaba pasando. Al menos, su padre continuaba vivo

¿Qué estas haciendo papa?. Algo muy gordo tenía que estar pasando, no tenía ni idea de que. Había hablado hace un minutos con su hermano que estaba tan alucinado como ella.Tenía sentimientos encontrados. Por un lado alegría de verlo vivo y por otro se encontraba atónita ante los sucesos.

No se encontraba con humor de seguir trabajando, se disponía a abandonar la oficina. Su jefe con el cual había hablado hace escasos minutos, le había dado permiso para irse a casa. Nada más salir del edificio, se topo de bruces con una periodista de un canal sensacionalista y un cámara que le cortaban el paso.

La abordó sin ningún reparo —Clarice. Soy Enmma Jones de Channel 4. Su padre el parlamentario Gerard Brown ha abierto todos los noticiarios del país. ¿Qué opina al respecto? Supongo habrá visto las imágenes.

Todo el país demanda respuestas. ¿Qué puede decirnos Clarice?. —Clarice aceleró el paso tratando de esquivarla ¿Qué demonios le iba a decir lo que ella quería era respuestas también?. La chica y el cámara corrieron detrás de ella—. Clarice. Concédanos un minuto tan sólo—. La chica se puso aún más nerviosa y por momentos salió a la carrera. Otros periodistas, de otra cadena, la estaban esperando en la entrada del garaje. Se detuvo, las lagrimas le caían por los ojos. No sabía que hacer.

—Clarice. Díganos, ¿Qué motivos podría tener su padre para fingir su desaparición? Su padre tuvo que ponerse en contacto con usted por favor, cuéntenos Clarice, cuente a todo el país que es lo que esta pasando con su padre. —El cámara enfocaba a Clarice que no acertaba a decir palabra, las lagrimas recorrían sus mejillas—. No lo sé, por favor. No sé nada.

—Se da cuenta que su padre ha engañado a todo el país. Queremos respuestas Clarice. ¿La ha engañado también a usted o esta al corriente de todo?. —La periodista se pone impertinente. Necesitaba como fuese las imágenes, unas palabras, para el telediario del mediodía.

La chica se cubre la cara con las manos y se abre paso camino del garaje. ellotro equipo de televisión esta grabando y un hombre le pregunta —¿Qué beneficios busca su padre fingiendo su secuestro?—. Lo esquiva abalanzándose sobre la puerta de entrada en el garaje.

—Clarice, Clarice ¿Esta su padre involucrado en algún escándalo? ¿Por qué se esta ocultando?.

El portero del garaje que conocía a la chica viene a su rescate, impidiendo la entrada de los periodistas en el local. Literalmente, les cerró la puerta en las narices. Clarice entra apresurada en el garaje, destrozada. Va directa al coche, pero no lo arranca. Se queda sentada en el asiento del copiloto llorando desconsolada. No esta en condiciones de conducir. Necesita calmarse, respira hondo. Los acontecimientos la estaban superando. Esta al menos 20 minutos sentada en el coche, cogiendo fuerzas para finalmente salir del garaje en dirección a su casa.

14.00 P. M. Mansion de Brigide. Elizabeth estaba sentada en la sala marcada con una X roja. La sala dde torturas. Se había vestido para la ocasión con un traje de ama que tenia ganas de estrenar. Estaba confeccionado en cuero negro, bastante sugerente dejando pocas cosas a la imaginación. Botas hasta las rodillas, en su cabeza un gorra de policía. Apoyado en el sofá un pequeño látigo que ambos rehenes conocían de sobra. En la mesita de cortesía descansaba su Bloody Mary, el mismo cóctel que tomaba el día que conoció a Gerard. Aunque esta vez, esta vez, no tenía ninguna intención de invitar a nadie.

Gerard estaba de rodillas enfrente de ella encadenado por los píes al suelo. Completamente desnudo y se apreciaba el efecto del látigo en su espalda. Su cabeza y sus manos incrustadas en un artilugio rectangular de madera que recordaba al medievo, con agujeros para introducir sus extremidades. A su vez este estaba encadenado al suelo, obligando al pobre hombre a tener su espalda prácticamente paralela al suelo, limitando al mínimo sus movimientos. Una mordaza alrededor de su cabeza con un aro incrustado en su boca, que permanecía obligatoriamente abierta en todo momento. Parecía un animal.

En los pezones colgaban unas pinzas con pesos de plomo que los estiraban causándole gran dolor. Un anillo le apretaba fuertemente los huevos y el pene. Sin embargo, aquello no era lo que más le dolía; lo que más le hacía sufrir no era algo físico, era psicológico. Lo que veía por la televisión.

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