El sector aéreo debe olvidarse para siempre de los vuelos 'low cost'

El sector aéreo debe olvidarse para siempre de los vuelos 'low cost'

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La responsabilidad por el impacto climático de la aviación internacional está desequilibradamente distribuida entre las personas con mayores ingresos y los que tienen rentas más bajas, de forma que sólo entre un 5 y un 10% de la población mundial viaja en avión al menos una vez al año.

Así lo refleja el informe Estatus de élite: desigualdades globales en los vuelos que ha publicado por la ONG británica Possible este miércoles. El análisis observa los patrones de viajes en avión previos a la pandemia en los 26 países con las mayores emisiones derivadas de este sector. Entre ellos, España.

"La única forma de reducir las emisiones del sector es poner límite de forma justa a la demanda de vuelos"

La aviación, recalcan los autores, es una industria altamente contaminante —comporta cerca del 2% de las emisiones globales de efecto invernadero, según la ONU— y que es especialmente difícil de descarbonizar. Además, es un sector que ha crecido de manera sostenida a lo largo de las últimas décadas.

Volar barato sale muy caro

Un aumento que, según los datos de la Organización de Aviación Civil Internacional, se ha intensificado con el ‘boom’ de las aerolíneas low cost, compañías que en 2018 dieron servicio a unos 1.300 millones de pasajeros, “aproximadamente el 31% del número total de pasajeros en vuelos regulares en todo el mundo”, precisan desde este organismo de Naciones Unidas. En Europa, la penetración de los vuelos tirados de precio es todavía mayor: un 36% de los viajeros en avión recurrieron a estas aerolíneas en 2018, indica la misma fuente.

Sistema de captación de CO2 en el Aeropuerto de Barajas (EFE)

Así, algunos países se han planteado limitar los viajes en avión de sus ciudadanos a través de mecanismos como impuestos —que se traduzcan en un aumento en las tarifas y desincentiven la movilidad en avión— o un presupuesto de kilómetros aéreos para cada habitante. En Suecia, desde 2018 se aplica una tasa sobre la aviación que oscila entre los 6 y los 40 euros en función de la distancia recorrida en cada vuelo.

Pero, a juicio de estos especialistas de Possible, atajar la huella de carbono de los aviones pasa por abordar primero quién coge tantos vuelos y por qué. Los datos que han reunido ponen de manifiesto la disparidad que se da, tanto entre países como dentro de cada estado, en el comportamiento de los pasajeros: cuánto vuelan, a dónde y de qué manera —en clase turista, en primera, con paquetes de “todo incluido”, etcétera—.

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En España, uno de los 26 mercados examinados, sólo el 23% de la población coge al menos un vuelo al año, algo que se explica, según varios estudios citados en el informe, por la diferencia entre las rentas. El 50% de la población española nunca ha estado en el extranjero, lo cual no quiere decir que estas personas jamás se hayan subido a un avión, pero sí da una pista sobre las desigualdades que existen, por lo menos, en la distancia de los viajes.

Una responsabilidad desigual

En Estados Unidos, el país con mayor huella de carbono por la aviación, dos tercios (66%) de los viajes en avión se atribuyen a sólo un 12% de los estadounidenses. Mientras, en Reino Unido, un 15% de la población es responsable del 70% de los vuelos que se cogen en el país, y en Francia, sólo el 2% de los habitantes cogen la mitad de los vuelos realizados. El patrón se repite en multitud de países ricos.

Los europeos que más viajan —en proporción a su población, no en números totales— fuera del continente son los suecos (el 85% de la población sueca ha visitado al menos una vez un país no europeo), los daneses (75%), y los austriacos (70%).

Pasajeros en un aeropuerto (EFE)

Los países no occidentales como China, el segundo país con mayor huella climática de la aviación, o India, el séptimo, presentan patrones similares. En China, el 5% de los hogares cogen el 40% de los vuelos. En India, sólo un 1% de la población es responsable del 45% de los viajes en avión.

“El mismo patrón de desigualdad se da en todo el mundo: una pequeña minoría de viajeros frecuentes se lleva una parte injusta de los vuelos. Mientras que las comunidades más pobres ya están sufriendo los impactos del calentamiento del clima, los beneficios de los estilos de vida con altas emisiones de carbono sólo los disfrutan unos pocos”, señala Alethea Warrington, de Possible, en un comunicado.

Es cierto que hay personas que necesitan volar a menudo por trabajo. Sin embargo, las cifras muestran que el grueso de los vuelos no se toman por negocios. Una encuesta conducida por la oficina nacional de estadística de Reino Unido reveló que un 89% de los vuelos del país en 2018 fueron viajes por placer.

Los autores del informe defienden que un impuesto progresivo sobre la aviación “trataría los vuelos frecuentes como el hábito de lujo que es”. “Mucha gente viaja. Pero sólo unos pocos privilegiados vuelan con frecuencia”, agrega Warrington.

La necesidad de reducir los vuelos

También desde otras organizaciones ecologistas, y desde asambleas ciudadanas por el clima como la que Reino Unido celebró el año pasado, se ha pedido limitar la capacidad de viajar en avión con mecanismos como una tasa que asuman las personas que vuelen más a menudo o más lejos.

Así opina Finlay Asher, un ingeniero aeronáutico que se convirtió en activista por el clima en la organización Safe Landing: “como ingeniero que trabaja en la tecnología de los aviones del futuro, pronto me di cuenta de que el desarrollo de la tecnología avanza con demasiada lentitud en comparación con el crecimiento del tráfico aéreo. Tuve claro que la única forma de reducir a tiempo las emisiones del sector es a través de una política gubernamental eficaz que limite de forma justa la demanda de vuelos. Sin eso, ninguna tecnología servirá de nada”.

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