El consumo de antidepresivos se dispara entre menores

El consumo de antidepresivos se dispara entre menores

www.lavanguardia.com - Mané Espinosa

A veces, los datos son más elocuentes que las palabras. Una cosa es que un experto manifieste su preocupación por la elevada prescripción de psicofármacos en menores y, la otra, es cifrarlo. Y, en este caso, los números dejan claro que hablamos de un gran problema: en cinco años se ha duplicado el número de menores que consumen antidepresivos hasta llegar a los 8.241 y la prescripción de ansiolíticos en estos pacientes ha aumentado un 60,5%, llegando hasta los 1.948. Un crecimiento que destaca en contraste con el incremento de atendidos, en un 18%, en el mismo periodo 2018-2023.

Los datos clínicos, obtenidos por La Vanguardia y que radiografían por primera vez, y en detalle, la prescripción en pacientes de los centros ambulatorios de salud mental infantil y juvenil ( CSMIJ) de la red pública también dicen que casi un 30% de los 82.260 menores atendidos el año pasado se medicaba: cuatro de cada 10 con antidepresivos o ansiolíticos.

“No hay una única causa, pero el estallido de la patología y de los malestares asociados que ha habido a raíz de la covid explicaría parte del crecimiento en la dispensación de medicación”, según Rosa Calvo, psiquiatra y responsable del CSMIJ del Eixample. Un fenómeno muy ligado al uso de las redes sociales y de los móviles. Son patologías, precisa, como la ansiedad, la depresión y los trastornos de la conducta alimentaria que se tratan con antidepresivos y ansiolíticos, dos psicofármacos que también se prescriben en muchos otros diagnósticos como los trastornos de la conducta o los obsesivocompulsivos. Así, si la patología sube, resume, la prescripción de estos dos medicamentos también.

“Tanto la depresión, como los trastornos de ansiedad o de conducta alimentaria son patologías más afectivas y tradicionalmente más feminizadas”, explica Calvo. Una realidad que casa con los datos sobre prescripción respecto de los psicofármacos indicados en estos trastornos y que se ha agudizado desde el 2018. El 70% de los pacientes que tomaron antidepresivos el año pasado eran chicas, 14 puntos más que el 2018, y ellas significaron el 74,5% del total de los consumidores de ansiolíticos, 12 puntos más que hace cinco años.

El 70% de los pacientes que tomaron antidepresivos el año pasado eran chicas

De la misma manera, el agravamiento de los malestares emocionales que no necesariamente van asociados a una patología y el aumento de la sensibilización respecto de los problemas de salud mental, añade a esta psiquiatra, son factores relevantes para entender los datos de prescripción.

Y, en este contexto de aumento de la demanda asistencial, el déficit endémico de psiquiatras y psicólogos es determinante. “Si un profesional no tiene bastante tiempo para atender psicoterapéuticamente a una persona que sufre de ansiedad, el recurso del fármaco es casi un acto de compasión, para reducir el síntoma, pero sin que eso cree ningún aprendizaje”, asegura Roger Ballescà, coordinador del comité de infancia y adolescencia del Colegio Oficial de Psicología de Catalunya.

El intervencionismo de la industria farmacéutica también juega un papel clave. “Los psicofármacos ya no se usan para tratar enfermedades, se usan para tratar el malestar [...] La industria quiere vender y la medicalización de los sufrimientos en la infancia y la adolescencia es un drama”, asegura Joan Ramon-Laporte, excatedrático de farmacología en la Universitat Autònoma de Barcelona y autor del libro Crónica de una sociedad intoxicada . “La influencia de la industria en la clasificación, creación y tratamiento de diagnósticos es incuestionable”, coincide Belén González, comisionada de salud mental del gobierno español.

La medicación, que bien prescrita y administrada funciona muy bien y es segura, coinciden los expertos consultados, se convierte a veces en la respuesta rápida, sencilla y barata a un problema complejo. En este sentido, el psicólogo clínico José Ramon Ubieto, recuerda que los psicofármacos “no son inocuos: tienen efectos secundarios como el insomnio o la obesidad”. Pero también, apunta, tienen otro efecto adverso: “El mensaje de desresponsabilización que le enviamos al menor cuando le decimos que su problema es neuroquímico y que la medicación ya se ocupará”.

“La tendencia es medicalizar cada vez más”, asegura Josep Moya, psiquiatra y exdirector del servicio de salud mental de la Corporación Sanitaria Parc Taulí, para quién una de las explicaciones es la concepción de una psicología que da más peso a la biología y menos a la parte social y ambiental y, por lo tanto, que recurre con mayor medida en el fármaco. Una opinión compartida por Ubieto, quien defiende la necesidad de trabajar en red desde salud mental, educación y derechos sociales: “No se puede atender bien a menores que sufren de precariedad social, violencia familiar o problemas escolares sin coordinación”, concluye Ubieto.

Josep Tristany, actual responsable del Plan Director de Salud Mental del departamento de Salut, reconoce que, ante el malestar emocional creciente, “la respuesta inmediata del sistema es poner un fármaco”. Por eso, con el objetivo de reducir la dispensación en estos casos y en la patología leve y repensar el modelo de atención, explica, se pondrá en marcha un grupo de trabajo con profesionales de la primaria y de la salud mental. Una medida que todavía no tiene plazos concretos y que se añade a iniciativas de concienciación sobre el consumo responsable de los fármacos.

Source www.lavanguardia.com

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