Dubai

Dubai


Segunda parte » Capítulo III

Página 10 de 80

Ibrahim y Fitz bajaron del coche y marcharon hacia el interior del edificio, pasando por delante de un guardia con uniforme color caqui, con

kuffiyah roja y blanca. Una vez en el interior, subieron la escalera que llevaba a la planta alta. Fitz siguió a su guía a través de un salón y hacia el interior de una oficina con amplios ventanales que dominaban la ensenada. Mirando hacia fuera, contemplando el magnífico panorama que se ofrecía a sus ojos, de pie tras el escritorio, se encontraba un joven árabe, perfectamente afeitado y vistiendo la tradicional

kandura blanca —a menudo se llamaba

dish dasha— y, además, una

kuffiyah.

Ibrahim hizo las presentaciones, y Majid Jabir empezó a hablar, en un inglés preciso y correcto.

—Tenía verdaderos deseos de poder conocerle personalmente. Es un gran placer, coronel Lodd —empezó diciendo Majid—. Debo entender que el hecho de que se encuentre aquí significa que ha decidido jugarse el todo por el todo junto a nosotros, si me permite la expresión.

—Su Alteza se mostró muy generoso en su propuesta —respondió Fitz, sin comprometerse—. Por supuesto que sólo veo infinitas oportunidades de hacer fortuna en el golfo de Arabia.

—Usted ha estado en activo durante muchos años en el Oriente Medio —señaló Majid—. Sin duda estará bien calificado como para poder hacer su fortuna con nosotros. ¿Tiene alguna idea respecto a dónde empezar?

—Supongo que la mayor parte del dinero está en el petróleo —empezó diciendo Fitz.

—Sí, pero también es posible encontrarlo en muchas otras partes. No tengo que explicarle lo que es Dubai, habiendo sido usted oficial de Información. Lo único que puedo hacer es confirmar lo que ustedes siempre han supuesto: somos un Estado abierto, tan abierto como el que más. Los derechos aduaneros sobre la mercancía que entra en la cala son insignificantes. Hoy en día, nuestra principal fuente de ingresos son las reexportaciones. Y mientras el precio del oro se mantenga a treinta y cinco dólares la onza, seguirá siendo nuestro principal producto de reexportación. Sólo tenemos un problema, los piratas. Nuestros velocísimos balandros se encuentran de vez en cuando con veleros piratas que los detienen, los abordan y les roban todo el cargamento. Este año, nuestro principal fletador de oro ha perdido dos cargamentos valorados en cinco millones de dólares cada uno.

—Una pérdida realmente grave.

—Cierto. Claro que se ha de tener en cuenta que los envíos que salen bien, producen ganancias aún más asombrosas, alcanzando hasta el doscientos por ciento líquido sobre el costo de un embarque de oro. Mientras se instala definitivamente entre nosotros, podría usted aconsejar a uno de nuestros principales exportadores de oro, que, además, es amigo personal del jeque, respecto a los mejores sistemas de proteger los cargamentos valiosos.

—No sé qué podría hacer en ese aspecto,

Mr. Jabir —replicó Fitz, desalentado, pues empezaba a comprender lo que le proponía el recaudador de derechos aduaneros.

—¿Por qué no habla del asunto con el amigo del jeque? —sugirió astutamente Majid—. Si puede ayudarlo, sin duda le hará un gran servicio a Dubai, y, tal como podrá comprobar, se hará también un gran servicio a sí mismo.

Ibrahim, viendo que la entrevista había tocado a su fin, se puso de pie. Majid se encogió de hombros, desamparado.

—Coronel Lodd, le ruego disculpe mi brevedad. Tengo gran interés en volverle a ver a menudo, en hablar con usted largamente y con que me diga cuáles son los verdaderos objetivos de los norteamericanos en el Oriente Medio. Pero sigo siendo el recaudador de derechos aduaneros, y veo que hay dos balandros aguardando mi visita. Mañana por la noche asistiré a la cena que da el jeque. ¡Ah!, permítame recordarle que, sea lo que sea lo que decidan hacer usted y Sepah (ése es el nombre del jefe de la organización de nuestros mercaderes reexportadores), nadie debe enterarse de nada, ni siquiera Su Alteza. ¿Ha entendido?

—Temo que sí,

Mr. Jabir —dijo Fitz, sonriendo con reticencia—. Hasta mañana por la noche, entonces.

Ir a la siguiente página

Report Page