Dubai

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Tercera parte » Capítulo XXIX

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boom. Todo depende de los riesgos que estéis dispuestos a correr con vuestro dinero. Si lo ponéis en la financiación del contrabando de oro, podéis triplicarlo en una sola temporada. Por supuesto que se corren grandes riesgos, pero lo que hacen los contrabandistas es montar un sindicato y realizar cuatro viajes consecutivos a la India. Si tres de los cuatro salen bien, las ganancias son enormes. Naturalmente, si los cuatro viajes tienen éxito, los beneficios son todavía mayores.

—El fracaso quiere decir que las lanchas del servicio de guardacostas de la India capturen el barco y la carga, ¿verdad?

—Exactamente. Pero la persona con la que estoy en contacto ha tenido mucho éxito, ya eludiendo a los guardacostas, ya persuadiéndolos para que no se metan con sus embarcaciones. Resumiendo, Luke: si deseas transferir dinero a Dubai, haré todo lo que esté en mis manos por ayudarte.

—¿Cuándo regresas a Dubai?

—Dentro de una semana o diez días, supongo. ¿Por qué?

—Bien; espera la visita de un tal Tony DeMarco, procedente de Hong Kong y Saigón. Te irá a ver a Dubai en cosa de un mes. ¿Cómo puede localizarte?

—Dile que vaya a verme a mi bar, el «Ten Tola». Pronto lo inauguraré, y sin duda ya estará funcionando de aquí a un mes.

—El bar «Ten Tola». De acuerdo.

—Tony DeMarco, de Hong Kong y Saigón —repitió Fitz—. Se trata de la parte civil de vuestro sindicato, ¿verdad?

—Eso mismo. Puedes considerarlo como nuestro agente o representante. Si le gusta lo que le muestres, trasladará a Dubai el dinero en unos días.

—Sé que no es de mi incumbencia, Luke, pero ¿qué hacéis para ganar tanto dinero?

Luke miró a su alrededor, para comprobar que nadie se mostraba interesado en lo que hablaban Fitz y él. Boless contempló a Fitz con mirada de búho.

—Recuerdas que hay máquinas tragaperras en Vietnam, ¿no?

—¡Conque estáis explotando las tragaperras! Exactamente lo mismo que se hacía en Alemania, allá por 1962 y 1963, en la XXIV división.

—Exactamente. El sargento primero de la división XXIV está con nosotros actualmente. Hemos colocado máquinas tragaperras, a cargo de civiles, en todos los campamentos de Vietnam. Producen medio millón de dólares por mes. Y tenemos otro negocio todavía más interesante. Como sabes, el Gobierno de Vietnam grava con un doscientos cincuenta por ciento todos los coches propiedad de civiles. Pues bien, cada mes importamos cincuenta «Toyota» del Japón, los hacemos entrar como si fueran para uso militar, los almacenamos en depósitos militares y los vendemos con un recargo de sólo el ciento cincuenta por ciento sobre el precio de mercado. Los vendemos tan pronto como los vamos recibiendo.

Era indudable que a Boless le encantaba hablar de ese tema. Parecía disfrutar enormemente mientras explicaba a Fitz cómo su mafia militar saqueaba sistemáticamente la economía de Vietnam y de los Estados Unidos. Fitz estaba desconcertado al comprobar que Luke Boless no tenía reparos en hablar tranquilamente con él de aquellos asuntos. ¿Sería posible que su reputación de hombre íntegro hubiera caído tan bajo a causa de las historias aparecidas en los periódicos?

—Por supuesto, tenemos también los clubs para alistados, repartidos por toda la geografía de Vietnam —siguió diciendo Boless—. Actualmente hay más de cien clubs de ese tipo. Y en la mayor parte de ellos hay

show todas las noches: cantantes, bailarinas, prestidigitadores, magos e incluso chicas que hacen

striptease. Cada sargento de club paga en cualquier parte doscientos, trescientos o quinientos dólares por el

show. Y, por supuesto, los artistas le entregan una comisión del treinta por ciento. Si multiplicas por cien el treinta por ciento de trescientos dólares por noche, puedes hacerte una idea de lo que gana cada día el sindicato. Fíjate en mi propio campamento, en Bien Hoa, el más grande de Vietnam. Allí tenemos una sala de masajes. Cien chicas a disposición.

Madame Phong, que está a cargo de la casa, le entrega al sindicato de sargentos un veinticinco por ciento neto de las entradas, y, por supuesto, la adquisición de equipos y material va aparte. Todo local de este tipo y todo club tiene que comprar equipos. Y todo eso se adquiere a través de los civiles que forman parte del sindicato. Y luego tenemos las manipulaciones con dinero. Cuando regreses a Dubai, comprueba qué sistema emplean los indios para pagaros el oro que les entregáis de contrabando. Todos los cambistas de Vietnam, todos los que manipulan y trafican con moneda, son indios. Sus templos son verdaderos depósitos del dinero que obtienen traficando piastras vietnamitas. Y los indios también nos necesitan, y nuestros servicios nunca son gratuitos. Con eso te he explicado de dónde procede todo ese dinero, Fitz.

—Todo eso parece ilegal e inmoral y, además, apesta.

La sonrisa de Boless se hizo más amplia.

—Tal como dicen los banqueros, el dinero es el dinero. Tengo la certeza de que en Dubai nadie se molestará en averiguar de qué forma se obtuvo ese dinero, ¿no crees?

—De acuerdo. Dile a ese tal De Marco que se ponga en contacto conmigo. Yo lo pondré en contacto con la gente adecuada. Bueno, lo único que me queda ahora por hacer es pagar y salir de aquí como alma que lleva el diablo.

—Okey, Fitz. Te convertirás en nuestro hombre en Dubai. Naturalmente, estamos dispuestos a pagarte con creces tus servicios —terminó Boless, prorrumpiendo en una estrepitosa carcajada.

Fitz se puso de pie y se abrió paso, entre la multitud que se apiñaba en el

night-club, hacia la puerta principal. Sentía verdaderos deseos de marcharse de allí.

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