Dubai

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Tercera parte » Capítulo XXXV

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Cuando terminaron de almorzar, Abdul sugirió que lo mejor que podía hacer Fitz era regresar a su hotel y echar una buena siesta. La noche iba a ser muy larga. Fitz reconoció que estaba cansado. La combinación del vuelo en avión y la noche en vela había empezado a hacer mella en él.

—¿Y dónde es esa fiesta? —preguntó.

—En mi piso de Chelsea —dijo Abdul, alargando hacia Fitz una tarjeta con su dirección impresa—. La función puede empezar alrededor de las ocho y media, diría yo.

Fitz cogió un taxi para regresar al hotel, subió de inmediato a su habitación, se quitó los zapatos, colgó el traje y se quedó dormido. Lo despertó el sonido persistente del teléfono que se encontraba junto a su cama. Era Abdul.

—He tenido más suerte de la que esperaba, Fitz —dijo Abdul—. Pude ponerme en contacto con mi hombre, que ha aceptado mantener una entrevista con nosotros mañana por la mañana ya que, al parecer, no se moverá de Londres durante el fin de semana. Esto quiere decir que, probablemente, puedas marcharte antes de lo que habíamos calculado en un principio.

—Me das una buena noticia —respondió Fitz—. Nos veremos esta noche.

La siesta lo había despejado y, además, ya empezaba a resignarse a la idea de que tendría que vivir sin tener a Laylah como esposa.

—Espero, simplemente, que haya bastantes chicas para divertirnos.

Abdul rió al otro extremo de la línea.

—Ahora ya pareces algo mejorado. No te preocupes por las chicas. Si vemos que son escasas, siempre se puede pedir que vengan más. Nos veremos más tarde, Fitz.

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