Dreamcatcher

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- ¿Por qué habría de ayudar a la competencia? Además, Emilio y Enzo no permitirían eso.

- Quizá no están encargados de nada. Los accionistas mayoritarios son Gino y Agatha.

- ¿Y Entonces qué hacen Enzo y Emilio ahí?

- No lo sé…

- ¿Entonces, dónde quedamos?

Vica estaba frente a la pizarra donde todo parecía un pequeño desastre. Las ideas volaban por la pizarra, y aunque parecía arte abstracto, no nos servía de mucho.

Cosette se puso de pie y le quitó el marcador y el borrador a Vica. Borró toda la pizarra y comenzó de nuevo dividiéndola en dos.

- Ok, en la izquierda va lo de tu sueño y en la derecha todo lo que tenga que ver con la compañía.

Y anotó todo lo que habíamos dicho. Donde lo único que se relacionaba era Leví y Víctor Shaw, que se encontraban en el medio de la línea de división.

Se quedó observando la pizarra un rato y preguntó.

- ¿Quién es Leví en tu sueño?

- El ayudante o algo así del destripador…

- ¿Destripador?

- Bueno, del hombre que realizaba la cirugía.

- Eres creativa para los nombres… Entonces Jack el destripador tiene como ayudante al guardaespaldas de Agatha.

- Al parecer.

- Ok… Bueno, Leví es más un mandadero que un guardaespaldas así que supongamos que tiene otro trabajo. Además Agatha tiene más guardaespaldas.

- Bien, ¿Eso dónde nos deja?

- …En nada. Lo siento, Evan. Pero eso no quiere decir que no podamos averiguar más.

- Entonces hagamos eso, averigüemos.

Nino se puso de pie y me hizo una señal para que fuera con él. Vica y Leo se quedaron con Cosette… Y yo obedecí (Como siempre hacía y no sabía por qué). Salimos de la casa y subimos al auto.

- ¿Adónde vamos?

- A visitar a mi papá.

Una casa de varios niveles se dibujaba en el horizonte. No había casas ni edificios cerca de esa zona y al cabo de unos minutos vi una cerca que rodeaba el terreno en el que se encontraba la casa… Era una especie de finca, la diferencia de las fincas normales es que una casa enorme con aires de la época Victoriana la coronaba.

Nos dirigimos a la entrada y luego de pasar la vigilancia, aparcamos frente a las puertas y entramos.

El  recibidor era espacioso y aunque la casa se veía grande por fuera, era muy acogedora… Y hermosa. Nino me hizo señas de que me sentara en el recibidor y siguió dentro de la casa.

“Ok… Interesante”

Todavía no sabía cuál era el propósito de la visita. Era muy poco probable que su papá fuese a decirle absolutamente nada, y en ese momento comencé a preocuparme… No era muy inteligente ir a preguntarle por drogas, tráfico de órganos y mafiosos. Pero ya no había vuelta atrás.

Seguí en el recibidor por varios minutos más, y en el momento preciso en el que decidí entrar a la casa a buscar a Nino, escuché una puerta abrirse y me quedé en mi sitio.

“No… No, eso no… ¿Te parece?... El sábado hacen otra entrega… ¿A las 8?... No ya no usan el muelle, ahora van al depósito… Donde hacen las fiestas… Ese… Te veo allá”.

Una voz venía desde la parte de atrás de la casa y unos segundos después la sombra de un hombre pasó hasta las escaleras.

Seguí esperando, y cuando volví a intentar ver dónde estaba Ignazio escuché pasos apresurados bajar la escalera.

- ¡Deja de meterte en donde no debes, Ignazio!

“Ay no”.

- ¡Me sabe a mierda lo que hagas! ¡A mí no me importa si quieres ser un mafioso o drogadicto, es tu maldita vida y puedes hacer lo que se te venga en gana con ella pero te advierto, si le pasa algo a Cosette por tu culpa será lo último que hagas! ¡No me importa que seas mi padre!

Nino y su padre se encontraban a centímetros entre sí y sin embargo sus gritos deben haber llegado a la entrada de la finca. Nino tenía la mandíbula tensa y su cara destellaba un rojo vivo, temblaba de la rabia y parecía que la amenaza que había hecho iba impregnada con toda la seriedad del mundo.

Emilio sostenía el barandal de la escalera, dejando sus nudillos blancos como papel mientras la vena de su frente relucía desde lejos.

- ¿Cosette sabe? ¿Cómo demonios se te ocurre decirle eso?

- ¿Y tú crees que yo ando pendiente de lo que hacéis o no en tu vida? A mí no me importa, a ella sí.

Emilio se quedó en silencio y Nino se dirigió a la puerta. Como no volvió asumí que me esperaba… O que se había olvidado que me había llevado y me había dejado tirada en quién sabe dónde.

Salí y el auto estaba encendido.

“Gracias a Dios”

Me subí y observé a Nino con la cabeza apoyada en el volante, dándole puñetazos controlados a la puerta del conductor.

Me quedé en silencio mientras el recuperaba la compostura y cuando vi que se relajó un poco, coloqué mi mano en su espalda, acariciándolo y tocándole el cabello de vez en cuando.

Puso su mano en mi rodilla y la apretó un poco, tenía un aspecto horrible. Se notaba a leguas lo mal que se sentía y por unos segundos lo único que observé en el fue desolación. Quizá había más problemas en su familia de los que pensaba.

No volteó a mirarme en un buen rato y no se levantó del volante por varios minutos. Después soltó mi rodilla y se me quedó mirando por varios segundos. Traté de sostenerla la mirada pero me intimidó al instante. No hablaba, sólo me observaba con una intensidad que quemaba y hacía que me preguntara qué clase de cosas podría haber estado pensando.

Se quitó los lentes y me siguió observando. Ya se hacía insoportable su mirada así que si no iba a hablar, hablaría yo.

- ¿Qué t…

No pude terminar. Se abalanzó sobre mí, haciéndome retroceder al instante, pero la ventanilla del auto se interpuso en mi camino.

Sus labios se posaron sobre los míos, besándome con rabia y aferrándose a mi cintura, tomando mí cabello entre sus manos con un poco más de fuerza de la que sé que usaría normalmente.

Estaba molesto y sus labios lo demostraban mientras mordía mi labio inferior con frenetismo. Recorrió mi cuello con sus labios e hizo un sendero de mordisquitos hasta mi clavícula.

Sus manos estrecharon aún más mi cintura. Lo abracé por el cuello y lo besé con dulzura. Alejé mi cara unos centímetros de la suya, haciendo que se inclinara y recorrí sus labios con los míos. Lo besé hasta sentir que se relajó, y después hundí mi cara en su cabello, respirando el olor de su champú.

El se recostó sobre mi pecho y me abrazó sin decir nada, hasta que decidió volver.

Cuando me dejó en el apartamento, me decidí a llamar a Cosette.

Nino no debía saber lo que había escuchado, pero sabía que Cosette me ayudaría a averiguar qué sucedía. Ella había comenzado todo eso de la persecución pseudopolicial y yo había avivado el fuego de la situación. Sabía que ella no iba a descansar hasta saber que sucedía, y yo tampoco.

- ¿Cosette?

- ¿Sí?

- Ven a mi apartamento en cuanto puedas. No le digas a Nino adónde vas, ni dejes que te traiga. Creo que sé algo.

- Voy para allá.

Me dirigí a la cocina y engullí el helado de pistacho.

No quería permitirme pensar en lo que había sucedido. No iba a abrir esa puerta porque tenía que concentrarme. Iba a curiosearle la vida a un montón de traficantes, y a averiguar qué pasaba con Emilio, Enzo, Víctor y  Stella. No podía darme el lujo de perderme en los lentes de pasta negra.

Había sucedido algo que nunca pensé que iba a suceder y no sabía el por qué. Quizá necesitaba drenar su rabia y en vez de matarme lo hizo así, le traería menos inconvenientes. O quizá lo había hecho porque sí… Pero muy en el fondo esperaba que la razón por la que lo hizo involucrara más rosas y caramelos de las que quizá habían sido en realidad.

Cosette llegó y nos sentamos en el mesón de la cocina mientras la ponía al día de lo que había escuchado.

- Entonces salimos al depósito a las 8.

- ¿Estás segura, Cosette?

- Sólo vamos a ver.

Vica salió de su habitación y nos sobresaltó a las dos.

- ¿Desde cuándo estás ahí? Me vas a matar de un susto un día de estos.

- Yo voy.

- ¿Qué?

- Las escuché y yo voy.

- ¿Y Leo? No está de acuerdo precisamente.

Los ojos de Vica se llenaron de lágrimas, y de inmediato supe que algo andaba mal.

- El se puede ir a la mierda, voy con ustedes.

- ¿Qué sucede?

- Después hablamos. Alístense. No deberías ir así, Cosette. Si nos toca correr, vas a tener problemas.

Tenía razón. Cosette andaba en falda con calentadores y botines altos. No era muy práctico.

- No somos de la misma talla pero te puedo conseguir algo, ven.

Vica le prestó unas zapatillas y se ajustó uno de mis jeans. Esperamos que se hicieran las 7 mientras cenábamos y nos fuimos al depósito.

No nos habíamos percatado de que no teníamos transporte hasta que llegamos al sitio donde esperaríamos, pero ya era muy tarde. Si algo sucedía, correríamos hasta algún sitio donde pudiésemos llamar a un taxi.

“Un excelente plan”.

Sí, bueno… Pero era algo.

Nos quedamos a una cuadra del depósito y caminamos buscando dónde podríamos ver sin que nos mataran a tiros.

Creo que a medida que pasaba el tiempo nos dábamos cuenta de que las cosas no funcionaban como en las películas. No teníamos planes, ni habíamos considerado bien que si traficaban drogas no era una cantidad pequeña, y que la seguridad debía ser proporcional… Pero ya no había vuelta atrás.

Nos sentamos cerca del depósito, en una vereda. Y esperamos. Igual sólo íbamos a ver.

Pasó media hora y ya se acercaba la hora que había dicho el Sr. Emilio por teléfono. Pude observar a Vica desviar las llamadas de Leo más de una vez y a Cosette hundirse en Candy Crush.

- Vica, ¿Qué pasó con Leo?

- Nada.

- Vica…

- No hablemos de eso ahorita, no es el momento.

Nunca había visto a Vica tan vulnerable. Sus ojos se llenaron de lágrimas, e intentó evadirlas. Pero fue inútil y comenzó a llorar.

- Vica, Sherlock Holmes puede esperar. ¿Qué pasa?

- Leo y yo terminamos.

- ¿QUÉ? ¿Por qué?

- Porque es un idiota.

- ¿Fue por Balthazar?

- No.

- ¿Entonces?

- Bueno quizás sí.

- ¿Discutieron?

- El estaba idiota, se puso intenso con Balthazar y quizá reaccioné mal a sus comentarios.

- ¿Qué le dijiste?

- ¡Me tenía harta!

- Vica…

- Le dije que dejara el drama, que no éramos nada.

- ¡Vica!

- ¡El debería saber que no es así! Fue algo de momento pero el decidió irse sin escucharme después.

- Bueno, pero esas cosas se resuelven, Vic.

- Hay otro problema.

- ¿Qué?

- Me falta el período desde hace 5 días.

“Oh, oh”.

- Ehmm… No es tanto.

- Nunca me había fallado.

- No pensemos en eso hasta que te hagas una prueba.

- ¿Él lo sabe?

- Sí, esa fue otra de las razones por las que terminamos.

- ¡¿TE DEJÓ PORQUE PODRÍAS ESTAR EMBARAZADA?!

- No. Lo dejé porque si fuese así, abortaría.

- ¿Qué?

- No voy a tener un hijo así. Las cosas no tenían que suceder así… Apenas nos estamos conociendo, fue un accidente y mi futuro no se va a arruinar por un accidente.

Vica sollozaba entre lágrimas.

Nunca estuve en contra del aborto, pero sus palabras cayeron como hielos… “Un accidente”.

La abracé y la dejé llorar. Leo volvió a llamar y desvió la llamada.

- Deberías hablar con él…

- ¿Para qué? No voy a cambiar de opinión.

- Quizá el entienda.

- No entiende.

- Vica…

Se escuchó un motor en las cercanías del depósito así que hicimos silencio. Vica se enderezó y se limpió las lágrimas, mientras Cosette se ponía de pie para ver mejor.

- No veo nada, deberíamos acercarnos.

- No creo que sea buena idea Cosette…

- Ya vinimos, no perdamos el viaje. Además, sólo vamos a ver.

Vica se encogió de hombros y seguimos a Cosette. Ella conocía la zona un poco más porque había estado allí varias veces. En ese sitio se realizaban las fiestas de la compañía, a las cuales tenía la obligación de ir. Yo lo único que recordaba de ese lugar era la puerta, y el bloque enorme que conformaba el depósito.

Nos acercamos por detrás, cerca de unos basureros abandonados y nos acomodamos detrás de un conteiner oxidado.

Dos hombres se bajaron de una Ford Runner negra, y otros tres de un Corolla vino tinto.

3 camiones estaban aparcados a un lado del edificio, todos con el logotipo de VolpWoc en azul celeste.

Uno de los hombres tomó un teléfono y comenzó a hablar. La llamada fue breve y el resto de los hombres se dispusieron a fumar.

- Aquí no están Emilio y Enzo.

El timbre de mi teléfono resonó y me hizo respingar.

- ¡Mierda!

Cogí la llamada sin ver por los nervios y al escuchar la voz al otro lado de la bocina lancé mil improperios mentales al mundo.

- Señorita Pistacho…

- ¡Hola Nino!

- ¿Qué estás haciendo? Pensaba que podríamos ir a comer algo… Si no estás ocupada.

 

“Maldita sea”.

- Ahorita no puedo Nino…

- Ah… Bueno, está bien.

- Para la próxima puede ser.

- Sí, bueno… Quería disculparme por lo que pasó hoy. No estaba en mis cabales.

- No Nino, no tienes por qué disculparte.

- Quizá te molestó, no fue mi intención, yo…

 

Y sentí que me arrebataron el teléfono.

- ¡¿Qué te pasa?!

 

Cosette tenía mi teléfono en su mano y me halaba de la chaqueta hacia atrás. Señaló hacia un lado, donde vimos a dos hombres llegar desde el lado contrario. Teníamos que movernos o nos verían.

Retrocedimos hasta los basureros y nos acuclillamos detrás de una pila de neumáticos viejos. Ya podía oler la mala vibra en el aire, y la cara de Vica me decía que no era la única en percibirla.

Vimos a los hombres pasar, sin cautela alguna. Eran 3, iban armados y no parecían tener la menor preocupación.

Se acercaron a los hombres que esperaban cerca de los autos y escuchamos disparos.

Cosette se tapó la boca y Vica se aferró a mi brazo. Las tres nos quedamos en un silencio total y allí nos dimos cuenta que nada de esto era un juego.

No sabíamos quiénes eran esos hombres, ni por qué habían llegado de esa manera.

El silencio permanecía en el ambiente, y no nos movimos por lo que pareció una eternidad, hasta que Cosette se adelantó y observó por encima de los neumáticos.

- Están muertos.

- ¿Quiénes?

- Todos los que estaban allí.

 

Vica comenzó a llorar en silencio.

- Se quedaron allí.

- Es como imposible que se muevan ¿No crees?

- Coño, los otros.

- ¿Y por qué no se van?

- Parecen esperar a alguien.

 

No podíamos salir de allí y el plan de correr hasta un área segura se había ido al piso. Necesitábamos ayuda.

Tomé el teléfono y marqué a la última llamada.

- ¿Qué haces?

- Llamo a Nino.

- ¿Qué? ¿Estás loca? ¿Para qué?

- Para que nos saque de aquí.

- ¿Cómo demonios nos va a sacar de aquí?

- Le diré que nos espere donde nos dejó el taxi, llegaremos hasta allí.

 

- ¿Hola?

- Nino, necesitamos tu ayuda.

- ¿Qué sucede?

- Estamos en el depósito de las fiestas de la compañía. Ódiame después, pero acabamos de ver a tres hombres asesinar a otros aquí. Y no podemos salir.

- ¿Qué demonios haces allí? ¿Con quién estás?

- Escuché a tu papá decir que vendrían aquí, vine con Cosette y Vica.

- Voy para allá.

 

Me colgó la llamada y no me contestó otra vez.

“Genial, viene otro rehén en camino”.

Necesitaba decirle que no se acercara pero era inútil. Mientras Cosette y yo intentábamos marcarle, escuchamos otro auto llegar.

Me asomé donde estaba Cosette y vi que los hombres de la Ford Runner y el Corolla ya no estaban, los habían sacado de allí, y que los otros 3 se encontraban cerca de los camiones fumando. Un par de minutos después, otro carro llegó, un Audi azul cobalto se aparcaba al otro lado de la calle, con un Mercedes Benz platino pisándole los talones.

Dos hombres y una mujer se bajaron del Audi y otros 4 se bajaron del Mercedes. Era obvio que los del Audi eran importantes y que los 4 hombres eran sus cuidadores.

Cruzaron la calle y se aproximaron con cautela. No podían ver a los hombres todavía, que fumaban sin preocupación alguna.

Cosette articuló en silencio.

 

-GINO, AGHATA Y DOMINICO.

-¿Dominico?

-El esposo.

Eran sus tíos.

Uno de los cuatro hombres portaba una cava pequeña de color plata y se dirigían al lugar donde se encontraban la Ford Runner y el Corolla con rapidez.

- SHHT!

Nos sobresaltamos al mismo tiempo con el chistazo que acabábamos de escuchar. Me quedé helada y sólo pude voltear cuando Cosette me tomó del brazo.

Eran Nino y Leo.

Cosette corrió a abrazar a su hermano, quién pareció perder 700 kilos de preocupación al verla. Leo observaba a Vica y ella veía al horizonte con una mirada impasible.

- Vámonos de aquí.

Nos incorporamos para irnos. Asumía que el auto estaba algo lejos, pero agradecía tener transporte.

Nino se acercó a mí y me rozó el brazo. Puse mi frente en su hombro y después me encaminé a salir de allí. Teníamos que darnos prisa, o la pequeña investigación a lo Nancy Drew se podría poner peligrosa.

Cuando viramos en la esquina Nino y Leo retrocedieron e hicieron una seña para que regresáramos. Articulé “¿Qué pasa?” Hacia Nino y me dijo “Emilio y Enzo”.

Regresamos corriendo hacia los neumáticos y observamos a Enzo y a Emilio bajar de un auto junto a otro hombre.

Nino me observó y me dijo “Víctor Shaw” entre susurros.

Otro auto se estacionó detrás del auto de Víctor Shaw.

Nos asomamos de nuevo por encima de los neumáticos y observamos a los hombres, a Emilio, Enzo y Víctor Shaw hablar con Gino, Agatha y Dominico.

No se escuchaba lo que decían, pero Dominico parecía estar al borde de un colapso nervioso. Veía la cava con nerviosismo mientras Gino actuaba con naturalidad. Agatha parecía llevar el mando de la conversación, con una pose imponente, y unos tacones de 15cms que la hacían ver aún más imponente.

Nino se colocó delante de nosotras para ver lo que sucedía y Leo se ubicó detrás para observar si venía alguien. Traté de posarme al lado de Nino para observar, pero no dejó. Tuve que conformarme con mirar por encima de su hombro mientras tomaba mi mano.

La tensión se encontraba en el aire, y con cada minuto que pasaba los nervios salían a flor de piel con más rapidez.

Más hombres llegaron, y no supe realmente con quiénes estaban. Ni siquiera sabía si todos estaban juntos o no (Aunque los disparos de temprano decían que quizá no era muy probable que se quisieran mucho).

Leo y Nino intercambiaron miradas. Quizá se estaba poniendo demasiado peligroso y ya la salida que teníamos había sido bloqueada por dos hombres.

Quería llamar a la policía pero no nos podíamos dar el lujo de hacer ruido. Nos quedaba simplemente mirar y esperar.

La tensión estaba en el ambiente y Cosette no dejaba de observar a su padre.

Todos aguardamos en silencio total y mientras observaba, Vica me jaló de la chaqueta. Cuando viré para verla noté su palidez. No se sentía bien. Trate de articular “Aguanta, ya nos vamos” Y asintió pero no parecía sentirse nada bien. Quizá eran náuseas.

Gino se acercó a Víctor Shaw, que se puso tenso al contacto haciendo que varios de sus hombres apuntaran sus armas hacia él.

Gino levantó las manos en el aire y en el instante en el que Víctor dio la orden de bajar armas, Vica vomitó.

- Mierda.

Dos de los hombres se acercaron de inmediato hacia nosotros, y no teníamos salida. Las armas apuntaban hacia donde nos encontrábamos y lo único que quedaba era esperar que nos encontraran.

Ignazio aferró hacia sí mismo a Cosette y me apretó la mano. Mientras que Leo trataba de ayudar a Vica, que estaba al borde de un desmayo.

- ¿Quiénes son ustedes?

- No queremos problemas…

- ¿Quiénes son?

- Nos iremos, no es necesario…

Los dos hombres apuntaron sus armas hacia Nosotros y nos hicieron una seña para que camináramos hacia donde se encontraban los demás.

Nino me observó y no quedó más remedio que ir.

“¿En serio voy a morir así? ¿Por entrometida?”

Nos encaminamos hacia la Ford Runner y cuando Enzo y Emilio nos observaron se notó su sorpresa inminente.

- Déjalos ir, Shaw.

- ¿Quiénes son?

- Mis hijos.

Shaw observó a los matones y dejaron de apuntarnos. Agatha seguía empuñando un revólver, pero nunca nos apuntó y Gino y Dominico nos observaban. Ahora que estaba cerca, podía distinguir rostros y entre todos encontré uno muy familiar.

Leví.

Quería que todo terminara. Ya no necesitaba saber nada, no quería saber qué le había sucedido a Stella. Sólo quería estar en mi casa, pero desgraciadamente, faltaba bastante para que eso sucediera.

Nos hicieron a un lado, mientras Nino no se despegaba de mí. Cosette se posó al lado de su padre, quién la abrazó por los hombros. Vica no soltaba el brazo de Leo. Agatha no se movía y, Gino y Dominico parecían querer salir corriendo de despavoridos de allí.

Sólo debíamos esperar a que hablaran o nos dejaran ir, y sería todo. Podía soportar los sueños.

- Deja que se vayan.

- No.

- Son tus sobrinos por el amor de Dios.

- Sólo vamos a hablar ¿No?

Enzo y Emilio se miraron y asintieron a Agatha. Querían mantenernos allí para que no sucediera nada, una jugada bastante inteligente.

Víctor nos miraba con cara de recelo. Habíamos arruinado lo que sea que hubiese planeado.

- ¿Qué llevas ahí?

Víctor señalaba la cava. Dominico se acercó inconscientemente hacia ella.

Nadie contestó.

- Tráela, Iván.

Uno de los hombres se acercó al que tenía la cava, pero éste no se la cedió.

- Trae la cava.

Iván intentó acercarse y el hombre de la cava apuntó hacia Iván. En cuestión de segundos las armas estaban en el aire de nuevo. Un reflejo unánime hizo que Leo, Ignazio y el Sr. Emilio nos aferraran a Vica, a mí y a Cosette hacia ellos.

- ¿QUÉ HAY AHÍ?

- Que los niños se vayan, y hablaremos.

- Ahora soy yo el que no quiere que se vayan.

- ¿Qué?

Emilio y Enzo estaban atónitos con lo que acababa de decir Víctor. Estaba amenazándolos con nuestra presencia allí, y no le importaba nada de lo que sucediera. Agatha relucía de la rabia y fulminaba a Víctor con la mirada.

- Quiero saber qué hay ahí… Quiero saber qué le pasó a mi hija.

- Deja a los niños en paz, Shaw…

- ¿Cómo dejaron en paz a la mía? ¡No tienen ni la menor idea de con quién se han metido! ¡Son unos desgraciados, Ustedes y todos los Roggiano! ¡Sean responsables y admitan lo que hicieron!

Shaw sacó un arma propia… Y comenzó el caos.

Dominico entró en pánico y echó a correr. Uno de los ayudantes de Shaw le disparó y lo dejó en el piso. No pude ver dónde le habían dado pero no estaba muerto porque se retorcía del dolor.

Todo sucedía en cámara lenta.

Agatha empuñó el arma y disparó al hombre que había herido a Dominico. Corrió hacia él, ignorando la lluvia de balas y se inclinó con las manos sobre la herida de Dominico, tratando de detener la hemorragia.

Enzo se quedó petrificado y Leonardo Empujó a Vica detrás de él. Ella se aferró a su espalda.

Cosette y Emilio desaparecieron de mi vista y las balas volaban por todos lados.

Nino me haló del brazo y me hizo correr hasta la Ford Runner, pero mientras corríamos escuchamos un grito de una mujer.

Leo corría dando improperios con Vica colgada de su brazo mientras un hilo de sangre se deslizaba por su hombro. Nino me soltó y me gritaba “¡Corre!” mientras se dirigía hacia donde estaban Cosette y su padre.

Me escondí detrás de la Ford Runner, pero no habían pasado más de dos segundos cuando escuché un grito.

“No”.

Salí de inmediato y observé lo que menos deseaba; Nino estaba de rodillas al lado de la rueda delantera de la Ford Runner, con un charco de sangre dibujándose debajo de él.

Corrí de inmediato y me lancé al piso a ver qué le sucedía. Se acostó y se viró, dejando ver una mancha de Sangre que extendía por su rodilla.

- ¡Nino!

- ¡Estoy bien! ¡Vete de aquí!

- No me voy a ir.

Me solté la chaqueta y me quité el sweater que cargaba. Se lo coloqué  en forma de torniquete encima de la rodilla, esperando que el sangrado disminuyera.

Me di cuenta que estaba en sostén y me puse la chaqueta nuevamente.

- No va a pasar nada.

Alguien debía haber escuchado los disparos y llamado a la policía porque una sirena comenzó a escucharse a lo lejos. Shaw y sus hombres se retiraron a regañadientes. Y Agatha y Gino se quedaron al lado de Dominico.

El hombre con la cava corrió detrás del depósito y el resto le siguió el paso.

Sólo Leví se quedó a ayudar, y cuando llegó la policía, los únicos que quedábamos éramos nosotros.

Las ambulancias llegaron después, y la historia de Gino sobre “un asalto” no engañaba a nadie, pero las lágrimas de Agatha y la falta de pruebas no dejaron más remedio que investigar lo que sucedió. Los policías tomaron declaraciones y quisieron detenerme para declarar, pero los ignoré.

Seguía a Ignazio, que ya estaba en una camilla y estaba siendo atendido por los paramédicos.

Vica estaba sentada a la orilla de una de las ambulancias, pero al parecer sólo la habían rozado.

Después de varias horas, seguía fuera de quirófano. La bala había roto una arteria y parte del hueso, y Nino necesitaba cirugía.

Cosette y el Sr. Emilio se habían unido a mí en la sala de espera, y Gino se encontraba tomando un café al otro lado de la sala.

Agatha estaba sentada en un rincón de la sala de espera, con un café en la mano y mirando al vacío. Todo había sido su culpa y las vidas de Nino y Dominico estaban en riesgo por ellos.

En ese momento no pude evitar preguntar.

Ya todo había sucedido y era hora de saber qué demonios había pasado allí.

El Sr. Emilio me miró con dureza y luego asintió, sabía que no lo iba a dejar en paz hasta saber por qué casi me habían matado hoy. Y terminó contando entre susurros lo que había sucedido:

Agatha, Dominico y Gino eran co – propietarios de la empresa. Era una empresa de importaciones y exportaciones, y aunque nunca había estado segura de cómo desempeñaban su trabajo esas empresas, pude comprender que básicamente funcionaban como carteros. Hacían las entregas de enormes compañías hacia otras provincias o países.

Esa empresa la emprendió el padre de Dominico, Gino y Cosette, la esposa del Sr. Emilio.

Ellos tres continuaron con la tradición hasta que el Sr. Emilio y Agatha se unieron a la nómina cuando se casaron.

La empresa siempre funcionó bien, pero los problemas económicos que atravesaba el país dificultaban cada vez más el trabajo. Entre el retiro de las compañías en bancarrota y las deudas que éstas dejaban, las cosas no iban muy bien.

Habían pensado en vender pero era inimaginable ceder todo por lo que habían trabajado. Agatha se había encargado de las riendas de Dominico y Emilio también había jugado un papel importante en ese intento por salvar la empresa junto a Enzo, el padrino de Leo. El era un trabajador cualquiera de la empresa, que subió poco a poco de rango hasta llegar a Gerente ejecutivo de la misma. Todos lo admiraban por su templanza y constancia, y nadie dudó de que diera la cara por salvar su trabajo, y el de todos los trabajadores de VolpWoc.

Fue bastante difícil, por no decir casi imposible conseguir clientes nuevos… Pero lo lograron.

Las cosas parecían mejorar de repente, pero tristemente no duró mucho. Las opciones escaseaban, ya no había nada por hacer.

Emilio comenzó a buscar compradores, Enzo se hundió en su tristeza y Dominico y Gino se dieron por vencidos.

Gino era un cirujano reconocido, podía vivir con tranquilidad y Dominico era optimista… Pensaba que todo se iba a resolver para él, aunque la empresa cerrara.

Pero Agatha no era así. Los frutos de su arduo trabajo se venían abajo y su desesperación la llevaba a trabajar aún más.

Se hizo enfermiza su búsqueda de soluciones, al punto en que los trabajadores lo notaban y comenzaban a preocuparse. Las cosas con Agatha iban muy mal, al punto de considerar revocarla de su cargo en la directiva, pero en ese momento, las cosas comenzaron a mejorar de nuevo.

La mejora fue increíble y apabullante, una nueva cantidad de clientes comenzaron a contactar con la empresa y volvió a su estabilidad normal mucho antes de lo que se esperaría con cualquier empresa que lidiara con la situación económica del país y las deudas que VolpWoc acarreaba.

Todo parecía color de rosa, pero Enzo comenzó a sospechar. Emilio lo consideró paranoico al principio, pero después comenzó a considerar sus teorías y no eran tan descabelladas después de todo.

¿Cómo se recupera una empresa en tan poco tiempo? Y al revisar las cifras todo tenía aún menos sentido. Si habían clientes nuevos, pero no los suficientes para recuperarse y menos en ese tiempo. Nada parecía tener sentido y en ese momento fue que Enzo y Emilio decidieron investigar.

Pensaron en drogas, en tráfico de armas, en envíos ilegales… Pero no encontraron nada… Y fue cuando conocieron a Víctor Shaw. Él los contactó de manera directa y dio fin a todas sus dudas: Tráfico de órganos.

No lo podían creer, sonaba a película taquillera de Quentin Tarantino pero las pruebas que dio Shaw fueron más que suficientes para Enzo y Emilio.

Sólo quedaba resolver el problema, y aunque fuese a expensas de la compañía, no podían dejar que eso continuara. Pero Shaw tenía algo en mente antes de resolver la situación.

Gino, Agatha y Dominico habían tomado un encargo que impactó a Emilio y a Enzo: La hija de Shaw.

Al parecer Víctor, al enterarse que habían asesinado a su hija, comenzó a investigar. El tráfico de órganos no era nada común, así que con sus contactos turbios, había conseguido información de quién había sido.

Se comunicó con Emilio y Enzo porque sabía que lo ayudarían, ellos querían recuperar el nombre de la empresa. Habían trabajado muy duro en VolpWoc para que terminara siendo usado como una tapadera.

Investigaron los movimientos de Agatha, Gino y Dominico, y se enteraron de su próxima entrega.

Shaw había convencido a Emilio y a Enzo de que sólo dañarían la entrega y buscarían pruebas para incriminarlos… Pero ahora se daba cuenta de lo estúpidos que habían sido.

Todo el problema surgió con un fallo en una entrega de Shaw a un cliente importante de la mafia rusa. Ellos solían tomarse esas cosas muy a pecho, y a pesar del reembolso de Shaw a los rusos quisieron enseñarle una lección y contrataron a Gino para el “trabajo” con Stella.

- Víctor tiene la facilidad de hacerte confiar en él, por eso le va tan bien al muy desgraciado.

El asunto de Agatha, Gino y la compañía quedaban por resolver, y no sabía si tomarían medidas de justicia para disipar todo eso. No podía quedar así, y los semblantes de Enzo y de Emilio me decían que la compañía no iba a quedar así.

Leo se encontraba con Vica en emergencias, y ya había bajado varias veces a ver cómo estaba. El ambiente seguía tenso, pero Leo no se alejaba de ella.

En fin, todo había salido relativamente bien, la única preocupación era Dominico, y Nino hasta el momento en que avisaron el éxito rotundo de la operación.

Ya sabía lo que había sucedido. Quizás ya podría dejar de soñar…

“Ilusa”

Fui a avisarles a Leo y Vica que ya Nino estaba bien y a ver cómo seguía Vica y cuando rodé la cortina los vi besándose.

- Ejem…

- Oh, lo siento Evan.

- No lo sientas, me alegra que estén bien.

- A nosotros también. ¿Quieres un café? Voy a la cafetería.

- Con leche, por favor.

- Enseguida.

Y Leo se retiró, no sin darle otro beso rápido a Vica.

- ¿Entonces? Cuéntame.

- Ya estamos bien, peleamos por estupideces.

- ¿Y tu falta?

- Esas eran las náuseas y el mareo. Ya llegó, gracias a Dios.

- Me alegra.

- También hablamos de eso, y aunque no está de acuerdo entiende mi punto de vista. Desde ahora usaré doble condón.

- De hecho eso es perjudicial.

- ¿En serio?

- ¿Nunca fuiste a clases de educación sexual?

- ¿Nunca te dormiste en educación sexual?

- En fin, cuídense y no tendrán problemas.

- Eso mismo dijimos, dejaremos de conspirar tanto con lo que podría pasar. Creo que de verdad me gusta este tío.

- Me alegra saberlo.

- ¿Y Abruzzi?

- Ya salió de quirófano, está fuera de peligro.

- Me alegra. ¿Y Dominico?

- El no ha tenido tanta suerte, sigue en quirófano y no saben si podrán salvarlo. Lo más probable es que no recupere todas sus funciones. El disparo fue en la cabeza,

- Qué pesadilla.

- Y que lo digas…

Me había quedado dormida al borde de la cama de Nino, cuando sentí que me acariciaban el cabello.

- Hola, bella durmiente.

- ¿Cómo te sientes?

- Como si me hubiesen dado un tiro… Oye, ¿Me dio apendicitis también?

- No, te quitaron hueso de la cadera para reconstruir el de tu rodilla.

- Soy un Cyborg.

- No eres un Cyborg, es hueso.

- Soy Cyborg de hueso.

- Claro…

- Eres bonita.

- Creo que deberían bajarle ya a los calmantes contigo.

- Aguafiestas.

Los dos nos reímos y me haló por el brazo para alcanzar mi cara y besarme.

- Me asustaste cuando te vi en el piso.

- No pasó nada.

- Lo siento, fue mi culpa.

- Si no hubieses sido tú, hubiese sido Cosette sola la de la idea, y eso quizá hubiese terminado aún peor. Ya pasó.

Le di un beso en el antebrazo y me acercó hacia él para besarme de nuevo.

- ¿No estabas arrepentido?

- No, pensé que te había molestado por cómo me contestaste.

- Estaba algo ocupada.

- Ya pude notarlo… Mira, Evan. Voy a ser sincero contigo. Eso de las declaraciones de amor a lo “Diario de una pasión” no van conmigo. Pero creo que tú y yo nos vemos bien. ¿No te parece?

- Yo me veo mejor que tú ahorita, pero entiendo tu punto.

- Graciosa… No te voy a pedir que seas el amor de mi vida por el resto de mis días, ni que me ames hasta después de la eternidad ni nada de eso… ya tuvimos suficientes escenas de película por hoy, ¿no crees? Pero me preguntaba si tendrías otra cita conmigo…

- No puedes salir por cuatro meses, mucho menos manejar.

- Tú me llevas…

- No conduzco.

- Entonces me contrato un chofer… ¿En serio siempre tienes que ser tan insoportable?

- ¿Quieres que deje de serlo?

- Nunca, pistacho.

- Entonces ¿A qué hora me decías que saldremos?

 

Epílogo

Puse mi nuevo atrapasueños en donde estaba el otro. Era fucsia con plumas blancas. Algo llamativo para mi gusto pero después de comprobar que funcionaba, me enamoré de él.

“Gracias Balthazar”.

Ese cambio me hizo recordar a Aquiles. No era el mismo de antes, y aunque hablábamos no se sentía igual. Me preocupaba su actitud. No parecía estar haciendo nada por volver a intentarlo en la universidad y se veía cada vez más demacrado en la pantalla de Skype, pero seguía insistiendo en que todo estaba bien.

Me dijo que salía con alguien y aunque no le creía mucho, esperaba que fuese verdad. El se merecía a alguien que lo quisiera y lo viese como veía yo a Ignazio todos los días: Con cara de estúpida.

Le envié un texto:

- Hello. Captain.

- ¿Qué tal?

- Acá, saliendo pero veía mi atrapasueños nuevo y me deprimí. Extraño el verde, el fucsia no va conmigo.

- ¿Fucsia? Pobrecita.

- Lo sé, a ver si me consigues otro.

- Lo intentaré.

- Espero que tengas un buen día. Te quiero, bye.

- Bye.

Los “te quiero” salían con más fluidez que antes, y eso era muy bueno. Ya era suficiente de “Yo también” e “Igual”.

Me dirigí hacia la entrada del edificio y cogí el bus en la parada.

¿Evan llegó?

Ignazio salía de la ducha mientras yo estaba en la sala de su casa con Cosette.

- No, es un holograma.

“¡Ya voy!”

Se escuchó un grito desde arriba.

- ¿Cómo sigue Dominico?

- Igual… No hay muchas esperanzas de que despierte… Pero es posible.

- Espero que despierte.

Nino bajó las escaleras con su reluciente bota negra y sus muletas. Me apresuré a ayudarlo y Cosette se fue sutilmente a la cocina.

- ¿Cómo sigue el Sr. Pistacho?

- Adolorido…

- Bu – jú.

- Me dieron un tiro…

- Hace dos meses.

- Bueno, cállate.

- Cállate tú.

Se apresuró a besarme y a sentarse en el sillón. Cosette apareció en la puerta de la cocina con un par de tazas y nos las entregó a Nino y a mí.

- Voy de salida. ¿Necesitan algo?

- Condones.

Cosette le lanzó un cojín a Ignazio y se dirigió a la puerta. No pude evitar reírme con su cara de alarma.

- ¡Me dieron un tiro! ¡Dejen de agredirme!

- Déjala en paz.

- Aguafiestas.

Me apretujó hacia él y me besó, hasta que me alejé.

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