Don Juan

Don Juan


ACTO CUARTO » Escena VI

Página 26 de 36

Escena VI

(DON JUAN, DOÑA ELVIRA, RAGORÍN y SGANARELLE)

RAGOTÍN: Señor, ahí está una dama velada que quiere hablaros.

DON JUAN: ¿Quién podrá ser?

SGANARELLE: Habrá que verlo.

DOÑA ELVIRA: No os sorprenda, don Juan, verme a esta hora y con este porte. Un motivo urgente me obliga a esta visita, y lo que tengo que deciros no admite dilación. No vengo aquí llena de ese enojo en que estallé hace poco y me veis muy distinta de lo que era esta mañana. Ya no es aquella Doña Elvira que hacía votos contra vos y cuya alma irritada profería únicamente amenazas y sólo respiraba venganza. El Cielo ha desterrado de mi alma todos esos indignos ardores que sentía yo por vos, todos esos transportes tumultuosos de una devoción criminal, todos esos vergonzosos arrebatos de un amor terreno grosero; y no ha dejado en mi corazón por vos más que una llama depurada de todo comercio sexual, una ternura muy santa, un amor despegado de todo, que no obra ni para sí propio y al que sólo inquieta vuestro interés..

DON JUAN (Bajo, a SGANARELLE): Paréceme que lloras.

SGANARELLE: Perdonadme.

DOÑA ELVIRA: Es ese perfecto y puro amor el que me trae aquí, para comunicaros un aviso del Cielo e intentar apartaros del abismo al que corréis. Sí, don Juan; conozco todos los desórdenes de vuestra vida, y ese mismo Cielo, que ha tocado mi corazón haciéndome ver los extravíos de mi conducta, me ha inspirado la idea de venir a veros y de deciros de su parte que vuestras ofensas han agotado su misericordia, que su cólera temible está pronta a caer sobre vos, que en vos está el evitarla con un rápido arrepentimiento y que tal vez no os quede ni un día siquiera para poder sustraeros de todas las desdichas. Por mi parte, no estoy ligada a vos por ningún lazo terreno. He desechado, gracias al Cielo, todos mis locos pensamientos; está decidida mi retirada al claustro, y sólo pido tener suficiente vida para poder expiar la culpa que cometí, y para merecer, con una austera penitencia, el perdón por la ceguera a que me llevaron los arrebatos de una pasión condenable. Más en ese retiro tendría sumo dolor si una persona a la que he querido tiernamente fuera un ejemplo funesto de la justicia divina; y será para mí una alegría indecible si puedo induciros a apartar de sobre vuestra cabeza el espantable golpe que os amenaza. Por favor, don Juan, concededme, como última gracia, ese dulce consuelo; no me neguéis vuestra salvación, que os pido con lágrimas; y si no os conmueve vuestro propio interés, que os conmuevan, al menos, mis súplicas, evitándome así el cruel pesar de veros condenado a suplicios eternos.

SGANARELLE (Aparte): ¡Pobre mujer!

DOÑA ELVIRA: Os he amado con la mayor ternura; nada en el mundo me fue tan querido como vos; por vos olvidé mis deberes; por lo hice todo, y la única recompensa que os pido es que enmendéis vuestra vida y que evitéis vuestra pérdida. Salváos, os lo ruego, por amor a vos o por amor a mí. Una vez más, don Juan, os lo pido con lágrimas, y si no bastan las lágrimas de una persona a la que habéis amado, os emplazo a que lo hagáis por todo lo que sea más capaz de conmoveros..

SGANARELLE (Aparte, mirando a DON JUAN): ¡Corazón de tigre!

DOÑA ELVIRA: Me marcho después de este discurso, y esto es todo lo que tenía que deciros.

DON JUAN: Señora, es tarde; quedaos aquí. Se os alojará lo mejor posible.

DOÑA ELVIRA: No, don Juan; no me retengáis más.

DON JUAN: Señora, me complacerá que os quedéis, os lo aseguro.

DOÑA ELVIRA: No, os digo; no perdamos el tiempo en discursos superfluos. Dejadme marchar pronto, no insistáis en acompañarme, y pensad tan sólo en aprovechar mi advertencia

Ir a la siguiente página

Report Page