Don Juan

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IX LAS MONJAS POBRES

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IX

LAS MONJAS POBRES

El convento de capuchinas de la Pasión está en la calle de Parayuelos. La calle es solitaria. Un puertecita estrecha da entrada a un patio, formado por tres altos tapiales, y en e1 fondo, el convento. En medio del patio, en e1 centro de un alcorque cercado de piedras, se enhiesta un ciprés. Otra puertecita nos da paso a un reducido zaguán. Las paredes están enjalbegadas de cal blanca; un zócalo azul —con una rayita negra entre lo azul y lo blanco— corre por iodo el ámbito. Otra puerta conduce al interior del convento; el torno y la reja del locutorio están en esta primera estancia. Si pudiéramos penetrar en la casa, veríamos un corredor blanco y unas celditas blancas. Las monjas van y vienen silenciosas. En sus celdas meditan y rezan. En cada celda hay un tabladillo de madera en que las monjas reposan por la noche. Las comidas de las monjas son legumbres y verduras. La Regla de la comunidad dice así en su principio: "En el nombre de Nuestro Señor Jesucristo comienza y sigue la forma de la vida y Regla de las sorores pobres, la cual el bienaventurado San Francisco instituyó." La pobreza es uno de los fundamentos de la Orden. "Y así como yo —dice Santa Clara en la Regla— siempre fui solícita, juntamente con mis sorores, de guardar la santa pobreza que al Señor Dios y al bienaventurado San Francisco prometimos, así sean tenidas las abadesas que en mi oficio sucedieren, y todas las sorores, de la guardar hasta el fin, sin traspasamiento."

La casa de un pobre labriego es más rica que este convento. Pero todo está limpio y blanco. Blancas las paredes; blancas las puertas; blanca la tosca loza en los vasares. Silenciosamente, como sin apoyarse en el suelo, desfilan las monjas por los blancos corredores. Las rosas rojas de un rosal —en un patio interior de muros lisos— destacan, bajo el azul del cielo, sobre lo blanco unánime.

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