Dictator

Dictator


Segunda parte. Redux 47-43 a. C. » Capítulo XVIII

Página 33 de 38

—No. Supongo que todo fue un malentendido. Tampoco me casaré con su hija. Me quedaré aquí un tiempo para organizarlo todo y después partiré a enfrentarme con Antonio y Lépido. Tú también puedes abandonar Roma si lo deseas.

—¿Sí?

—Así es, puedes marcharte de Roma. Puedes dedicarte a escribir filosofía. Puedes retirarte al rincón de Italia que prefieras. Sin embargo, no podrás volver a Roma en mi ausencia, ni podrás asistir al Senado. No podrás escribir tus memorias ni sobre asuntos de política. No podrás abandonar el país para reunirte con Bruto y Casio. ¿Te parece bien? ¿Me das tu palabra? Te aseguro que mis hombres no serían tan generosos.

Cicerón agachó la cabeza.

—Eres muy generoso. Me parece bien. Te doy mi palabra. Gracias.

—A cambio, yo garantizaré tu seguridad, por respeto a la amistad que nos unía. —Cogió una carta para indicar que la audiencia había concluido—. Una cosa más —dijo según Cicerón giraba sobre sus talones—.

No tiene importancia, pero me gustaría saberlo: ¿era una broma o de verdad me habrías enterrado?

—Creo que habría hecho exactamente lo mismo que estás haciendo tú ahora —le respondió Cicerón.

Ir a la siguiente página

Report Page