Despertar

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Capítulo Tres

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Capítulo Tres

Nialdlye arrastró sus dedos por la cincelada mandíbula de Tandante. El duro asiento que estaba debajo de ella estaba cubierto por una esterilla levemente acolchada, la cual aliviaba en parte la presión de los moretones en su espalda, pero a ella no le importaba mucho. Cualquier moretón que viniera de una dura y buena follada lo valía a su juicio. Además, sanaba rápidamente.

Tandante bajó su cabeza sobre su cuello, su suave cabello barrió encima de sus hombros y de su barbilla mientras le acariciaba el mentón. Sonriendo, ella pasó los dedos entre su pelo, siempre le sorprendía como a un hombre tan grande y fuerte le pudiera crecer un cabello tan suave como el de un bebé. Su propio cabello era más grueso, también suave pero no tan fino. Ociosamente, se preguntó otra vez qué ^

textura tendría el cabello de sus hijos cuando crecieran. Pero eso tardaría más de un siglo para descubrirlo.

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Sacudiendo su cabeza hacia atrás, deslizó sus manos por su espalda desnuda, sus dedos se deslizaron por la fina capa de aceite que cubría su piel brillante. A pesar de que acababan de tener sexo, parecía que él estaba listo para una nueva ronda, y ella estaba jugando. Sus manos encontraron sus caderas y la movió para que encajara | mejor en él, asegurándole que su polla estaba en el juego también. Riendo por lo bajo, ella abrió sus ojos para mirar hacia atrás, esperando que pudiera encontrar un paje o a alguna de las otras mujeres para que le consiguieran una bebida y así no

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tendría que desenredarse así misma de su amante.

No esperaba ver a Nalfien en su campo de visión mientras estaba boca arriba. El ^ hechicero estaba a pocos pasos de su banco, totalmente vestido en una túnica azul con un forro de piel de color carbón que le llegaba a los pies. Sus brazos estaban cruzados informalmente, con las manos escondidas en las voluminosas mangas que casi rozaban el suelo por sí mismas. Sus suaves y brillantes ojos rojos la ayudaron a identificarlo ya que daba la espalda al falso atardecer cuya luz pegaba en la alta

pared de roca por encima de él, haciendo que el espacio dentro de su capucha pareciera una caverna oscura.

—Nalfien —Lo saludó con una sonrisa, siempre contenta de verlo. Alzó una mano hacia él—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Vine a hablar contigo, si te parece bien.

—Me parece bien —Llevó su mano detrás de la espalda de su amante—. Tandante, déjame levantarme.

Él gruñó suavemente, sin moverse.

Ella se rió.

—Oh, no seas codicioso. Tres veces es suficiente.

Él le mordisqueó la barbilla, presionando su pene medio duro contra su sexo hinchado.

—Nunca es suficiente contigo.

Con un ronroneo, llevó sus manos arriba para acunar su mandíbula y acercar sus labios a los de ella a través de un beso. Un beso del que tuvo que alejarlo después.

Sonrió a sus ojos de color azul cielo.

—Gracias por una tarde maravillosa.

Él oyó un tono de despedida en su voz. Ella volvió su rostro para no mostrar la pena que sentía al contemplar el breve despliegue de pánico en su semblante.

Siendo hasta los huesos un guerrero, Tandante podría no querer que ella sintiera lástima de él. Pero no podía dejar de sentirla por los hombres tan sexualmente motivados cuyo tiempo con las mujeres era tan escaso.

Con una gran sonrisa, lo besó brevemente de nuevo. ^

—Ahora levántate. Nalfien necesita hablar conmigo.

No tenía idea de si Nalfien tenía una necesidad o simplemente quería conversar, pero el más viejo de los hechiceros había sido uno de sus más firmes aliados y uno de sus mejores maestros desde que había venido vivir con los raedjour un cuarto de S siglo atrás. También había estado muy solitario y frágil desde la muerte de su verdadera pareja, y siempre odiaba negarle su compañía si él lo necesitaba.

Tandante suspiró, pero se apartó de encima de ella pasando sus pies a un lado del banco. Su atenta mirada se centró en una pequeña cojera en su manera de andar mientras se apoyaba en su pierna izquierda, pero la herida que lo había llevado a ella se había curado en gran medida. Ella había recolocado el hueso, al menos. Su | capacidad de sanación natural podría no haber acabado, aumentado por el sexo que acababan de tener. Tomó la mano que tenía cerca de ella y dejó que la ayudara a sentarse. Cuando podría haber insistido, retiró su propia mano de la de él y la alzó para peinar con sus dedos la maraña de mechones rojos y negros que le llegaban hasta la cintura. Era una causa perdida, pero le daba algo para concentrarse mientras se separaba de ella.

Nalfien esperó pacientemente mientras el guerrero recogía sus botas y sus pantalones del suelo. Tandante no se molestó en ponérselos. Con una última anhelante mirada, le dio las buenas noches a Nialdlye, luego hizo una reverencia de respeto al hechicero antes de retirarse. Nialdlye se permitió un capricho dando una persistente mirada a las finas curvas de su espalda y de su culo mientras se alejaba con sólo una ligera cojera.

— ¿Segura que no prefieres ir tras él?

Negó con la cabeza y le sonrió al hechicero.

—No. Necesita descansar —Hizo un último intento de arrastrar los dedos a través de su cabello, pero luego se rindió—. ¿Quisieras hablar aquí o arriba?

Miró hacia el balcón dos pisos por encima. Ella vivía en la misma torre donde las mujeres solteras eran alojadas, pero tenía una suite al completo en lugar de solamente un conjunto de habitaciones. Como tal, su habitación tenía un balcón que daba al ancho jardín rocoso, un regalo para ella y para las mujeres que la acompañaban y a los hombres que las visitaban.

— ¿Está Tisla arriba con tu hija? —Su capucha mantenía sus ojos a la sombra de la suave luz del falso sol que había sido su propia adición al jardín y como regalo a las mujeres que se habían entregado a la noche. La mágica luz brilló amarilla y alegre sobre el jardín. El calor no era necesario, porque esta caverna era suficientemente cálida por sí misma. El efecto del sol, sin embargo, era desconcertante para los hombres hasta que se acostumbraban a él.

—Lo está.

Volvió su mirada a ella.

—Entonces prefiero que nos quedemos aquí.

Asintió, preguntándose qué era lo que él tenía que decir que no fuera apropiado para la segunda hija de Savous e Irin. Recogiendo su ligero pareo verde, se puso de pie.

— ¿Entonces te importa si caminamos cerca del arroyo? Estoy sedienta.

—Desde luego —Él se puso a su lado mientras empezaban a recorrer el estrecho sendero. Nialdlye tuvo que caminar despacio para coincidir con su modo de andar. Seguía manteniendo mucha de su antigua elegancia, pero era lento. Más lento incluso que cuando ella lo conoció la primera vez. Se preguntaba por lo que él habría pasado. Su verdadera pareja había fallecido algunos ciclos antes; él afirmó que sentía que su trabajo no había terminado todavía, y que no podía seguirla en la muerte. Después de haber dedicado siglos a los raedjour, nadie lo obligaba.

Caminaron en silencio por algún tiempo, pasando por debajo de las sombras de los árboles de piedra esculpidos y de las piedras colocadas ingeniosamente. Nialdlye seguía asombrándose por la habilidad de los "jardineros", hombres habilidosos con el cincel y el martillo que podía construir hermosas esculturas que imitaban al bosque viviente del más allá. El jardín se había convertido en algo más que un homenaje a Nialdlye y las mujeres que habían dado sus vidas a la noche; era también una dedicación a la diosa ausente raedjour. Los hombres sólo iban a ver su bosque en la noche pero habían estado fascinados con la creación de una réplica que pudieran ver en la pseudoluz del día.

— ¿Cómo está Davlin?

Nialdlye sonrió al pensar en su hija.

—Preciosa. Es tan bulliciosa como Rikert, me temo.

Nalfien rio suavemente, familiarizado con su activo hijo de veinte ciclos de edad. —Por eso, mis disculpas.

Ella rio.

—Oh, he tenido algo de ayuda estos días. Pasa mucho de su tiempo en la guardería.

— ¿Y todo va bien?

Ella siguió sonriendo, sabiendo a que se refería.

—Todo va muy bien. Para esos chicos, él no es diferente a ellos, además de lo obvio —Su primer hijo lucía casi como cualquier otro chico raedjour, pero había diferencias, concretamente en sus vívidos ojos verdes, el color rojizo de su piel casi negra, y las vetas rojas y negras que se veían a través de su cabello blanco. Afortunadamente, él se había topado con compañeros de juegos que no pensaban mucho en sus diferencias.

—Eso es bueno. Muy bueno —Nalfien había sido uno de los interesados, a juzgar ^ por los celos que Nialdlye había encontrado en algunas mujeres poco después de su llegada. No muchas de esas que todavía no tenían una verdadera pareja se habían tomado amablemente la aparición de una elfa de sangre pura. Habían tratado de cambiar sus diferencias en desventajas. Las cosas habían ido a peor cuando Nialdlye había dado a luz a dos niños fuera de los lazos de una verdadera pareja.

Los ánimos habían menguado cuando la mayoría de las mujeres resentidas habían encontrado a sus propias verdaderas parejas. La mayoría de las mujeres solteras que I estaban ahora en la residencia había llegado después que Nialdlye había ido a vivir

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entre los raedjour, y por fin hizo amistad con ellas. Habían temido que los hijos de las mujeres que habían odiado a Nialdlye llevaran ese resentimiento hacia su hijo, pero los chicos que mostraron dicho temperamento fueron minoría. A pesar de su apariencia externa, Rikert era un niño encantador. |

Llegaron a un pequeño molino de agua clara que había sido colocado en una de las partes más superficiales del arroyo mágico que corría de una esquina de la caverna a la otra. Nalfien esperó mientras ella tomaba un cucharón para tomar algo del agua más clara de un canal que estaba justo encima de su cintura y bebió profundamente. Los hechizos habían sido establecidos para aclarar el agua, como se había hecho para toda el agua de los lagos subterráneos, pero un hechizo

adicional había sido puesto en éste para darle una insinuación de lo que Nialdlye consideraba como "bosque verde”. Ella sabía que algunos de los jardineros estaban decidiendo si valía la pena tratar de poblar el arroyo con pequeños peces. El problema era que sólo corría por unos pocos cientos de metros antes de desembocar en un lago negro como la noche, subterráneo y sin tratar.

— ¿Tisla vive contigo ahora?

—En realidad no, pero se queda conmigo frecuentemente —Nialdlye sonrió a un chico mayor que se escabulló, tratando de no reírse mientras casi estuvo a punto de tropezar con sus pies. Era nuevo en el jardín. Conocía a todos los muchachos asignados a la torre de las mujeres, y la mayoría de ellos habían dejado de sentir sorpresa con su inusual piel roja—. Savous piensa que sería bueno para ella que ayudara a criar a Davlin, y ciertamente a mí no me molesta la ayuda —Tomó su pareo y empezó a envolverlo descuidadamente alrededor de sus caderas.

—Estoy de acuerdo —Tomó el cucharón él mismo para beber—. Y de igual manera es bueno para ella estar con otras mujeres.

Nialdlye asintió con una sonrisa.

—Me hubiera gustado haber podido hacer lo mismo por Eyrhaen.

Su sonrisa vaciló.

—Sí —La hija mayor de Savous se había ido de la torre familiar hace algunos ciclos, en contra de los deseos de su padre. Aunque las amenazas de los rebeldes la mantuvieron dentro del complejo central, escogió habitaciones en una torre en el extremo opuesto de la de las mujeres—. Tisla es una buena chica —Nialdlye compensó—. Ha sido una gran ayuda para mí, y todas aquí la adoran.

—Una buena chica, sí. También lo es Eyrhaen. A su manera.

Nialdlye perdió su batalla con su mueca.

—Ah. ¿Entonces vamos a hablar de la tirana? —Anudó su pareo, luego comenzó a luchar con su cabello de nuevo—. Estuvo activa esta tarde. ¿Estuvo torturando a Brevin, Lanthan o Tykir esta vez? ¿O fue alguien nuevo? —Sus dedos estaban atrapados en un nudo de cabellos, y tiró de ellos a través de él—. ¿Cuándo va a aprender a controlarse a sí misma y así no ir desbordando su excitación a través de la ciudad? —Las palabras amargas fluyeron fácilmente como el agua entre las piedras lisas del río.

Cuando Nalfien no contestó, ella se detuvo, mirando hacia la suave tristeza en sus ojos.

Suspiró.

—Lo siento. Me olvidé que ella es tu responsabilidad ahora —Estaba irritada porque el hombre que le había enseñado tanto ahora estaba atascado con una ^ estudiante difícil y poco dispuesta. Dejó caer su cabello y caminó hacia el delicado puente que cruzaba el arroyo al lado del molino de agua. Las barandillas de piedras habían sido delicadamente talladas para asemejar ramas entrelazadas de hiedra y más hiedra había sido estampada en las piedras bajo sus pies.

Nalfien se detuvo a su lado en el vértice del arco del puente.

— ¿Cuál es el origen del rencor entre tú y Eyrhaen?

Nialdlye se movió, mirando el agua en lugar de a él. La falsa luz del sol brilló en el murmullo del arroyo.

—No hay rencor. No la odio. |

—No te gusta.

Se agarró de la barandilla.

—Dime por favor, ¿qué hay que me pueda gustar?

—Deberíais ser amigas.

No preguntó por qué. Había tenido esta discusión en diferentes niveles con personas diferentes durante las dos décadas pasadas.

—Lo que debería ser y lo que es son cosas diferentes, Nalfien. A ella no le gusto, ella no me gusta. Nos evitamos la una a la otra. Es tan simple como eso. Bastante simple además.

Él asintió.

—Los celos son algo poderoso.

Nialdlye apretó los dientes. ¿Cuáles celos, los de ella o los míos? Pero no lo preguntó. Había tratado de hacer amistad con la endemoniada en más de una ocasión y había sido despreciada, repetidamente. Ya había tenido bastante.

Él comenzó a caminar de nuevo.

—Eyrhaen no es precisamente de lo que he venido a discutir.

Lo siguió en silencio.

Pasaron por debajo de un arco de piedra pesada que le pareció a ella como si fuera a caer en cualquier momento, aunque le habían dicho que había estado de pie en esta caverna por los últimos dos siglos.

— ¿Cuándo fue la última vez que visitaste a Radin?

Una brizna de nostalgia le partió el corazón por la inesperada referencia. Se tomó un momento para recuperarse, jugando con un mechón de cabello que le colgaba entre sus pechos.

—No desde que Davlin nació — ¿Habían pasado ya cinco ciclos? Le parecía como si fuera ayer cuando había puesto sus ojos en su rostro y haber sentido la frustración cuando él no había abierto los suyos. Pero atender a su hija la había mantenido más que distraída—. ¿Por qué?

— ¿Sabías que Eyrhaen lo ha estado visitando?

Nialdlye se quedó quieta.

—Sí lo había oído. Sí —Y rápidamente lo puso fuera de su mente— ¿Bajo tu supervisión?

—Supongo que sí, pero no debería de sorprenderme encontrar que se metiera en su habitación sin mi conocimiento.

— ¿Tienes la habitación protegida?

—La tengo, pero ella más bien se ha convertido en experta en atravesar los escudos sin avisar. Incluso los míos.

— ¿Qué hay de su guardia sombra? —Nialdlye tenía su propio grupo de guardias ^ que se volverían necesarios si alguna vez salía de los jardines de la torre de las mujeres. Pero dentro de la torre y sus jardines, la seguridad normal era más que suficiente para mantenerla a ella y a su hijos a salvo. Había oído el alcance de lo

que Savous se había visto forzado a hacer, para asegurarse de que su hija dispusiera de la misma protección.

Nalfien bajó su capucha, revelando su pelo blanco iluminado de amarillo suavemente por el falso sol.

—Se ha convertido en experta para evitarlos a ellos también.

— ¿Su control se ha vuelto así de bueno?

Él volvió su cara hacía la luz que se desvanecía. El orbe mágico comenzaba a cambiar de colores, indicando el cambio de hora en la superficie. Pronto amanecería.

—Curiosamente, no. Su control es más bien agitado, pero su poder primario ha crecido.

Nialdlye miró hacia el jardín, mordiéndose la lengua para no dejar salir una serie de exquisitas maldiciones. Unos cuantos chicos jóvenes acarreaban rocas desde una entrada hacia lo que parecía ser el comienzo de un nuevo diseño en una esquina. Un murmullo de voces pero no el significado de sus palabras la alcanzaron. Uno de los jardineros se sentó con su cincel y un martillo cerca del muro donde el riachuelo desaparecía en un agujero arqueado en una pared de la caverna. No estaba lo bastante cerca para escuchar a ninguno de los dos. De todos modos, ella sintió el hechizo de no penetración que los rodeaba, manteniendo sus palabras de manera confidencial.

Como era una amiga cercana de Savous y de Irin, su verdadera pareja, Nialdlye sabía de la frustración de los rhaeja por no ser capaces de seguir el rastro de su hija. Prometía convertirse en una poderosa hechicera. Quizás la más poderosa en la historia de raedjour. Lo que parecía adecuado. Le gustara o no, Nialdlye reconocía plenamente su importancia. Mientras que la presencia de Nialdlye y la de sus hijos era bienvenida entre los raedjour, Eyrhaen había nacido como una de ellos. Ella y sus hermanas eran el último regalo de Rhae a su pueblo. Muy bien podría llevárselas algún día, aunque la especulación en ese tema era todavía muy prematura. Savous y su consejo tenía grandes esperanzas que Eyrhaen mostrara el mismo rasgo que Nialdlye y fuera capaz de tener hijos con diferentes hombres. Si Eyrhaen, como un elfo por naturaleza, tenía la misma flexibilidad, entonces había potencial para un futuro brillante para los raedjour. Si la perra consintiera que la follaran. ¿A qué estaba esperando?

Pero eso no era lo que estaban discutiendo ahora. Radin.

— ¿Qué esperas que pueda pasar con ella y Radin?

—No estoy completamente seguro. Ella insiste en que se siente atraída por él, y debo admitirlo, el aura protectora alrededor de él está retrocediendo rápidamente.

Los dedos de Nialdlye se sujetaron a la piedra que estaba a su lado.

— ¿Es así?

—Sí.

— ¿Y crees que ella tengo algo que ver con eso? —No estoy seguro, pero creo que podría.

— ¿Qué ha hecho?

Él negó con la cabeza.

—Hemos intentado varios hechizos, incluyendo muchos que requieren una profunda meditación y concentración. Cuando ella es capaz de lograrlo, los hechizos por sí mismos parece que hacen muy poco. No podría decir por qué el aura está retrocediendo.

— ¿Podría ella estar intentando algo y no decírtelo? ¿Serías capaz de sentirlo?

Él meneó la cabeza y se encogió de hombros. Se dirigió hacia el lado opuesto del puente.

—De eso, no estoy seguro.

Lo siguió, concentrándose.

— ¿Tú no crees que lo haría?

Él suspiró, bajando hasta sentarse en una losa lisa y estrecha que servía como banco a un lado del camino. Una ingeniosa escultura de madera de árbol protegía el banco, siendo complementado con unas ingeniosas hojas de tela y unas ramas flexibles que se balanceaban suavemente con la brisa del arroyo.

—No sé qué pensar.

Se sentó a su lado, doblando su rodilla por debajo para así poder encararlo.

— ¿Has hablado con Savous?

—Hemos hablado, pero no extensamente. Está, comprensiblemente, distraído.

Ella asintió, mordisqueando un pedazo de su pulgar. Savous, Salin, Hyle, y todo el consejo del gobierno estaban constantemente envueltos en planes y preparativos para la defensa en contra de los delincuentes usurpadores. Ellos querían desesperadamente poner fin a los combates, pero los rebeldes, curiosamente y peligrosamente, no eran receptivos.

— ¿Cuántos años tiene Davlin?

Se sobresaltó ante la inesperada pregunta.

—Cinco primaveras.

Asintió.

—Y tú no has visto a Radin por miedo a la magia que lo rodea.

Esa era su historia. Había dado a luz a una preciosa niña, habiendo sido una partícipe diligente en todas las restricciones que había que poner en su lugar para mantenerla a ella y a su bebé seguras. La experiencia la había acercado mucho a Irin, la única otra mujer que había dado a luz a niñas y todavía vivía bajo constante supervisión. Se había decidido que había mucho que no sabían acerca de la magia que rodeaba a Radin como para arriesgarse a visitarlo. Al menos eso le dio una excusa para evitar al hombre con el que desesperadamente quería estar.

No entendía su sensación de pérdida y frustración con respecto a él y se había dado por vencida. Así de simple era. Extrañaba al hombre, no, más al espíritu, que había conocido brevemente, que le había ayudado a escapar del hombre que había gobernado su vida desde que había sido una niña. Radin había sido más como un recuerdo vívido, confuso pero muy real. No lo conocía, no en realidad, pero ansiaba su presencia. Quería escucharlo reír. Quería saber cómo era tocarlo. Soñaba con follarlo como no había soñado con ningún otro hombre.

El asentimiento de cabeza de Nalfien la sacó de sus pensamientos.

—Sí, eso podría funcionar bien.

Ella frunció el ceño.

— ¿Qué podría funcionar?

Él suspiró.

—No estoy seguro, pero tengo una teoría.

— ¿Qué es…?

—Podría haber una conexión entre el aura que rodea a Radin y la madurez de Eyrhaen. Cuando ella comenzó a tomar placer con los jóvenes muchachos, se empezó a deteriorar.

Nialdlye parpadeó. Difícilmente podía olvidar el alboroto causado quizás hace media década por las atenciones sexuales de Eyrhaen. Savous e Irin habían estado fuera de sí, preguntándose si deberían prohibirle sus acciones o confiar en que ella conocía sus propias necesidades. Todavía se cuestionaban su decisión de seguir la segunda. Dada la distracción, era de extrañar que Nialdlye no hubiera hecho la conexión entre los cambios de Radin.

— ¿Crees que estén conectados?

—No me di cuenta al principio, pero tengo los registros.

Los dos eventos coinciden vagamente.

Nialdlye le miró fijamente. Las noticias no la hacían feliz. Pero no era para tanto. Mucho de lo que había en el corazón de lo que un raedjour era, estaba basado en el sexo.

— ¿Entonces crees que ella tiene la clave para despertarlo? —Había un consenso general entre aquellos que estaban al tanto de que, cuando el aura desapareciera, Radin podría despertar. O al menos, esa era la esperanza. Nalfien había postulado

una pocas, pero menos atractivas teorías en las cuales Nialdlye no quería entretenerse.

—Quizás.

Asintió, haciendo todo lo posible por calmar el malestar en su vientre. No es que pudiera hacer mucho. Él probablemente había percibido su malestar. No podría evitarlo. ¿Qué podría Eyrhaen tener que hacer con Radin para…? Tomó aire, temblando mentalmente.

— ¿Qué es lo que me estás diciendo? Él alisó la solapa de su traje.

—Hay otra teoría. Tú diste a luz a tu hija más o menos al mismo tiempo.

— ¿Entonces podría no ser Eyrhaen? ¿Podría ser yo? —Eso la hizo sentirse mejor.

—Podría ser cualquiera. O ambas —Se encogió de hombros—. O en verdad, ninguna. Simplemente no tenemos manera de saberlo. Pero hay ciertas anomalías que ocurrieron en su aura que sólo tomaron lugar en tu presencia.

¿Y por qué eso la hizo sentirse feliz?

— ¿Has hablado de esto con alguien más?

—Hyle. Pero tiene otros problemas en la mente —En efecto. Hyle era un hechicero fundamental entre los raedjour, y respondía solamente ante el propio Savous. Mucho de su tiempo se lo pasaba tratando de localizar y responder a los ataques al azar de los rebeldes que habían estado plagando la ciudad en los últimos ciclos pasados.

— ¿Qué es lo que quieres de mí?

—Tus ideas. Confío en su juicio sobre estas cosas —Un gran cumplido de Nalfien.

Ella sostuvo una piedrecita debajo de su dedo gordo del pie.

—No sé qué decir.

— ¿Sientes una conexión con Radin?

Más de lo que ella probablemente debería sentir. —Sí.

— ¿Te has aventurado alguna vez en la vetriese?

Al negar con su cabeza un mechón de su cabello cayó sobre su rostro, lo recogió detrás de su oreja.

—No desde que Rikert nació —El miedo al errático portal la había mantenido lejos de la vetriese más de lo que había estado evitando a Radin. No podría sacudirse el miedo de que si alguna vez entraba, quizás no podría encontrar la manera de salir.

— ¿Por qué lo preguntas?

—No puedo evitar pensar que la vetriese está conectada a Radin.

Ella asintió. Era una teoría común, dado que la vetriese tanto se lo había llevado como lo había traído de vuelta. Ella había estado contenta de haber sido parte de éste último evento, incluso si había sido un accidente fruto de una acción desesperada.

— ¿Crees que yo debería… hacerlo? —Preguntó cautelosamente.

—No. Todavía no. Simplemente estoy reuniendo los hechos.

Sentir su mano en su hombro la sorprendió y miró hacia arriba. La mirada en sus ojos era amable.

—Me gustaría sentarme a tu lado la próxima vez que estés con Radin, ¿me lo permites?

—Por supuesto. Cualquier cosa que necesites. Tragó saliva—. ¿Podríamos ir ahora?

—El miedo y la emoción lucharon en su vientre.

—No. He hecho demasiadas cosas ya esta noche y temo quedarme dormido —Se puso de pie, animándola a ponerse de pie con él—. ¿Vas a comer con Savous e Irin?

—Sí —Lo hacía la mayoría de las mañanas, al menos con Irin. Savous se les unía cuando podía.

—Bien. Estoy interesado en oír sus opiniones sobre esto.

—Hablaré con ellos.

—Gracias. ¿Puedo verte mañana de nuevo?

Ella asintió. ^

—Por supuesto.

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—Debo dejarte, entonces —Sonriendo, la abrazó y rozó sus labios en su sien. Un toque paternal, muy diferente a cualquier cosa que ella hubiera sentido con cualquier otro hombre entre los raedjour. Pero Nalfien era el único hombre mayor con el que había pasado algo de tiempo, y era el más viejo de todos, por lo menos un siglo—. Gracias por haber hablado conmigo.

—No ha sido nada.

Se quedó en el lugar que estaba, mirando su espalda a la luz rosa y naranja. ¿Estaba ^ en lo cierto? ¿Podría Eyrhaen despertar a Radin? Y si era así, ¿que significaría? |

Por primera vez desde que vivía entre ellos, por primera vez de verdad, sintió los primeros indicios de celos por lo que otra mujer pudiera significar para un hombre.

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