Despertar

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—Hmm, no me importaría que se arrodillase, aunque mis pensamientos no están precisamente en mi calzado —confesó, arrancando una carcajada a Lizard—. Y sí, agradecería el cambio. Para nada busco a alguien como tú, que no se calla nunca. La boca está para algo más y espero que mi hermano te lo enseñe…

—¡Joder Xin! —exclamó Kun—. Te estás pasando, deja de ser tan vulgar.

—No te preocupes por mí —añadió Kirsten en su propia defensa—. Tu hermano se cree que soy una dulce flor que se amedrantará por sus soeces comentarios o me ruborizaré cuando haga alguna alusión a los genitales masculinos, pero de eso nada, Xin, madura de una vez.

—Supongo que el encuentro con Nathrach te ha cambiado. Ahora que lo recuerdo… tus mejillas no se encendieron cuando me viste desnudo. Seguro que te quedaste impresionada por mi hombría.

—Vale ya, dejémoslo —le interrumpió la chica—. Desde que Nathrach me agredió no puedo pensar con mucha gentileza sobre los hombres, mucho menos de vuestra “hombría” pues para mí ahora mismo solo es sinónimo de algo que me puede hacer mucho daño…—y durante un instante se detuvo. La confianza que tenía con Xin y las estúpidas conversaciones en las que se veían involucradas en muchas ocasiones, la habían vuelto imprudente. Tanto como para hablar cerca de Lizard y Daksha sobre Nathrach.

—Deberías ser más cautelosos. Hasta ahora no lo habías hecho nada mal, pero ya te has descubierto. Kirsten, sabemos que eres la hija del inmortal —confesó Lizard.

—A decir verdad —añadió Daksha—. Lo supimos desde un principio, solo esperábamos que lo confesarais.

Al instante, Kun y Xin reaccionaron y colocaron a la chica tras ellos.

—¡Tranquilos, dragoncitos! —exclamó Lizard—. Seguimos siendo vuestros compañeros. No pensamos entregar a la chica a su padre. Al igual que vosotros, la protegeremos.

—No dejaremos que vivas un destino tan cruel —le animó Daksha.

—Pero…él es mi padre.

—¿Y qué importan los orígenes? —inquirió Lizard—. Yo soy hijo de una ramera y un lizman y eso no significa nada para mí. Yo marco quien soy con mis actos, nena, yo elijo quien quiero ser. Y tú debes hacer lo mismo. Que seas hija de ese hombre no tiene por qué marcar en nada como eres, ni ser malvada. Y aquí mi amigo Daksha, posiblemente fue fruto de una alocada orgia entre tigresas y lobos azules, unas tribus de las que ya te hablaré en otro momento. Y míralo, no verás a nadie más sensato y cuerdo como él.

A sus palabras, Daksha asentía serio y con los brazos cruzados.

—Ahora que tu identidad ya ha quedado al descubierto, relajaos —les aconsejó Daksha—. Y espero que nos contéis que sucedió en los fosos y porque ella ha estado durmiendo durante horas.

Tras unos segundos de meditación que a Kun y Xin se les hizo eterno, ambos llegaron a la misma conclusión. No confiaban al cien por cien en ellos, pero estaban agradecidos por no tener que ocultarse más.

Caminaron hasta el atardecer, donde Kun informó a Daksha sobre Kirsten y lo ocurrido. El curandero prometió que en cuanto acampasen, realizaría una pócima especial para ella que le devolvería las fuerzas desgastadas. Al día siguiente ya llegarían a Flor de Loto y no estaba de más contar con todas las fuerzas posibles.

Y finalmente volvieron a acampar. Mientras Lizard preparaba la cena, Xin estaba sentado frente al fuego, con la mirada perdida en el colgante de flor que tiempo atrás le entregó Niara. Kun permanecía alejado; concentrado y en silencio, intentando conjurar el hechizo que levantaría la cúpula alrededor de ellos. Y Kirsten hacía compañía a Daksha, quien le mostraba algunas plantas que llevaba consigo en una bolsa atada a su cinturón. Algunas llegó a reconocerlas del libro que Clay le había entregado y junto a Daksha preparó un brebaje que no solo repondría sus fuerzas, sino también las de Kun y Xin.

Más tarde, y tras cenar, volvieron a dividirse. Kun se alejó de los demás, buscando tranquilidad a la hora de invocar el hechizo. Xin siguió frente al fuego, con el colgante de Niara entre sus manos, mientras que Daksha también estaba apartado del grupo, observando el contenido de su zurrón. Lizard permanecía recostado sobre la hoguera, aparentemente descansando. Y Kirsten vagaba de un lado a otro, con la espada en mano, hasta que se dirigió al Dra´hi.

—Oye Xin…

—No voy a darte clases de lucha —replicó mal humorado, mientras se tumbaba y se cubría con la capa—. Que lo haga tu novio.

—No te iba a pedir clases —refunfuñó—. Kun no es capaz de crear el hechizo. ¡Ayúdale!

—Yo no sé invocarlo. Xinyu solo se lo enseñó a él.

—Olvidaba que eres un niño mimado.

—¡Y tú una frígida! —replicó el Dra´hi molesto.

—Acabas de demostrar tu madurez al burlarte de mis problemas sexuales.

—¡Dejadlo ya! —les interrumpió Lizard—. Nena, tú y yo vamos a practicar con la espada antes de dormir. Y no te preocupes por Kun, Daksha le echará una mano.

A Kirsten le agradó la idea y junto al hombre se separó del fuego, donde comenzó a recibir algunas clases.

***

Daksha tomó de su zurrón el dibujo de Kirsten que Lizard trajo de la ciudad, y con él escondido, caminó hacia Kun. Tomó asiento frente a él, quien suspiró y abrió los ojos.

—Relájate Kun, si no puedes invocar el conjuro, no lo fuerces. Yo lo he intentado durante años y no lo he logrado. Y como ves, Lizard y yo estamos a salvo. Nos protegeremos como a la antigua usanza: haciendo guardia.

—Supongo que tienes razón —dijo Kun, agotado—. Ha sido un día muy largo.

—Quiero que veas algo —añadió tendiéndole el dibujo—. Lizard lo encontró cuando fue en busca de los caballos. Debemos evitar las ciudades, no sé si sabes leer meirilia pero…

—Lo entiendo, ponen que la buscan y la quieren muerta. ¡No lo entiendo! El inmortal la quiere a salvo.

—No ha sido él quien ha distribuido ese material. Ha sido la gente, Kun, la población. Están demasiado asustados por un controlador de fuego, que ahora que saben que hay una chica y conocen los planes que tienen hacia ella, harán lo que sea por exterminarla.

Kun volvió a frotarse los ojos y lanzó una larga mirada a Kirsten, que saltaba eufórica tras haber detenido todos los golpes de Lizard y el hombre la felicitaba.

—Por favor, no le digas nada de esto. Ya está siendo bastante duro asimilar quien es, como para echarle más peso encima.

—Tranquilo, Lizard y yo no diremos nada. Aunque esto puede provocar que nuestro viaje hacia el norte sea algo más incómodo al evitar ciudades.

Kun asintió. Lanzó un amargo suspiro y volvió a pronunciar las palabras del hechizo. Para su buena fortuna, al fin logró conjurarlo colmándolo de paz al saber que estaban protegidos. A pesar de todo, siguió el consejo de Daksha y fue a descansar. El hombre le prometió hacer guardias para que pudiera dormir tranquilo. Y tras despedirse de Kirsten, quien deseaba seguir con la espada un poco más, durmió cerca de la hoguera. No despertó hasta horas más tarde, con la chica dormida junto a él y sus pequeñas manos cerradas en su camisa. Sonrió y tras cubrirlos a ambos con las capas, descansó tranquilo.

***

Cuando las primeras luces del alba ya les acompañaba, el grupo se puso en marcha. En la lejanía divisaban las claras y agitadas aguas del océano, y el corazón de Xin comenzó a palpitar con fuerza. Niara estaba cerca y pronto llegaron a distinguir la extraña estructura semioculta en un cráter. Cuando apenas les separaban diez metros, les sorprendió que nadie velara los alrededores. Todo estaba desierto y eso no les gustó nada, pero aun así caminaron hacia el lugar.

El agua cubría prácticamente toda la edificación y únicamente dos torres se mantenían a salvo del océano; Xin esperaba que una de ellas fuera la que ocupaba Niara. Nervioso se lanzó al agua sin pensarlo dos veces.

El gesto de su hermano cogió desprevenido a Kun, que, impaciente, esperó hasta que lo vio salir a la superficie y nadar en dirección a una de las torres, inquieto Kun se dirigió a Daksha y Lizard.

—Ciudad de ella. Voy a echarle una mano.

Los hombres asintieron; el Dra´hi se lanzó al océano y siguió los mismos pasos que Xin.

Cautelosos, Lizard y Daksha se movían de un lado para otro con las armas preparadas. Hasta hacía muy poco toda esa zona estaba poblada de los hombres de Juraknar y ahora no quedaba nada y eso no les gustaba.

Pero de repente sus pensamientos se vieron interrumpidos por un fuerte aleteo. Los tres se quedaron consternados por el gran dragón que avanzaba hacia ellos.

***

Niara tenía tanto frío que no podía dejar de temblar. El castañeteo de sus propios dientes había conseguido despertarla, y a pesar de estar dolorida y cansada, se veía incapaz de volver conciliar el sueño. Su ropa se había secado, pero estaba helada; era incapaz de levantarse y volver a encender el fuego de la chimenea.

Volvió a cerrar los ojos al notar que la habitación le daba vueltas, pero un fuerte estruendo la obligó a abrirlos y se incorporó, intentando averiguar de dónde provenía. Escuchó otro golpe más y fue entonces cuando observó que el diván que había arrastrado para tapar la trampilla por la que subió a la biblioteca, dejando atrás a un oculto, estaba siendo golpeado. Se puso en pie y comenzó a arrastrar el sofá hasta la trampilla, pero era demasiado tarde. El mueble salió despedido y pronto observó unas manos negras y peludas.

***

El agua estaba helada y Xin sentía todos sus músculos agarrotados. Nadó hasta una de las terrazas y allí, de una patada derribó los ventanales. Estaba vacía. Era un enorme salón, con varios muebles cubiertos con sábanas. Maldijo y miró a la pulsera en forma de flor. Brillaba incluso más intensamente que hacía un rato. Niara estaba cerca y viva, por lo que salió a inspeccionar la zona, y no muy lejos descubrió otra terraza. Saltó al agua y nadó hacia ella, alarmado al ver una luz roja en su interior. Entonces recordó que estaba siendo perseguida por un oculto.

***

Daksha cargó tres flechas en su arco y las lanzó directa a los ojos del dragón. Solo una de ellas acercó, incrustándose en una de las cavilares oculares. Tal impacto provocó que el animal cayera el suelo, momento en el que intervino Lizard presumiendo de su agilidad como mata-dragones.

El hombre se lanzó contra la bestia e incrustó su espada en el vientre del animal, provocándole un ensordecedor grito, para a continuación subir por su lomo donde le asestó una estocada en la columna.

Kirsten no tuvo más que darle la razón. Era todo un experto matando a tales bestias, pero la admiración por el hombre se interrumpió cuando a su espalda sintió una gélida corriente. Al girarse observó como un vórtice se abría y de él surgía Juraknar.

Durante un instante todo el cuerpo de la chica tembló. Pero se obligó a no tenerle miedo. Si estaba allí era para llevarla junto a él y debía impedirlo con todas sus fuerzas. Y recordando las clases de Xinyu, pensó en todo aquello que deseaba hacer y controlar. Y su furia se manifestó como dos esferas de fuego en sus manos, que lanzó sin cavilar. Tal impacto pilló de improviso al inmortal, que no evitó los proyectiles y acabó tirado en el suelo.

Kirsten volvió a actuar, en esta ocasión con espada en mano mientras una aureola anaranjada flotaba su alrededor. Y cuando su padre se puso en pie, le atacó con la espada, a la altura de la axila, donde Lizard le había asegurado que la armadura no le protegía. Y en efecto tenía razón, pues el corte provocó que la sangre manase con fuerza. Mas los deseos de la chica no quedaron ahí: recordó cada segundo en la torre del castillo, cada caricia de Nathrach, cada golpe y el sentimiento de impotencia que la inundaba y que él estaba allí para que el Ser´hi hiciera eso mismo cada día todas las veces que quisiera. Y su rabia se manifestó con la plenitud del fuego; el aura que la rodeaba se convirtió en un dragón de llamas que tras atravesar a su creadora sin causarle el más mínimo daño, se lanzó contra Juraknar lanzándolo al suelo causándole graves quemaduras.

Más la magnitud de Kirsten no quedó en eso. El ente de fuego siguió volando hasta alcanzar una gran altura donde Lizard, Daksha y Kirsten contemplaron como el animal cambiaba y se trasformaba en un bello fénix, que tras lanzar un canto victorioso, se catapultó contra el inmortal.

***

La imponente figura del oculto aterrorizaba a Niara. Solo les separaba el diván y el sofá. Tenía que evitar que la atacara o se convertiría en uno de ellos. Corrió hacia la derecha para saltar por encima del sofá, pero el oculto se antepuso a sus movimientos y la esperó. Se fue hacia la izquierda, pero volvió a aparecer la bestia, y sabía que no tardaría en lanzarse sobre ella para devorarla; solo estaba jugando antes de clavarle las mandíbulas. Con un grito de rabia, tomó varios ejemplares de las estanterías y comenzó a lanzárselo. De la chimenea cogió un enorme jarrón de porcelana y lo estrelló contra la cabeza, provocando que cayera al suelo. Saltó por encima del sofá, pero la mano de la bestia la agarró por el tobillo y cayó al suelo. Con su pierna libre lo golpeó en la cara, logrando que la soltara, y tras ponerse en pie salió a la terraza donde la imagen de un chico ocupó su campo de visión. Era Xin y como prometió, había venido a ayudarla.

Sin poder controlar sus temblores, se lanzó a sus brazos. Xin la estrechó sin apartar la imagen del oculto. Se disponía a usar su inexperto poder, pero no hizo falta: el ser salió a la terraza donde se desintegró debido a la luz del día.

—¿Te ha tocado? —preguntó Xin.

—El tobillo... —respondió en un casi inaudible tartamudeo.

Xin la obligó a tumbarse y le levantó la ropa hasta las caderas, provocando que la chica se ruborizara. Eso le hizo pensar que, al haberse criado en otra época, quizá podía interpretar erróneamente su gesto.

—¡Perdona! —le dijo, y le bajó la ropa hasta sus rodillas.

Comprobó que no tenía ni un solo rasguño. La ayudó a ponerse en pie y la llevó hasta la baranda. Tenían que salir de allí y rápido. Niara parecía sufrir hipotermia y entonces observó que Kun también estaba en el agua y tras tenderle la mano, le ayudó a subir.

—Ahora solo tenemos que encontrar una manera de llegar arriba —añadió Xin.

***

Tanto Daksha como Lizard se habían quedado sin palabras por lo sucedido. E impacientes esperaban que el humo que el fénix había provocado al estrellarse contra Juraknar se disipara y dejase ver qué había quedado de él.

¿Era posible que su hija lo hubiera matado?

***

Vacilante y con espada en mano, Kirsten aguardaba conocer el desenlace de su enfrentamiento con su padre. Pero de la nube de humo surgió una esfera eléctrica que la golpeó en el pecho y la lanzó por los aires para acabar cayendo en el suelo. Al mirar atrás vio a Juraknar caminar hacia ella: tenía el rostro quemado y también sus manos, donde en una de estas lucía un látigo creado de flameantes llamas.

—¡Sucia bastarda! —gritó agitando el arma y Kirsten no evitó el primer latigazo en su espalda—. Te advertí sobre enfurecerme, sobre dañarme y faltarme el respeto. ¡Te pedí obediencia! —gritó, asestando de nuevo dos golpes que arrancaron fuertes gritos a la chica. Estaba preparando el arma de nuevo, cuando Lizard apareció corriendo, tomó a Kirsten de la cintura y ambos se lanzaron al agua.

***

A Kun les sorprendió ver que Lizard con Kirsten saltaban al agua y le asustó que el hombre tuviera que ayudar a la chica a nadar hasta donde estaban ellos. Ya en la cercanía observó la espalda ensangrentada de Kirsty.

—El inmortal está arriba —explicó Lizard—. Y créeme, está furioso. Ella le ha dado una gran paliza, pero esto se va a poner feo —observó al ver algunos dragones sobrevolar los restos del castillo.

—¡Kirsten! —dijo Kun tomando su rostro entre sus manos. La chica estaba en shock y temblaba de dolor—. Escucha, ahora tienes que ser fuerte. Mira a los dragones. En ti tiene que estar dominarlos. A ti también te deben obedecer. Haz llamar a uno y que os saque de aquí. Yo me encargaré de tu padre.

—¡Es muy peligroso! —le advirtió Lizard, observando al muchacho subido en la baranda de la terraza—. Puede que te equivoques.

—No, confió en ella y sé que esas bestias la obedecerán. Salid de aquí, yo me encargo del inmortal.

Ni Xin, ni nadie más tuvo tiempo de preguntar cómo se iba a encargar de Juraknar, pues se lanzó al agua de inmediato.

—¡Es su hija! ¡Es su hija! —exclamó Niara abrumada. A poca distancia Kirsten había conseguido reaccionar; había bajado su camisa unos centímetros y con rapidez quitado los vendajes que cubrían su marca, mostrando a todos los presentes el dragón que lucía su pecho—. Hay que acabar con ella.

Con sorpresa Xin observó cómo pequeñas rocas flotaban alrededor de la mano de Niara, adquiriendo cada vez más tamaño, hasta formar una lanza. Y antes de que la usase, acorraló a la dama contra la pared.

—Es de los nuestros, Niara, ella es de los nuestros. Lucha por nuestra causa. Aunque sea hija del inmortal hace todo cuanto está en su mano por matarlo. Así que baja tu arma, por favor.

Pero la sorpresa dominó a la dama cuando un gran dragón de escamas rojizas se detuvo frente a ellos. Todos observaron como la bestia se mostraba benevolente con Kirsten, quien acariciaba su hocico. Y tras ver que ella también tenía una conexión con los dragones el grupo emprendió el vuelo.

Y desde el aire observaron como Kun iba a enfrentarse a Juraknar. El agua que tenía sumergido el castillo, se agitaba con violencia en un gran círculo que de repente levantó una gran ola que se alzó varios metros. Sobre esta iba Kun y cuando todos reaccionaron ante la sorpresa contemplaron que el agua formaba un dragón oriental, el cual se estaba levantando del cráter y hacía cara a Juraknar.

En la cabeza de la criatura creada por el agua, observaron a su jinete: Kun.

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A pesar de lo embriagadores que resultaban los cantos de las sirhad y lo fácil que sería rendirse a sus cantos, a la magia que desprendían sus palabras, las cuales colmaban de paz y sosiego, Nathair no se rindió. Estaba dolido; se sentía traicionado y lanzó una larga mirada a Aileen.

—¡No soy Nathrach! —exclamó—. No lo soy. ¿Qué tengo que hacer para demostrártelo? No soy como mi hermano. No hago daño a nadie; te he demostrado que puedes confiar en mí, Aileen, lo he hecho. Me estoy jugando la vida por ti; te he sacado del castillo y he mentido a Juraknar. Está tras tu pista; me preguntó cómo eran tus orejas y le dije que humanas. ¡Me estoy sacrificando mucho! —confesó dolido—. Y tú me traes frente a estos monstruos para volver a ponerme a prueba y yo… estoy cansado, agotado de luchar. No soy como mi hermano.

—¡Nathair! —susurró la princesa, dolida por el desconsuelo de las palabras del chico—. Lo siento. No debí hacerlo… no es que no crea en ti, me cuesta confiar en otros hombres.

—Da igual —murmuró agotado. Le dio la espada y siguió caminando—. Lucho por encontrar la paz y me marcho al pilar para descubrir qué es lo que oculta.

La ninfa se interpuso en su camino y rodeó el rostro del chico entre sus manos. Aún estaba febril y débil, aunque lo que más le dolió fue ver la mirada de desconsuelo en sus preciosos ojos azules.

Entonces se puso de puntillas y besó al muchacho. El gesto pilló de sorpresa al Ser´hi y gratamente disfrutó del contacto. Los labios de Aileen eran cálidos, suaves y una sensación de calidez rodeaba todo su cuerpo, pues lo que el muchacho ignoraba es que la princesa estaba utilizando parte de su magia con él, revitalizando su cuerpo en todo lo posible con tal de acabar con la fiebre que azotaba a Nathair.

—¡Jóvenes! —exclamó Naev—. Sois unos inconscientes.

Sin añadir más, caminó hacia Nathair. Lo cogió del brazo y, con Aileen detrás, comenzaron a caminar por la costa, seguidos por unas desconcertadas sirhad que no apartaban la mirada del encapuchado.

—¡Las sirhad no te afectan! —exclamó Nathair sorprendido—. Maestro, debes de querer mucho a alguien para que esas bellezas no te hagan perder la cabeza.

La risa de Naev alegró a los dos jóvenes, que nunca le habían oído reír, en especial a Nathair, que había estado a su lado gran parte de su vida.

—Mi querido alumno, creo que tú también has escapado a su control. Al parecer tu atracción por cierta ninfa es tan grande que las sirhad no te afectan en absoluto.

El rostro de Nathair se ruborizó y fue incapaz de mirar a Aileen, quien había encontrado sentido a las palabras del encapuchado. Corrió junto a Nathair y entrelazó su mano con la de él, quien la miró sorprendido por tal gesto, y mucho más al dedicarle una sonrisa.

El encapuchado los guío por la playa con la mirada fija en las lejanas y puntiagudas rocas que se apreciaban en la distancia, hasta que, conforme fueron avanzando, estas se volvieron más cercanas y se internaron en ellas. Olía a agua salada. Eran frías y húmedas, y el suelo estaba lleno de moho, pero sería el lugar perfecto para resguardarse.

—Por favor, Aileen —pidió Naev—. Al fondo de esta caverna encontrarás varias ramas secas; tráelas, vamos a calentar agua.

La ninfa asintió y se perdió por la cueva, en la que tan solo se oía un pequeño goteo. Otro ataque de tos volvió a irrumpir en el silencio y el encapuchado tomó asiento frente a su alumno, que se preguntaba por qué habría querido alejar a la chica de allí, pues había ramas suficientes.

—Nathrach está en el bosque.

—Lo sé.

—Se ha encontrado con Dharani.

—¡Genial! —exclamó molesto—. No tengo bastante con Nathrach como para que esa arpía se le una a mi hermano. Saben que hemos salido de la cabaña, ¿verdad?

—Sí.

—Tendré que despistarlos. Estoy algo desorientando. ¿Cuándo es la próxima noche de Oculta?

—Exceptuando hoy, habrás de contar seis noches para que comience su ciclo.

—Permaneceremos aquí hasta entonces, escondidos. Mi hermano no se acercará a la costa, y supongo que si se ha unido con la ninfa esperarán a que nos adentremos en el bosque.

—¡Eres muy perspicaz! Tienes razón. Y no tienes por qué preocuparte por la lanza y Aileen, tu hermano lo desconoce todo.

—¿Puedes permanecer aquí hasta que me encuentre mejor?

—Solo unos días, otros asuntos requieren mi presencia

—Mientras que permanezcas junto a nosotros quiero que le des clases de lucha, de armas, de todo cuanto conozcas sobre defensa, a Aileen. Consigue que pueda defenderse por sí misma, conviértete en su maestro. Y nada de tratarla con delicadeza. Tienes pocos días para hacer de ella una persona diferente. Lo haría yo, pero casi no puedo moverme. Por favor, Naev, nunca te he pedido nada.

—En pocos días convertiré a la princesa en otra persona, siempre que ella acepte.

Ambos miraron al fondo de la cueva y vieron volver a Aileen cargando con un haz de ramas, casi oculta tras ellas. Las dejó caer sobre el suelo y miró a Naev. Ella no veía ningún caldero en el que calentar agua, aunque supuso que lo acabaría trayendo. Tomó asiento frente a dos hombres y se dispuso a escuchar. Le explicaron sus planes respecto a ella, a su defensa. Ambos conocían su rango, princesa, y que por esta razón se había mantenido alejada de las armas. Pero dadas las circunstancias, no tenía más remedio que aprender a usarlas.

La joven aceptó con entusiasmo y esperó las indicaciones de Naev, que volvió a desaparecer, como era costumbre en él.

La ninfa, nerviosa, tomó asiento junto a Nathair, hablando deprisa y nerviosa sobre las cosas que podía llegar a enseñarle quien ahora era también su maestro. El mago no tardó en acudir con un cazo negro en sus manos y un zurrón enorme que Aileen no sabía que contendría. Puso a calentar agua y alejó del fuego a la joven. Le entregó una barra de metal, que le parecía demasiado pesada, y ella le miró, pero este se movió demasiado rápido, golpeó la vara que ella sostenía y la lanzó lejos, provocando un grito de sorpresa en la joven. Los hombres suspiraron, sabiendo que iban a tener que trabajar muy duro con ella.

Los días transcurrieron y Nathair temía que llegara la fecha esperada. No había contado nada de su plan, pero pretendía escapar del lugar y del bosque con la invasión de los ocultos en aquellas tierras. Su maestro se lo impediría, pero era la única forma de no encontrarse ni con su hermano ni con la ninfa. Con la Oculta reinando en los cielos, no serían tan estúpidos como para salir de su escondite. Ahora solo esperaba que Aileen aceptase su plan.

Miró por encima del hombro y la vio enfrentarse con ahínco contra Naev. Había mejorado en los pocos días que llevaban entrenando y Aileen no lo sabía, pero su maestro iba a entregarle un arma —él mismo desconocía cuál sería— y estaba seguro de que eso animaría a la ninfa.

Desde su llegada, ninguno de los dos había vuelto a hablar de lo sucedido delante de las sirhad, ambos estaban de acuerdo en evitar el tema. Dando un suspiro, se giró y, sin molestar a su maestro ni a Aileen, se deslizó por los oscuros túneles hasta que encontró un pequeño embalse producido por el agua que se escurría entre las rocas. Se privó de sus ropas y se deslizó en las frías aguas. A pesar de que ya estaba mejor, aún su cuerpo ardía en ocasiones debido a las altas fiebres que le habían producido las mordeduras de los Deppho. Se permitió relajarse un rato, escuchando de fondo el sonido de los aceros entrechocando. De pronto este cesó y enseguida descubrió a Naev observándolo atentamente.

—¿Ya habéis terminado por hoy?

—He de marcharme, Nathair. Me gustaría quedarme otro días más, pero me va a ser imposible.

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