Despertar

Despertar


Capítulo 9

Página 12 de 47

C

a

p

í

t

u

l

o

9

La comida consistió en rollos de verdura, ensalada y agua mineral. Al parecer, elección de Tori. Rae me dedicó un educado saludo y ni una palabra más. Al menos estableció contacto visual, lo cual fue más de lo que puedo decir de Tori.

Estábamos terminando cuando el doctor Davidoff entró.

—Pido disculpas por la interrupción, chicas —dijo—, pero necesito hablar con Chloe.

Me levanté.

—Pues claro, ¿dónde…?

—Aquí está bien.

Se tomó su tiempo para acomodarse en una silla. Me corría el sudor por la nuca, como a un niño castigado en clase a ponerse cara a la pared.

—Agradecemos la ayuda que nos has prestado para encontrar a Simon, Chloe. Chicas, como ya sabéis, estamos muy preocupados.

—Seguro —dijo Rae—. Necesita esa medicina. Si tuviese alguna idea de dónde encontrarlo, se lo diría…

Se detuvo y me miró. Tori hizo lo mismo, y entonces comprendí por qué no me estaban echando el sermón en privado.

—Le di esa lista de lugares —me apresuré a decir—. Es todo lo que tengo.

—No estaban allí, Chloe —replicó el doctor Davidoff—. Así que vamos a reconsiderar tu oferta. Esta tarde nos gustaría llevarte a buscarlos con nosotros.

¿Y ese estallido que oí en mi mente? El choque de tópicos. En primer lugar: A caballo regalado no le mires el diente. Y, en segundo: Si algo es demasiado bueno para ser cierto, seguramente lo es. Había mentido y engañado tanto durante los últimos días que no iba a mirar la dentadura al caballo… Lo iba a examinar desde el morro hasta la cola.

—Quiere que vaya con ustedes…

—Sí, y, con un poco de suerte, los chicos te verán y saldrán. Sólo hay un problema.

Vaya, sabía que iba a tener «montones» de problemas con semejante escenario.

—Esos sitios que nos indicaste no parecen ser los correctos —señaló—. Los chicos son inteligentes, y su padre les enseñó bien. Ellos escogerían un lugar secreto o uno público y concurrido, y los que nos diste no son ninguna de las dos cosas. Creemos que podría haber uno que se te olvidó mencionar —hizo una pausa, buscando mis ojos con su mirada—. Si no lo hubiese, entonces no veo el motivo para llevarte con nosotros.

¿Y esa segunda explosión? El del segundo zapato al caer. El doctor Davidoff sabía por qué deseaba ir con ellos y había decidido seguirme la corriente. ¿Osaría yo seguir con mi propio juego?

—Vamos, Chloe —susurró Rae.

—Será mejor que no creas estar protegiéndolos manteniendo la boca cerrada —dijo Tori—. Simon está enfermo, Chloe. Si muere, espero que te atormente hasta…

—Ya basta, Tori —la atajó el doctor Davidoff.

—Yo… Puede que tenga otra idea —dije.

Ay, Dios mío, sería mejor que tuviese otra idea. No obstante, por mucho que me esforzase pensando, iba a necesitar tiempo para que se me ocurriese algo bueno; y no iba a disponer de ese tiempo. Así que anduve dando tumbos a través de una paupérrima historia acerca de Derek y yo corriendo por el patio de la fábrica hasta encontrar un lugar donde escondernos. Quizá fuera eso a lo que se refería él como nuestro punto de reunión. Sólo que estaba oscuro y habíamos corrido a través de tantos edificios que no estaba segura del lugar exacto donde nos habíamos escondido, pero lo reconocería si volviese a verlo.

El doctor Davidoff sonrió y me preparé para que me llamara a acompañarlo, pero se limitó a decir:

—Entonces, sería bueno que vinieses con nosotros, ¿verdad?

—Y yo —dijo Tori—. Apenas he salido de mi habitación desde que llegamos aquí, y no he salido fuera desde que Chloe llegó a la Residencia Lyle. Yo también quiero ir.

—No es un paseo por el campo —murmuró Rae.

—Tu ayuda, aunque preciosa para nosotros, no será necesaria —aseveró el doctor Davidoff.

—¿Usted cree que quiero ayudar? Sí, claro, echaré un vistazo por el bien de Simon. Pero lo que necesito es ir de compras.

—¿Ir de compras? —El doctor Davidoff se quedó mirándola con la sensación de que había oído mal. Todos lo hicimos.

—¿Sabe cuánto tiempo ha pasado desde que me puse algo nuevo? Estamos en primavera y todo lo que tengo es del año pasado.

—La gran tragedia. Que alguien llame a Amnistía Internacional —Rae miró a Tori—. Sobrevivirás. Estoy segura de que todo aún te queda bien.

—Que es más de lo que podemos decir de tu guardarropa. ¿Quieres otro rollito, Rae? Hasta ahora sólo te has comido dos.

Rae levantó su mano con los dedos extendidos haciaTori.

—Reina Victoria, ¿os placería una quemadura de tercer grado? Hasta ahora sólo las habéis sufrido de primero.

—Chicas, ya es suficiente. Victoria…

—Y, además, cuando mi madre me encerró en la Residencia Lyle hizo un trato conmigo. Si me ponía mejor, me compraría un ordenador portátil nuevo. El mejor del mercado.

—¿Para qué? —preguntó Rae—. ¿Para poder chatear más rápido con tus amigos?

—No, para que pueda trabajar en mi proyecto de presentación para el campus de programas en el MIT.

Rae rió y Tori la fulminó con la mirada. ¿Tori era una friki de los ordenadores? Intenté imaginármela, pero mi capacidad de fantasía no era tan buena.

Tori se dirigió al doctor Davidoff.

—Evidentemente, no puedo ponerme mejor y mi madre lo sabía cuando hizo esa promesa. Así que me debe un ordenador portátil.

El doctor Davidoff frunció el ceño como si intentase seguir el hilo de su lógica. Después sacudió la cabeza.

—De acuerdo, Victoria. Te pediremos…

—Sé lo que necesito y lo escogeré en persona.

El doctor Davidoff se levantó.

—Como gustes. Mañana iremos…

—Hoy. Y también quiero un armario lleno con ropa de temporada.

—Muy bien, le pediré a alguien que te lleve…

—¿Cree que voy a dejar que alguna inútil de mediana edad me ayude a escoger mi ropa? Iré hoy para que Chloe pueda darme una segunda opinión.

—¿Quieres que Chloe te ayude a comprar ropa? —preguntó incrédula Rae.

—Bueno, de lo que estoy segura es de que a ti no te quiero, chica del monopatín. Puede que Chloe sea una perdedora, pero una perdedora con dinero, y alguien le ha enseñado a tener un mínimo de sentido de lo que se lleva.

—No, Victoria —terció el doctor Davidoff—. Tú no vas a…

Ella caminó hasta él, se puso de puntillas y le susurró algo al oído. Cierta expresión atravesó su rostro, una que por una parte era sobresalto y por otra puro terror.

—Comprendo —dijo—. Sí, ahora que lo pienso, quizá puedas ayudarnos a encontrar a los chicos.

—Eso pensaba yo.

Y después regresó a su silla con aire despreocupado. ¿Extorsión? Dos semanas antes me hubiese horrorizado, pero entonces estaba impresionada.

* * *

Era la clásica situación cinematográfica. Nuestro héroe se encuentra atrapado en una maraña de encierros, conspiraciones y ardides hasta que al final sale libre… Para acabar encontrándose a muchos kilómetros de cualquier lugar civilizado y sin saber cómo regresar a casa. Del mismo modo, mi estratagema para, digamos, ayudar a Simon había dado resultado y yo, en ese momento, sólo tenía una ligera idea de cómo emplear tal oportunidad.

Por otro lado, el doctor Davidoff no me había dado tiempo para urdir mi siguiente movimiento. Llamó a Sue y les dijo a los demás que se reuniesen con nosotros en la puerta principal. Le pedí hacer una breve pausa en mi habitación para coger alguna prenda de más abrigo, pero me dijo que ya la recogerían por mí. Tuve sentido de previsión suficiente para indicar qué sudadera quería… La verde de Gap; la de Liz.

Mientras Tori y yo esperábamos en la entrada con Sue, sentí una familiar corriente de aire cálido haciéndome cosquillas en la nuca.

—¿Te vas sin decirme adiós? —susurró el semidemonio a mi oído—. ¿Y vas a dejarme aquí encerrada después de todo lo que he hecho por ti?

No había amenaza en su voz, sino sólo un tono burlón.

—Lo siento —respondí de modo automático.

—¿Una disculpa? Ay, mi bien, mi muy bien educada niña. No tienes por qué disculparte. No esperaba que me liberases ahora. Regresarás cuando estés preparada y, cuando lo estés, yo estaré esperando.

—¿Chicas? —dijo el doctor Davidoff, caminando hacia nosotras con paso resuelto—. Nuestro coche ha llegado.

Mientras lo seguíamos fuera, la brisa de aire cálido me alborotó el pelo.

—Adiós, niña. Y haz el favor de tener cuidado, tú y tu pequeña caterva de monstruos y lanzadores de hechizos. Mantén esos poderes tuyos bajo control; odiaría que el apocalipsis comenzase sin mí.

Ir a la siguiente página

Report Page