Despertar

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Capítulo 25

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Me despertó el olor a huevos con salchichas y cerré los ojos con fuerza para saborear el sueño, sabiendo que al abrirlos tendría suerte si conseguía una manzana mareada y una barrita energética.

—¡Vamos, arriba y a espabilarse!

Una bolsa de papel crujió. Una vaharada de vapor con aroma a salchichas me golpeó en la cara y abrí los ojos para ver a Simon sujetando frente a mí una conocida bolsa de comida para llevar.

—¿De McDonald’s?

—Chist.

Simon señaló a Tori, todavía roncando junto a mí, y después se retiró silencioso de la plataforma de reparto haciéndome un gesto para que lo siguiese.

Me llevó a un callejón donde colgaba la escalera de mano de una salida de incendios, y después me subió a ella. Trepamos hasta la cima de un edificio de tres plantas.

Caminé hasta el borde y oteé. Había un parque hacia el este, brillante de rocío, con el sol aún elevándose tras él tiñendo el cielo de rosa.

—Bonito, ¿eh? —dijo Simon—. El parque no estaba tan vacío anoche, o hubiésemos dormido allí —posó la bolsa y las bebidas sobre el suelo de la azotea—. Entonces, ¿está bien para desayunar? ¿Aquí arriba?

Volví a contemplar la vista. Después de la noche pasada, aquel lugar era mejor que el desayuno más fantástico en el más fantástico de los restaurantes. Eso podría ser la cosa más considerada que nunca habían hecho por mí.

—Es perfecto —contesté—. Gracias.

—Bien. Si no lo fuese habría culpado a Derek.

—¿A Derek?

—Propuso que subiésemos aquí y me ayudó a bajar la escalera. Aunque lo del desayuno fue idea mía. Anoche vimos un McDonald’s y pensé que podría gustarte tener un desayuno sin discusiones.

¿Derek escogió el lugar? ¿Había confiado en que deslumbrase el sol de la mañana y me despeñase?

—¿Panqueque o salchicha McMuffin? —preguntó Simon, mientras me acomodaba en la azotea.

—¿Cuál quieres tú?

—Yo ya tengo el mío —levantó un bocadillo envuelto—. Pensé en comprarte las dos, porque cualquier cosa que no te apetezca se la comerá Derek. Nada se echa a perder con él rondando por ahí.

Cogí la McMuffin.

Levantó dos tazas.

—¿Zumo de naranja o batido de fresa?

—Creí que no podías beber batidos por la mañana.

Mostró una ancha sonrisa.

—Sí puedo.

Su sonrisa se amplió cuando cogí el batido.

—Pensé que ése podría gustarte.

—Gracias. Esto —señalé a la comida y el lugar—, esto es verdaderamente agradable.

—Y bien merecido después de esa asquerosa noche que pasaste. Por cierto, tienes un corte en la mejilla. Luego deberíamos limpiarte eso. Sé que Derek te dio caña anoche; y más de una vez.

—No pasa nada.

—Sí, sí pasa. ¿Atacarte por levantar al zombi? Eso ya es pasarse de la raya, incluso para Derek. Ha estado…

—¿Más malhumorado de lo habitual?

—Eso es. Creo que es porque se transforma, o porque no puede transformarse; pero eso no es excusa para descargar contigo, no después de lo que hiciste por él.

Me encogí de hombros, y bebí un largo trago de mi batido.

—Sobre eso que hiciste aquella noche, lo de quedarte mientras Derek intentaba transformarse… —Simon negó con la cabeza—. No sé cómo mantienes la calma. Encontrarlo así cuando ni siquiera sabías que era un hombre lobo.

—Me lo imaginé.

Simon le dio un mordisco a su bocadillo y comenzó a masticarlo, contemplando el cielo antes de decir:

—Quise decírtelo, sobre todo después de que te obligase a reconocer que ves fantasmas. Discutimos y ganó él; como siempre. Pero si hubiésemos creído que podrías llegar a tropezarte con él en ese estado, te hubiésemos advertido. Yo, aun sabiendo lo que es él, dudo que me hubiese quedado allí, y mucho menos ayudado. Eso requiere agallas —me miró a los ojos—. Requiere muchas agallas.

Estoy segura de que me puse carmesí. Miré a lo lejos y masqué mi bocadillo.

—Te agradezco lo que hiciste por él, Chloe. Derek también, pero estoy seguro de que no te lo ha dicho.

Tragué el bocado y cambié de tema.

—Entonces, respecto a tu padre… Nunca me has dicho cómo desapareció.

Se echó a reír.

—Basta de Derek, ¿eh? Por desgracia, es con Derek donde comienza esta historia. Sucedió después de que le partiese la espalda a ese chaval. Cuando se citó el asunto en el periódico de Albany, mi padre decidió que era el momento de mudarse. Debería de haber sabido que el Grupo Edison todavía intentaba encontrarnos. Y nosotros deberíamos habernos largado de inmediato. Pero…

Pellizcó un trozo quemado de su mollete.

—Eso sucedía muy a menudo. A la primera señal de problemas, hacíamos las maletas y nos mudábamos. Derek y yo no entendíamos por qué, así que nos quejamos —hizo una pausa—. No, me quejé yo. Después de haber crecido en un laboratorio, Derek era feliz siempre que estuviésemos los tres juntos. Yo odiaba mudarme. Siempre parecía que acababa de hacer amigos, meterme en el equipo, conocer a la chica…

—Sé cómo es eso. Bueno, excepto lo de conocer chicas.

—Ya, claro, pero apuesto a que nunca te quejaste. Tú eres como Derek. Veis lo bueno de las cosas. Yo gemía y refunfuñaba, por eso mi padre intentaba ponérmelo más fácil. Aquel día tenía el partido de baloncesto que había anunciado a bombo y platillo, por eso mi padre llamó al móvil de Derek cuando vio el artículo después de que nos hubiésemos ido al colegio. Le dijo que no me contase nada, pero que se reuniría con nosotros después de clase y nos marcharíamos. Nunca apareció.

—¿Y no lo habéis visto desde entonces?

Simon negó con la cabeza.

—Fuimos a casa, encontramos el coche aparcado, las llaves en la cocina. Había cogido la cartera, o ya la tenía en el bolsillo cuando… Sucedió lo que sucediese.

—¿Crees que alguien lo raptó?

—No lo sé. Derek no podía detectar el olor de nadie más en la casa. Es como si mi padre se hubiese ido caminando, cosa que nunca hacía. Derek quiso marcharse. Y yo volví a cagarla. Pensé que había una explicación lógica; quizá Derek no comprendiese bien el mensaje de mi padre. A la mañana siguiente me rendí y nos largamos, pero era demasiado tarde. Nos atraparon al día siguiente.

—¿El Grupo Edison?

—Dijeron que pertenecían al Servicio de Menores. Les creímos. Nos llevaron de regreso a casa para ver si nuestro padre había regresado y, como allí no estaba, dijeron que debíamos ingresar en una residencia de terapia hasta que se les ocurriese algo. Como habíamos nacido en Búfalo, aquí es donde nos metieron. Eso podría haber parecido sospechoso, pero nosotros no sabíamos nada. Y así fue como acabamos metidos en la Residencia Lyle.

Simon continuó explicando que, desde que nos escapamos, había estado lanzando alguna clase de hechizos de búsqueda que le había enseñado su padre, pero no podía detectarlo. Derek había rastreado en la Red el nombre de su padre, o sus alias, pero no encontró nada.

—Y ahora, con todo esto del Grupo Edison, y Brady y Liz asesinados… —oteó la zona de aparcamiento—. Empiezo a pensar que puede ser una pérdida de tiempo. Que no está ahí fuera. Que lo han matado.

—Pero tía Lauren estaba segura de que el Grupo Edison no estaba involucrado en la desaparición de vuestro padre. Y parecía segura de que aún estaba vivo. ¿Conoces algún otro lugar donde pudiese estar? ¿O a alguien que pudiese saber algo?

—Pensé en regresar a Albany, quizás hablar con sus compañeros de trabajo, nuestros vecinos, alguien que pudiese haber visto algo ese día…

—Podemos hacerlo. Tenemos dinero suficiente.

—Derek no quiere.

—¿Quiere quedarse aquí?

Eso no parecía propio de Derek.

—No, sólo que no ve ninguna razón por la cual volver; y dice que, probablemente, sea peligroso. Sin embargo, hay alguien a quien podríamos acudir. Ese amigo de mi padre, Andrew Carson. Vive a las afueras de la ciudad de Nueva York. Mi padre dijo que si alguna vez nos metíamos en líos y él no estaba cerca, podíamos recurrir a Andrew.

—¿Lo has llamado? Quizá sepa algo acerca de tu padre.

—Ése es el problema. Mi padre incluyó su número de teléfono en nuestros móviles, pero ellos se los quedaron cuando nos dejaron tirados en la Residencia Lyle. Sabemos su nombre y dónde vive; hemos estado allí muchas veces. Pero cuando intentamos buscarlo con un ordenador no pudimos encontrar nada.

—Su número no debe de aparecer en la guía. O ha cambiado su alias.

—O ya no está ahí. Han pasado algunos años desde que lo vimos. Mi padre y él se pelearon.

—Entonces, quizá no debieras contactar con él.

Simon arrugó su envoltorio.

—No debería haber dicho «se pelearon». Fue un desacuerdo. Mi padre y Andrew mantenían el contacto; sencillamente, no volvimos a visitarlo. Todavía era nuestro contacto de emergencia. Por eso deberíamos ir a verlo, como dice Derek. Yo es que… No estoy preparado para perder la esperanza de encontrar a mi padre. No obstante, contigo y con Tori por aquí, y tus fotos por todas partes, Derek está dispuesto a comprar los billetes de autobús.

—¿Y si buscásemos otra solución? Yo necesito salir de Búfalo. Tú necesitas hablar con ese tipo. ¿Qué pasa si Tori y yo vamos a encontrar a Andrew mientras Derek y tú vais a buscar…?

—No. No confío en Tori contigo, sobre todo después de lo de anoche. De todos modos, Derek tampoco lo aceptaría.

No estaba tan segura. Derek daría saltos ante la posibilidad de librarse de mí.

Simon prosiguió.

—Aun en el caso de que Tori no fuese una homicida, es descuidada e imprudente. Peor que yo, que ya es decir bastante. Encontraremos otro modo.

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