Desnuda

Desnuda


Capítulo 6

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El delicioso olor del café me despertó. Miré el reloj y supe que esa mañana no habría ninguna sesión de footing por el puente de Waterloo. Entré en la cocina tapándome los ojos con el brazo.

—Justo como a ti te gusta, Bree, dulce y cremoso. —Mi en teoría compañera de piso y querida amiga Gabrielle deslizó la taza en mi dirección con una expresión en la cara muy fácil de leer:

Ya estás soltando por esa boquita, maja, que no te voy a hacer daño.

Adoro a Gaby pero todo este lío con Ethan me había desbaratado tanto que lo único que quería era borrar su existencia de la faz de la tierra y fingir que nunca había ocurrido.

Alargué la mano para coger la humeante taza e inhalé su delicioso aroma. Me recordaba a él por alguna razón y sentí una fuerte punzada en el estómago. Me senté frente a la barra de la cocina y me abalancé sobre mi taza de café como una gallina protegiendo a su polluelo. Mientras me colocaba en el taburete, las molestias que sentía entre las piernas me sirvieron como otro recordatorio. Un recordatorio de Ethan, de su cuerpo sexy, de su mirada ejemplar y de lo maravilloso que era el sexo con él…, y de cómo me había despertado en su cama, histérica. Dejé a un lado la tontería de tratar de ser valiente y permití que las lágrimas brotaran.

Tardó un tiempo —dos tazas de café y un cambio de posición hasta el sofá— en sacarme la historia. Pero Gaby en ese sentido es buenísima. No para hasta que lo consigue.

—Hace dos horas que te silencié el teléfono. Esa bolsa hacía tanto ruido que estuve a punto de darle una patada. —Gabrielle me acarició la cabeza, que estaba apoyada en su hombro—. Tienes mensajes en el buzón de voz y sms para aburrir. Creo que el pobre teléfono estaba a punto de explotar, por lo que lo salvé de una muerte dolorosa y lo apagué de una vez por todas.

—Gracias, Gab. Me alegro mucho de que estés aquí esta mañana. —Y lo decía en serio. Ella era como yo en muchos sentidos. Una chica de California en Londres, estudiante de Restauración y huyendo de toda la mierda de su hogar. La única diferencia era que su padre en este momento vivía en Londres, por lo que no estaba totalmente sola en Inglaterra. Nos conocimos la primera semana de clases hace casi cuatro años y nunca nos hemos separado. Ella sabía mis secretos y yo sabía los suyos.

—Yo también. —Me dio un pequeño golpe en la rodilla—. Y ahora vas a pedir cita con la doctora Roswell, vas a hacer planes para venirte de fiesta con Benny y conmigo y vamos a hacer una parada en Charbonnel et Walker para atiborrarnos de su chocolate, que es un auténtico pecado. —Inclinó la cabeza—. ¿Qué te parece?

—Me parece divino. —Solté una sonrisa forzada y traté de calmarme.

—Y quizá deberías darle una oportunidad a ese chico, Bree. Es bueno en la cama y le gustas mucho.

Mi sonrisa falsa se convirtió en un auténtico mohín.

—Has estado cotilleando con Ben.

Resopló.

—O por lo menos devuélvele la llamada. —Gaby bajó la voz hasta decir en un susurro—: Él no sabe nada de tu pasado…

—Lo sé. —Y Gaby tenía razón. Ethan no sabía nada de mí. Gaby me acarició el brazo—. La verdad es que anoche no estaba ni enfadada ni ofendida con él. Solo tenía que irme de ahí. Me desperté gritando en su cama y…

Ahora las ganas de llorar eran tan fuertes como antes. Traté de controlar el impulso.

—Pero parece que quería consolarte. No estaba tratando de poner distancia, Bree.

—Deberías haber visto su cara cuando entró en la habitación y yo estaba gritando como una loca. Cómo me miró… —Me froté las sienes—. Es simplemente demasiado intenso. No te lo puedo explicar bien, Gab. Nunca he conocido a nadie como Ethan y no sé si puedo soportarlo. Si lo de anoche es algún tipo de señal, sinceramente dudo que pueda.

Gaby me miró y sus preciosos ojos verdes sonrieron con confianza.

—Eres mucho más fuerte de lo que crees. Lo sé. —Ella afirmó con la cabeza—. Vas a prepararte para trabajar y después de un productivo día al servicio de las grandes obras de arte de la Universidad de Londres, te vienes a casa y te preparas para una noche de placeres terrenales. Benny ya se ha subido al carro. —Me dio un pequeño golpe en el hombro con el dedo—. Ahora te toca a ti, querida.

—Lo sabía. Ben me sacaba de casa en cuanto podía. —Sonreí de manera sincera por primera vez en las últimas doce horas y levanté el culo del sofá—. Me apunto, Gab —dije, frotándome el hombro—. Me rindo.

Había estado trabajando durante un par de horas cuando Rory apareció por detrás con un jarrón con las dalias moradas más bonitas que había visto en mi vida. Caminó hasta mí con una sonrisa radiante.

—Un paquete para usted, señorita Brynne. Parece que tiene un admirador.

¡Oh, mierda! Miré el regalo dos veces. El lazo del jarrón no era realmente un lazo. Se trataba de la corbata de seda morada que llevaba Ethan anoche. Al final me había dado su corbata.

—Muchas gracias por traérmelas aquí, Rory. Son preciosas. —Me temblaba la mano mientras cogía la nota del soporte de plástico. Se me cayó dos veces antes de poder leer lo que había escrito.

Brynne, anoche fue un verdadero regalo. Por favor, perdóname por no escuchar lo que estabas tratando de decirme. Lo siento.

Tuyo,

E

Leí la nota decenas de veces y me pregunté qué hacer.

¿Cómo conseguía confundirme con tanta facilidad? De repente estaba segura de que necesitaba escapar de Ethan y al minuto siguiente quería volver a estar con él. Miré de nuevo las flores moradas y supe que tenía que darle las gracias por el regalo y aceptar su disculpa muy a mi pesar. Ignorarlo sería cruel.

¿Mensaje o llamada? Era una decisión difícil. Una parte de mí quería escuchar la voz de Ethan y la otra parte tenía miedo de escuchar mi voz cuando tratase de responder a sus preguntas. Al final me decanté por un mensaje y me sentí una completa cobarde. Primero tenía que encender el teléfono, y en cuanto lo hice el aluvión de llamadas perdidas y el símbolo de mensajes que parpadeaba sin parar me puso mala sin ni siquiera escuchar ni leer nada. Era demasiado para mí en ese momento, por lo que ignoré todo y me decidí a escribir en la pantalla vacía.

Brynne Bennett: Ethan, ls flores sn preciosas. Grs. Me ncanta l morado. –Brynne

<fin sms>

En cuanto le di a «enviar» contemplé la idea de apagar el teléfono, pero por supuesto no lo hice. La curiosidad mató al gato, o, en mi caso, me hizo hacer cosas estúpidas.

Me acerqué al jarrón de flores y quité la corbata del arreglo floral. Acerqué la nariz e inhalé. Tenía su olor. El sexy olor de Ethan que tanto adoraba. No le iba a devolver la corbata nunca. Independientemente de lo que pasara o no pasara, la corbata ahora me pertenecía a mí.

Mi teléfono se iluminó y empezó a sonar. Mi primer instinto fue apagarlo, pero sabía que era él quien llamaba. Y mi parte egoísta quería volver a escucharle. Me puse el teléfono al oído.

—Hola.

—¿De verdad te gusta el morado? —La pregunta me hizo sonreír.

—Me encanta. Las flores son preciosas, y que sepas que no te voy a devolver la corbata.

—La jodí muchísimo, ¿no? —Su voz era suave y pude oír un crujido de fondo y cómo soltaba aire a continuación.

—¿Estás fumando, Ethan?

—Hoy más de lo normal.

—Un vicio…, tienes uno. —Coloqué la corbata estirada sobre mi mesa.

—Tengo varios, me temo. —Hubo un momento de silencio y me preguntaba si él me consideraba uno de sus vicios, pero acto seguido dijo—: Anoche quise ir a tu piso. Casi lo hago.

—Me alegra que no lo hicieras, Ethan. Necesitaba pensar y me resulta muy difícil cuando estás cerca. Y no es por nada que hicieras anoche. No es tu culpa. Nece…, necesitaba un poco de espacio después de estar…, estar juntos. Soy…, soy así. Yo soy la que está jodida.

—No digas eso, Brynne. Sé que ayer no te escuché. Tú me dijiste lo que necesitabas y yo te ignoré. Fui demasiado lejos, demasiado rápido. Rompí tu confianza y eso es de lo que más me arrepiento. Lo siento muchísimo…, no tienes idea de cuánto. Y si eso echa por la borda las opciones que tenía de estar contigo, entonces me lo merezco.

—No, no te lo mereces. —Mi voz era un mero susurro y había muchas cosas que quería decir pero, sin embargo, no encontraba las palabras adecuadas para expresarlo—. Tú no quieres estar conmigo, Ethan.

que sí, mi preciosa Brynne. —Podía oír cómo soltaba el humo del cigarro—. Y ahora la pregunta es: ¿y tú? ¿Volverías a estar conmigo, Brynne Bennett?

No pude evitarlo. Sus palabras me hicieron llorar. Mi única salvación era que Ethan no podía verme llorar por teléfono, pero estaba más que segura de que podía oírme.

—Y ahora te he hecho llorar. ¿Eso es bueno o malo, nena? Dímelo, por favor, porque no lo sé. —El deseo de su voz acabó con mi entereza.

—Es bueno… —Me reí con nerviosismo—. Y no sé cuándo podré. Esta noche he hecho planes con Benny y Gaby.

—Entiendo —dijo.

¿Estaba aceptando verle de nuevo? Los dos sabíamos la respuesta a su pregunta. La cosa es que Ethan me arrastraba. Desde la noche que nos conocimos me tenía cautiva. Sí, enseguida pasamos al sexo. Sí, me había presionado un poco, pero me había llevado a un lugar en el que me sentía de maravilla cuando era capaz de olvidar mi pasado. Ethan me hacía sentir extremadamente segura, de un modo sorprendente que me llevaba a plantearme el porqué. No tenía mucha fe en que se dijera que lo nuestro fuera a funcionar, pero estaba más claro que el agua que sería una historia para recordar.

—¿Podemos tomárnoslo con calma, Ethan Blackstone?

—Me tomo eso como un sí. Y por supuesto que podemos. —Oí cómo exhalaba con suavidad de nuevo. Hizo una pausa, como si se estuviera armando de valor—. ¿Brynne?

—¿Sí?

—Estoy sonriendo tanto en este momento…

—Yo también, Ethan.

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