Dare

Dare


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Sin pararse a descansar, subió hasta alcanzar la primera rama. Entonces se enganchó a ella con un brazo, proyectó su cuerpo hacia arriba con una sacudida, enganchó una pierna a otra rama, y poco después había depositado a la cría con dos de sus hermanos, que ladraron alegres bienvenidas. Los padres no se veían por ninguna parte.

Cuando llegó abajo, vio que la sirena le miraba con ojos brillantes.

—Tienes un corazón tierno debajo de esa boca furiosa, Jack Cage —dijo.

Jack se alzó de hombros. ¿Qué diría ella si supiera que había ayudado a enterrar a su primo, Wuv?

Reemprendieron la marcha. R’li dijo:

—Si deseas ir a Farfrom, ¿por qué no vas?

—En mi calidad de primogénito, heredaré la mayor parte de la granja. Mi padre confía en mí. Le destrozaría el corazón si renunciara a mi futuro aquí y me marchara a estudiar con un hombre al que él considera un mago negro, un hereje.

»Además —añadió, con poca convicción—, no tengo el dinero que necesito para vivir mientras esté estudiando.

—¿Te peleas a menudo con tu padre? Jack decidió no ofenderse por aquella pregunta. No se esperaba que los horstels se comportaran como humanos.

—A menudo.

—¿Por qué motivo?

—Por ése. Mi padre es un granjero rico. Podría enviarme a estudiar cuatro años. Pero no quiere. A veces pienso en abandonarlo todo y marcharme a la Academia de Roodman. Pero mi madre se pone enferma cuando hablo de marcharme. Mis hermanas lloran. A mi madre le gustaría que fuera sacerdote, aunque nunca deja de pensar que es probable que la Iglesia me enviara lejos y con pocas posibilidades de regreso.

»Es cierto que, como sacerdote, podría estudiar ciencia psíquica solicitando el ingreso en el Instituto Tomista. Pero no hay ninguna garantía de ser admitido. E incluso si lo fuera, estaría bajo control estricto en la investigación. No sería un agente libre, como con Roodman.

»Otra cosa. Si me hiciera sacerdote, tendría que casarme inmediatamente. No quiero una esposa e hijos. Ahora no. Tal vez más tarde.

»Desde luego, si entrara en la Orden Filipense, sería un monje. Pero tampoco deseo eso.

Hizo una pausa para recobrar el aliento. Estaba asombrado de haberse vaciado, hablando, como un cántaro. Y a una sirena, además.

Pero, se consoló a sí mismo, a menudo hablaba de sus problemas a Samson. R’li pertenecía a la misma categoría que el perro. Y los resultados eran también los mismos. Ella no informaría a sus padres de lo que Jack decía.

—Quizá si encontraras algo que te liberase financieramente podrías decidir.

—Si consiguiera la cabeza del dragón, tendría suficiente. La recompensa de Lord How, más la gratificación de la Reina, bastarían.

—¿Por qué te enfadaste tanto cuando te enteraste de que habíamos establecido un contrato con el dragón? ¿Fue por eso?

Jack asintió.

—Uno de los motivos. Yo…

—Si no fuera por esos acuerdos, los territorios humanos serían arrasados —le interrumpió R’li—. No tienes idea de lo terribles e invulnerables que son. Podrían destruir una granja en una noche, matar a todos los animales y derruir las casas.

»Además, si no fuera por el contrato, ahora estarías muerto. El dragón hembra dijo que podría haberte sorprendido media docena de veces.

Jack se sintió herido en su amor propio. Ladró una palabra de cuatro letras que no había cambiado a través de muchos siglos y muchos años-luz.

—¡Sé cuidar de mí mismo! ¡No necesito que una sirena me diga cómo!

Echó a andar en silencio, acalorado, cansado e irritado.

—¿Qué te parecería un préstamo? —dijo R’li—. Lo suficiente para que pudieras asistir a la escuela…

Era un día de sorpresas.

—¿Préstamo? ¿Por qué? ¿Con qué? Los horstels no utilizáis dinero.

—Permíteme que te lo explique a mi manera. En primer lugar, nosotros conocemos a Roodman. Creemos que su psicología es correcta, y nos gustaría verla propagada. Si un número suficiente de humanos se liberasen de sus aberraciones psíquicas, podrían apaciguar la terrible tensión existente entre ellos y nosotros y evitar la guerra que de otro modo será inevitable.

»En segundo lugar, es posible que lo ignores, pero los Wiyr se han fijado en ti desde hace mucho tiempo. Saben que tú —consciente o inconscientemente— simpatizas con nosotros. Y desean desarrollar eso.

»No, no protestes. Lo “sabemos”.

»En tercer lugar, estamos tratando de conseguir representación en vuestro Parlamento, representantes humanos que se sienten en las Cámaras por nosotros. Si hacemos esto, creemos que algún día, cuando madures, serías un buen delegado para los Wiyr del Condado de Slashlark.

»En cuarto lugar, tú necesitas dinero para estudiar. Nosotros te daremos el que precises. Lo único que hace falta es que establezcas el acostumbrado contrato verbal. Mi padre, el Rey Ciego, puede actuar como registrador, si quieres. Si no quieres que sea mi padre, cualquier otro servirá para el caso. Y, si insistes, un abogado humano puede extender los documentos… a tu comodidad. Nosotros, desde luego, no necesitamos esas formalidades.

Jack dijo:

—¡Un momento! No has visto aún a tu familia. ¿Cómo sabes lo que están planeando para mí? ¿Y quién te ha dado la autoridad necesaria para ofrecerme un préstamo?

—Eso es fácil de explicar. Pero tú no me creerás si te lo dijera. En cuanto a la autoridad, cualquier adulto la tiene. Yo soy una adulta.

—¡Entonces, deja de utilizar el lenguaje infantil! No soy un niño. Y… ¿cómo puedo saber esas cosas si no las pregunto?

—Es cierto. Ahora, ¿cuál es tu decisión?

—Bueno… eso requiere tiempo. Tu ofrecimiento me ha pillado de sorpresa. Tiene muchos aspectos que hay que considerar cuidadosamente.

—Un horstel se decidiría inmediatamente.

Jack exhibió sus dientes y gritó:

—¡Yo no soy un horstel! Y éste es el meollo de la cuestión. ¡No soy un horstel, y la respuesta es no! Si aceptara dinero vuestro, ¿sabes cómo me llamaría la gente de estos alrededores? «¡Comeperros!». Todo el mundo me despreciaría, y mi padre me echaría de su casa. No hay nada que hacer. ¡No!

—¿Ni siquiera un préstamo para asistir a la Academia de Roodman? ¿Sin ninguna atadura?

—¡No!

—Muy bien. Voy a regresar con mi tío. Adiós hasta que volvamos a vernos, Jack Cage.

—Adiós —gruñó Jack, y echó a andar por la carretera. No había dado media docena de pasos cuando oyó que R’li le llamaba.

Se giró, sorprendido por el tono apremiante de la sirena.

R’li tenía una mano levantada reclamando silencio. Su cabeza estaba ladeada.

—Escucha. ¿Oyes eso?

Jack tensó los oídos. Le pareció percibir un vago estruendo al oeste. No eran truenos, estaba seguro de eso. Y el sonido se apagaba de vez en cuando.

Samson era una estatua amarilla, encarada hacia el oeste. Su garganta hacía eco al fragor que llegaba del bosque.

—¿Qué crees que es? —preguntó Jack.

—No estoy segura.

—¿El dragón? —Desenvainó la cimitarra.

—No. Si lo fuera, yo no investigaría. Pero si es lo que yo creo…

—¿Sí?

—Entonces…

R’li avanzó a través de las sombras proyectadas por los altos árboles y las enmarañadas enredaderas que crecían en las alturas. Jack la siguió, empuñando el curvado acero. Zigzaguearon quizás un kilómetro como deambula un oso, quizás un cuarto de kilómetro como vuela la alondra. En varias ocasiones Jack tuvo que cortar una barricada de lianas o de espinos. Era la espesura más impenetrable que había visto nunca. Aunque próxima a la granja, parecía no haber sido explorada jamás.

Finalmente, R’li se detuvo. Un brazo de luz solar había penetrado a través de un agujero en el techo de verdor y extendía sus dedos sobre sus cabellos rojo-amarillos. Nimbada por aquel halo, permaneció allí, escuchando, y Jack, detrás de ella, se olvidó de su larga búsqueda lo suficiente para admirarla. Si fuera un pintor, como el tío de ella…

Súbitamente el ruido cobró vida muy cerca de allí. R’li se sobresaltó, y ella y la luz parecieron romperse en pedazos. Cuando Jack quiso darse cuenta ella se había deslizado hacia las sombras.

Al localizarla, susurró:

—Nunca había oído nada igual. Suena como un gigante tratando de sollozar y gorjear al mismo tiempo.

Ella dijo en voz baja:

—Creo que tendrás que ir a Farfrom, Jack.

—¿Quieres decir que es el dragón?

R’li no respondió, pero saltó sobre un tronco caído. Jack alargó su mano libre y la agarró del brazo.

—¿Cómo sabes que es el mismo dragón? Tal vez sea uno que no ha establecido contrato.

—Yo no he dicho que fuera el dragón.

R’li estaba de pie cerca de él, con su brazo y su cadera desnudos rozando los suyos.

Jack frunció los ojos para aprehender formas en la semioscuridad.

—Tal vez es un cola de oso loco. Ésta es la temporada. Y ya sabes lo que significa una mordedura.

—¡Oh! —murmuró ella, y se acercó más a Jack. Inconscientemente, Jack dio rienda suelta a su instinto protector. Más tarde se disculpó a sí mismo diciéndose que R’li le había recordado a una de sus hermanas más jóvenes y le rodeó la cintura con el brazo.

Los ojos de R’li estaban semicerrados, de modo que Jack no pudo ver la luz que brillaba en ellos. Pensando en aquel momento particular en días posteriores, y pensó mucho, recordó la leve sonrisa en los labios de ella. ¿Se estaba divirtiendo, pues? Y si pudiera haber leído en sus ojos, ¿habría visto que su expresión encajaba con la de los labios? ¿Que R’li no estaba asustada en absoluto, sino burlándose de él?

¿O habría existido una tercera emoción?

Al margen de lo que pensó más tarde, en aquel momento no tuvo ninguna duda. Olvidó el misterioso peligro próximo a ellos. Su brazo apretó la cintura de R’li, atrayéndola hacia él. Estaba sin aliento. Humana o no, no había ninguna mujer tan bella ni tan deseable como ella.

El estruendo peculiar le devolvió al mundo real. Dejando caer el brazo, se adelantó para que ella no pudiera ver su rostro.

—Quédate detrás —dijo con voz estrangulada—. No sé lo que es, pero suena como muy grande.

—Y también suena como muy enferma —añadió R’li, con voz emocionada como la de Jack.

Jack avanzó a través de la vegetación.

En alguna parte, oculto en la maraña de verdor pero cerca, un behemoth vomitó.

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