Crystal

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Capítulo 20

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Capítulo 20

 

¿Cuál era la frase que usaban en televisión?

No intenten hacer esto en casa. Al recuperar la conciencia, esas palabras daban vueltas por mi cabeza. Me hallaba tendida en mi cama y, a juzgar por el tamaño y la altura de los haces de luz, debía haber dormido varias horas.

–¿Xav?

–Él… mmm… salió –Diamond estaba sentada a mi lado. Me apartó el pelo del rostro y me pasó una toallita húmeda por la frente.

–¿Qué pasó?

–Te excediste. La nariz y los ojos te sangraron levemente.

–Qué asco –limpié los últimos indicios.

–Xav dice que, salvo eso, estás bien pero debes descansar.

–¿Y por qué no se quedó? –me resultaba difícil creer que estuviera haciendo turismo mientras yo me encontraba inconsciente.

–Dijo que tenía que calmarse. Estaba furioso de que todos hubiéramos permitido que llegaras tan lejos. Si pudiera, ese chico no dejaría que se te rompiera una uña.

–Yo fui la que decidió hacerlo.

Diamond se inclinó sobre mí y susurró:

–Entre nosotras, yo dejaría que se desquitara con sus hermanos.

Sonreí.

–Creo que es probable que tengas razón –de pronto, me di cuenta de algo que debería haber captado apenas desperté–. ¡Diamond, volviste!

–Sí, ya soy la de antes.

–¿De verdad? ¿El vínculo… tus recuerdos?

–Sí, totalmente –respondió con un suspiro de felicidad–. Y las demás también. Durante un tiempo, tuve un dolor de cabeza demoledor pero Xav y algunas píldoras lo solucionaron. Afortunadamente, la condesa no se había llevado nada, solo logró enterrar todo tan profundamente que pensé que nunca lograría recuperarlo –me apretó la mano–. Pero gracias a ti, lo conseguimos. No sé cómo podemos…

–No digas una palabra más –señalé con firmeza–. No quiero que me des las gracias. Solo deseo que sean felices y que tengan una boda maravillosa.

–Así será. Sé que es un poco a último momento además de inusual, pero me estaba preguntando si aceptarías ser nuestra dama de honor.

–¿En serio? ¿Yo? ¿Seré la encargada de perder los anillos?

–Exactamente –echó a reír–, porque sé que tú serás la más indicada para encontrarlos de nuevo.

Golpearon a la puerta y Diamond alzó la mirada.

–¿Sí?

–¿Está despierta? –Karla asomó la cabeza por el marco de la puerta.

–Sí, lo estoy.

La madre de Xav irrumpió en la habitación, Saul pegado a los talones como si no se atreviera a perderla de vista por un segundo. Atrás había quedado la expresión de vacío; adelante, estaba la mujercita llena de energía que era la madre de los siete varones Benedict.

–¡Mi muchachita increíble y maravillosa! –exclamó Karla mientras me besaba la frente–. Estamos tan pero tan agradecidos… no tengo palabras para expresar lo que siento. Pero… –frunció el ceño y colocó las manos en la cadera–. Crystal, si vuelves a arriesgarte de esa manera, voy a enojarme mucho. Xav no es el único que está furioso con los chicos por permitir que hicieras semejante esfuerzo por nosotras.

Sonreí con ternura ante el regaño de Karla. Ella estaba haciendo todo lo posible por no mostrarse demasiado orgullosa de mí.

–Sí, Karla.

–Este hombre tonto debería haber sido más sensato –elevó la mirada hacia Saul, las décadas de amor por él brillaron en sus ojos.

Saul le tomó la mano.

–Lo lamentamos mucho, querida. Ninguno de nosotros quería poner en peligro a Crystal.

–¿Y han vuelto a ser los de antes? –pregunté.

–No del todo.

–¿En serio? –comencé a preocuparme de haber cometido algún error.

Saul me regaló una sonrisa traviesa.

–Estamos mejor que antes. Después de haber estado a punto de perder nuestro vínculo, nos dimos cuenta de lo increíblemente afortunados que somos de tenernos el uno al otro. De modo que decidí que es hora de tomarnos una segunda luna de miel. Después de la boda, nos quedaremos aquí. Y no les diremos en qué hotel pensamos quedarnos para tener completa privacidad –besó los nudillos de su esposa–. Los viejos tortolitos estarán al fin solos.

Karla arrugó la nariz.

–Saul Benedict, no pienso viajar en góndola –obviamente, se trataba de una discusión previa–. Los precios son escandalosos.

Saul le dio unos golpecitos al mentón obstinado de su mujer.

–Por supuesto que lo harás, Karla Benedict. Prometiste obedecerme.

–¡Eso fue hace treinta años! Antes de que los casamientos se modernizaran.

–Bueno, por mi parte exijo que respetes tu promesa. Góndola para dos bajo la luna con champagne y rosas.

Si esa era la promesa, no sonaba tan mal.

–Está bien. Si vas a armar tanto alboroto, supongo que podría hacerlo. Solo por esta vez.

 

El sueño fue reparador, por lo tanto, apenas Saul y Karla se marcharon, me levanté de la cama. El apartamento estaba más vacío que en la mañana: Steve y Lily regresaron a su hotel llevándose con ellos a la mayor parte de los periodistas. Yves, Phoenix, Saul y Karla volvieron a la Calcina. Zed y Sky seguían aquí conversando con Will, Sky sentada en las rodillas de Zed como si nada fuera a separarlos nuevamente. Victor y Uriel jugaban a las cartas en la mesa de la cocina. Trace se veía muy gracioso con su delantal mientras trozaba las verduras con precisión de cirujano.

–¿Sabías que el restaurante de enfrente hace una lasaña increíble para llevar? –mencioné al salir del dormitorio.

–¡Y ahora me lo dices! –suspiró Trace.

Diamond se adelantó.

–No le hagas caso. Estamos haciendo la receta de la

nonna. Nada sabe mejor que la verdadera comida casera.

Me asomé detrás de ella y articulé con los labios: “¡Mentirosa!”.

Trace contuvo la risa.

–Totalmente, querida.

Diamond le dio un beso en la mejilla.

Al voltearme hacia los demás, percibí que estaban a punto de embarcarse en una sesión de agradecimientos, de modo que los atajé de entrada.

–¿Alguien sabe dónde está Xav?

Uriel apoyó las cartas en la mesa.

–Dijo que quería estar solo un rato. ¿Quieres que lo llame?

Me puse la chaqueta y las botas.

–No es necesario –me di un golpecito en la frente–. Llevo dentro una paloma mensajera.

–¿Estás en condiciones de salir? –preguntó Will–. Cuando te desmayaste, te veías muy mal.

Supuse que mi aspecto debió haber sido el de un personaje de una película de terror.

–Me siento bien.

–Te esforzaste mucho. No deberías volver a exponerte tanto.

–Lo dice el tipo que recibió un disparo.

Will rio.

–Entiendo por qué el destino te unió a Xav. Se van a provocar mutuamente sin piedad.

–Tal vez nosotros podamos sentirnos un poco más seguros –dijo Victor arrojando una carta.

–A menos que ellos dirijan sus poderes en forma conjunta hacia nosotros –sugirió Sky, la antigua chispa de nuevo en su mirada.

Los hermanos Benedict gruñeron al unísono.

–Muy bien, me marcho.

–La cena será a las siete. No olvides que mamá llega mañana –advirtió Diamond.

Comprendí que este sería el último momento libre que tendría durante varios días para arreglar las cosas con Xav.

–“Volveré”, como diría Terminator, aunque no con ese sentido, por supuesto.

Al cerrar la puerta, alcancé a escuchar la risa ahogada de Will.

 

Encontré a Xav sentado en los escalones de la Plaza San Marcos, el mismo lugar en donde habíamos filmado la escena de la película. Al ver su figura recortada sobre el fondo del campanario y la plaza inundada, el corazón me dio un salto dentro del pecho. Los edificios se reflejaban en el estanque que había provocado la marea alta, pero imaginé que no era su propio reflejo lo que estaba analizando. Sus pensamientos estaban volcados hacia su interior; las manos apoyadas distraídamente sobre las rodillas, la cabeza gacha.

–Hola –le dije suavemente mientras me sentaba a su lado.

–Hola –levantó los ojos con cariño pero no sonrió al verme.

–¿Algún problema?

–Solo… estoy tratando de entender lo que ocurrió. No quisiste detenerte.

–Lo sé.

–Pensé que ibas a tener un aneurisma cerebral o algo así.

–Estoy bien.

–Más o menos. Tuve que reparar algunos vasos sanguíneos, ¿sabías?

Auch. Me llevé la mano a la frente.

–No. Gracias.

Un grupo de turistas pasó detrás de nosotros, la guía agitaba un trozo de tela roja sujeto a una varilla semejante al tipo de juguete que se utiliza para tentar a un gato. Los gatitos que la seguían brincaron detrás de ella, las cámaras colgadas al cuello cual cascabeles.

–Sentí que mi posición era la de alguien unido a un combatiente que se encuentra en medio de una zona de guerra. Odié tener que enviarte a luchar pero sé que debías hacerlo.

El alivio me envolvió al ver que no me culpaba directamente a mí.

–Gracias. Este don… no tiene que ser siempre así.

Lanzó un resoplido lleno de escepticismo.

–Es todo nuevo para mí –agregué–. La próxima vez, me esforzaré para no exponerme tanto.

–¿Entonces habrá otra vez?

Golpeé los pies contra el escalón.

–Sí, bueno, le prometí a Alberto, el mayordomo, que volvería para intentar ayudarlos a él y a su gente.

–¿Cuándo?

–Mañana.

–Diablos, Crystal, no estoy seguro de que mi corazón pueda resistir tanto.

–¿Quieres que rompa la promesa que les hice?

–No. Eso es lo más irritante de todo, aunque no me agrade, te apoyo totalmente y quiero estar detrás de ti para protegerte.

Me incliné contra él sintiendo que todo estaba bien.

–¿Un consejo? No te coloques detrás de mí.

–Buena idea. Aunque eso no quiere decir que la vista desde ahí no sea excelente.

Esbocé una sonrisa feliz.

–Ubícate a mi lado. Me parece que voy a necesitar tus poderes sanadores.

–Veo que estaré muy ocupado, especialmente porque tienes esa tendencia a adelantarte y meterte en todo tipo de problemas.

Alcé una de sus manos de la rodilla y la envolví entre las mías.

–Te contrato a tiempo completo.

Permanecimos sentados durante un rato disfrutando los colores del atardecer, que pintaban las antiguas piedras de un rosado intenso. Era una ciudad mágica, refinada, como el complejo mecanismo de un reloj ornamental, anticuado pero aún en pie. Al menos, hasta que se le acabara el tiempo.

–¿Cuántos amantes crees que se habrán sentado aquí? –preguntó señalando la plaza con la entrada sumergida de la basílica, el palacio Ducal y las hileras de góndolas que esperaban flotando en la laguna.

–Demasiados. Corremos peligro de convertirnos en un lugar común.

–A mí no me importa, ¿y a ti?

–En absoluto.

Cuando me tomó la mano, sentí el calor de su piel contra el frío de la mía.

–Tus hermanos están preocupados de que formemos un frente unido y disparemos todas nuestras bromas sobre ellos.

–Me parece una buena idea.

–Pero yo ya he descubierto quién eres en verdad, Xav Benedict.

Arqueó una ceja.

–¿Acaso soy tan transparente?

–Para tu alma gemela, sí. Has compuesto el papel de bromista de la familia pero, cosa rara, tú…

–¿Estás diciendo que soy una cosa rara? –preguntó sonriendo.

–Si te das por aludido… Bueno, como iba diciendo:

cosa rara, es probable que tú seas uno de los pensadores más profundos que conozco y, sin la menor duda, el más compasivo. Usas el humor como Diamond sus dotes de pacificadora, para calmar y, si puedes, para sanar.

La risa se borró de su expresión y dejó paso a algo parecido a un sentimiento de dolorosa vulnerabilidad.

–Es posible que sea así. En realidad, no lo había pensado mucho. Es lo que hago.

–Pero te puede salir mal, puedes llevar la broma demasiado lejos.

–¿Quieres decir que no soy perfecto? –sonó más aliviado que ofendido.

–Exactamente. A veces, el humor impide que la gente se dé cuenta de que, como cualquiera, tú también puedes sentirte herido. Ser mi alma gemela no será algo fácil para ti, ¿verdad?

Me dio un apretón en la mano.

–Por un lado, es lo más sencillo del mundo, tan natural como respirar, pero verte sufrir no es una experiencia placentera para mí, por supuesto que no.

–Lo sé. Pero que yo esté unida a un sanador parecería algo razonable, ¿no crees? Te necesito para ser la persona que debería ser, para usar mi habilidad al máximo.

–Estoy feliz de poder ayudarte.

–Pero no quiero que sientas que tienes que formar parte de una especie de séquito a mi alrededor, como Steve con sus asistentes y guardaespaldas. Cuando viajaba con Diamond, me sentía así. Tenemos que dejar en claro que este show es de Xav y de Crystal, y no solo mío.

Me dio un golpe con el hombro.

–Eres muy dulce por preocuparte de eso, ¿pero en serio piensas que mi ego es tan fácil de aplastar?

Ahora que lo pensaba…

–Eh… no.

–Bombón, es un gran placer para mí ayudarte a subir al escenario pero, una vez que las luces están encendidas, no deberías sorprenderte si me pongo a hacer un pequeño número de tap dance.

Happy Feet.

–Tú lo has dicho. Vamos, ya hice mi meditación y aclaré un poco la mente. Es hora de regresar.

–Trace está haciendo la lasaña de la

nonna.

–Guau. Tengo que ver eso.

–Hasta se puso el delantalito de ella.

Xav aceleró el paso.

–¿Tienes una cámara?

 

Al día siguiente, mi familia llegó en masa. No los veía a todos juntos en un solo lugar desde el funeral de mi padre y había olvidado cuán apabullantes podían resultar cuando no estaban agobiados por la pena. Apenas pasó la aduana del aeropuerto, mi hermano favorito, Peter, un rompe corazones de pelo corto y rojizo y grandes ojos verdes, me dio un abrazo demoledor mientras me levantaba por el aire. Observó a Xav con cautela y luego decidió que tenía que ser algo bueno a juzgar por mi expresión de felicidad y le estiró la mano. Supe en ese momento que se llevarían maravillosamente bien. El resto de mis hermanos estaban demasiado ocupados conteniendo a sus niños como para incomodar a Xav. Topaz en especial se mostró dispuesta a entonar alabanzas hacia él cuando Xav convenció a su renuente hijo de subir al taxi acuático haciéndole caras graciosas a su madre.

–Conseguiste un chico que vale la pena –dijo–, estamos tan contentos por ti.

Misty, la sufrida sobrina mayor, estaba cuidando a sus dos hermanas. Cuando nuestras miradas se cruzaron, puso los ojos en blanco después de observar a las mellizas, que estaban colgadas de Xav como si él fuera una trepadora y ellas, dos monitas. Mark, el esposo de Topaz, logró reunir a los dos últimos de sus seis hijos en un asiento detrás de nosotros. A pesar de su sonrisa, noté que había surgido una extraña tensión en su relación. Topaz y Mark no eran almas gemelas y ahora mi hermana podía pedirme que descubriera quién era su complemento. Si ella me reclamaba esa información, aún no tenía claro qué iba a hacer.

–¿Crees que las cosas se arreglarán? –pregunté.

–Hemos hablado del tema –dijo Topaz, comprendiendo de inmediato lo que yo tenía en mente–, y hemos decidido que no queremos saber. Los dos nos amamos. No será la clase de amor que se lleva al mundo por delante pero nos llevamos bien y los chicos nos necesitan –me dio una palmada en la rodilla–. Somos felices.

–Xav dice que todos tenemos dones. Mark no será un savant pero tiene su propio poder, ¿no?

–Sí, es el hombre más bondadoso que conozco y muy ingenioso. Me hace reír mucho.

–Entonces es posible que seguir esperando a tu alma gemela hubiera sido una pésima decisión.

–Sí, eso es lo que pensamos. ¿Qué puede compararse con compartir seis chicos maravillosos? Digan lo que digan los románticos, hay más de una manera de ser una persona completa.

–Me alegro mucho –y era cierto. Había temido que, si ella me pedía que le revelara quién era su complemento, yo sería responsable de arruinar un matrimonio perfectamente feliz.

Mi familia había venido dispuesta a compensar el tiempo perdido. Debido al descubrimiento, tanto de mi poder como de mi alma gemela, querían colocarme en el centro de la escena, pero yo insistí en que ese era el momento de Diamond y Trace. Sin mencionar que, con tantos menores de diez años saltando por las paredes, no era la ocasión para mantener una charla íntima acerca de los errores que habíamos cometido como familia al no haber interpretado correctamente mi don.

Karla y Saul asumieron la responsabilidad de entretener a toda la familia, lo cual fue un buen gesto de ellos ya que yo tenía entre manos el problema de los empleados de la condesa. Diamond había insistido en acompañarme puesto que su don podía ser de gran ayuda para aliviar las tensiones. Como Trace y Xav tampoco quisieron quedar al margen, fue un grupo bastante numeroso el que se presentó en la entrada de la mansión.

Alberto apareció junto a las escaleras para dejarnos entrar.

–Si desean seguirme, por favor. No estábamos seguros de que regresara.

–Lo prometí y aquí estoy.

Esa era la primera vez que ingresaba dentro de esos muros a la luz del día. La casa se veía más deteriorada de lo que había imaginado. Los marcos de las ventanas necesitaban desesperadamente una mano de pintura; las grietas serpenteaban por las paredes: una imagen exacta de la persona que habitaba allí dentro.

–¿Cómo está la

contessa?

–No se encuentra bien,

signorina. No sale de la cama, por lo tanto no habrá interrupciones.

Le transmití esa información a Xav.

–¿Crees que la herí cuando tuvimos nuestra lucha mental?

Xav se abstuvo de señalar que ella había sido quien me había atacado a mí y causado su propio mal.

–Si ella lo permite, iré a ver cómo se encuentra.

El personal se había congregado en la espaciosa cocina de la mansión, seis hombres desde Alberto hasta el piloto. Eran hermanos o primos, todos parientes de Minotti, el enemigo original. Me tomó un tiempo explicarles los antecedentes y por qué estaba allí. Por suerte, en el bloqueo mental en que vivían, sus reacciones fueron mudas. Ninguno tuvo un ataque de ira ni subió al dormitorio de la condesa para vengarse. El ánimo dominante fue el de la tristeza y el desconcierto ante el motivo por el cual alguien les haría algo semejante durante tanto tiempo.

Ahora que sabía cómo abordar la forma de deshacer el silenciador mental implementado por la condesa, les pedí a los empleados que utilizaran sus capacidades para ayudarme a liberar sus verdaderas personalidades del orden que había impuesto su ama. Fue algo totalmente nuevo para mí, ya que no tenía almas gemelas que completaran el proceso.

Vocero designado, Alberto se ubicó delante del grupo.

–¿Sabe qué vamos a sentir?

–No, pero imagino que será un momento de temor. Están acostumbrados a estar encerrados dentro una cierta forma de pensar. Si prefieren seguir así, yo respeto su decisión.

–Nadie quiere eso. Lo hemos conversado y aceptamos los riesgos.

–De acuerdo. Comencemos cuanto antes.

Fue más sencillo de lo que imaginé.

Para eliminar el vínculo de las almas gemelas en Diamond, Karla, Phoenix y Sky, la condesa había actuado de manera violenta. Con estos hombres, solo se limitó a administrarles pequeñas dosis con toques suaves de su poder, ocultando cualquier vínculo que emergiera dentro del ordenado esquema elegido por ella. Conexiones podadas al ras como los setos de

buxus de su jardín. Cuando terminé con el último, Xav ni siquiera tuvo que curarme un dolor de cabeza.

–¿Cómo se sienten? –pregunté. El proceso no fue tan abrupto como la restauración del vínculo de las almas gemelas sino más bien como un despertar gradual.

Alberto se sentó en una silla de respaldo recto junto a la vieja cocina.

–Me siento confundido –frunció el ceño como si oliera algo desagradable–. Y enojado.

Diamond se adelantó y ejerció su don.

–Durante muchos años, todos ustedes han servido fielmente a una anciana triste. Pueden sentirse orgullosos de su excelente tarea, aunque les haya sido impuesta de manera injusta. Ahora pueden elegir nuevas vidas.

–¿No deberíamos hacerle pagar por lo que nos hizo? –preguntó el piloto.

–Yo pienso,

signor –argumentó Diamond–, que desde el día en que su padre le arrebató a la condesa su alma gemela, ella ha estado pagando un precio muy alto. ¿Qué haría una venganza sino solamente continuar una disputa familiar que nunca debió haber comenzado?

El hombre observó a Diamond pensativamente.

–Sí, tiene razón –se frotó las muñecas como si se hubiera liberado de los grilletes–. Pero ahora no le debo nada, de modo que me marcho. ¿Alguien viene conmigo?

Por el coro de voces, supuse que la condesa necesitaría pronto un equipo nuevo de sirvientes. Solamente Alberto se veía indeciso y preocupado. En mi opinión, no estaba bien que se sintiera responsable por alguien que había arruinado su vida durante tanto tiempo.

–Vaya con ellos –lo insté–. Yo me encargaré de que alguien venga a cuidarla. Todavía tiene amigos en la ciudad. El sacerdote de su iglesia arreglará todo cuando le explique lo sucedido.

–¿Y qué le va a explicar,

signorina? No le creerá –me agradó percibir un atisbo de humor en los ojos de Alberto, el hombre real estaba comenzando a salir a la luz.

–Diré que tuvieron una pelea por salarios, todos se solidarizaron con la causa y se marcharon. A nadie le parecerá raro.

–Gracias. Por todo –hizo una pausa–. Y si le pidiera que localizara a nuestras almas gemelas, ¿lo haría? ¿Incluso después de lo que le hicimos a su familia?

Pensé que esa sería la primera de muchas peticiones semejantes.

–Por supuesto… y usted no hizo nada de lo que tenga que disculparse. Nosotros entendemos que no fueron responsables de sus actos. Sabe dónde encontrarme –era lo menos que podía hacer por personas que habían sido seguramente las peores víctimas de la locura de la condesa.

–Vayamos a ver a la anciana –anunció Xav tomándome de la mano–. Voy a necesitar que me traduzcas.

La encontramos sentada en la cama con la mirada perdida en la ventana. Tenía una cama ornamentada con dosel, de la cual colgaban unas telas polvorientas. Las cortinas de la ventana eran de seda de un carmesí descolorido. Cuando entramos, sus ojos se desviaron fugazmente hacia la puerta y luego retornaron a la vista del campanario de la Plaza San Marcos.

–Ah, eres tú. ¿Has venido a rogarme que te ayude?

Seguí la dirección de su mirada. La mesa cubierta de encaje que se hallaba junto a la ventana estaba llena de fotos de ella y su esposo en épocas más felices. En la mano, aferraba un relicario y la cadena de oro se desparramaba por el edredón. Imaginé que debía contener otro recuerdo de su alma gemela.

–Sí, soy yo. Él es Xav Benedict… no habían sido formalmente presentados –revisé el agua de la jarra que tenía en la mesa de noche–. ¿Necesita algo?

–No les brindaré mi ayuda. No pienso deshacer lo que hice. No puedo, de modo que… no lo lamento.

–No esperaba que lo hiciera. Me las arreglé para deshacerlo yo misma.

–¿En serio? –se volvió para mirarme.

–No fue fácil.

–Pensé que era imposible. Una vez que comencé, siempre consideré que era demasiado tarde para revertir lo hecho.

–No lo era. También liberé las mentes de sus empleados.

Sepultó la cabeza en las almohadas, el rostro gris recortado contra la tela blanca.

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