Crystal

Crystal


Capítulo 14

Página 22 de 31

 

Capítulo 14

 

Por la sensación desagradable en el estómago, imaginé que los hermanos se estaban enviando mensajes telepáticos frenéticamente. Me encogí y coloqué la cabeza en las rodillas. No era el momento de sentirme abrumada por mi debilidad. Yves y Zed aparecieron de golpe a mi lado.

–¿Estás herida? –preguntó Zed, la mano en mi espalda.

–No –respiré profundamente–. Es la telepatía. Ya se me pasará.

–Mantén tu conexión y nosotros trataremos de usar lo mínimo –sugirió Yves. Su atención se desvió nuevamente hacia el helipuerto. Victor aceleraba la moto de nieve directamente hacia los hombres que bajaban por la colina–. Por el amor de… ¿qué está haciendo ahora?

Zed esbozó una sonrisa socarrona.

–Creo que nuestro hermano está un poquito enojado.

–Cielos, busquen donde refugiarse, todos.

El aire irradiaba energía.

–¿Qué sucede? –pregunté. Los vellos de la nuca se me habían erizado y sentí un cosquilleo… pero, fuera lo que fuera “eso”, yo sabía que no estaba en su camino.

–Vick está empujando una barredora de nieve mental delante de él –explicó Zed–. Esos tipos van a pegar un alarido infernal.

El semblante normalmente dulce de Yves expresó una maliciosa satisfacción; se estaba vengando por Phoenix.

–Nunca provoques a Victor.

Experimenté el impacto cuando la moto de nieve subió la cuesta y chocó contra la barrera mental de Victor. El hombre que se encontraba al volante levantó las manos para cubrirse la cara y cayó de espaldas, llevándose con él al pasajero que se hallaba detrás. La máquina giró en círculo y se estampó contra el pedestal que sostenía un reloj de sol.

Yves me ayudó a ponerme de pie.

–Esa es la señal de que debemos marcharnos –salió en primer lugar y Zed fue detrás de mí para vigilar la retirada.

¿Adónde vamos?, pregunté a Yves proyectándome dentro de su cabeza gracias a la débil conexión de nuestra nueva amistad.

Ajustó el paso.

Guau, qué extraño.

Ya lo sé, mi telepatía es distinta. No es para tanto.

Lo siento. Más que verla, alcancé a percibir su sonrisa.

Pasaremos por arriba del muro y regresamos al auto. Estamos esperando que la policía llegue en cualquier momento para salvar a la pobre y vieja condesa contra el ataque de estos norteamericanos invasores de propiedades.

¡Ella les disparó!

En defensa propia.

¡Tenía prisioneras a las mujeres!

Y ellas estaban completamente felices allí dentro. Hizo una pausa.

Tú puedes hacer algo por ellas, Crystal, ¿no crees? Eres una rastreadora de almas gemelas… puedes lograr que recuperen los vínculos que las unían a nosotros.

Tratando de seguir sus pisadas, me incliné ante una rama.

¿La verdad? No tengo la menor idea pero por supuesto que voy a intentarlo.

Zed y yo… Desesperado por recuperar a Phoenix, Yves quería rogar, suplicarme que lo hiciera pero sabía que estaba pidiendo un imposible, y sentí que él cambiaba de opinión acerca de lo que iba a decir.

Te entendemos. Si no puedes, no debes sentirte mal. Nada de esto es tu culpa.

Eso no hizo más que afirmar mis deseos de lograrlo.

Tiene que existir una manera… y no voy a detenerme hasta encontrarla.

Arribamos a la cerca perimetral. Alta y prohibida, como si los atribulados sirvientes del Conde de Monte Baldo hubieran colocado las piedras siglos atrás.

Eh, Yves.

¿Qué pasa?

Tú nunca me viste en las clases de gimnasia de la escuela.

–Zed, el Bombón necesita un empujoncito.

–¿Bombón? –iba a asesinar a Xav.

–Perdona. Xav ha hablado tanto de ti que es difícil desplazar su voz de mi cabeza.

Justo en ese momento, escuché que Xav lanzaba su mensaje hacia mí como un meteorito cayendo en mi atmósfera personal.

¿Dónde rayos estás, Bombón? Se suponía que estarías sana y salva dentro del helicóptero.

Su voz estaba tan llena de ira que me tropecé.

–¿Estás bien, Crystal? –preguntó Zed tomándome el brazo.

–Xav no está contento conmigo.

–Dile que no moleste. Estamos tratando de escapar –Zed dio un tirón de la cuerda que había arrojado por encima del muro de piedra para controlar que todavía estuviera firme.

Xav, cuenta los asientos. Éramos tú o yo, y Will. ¿Cómo se encuentra tu hermano?

Estoy curándolo ahora. Estamos usando la casa rodante de Steve como guardia de hospital. La bala lo hirió en la parte de arriba del hombro derecho.

Concéntrate en eso. Saldré de acá en breve.

Uriel, Victor y Trace surgieron de la arboleda desde una dirección ligeramente distinta a la que habíamos tomado. Una vez que estuvimos todos reunidos, Zed trepó y cayó del otro lado perdiéndose de vista. Eso iba a ser tan humillante. Yo demoraba al resto del grupo.

–Crystal, tu turno –anunció Trace que, sin ninguna duda, se estaba preguntando por qué me había quedado mirando fijamente la cuerda como si fuera una serpiente pitón colgando frente a mis ojos.

Dí un salto y me arrastré algunos metros hacia arriba. Luego sentí que los brazos me fallaban y me desplomé en el suelo. Probé una vez más y solo conseguí chocar contra la pared como una campanera incompetente que termina aferrada a la cuerda lejos del suelo.

–Lo lamento: no puedo hacerlo. Nunca anhelé ser una heroína de películas de acción ni desarrollé la fuerza de la parte superior del cuerpo para nada más que alzar la taza de café.

Trace trepó con la agilidad de un mono.

–Vick, ata la cuerda alrededor de su cuerpo.

¡Qué dulces que fueron al no burlarse de mí mientras me izaban de costado como una bolsa de papas! Mis ojos se llenaron de lágrimas de furia ante mi ineptitud pero estaba demasiado enojada como para dejarlas salir. En cambio, me las sequé.

–Lo siento –balbuceé al llegar arriba.

–Está todo bien, Crystal –Trace me desató y volvió a arrojarla hacia abajo para el próximo hermano–. ¿Ahora puedes arreglarte sola?

Respiré hondo mientras evaluaba la considerable altura de la pared. Afortunadamente, la nieve se había apilado contra el muro de modo que la caída sería más suave.

–Por supuesto. Soy una ninja. Es que no quería hacerlos quedar mal a todos ustedes –arrastrando torpemente los pies por el borde de la pared, sujeté la cuerda que colgaba hacia el otro lado y descendí casi dejándome caer. Mi trasero aterrizó con fuerza sobre la nieve. Zed me arrancó de mi agujero y me dio un abrazo.

–¿Así que ninja, no?

–¿Escuchaste eso?

–Todos lo escuchamos. Tengo que decírselo a Xav.

–Te mato si le cuentas lo mal que estuve.

–No fue así, Crystal. Estuviste muy bien.

Sus hermanos bajaron suavemente junto a nosotros. Cada elegante aterrizaje, un reproche a todas las clases de Educación Física a las que había faltado. Cuando los seis estuvimos frente a las tierras del castillo, comencé a sentirme un poco menos angustiada.

–Papá dice que Will se pondrá bien –informó Trace–. Lily lo llevó por tierra al hospital… Xav se encuentra con ellos… y papá y Steve están conduciendo a las mujeres a la base. Nos pide que nos reunamos todos allí.

El automóvil se encontraba estacionado en el camino, escondido detrás de un matorral de arbustos espinosos. Nos amontonamos en el interior. Para que entráramos todos, tuve que sentarme prácticamente encima de Trace. Uriel retrocedió y retomó la carretera principal de la montaña.

–Phee se veía bien, ¿no creen? –preguntó Yves a sus hermanos.

–Sí, todas estaban bien… al menos exteriormente –confirmó Uriel.

–Sky es muy peleadora –agregó Victor con admiración–. Se resistía a que la durmiera.

–Es probable que haya vislumbrado tus colores… y supo que estabas mintiendo cuando dijiste que solo querías controlar que no tuviera fiebre –ansioso por regresar con ella, Zed tamborileaba la ventanilla con inquietud.

Victor se encogió de hombros.

–Ese mensaje de sueño funciona mejor cuando puedo tocar la frente de la persona a quien voy a dormir.

–Me sorprende que mamá no se haya resistido –dijo Uriel–. No te ha dejado hacerlo desde los diez años.

–Sí, pero ella no recordaba nada. No reconoció a ninguno de nosotros.

Ante ese comentario, nadie supo qué decir.

La ruta torció hacia la derecha y apareció el cruce de caminos ante nosotros. Un auto de policía estaba detenido atravesado en el asfalto bloqueándonos el paso mientras las luces azules brillaban contra los pinos.

–¿Sugerencias? –preguntó Uriel en voz baja–. ¿Vick?

–No puedo manipular sus mentes. Son demasiados… y no sería correcto. Solo están cumpliendo con su deber.

–Entonces nos detenemos y hablamos educadamente –repuso Uriel mientras disminuía la velocidad–. Estas son las cosas que no debemos mencionar: a las mujeres, a Steve y Lily y cualquier detalle que esté relacionado con el castillo. Venimos de dar un paseo a la luz de la luna.

Un policía se ubicó en el medio del camino y levantó la mano. Uriel bajó la ventanilla y frenó junto a él.

–¿Algún problema, oficial?

Sí, desde luego que había un problema, como explicó el hombre en rápido italiano utilizándome a mí como intérprete mientras sus colegas rodeaban el vehículo. Todos debían descender pues estaban detenidos. Y no, no se sintió impresionado por las credenciales policíacas de Victor y Trace, eso era Italia y no Estados Unidos. No, no podíamos hablar entre nosotros. La única llamada telefónica que nos permitirían hacer sería a nuestros abogados.

De modo que desconocía la existencia de la telepatía.

¿Los cargos? Ingresar ilegalmente al castillo de la condesa, agredir a sus empleados y provocar un incendio.

Nos colocaron al costado del vehículo y nos palparon. No descubrieron armas, ni siquiera un fósforo. Uno por uno, esposaron a los hermanos y los hicieron subir en la parte de atrás de una camioneta de policía. Yo me quedé al costado del camino. Noté que los Benedict no estaban nada felices de dejarme sola con policías italianos.

–¿Y qué pasa conmigo? –pregunté al oficial a cargo, un hombre de rostro duro que se veía verdaderamente exhausto de tener que lidiar con turistas descontrolados, los delitos más frecuentes en ese destino vacacional.

–Usted,

signorina, no está arrestada –hizo una seña para que cerraran las puertas de la camioneta–. Sabemos quiénes son estos hombres pero la

contessa no mencionó que hubiera una joven presente en el momento del asalto.

Sería extremadamente estúpido convencerlo de que me arrestara.

–¿Adónde los llevan?

–Mi comisaría no es tan grande para tanta gente. Supongo que serán transferidos a Verona en la mañana. Puede llamar a la estación a las ocho cuando los empleados estén de servicio. Me gustaría que viniera conmigo para tomarle declaración. Después le dirán adónde han llevado a sus amigos –se encaminó a su automóvil dejándome sola con el vehículo. Las llaves continuaban en el contacto, donde Uriel las había dejado.

–Pero,

signor, ¡no sé conducir!

Se mostró completamente tentado a abandonarme allí mismo.

–El oficial Fari la llevará hasta la comisaría y dejará el vehículo allí. Puede mandar a alguien a buscarlo en la mañana.

Como Yves había encontrado la manera de invertir el camino mental que yo había construido para comunicarme con él, pude sentir su llamado dentro de mi mente.

Estoy bien, le aseguré.

Uno de los policías me llevará de regreso en el auto a Malcesine. Estoy preocupada por ustedes.

Le contaré a papá lo que ocurrió. Tú avísale a Xav, ¿de acuerdo?

Bueno. No era una conversación que ansiara mantener.

Solo dile que no haga ninguna estupidez como dejar que lo arresten junto con nosotros. Es importante que permanezca junto a Will.

Repentinamente, aumentó el ruido de la radio del policía. Descifré el mensaje a través de la estática.

Creo que es demasiado tarde. La condesa sabía que irían a un hospital. A Xav ya lo atraparon. Lily y Will siguieron hacia el hospital bajo vigilancia.

Yves lanzó una maldición.

¿Alguna noticia de papá?

Nadie lo ha mencionado… ni a Steve. Si ellos pensaron que una estrella de Hollywood estaba bajo sospecha, la noticia ya debería haberse propagado por todos lados. Creo que la condesa no está interesada en él… de la misma manera en que me descartó a mí.

Supongo que deberíamos estar agradecidos por eso. Nos veremos pronto apenas se pague la fianza. Haz todo lo que puedas para ayudar a las chicas.

–¿Lista para partir,

signorina? –el oficial Fari, un hombre de poco más de veinte años y más dispuesto a ser amable que su jefe, había notado mi expresión de abstracción.

Pasé los dedos por la frente.

–Lo siento. Estoy algo conmocionada.

–Es mejor que regrese rápido a su casa.

Me subí al asiento del acompañante mientras el policía se familiarizaba con los controles. Salimos lentamente detrás del móvil de la policía. La camioneta había partido hacía rato.

–¿Qué estaba haciendo aquí con este frío,

signorina? –preguntó el oficial. Lo que él realmente quería decir era qué estaba haciendo una buena chica como yo con cinco tipos tan sospechosos.

–Admirando el lugar. Uno de ellos es mi futuro cuñado.

Xav, ¿te encuentras bien?

No. Sentí más que escuché la palabrota que lanzó a continuación.

No me permitieron quedarme con Will. Aparentemente, estoy arrestado por agredir a los guardias de la condesa. Me están llevando al mismo lugar donde están mis hermanos. ¿Y tú cómo estás?

Libre… por ahora. Estoy descendiendo la montaña en nuestro automóvil conducido por un policía y luego me encontraré con tu padre. Yves está muy confiado en que todos lograrán salir bajo fianza, pero yo no estoy tan segura. La condesa es una persona muy poderosa en estos lares.

¿Conoces a algún buen abogado?

Lo buscaré.

Lo que resultaría más importante sería lograr que las mujeres volvieran a ser las de antes. Nada de esto funcionará a menos que ellas puedan testificar que fueron secuestradas.

De pronto, me sentí inmensamente agotada. ¿Cuándo terminaría ese día horrendo?

No tan horrendo. Me encontraste a mí, ¿recuerdas?

Sí, y tú terminarás el día en la cárcel. Felicitaciones, alma gemela.

Yo también te amo.

¿Acaso eso fue una declaración de amor?

¿Lo fue? Noté que, a pesar de todo, Xav estaba muy divertido.

No puedes ocultar el hecho de que te importa lo que me pasa.

¡Por supuesto que me importa!

Ves. Yo también te amo.

Está bien, tienes razón. Te amo a pesar de que eres un tipo exasperante que me prometió que regresaría. Te advertí que, si no lo hacías, te mataría.

Lo espero con ansiedad.

No quiero pasar la mejor parte de mi vida yendo a visitarte a la prisión.

Crystal, si los Benedict se lo proponen, no existe prisión que pueda contenerlos.

Tampoco quiero pasarme la vida huyendo de la justicia.

¡Ah! Tú y yo en una isla lejana y desierta, no veo el problema. Proyectó una imagen de él con shorts hawaianos y yo con una falda de paja y una guirnalda de flores colocada estratégicamente. Sentí que me ardían las mejillas.

¡Xav!

¿Qué?, preguntó con tono excesivamente inocente.

¡Me estás haciendo enrojecer, Muppet!

Cariño, no puedo controlar tu imaginación.

Le devolví una imagen de mí totalmente vestida colocándole una bota en el trasero y arrojándolo en un estanque.

Sí, eso también me parecería bien.

Ese tipo era… ¿cuál era la palabra que adoraban mis antiguos profesores? Incorregible.

Muchas gracias, hermosa doncella. Lo tomaré como un cumplido.

Signorina, ¿está segura de que se encuentra bien? –preguntó el oficial asombrado ante mi silencio.

–Estoy bien. Solo un poco enojada.

Xav, tengo que dejarte. Mi chofer está sospechando algo.

Nos hablamos. Cambio y fuera.

–No se preocupe. Si no han hecho nada malo, pronto estarán libres –afirmó alegremente–. No creo que mi jefe quiera mantener encerrados a tantos visitantes norteamericanos. No es bueno para el turismo y, en este panorama económico, las autoridades locales no lo verían como una medida muy popular.

El policía era un buen hombre.

–Gracias. Entonces confiaré en que todo saldrá bien.

–Y, por otro lado, si son culpables, sería mejor que se mantuviera lejos –ingresó en el estacionamiento de la comisaría–. No me parece una buena idea verse involucrada en una pelea en los tribunales con la condesa. Su primo es el fiscal general de aquí.

Con ese diagnóstico aleccionador, regresé deprisa a la

villa en la que habíamos pasado tan poco tiempo. Las luces encendidas confirmaban que Saul y Steve ya habían vuelto. Era de esperar que las chicas estuvieran con ellos. Toqué el timbre y Saul salió a abrir. Sin decir nada, me envolvió en un fuerte abrazo.

Descubrí entonces cuánto extrañaba a mi padre, pero un abrazo de Saul no era un mal sustituto.

 

Ir a la siguiente página

Report Page