Cross

Cross


CUARTA PARTE Matadragones » 117

Página 124 de 131

1

1

7

Un

impasse… momentáneo, por lo menos. ¿Un par de segundos? Y luego, ¿qué?

Me di cuenta de que el coche de Sampson ya no hacía de escudo entre Sullivan y nosotros. Sus hijos habían dejado de correr hacia él. Caitlin Sullivan rodeaba con sus brazos a los dos pequeños. El chico mayor estaba de pie a su lado, con aire protector, muy parecido a su padre. Recé por que el muchacho no se metiera ahora en esto.

—Soy Alex Cross —le dije a Sullivan—. Estuviste en mi casa una vez. Después mataste a mi mujer. En el noventa y tres, en Washington D.C.

—Sé quién eres —exclamó Sullivan en respuesta—. Yo no maté a tu mujer. Sé a quién he matado.

Entonces el Carnicero echó a correr a la desesperada hacia el bosque. Le apunté en mitad de la espalda; lo tenía… Pero no apreté el gatillo. No fui capaz.

No por la espalda. No con su mujer y sus hijos presentes, de ninguna manera.

—¡Papá! —Gritó uno de los chicos en cuanto Sampson y yo salimos a perseguir a su padre—. ¡No pares! ¡No pares!

—Es un asesino, Alex —dijo Sampson mientras corríamos por aquel terreno irregular, cubierto de hierba alta, piedras salientes y raíces de árboles—. Tenemos que pararle los pies. Lo sabes muy bien. No tengas piedad del diablo.

No me hacía falta que me lo recordaran; no pensaba bajar la guardia.

Pero no había aprovechado la ocasión cuando lo tuve a tiro. Había dejado pasar la oportunidad de cargarme a Michael Sullivan.

En el bosque reinaba la oscuridad, pero la luz de la luna era suficiente para distinguir siluetas y algún que otro detalle. Tal vez pudiéramos ver a Sullivan, aunque él también nos vería a nosotros.

Seguíamos en un

impasse. Pero uno de nosotros iba a morir esta noche. Lo sabía, y esperaba que no fuera yo. Pero todo aquello tenía que acabar de una vez. Había tenido que pasar mucho tiempo para llegar a esto.

Me preguntaba hacia dónde corría él; si tenía un plan de fuga, o si nos tenía preparada una emboscada.

No habíamos visto a Sullivan desde que había alcanzado la zona arbolada. Tal vez era rápido, o podía haber dado un quiebro y salido en otra dirección. ¿Conocería bien el terreno?

¿Estaba observándonos ahora mismo? ¿Disponiéndose a disparar? ¿A abalanzarse sobre nosotros desde detrás de un árbol?

Por fin, detecté movimiento: alguien que corría a gran velocidad por delante de nosotros. ¡Tenía que ser Sullivan! A menos que se tratara del mafioso que quedaba.

Fuera quien fuese, no lo tenía a tiro. Demasiados troncos y ramas de árboles por medio.

Mi respiración era entrecortada y ronca. No estaba bajo de forma, así que debía de ser por la tensión de los acontecimientos. Estaba persiguiendo al hijo de puta que había matado a Maria. Hacía más de diez años que lo odiaba, y había deseado que llegara este día con toda mi alma. Hasta había rezado para que llegara.

Pero no había disparado cuando tuve ocasión.

—¿Dónde está? —Sampson estaba a mi lado. Ninguno de los dos veíamos al Carnicero. Y tampoco le oíamos ya correr.

Entonces oí el rugido de un motor… ¡En el bosque! ¿Un motor? ¿Qué tipo de motor?

De pronto brillaron unas luces largas: dos ojos resplandecientes enfocados directamente a nosotros.

Un coche se aproximaba a toda velocidad, con Sullivan o quien fuera agachado al volante, por una senda que el conductor conocía bien.

—¡Dispara! —Chilló Sampson—. ¡Dispara, Alex!

Ir a la siguiente página

Report Page