Cristina

Cristina


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–¿Estás oyendo lo que dices? Resulta que el borracho y el que no sirve para nada soy yo, pero tú y Paul han perdido la humanidad. ¿Con qué derecho dudas de unos señores de conducta intachable como ellos? ¿Es que desde que desapareció Cristina el mundo ha cambiado para ustedes y todos son malos hasta que se demuestre lo contrario? ¿Tú crees que los buenos son ustedes? Habría que oír el cuento contado por la muchacha. Tú no sabes lo que pasó en aquella isla y mucho menos lo que pasó aquí.

–Anthony, no estoy para…

–Pues si no estás te aguantas porque me vas a oír hasta el final.

Le dijo Anthony asombrando de su bravata e ignorando de donde le salía.

–Si mal no recuerdo fue Agnes quien te llamó con la noticia de que la madrastra de Cristina había levantado una denuncia en contra de Paul. ¿Le preguntaste como se enteró, quien se lo dijo? No, te pusiste a temblar porque tu niño estaba en problemas e hiciste lo que ella te dijo. Cuando llegamos a Boston las encontramos a las dos juntas conversando, yo las vi así que tú tuviste que verlas también. Luego Agnes te dijo que estaba discutiendo con esa señora pero tú nunca lo viste. Luego Beagle, el primo de Agnes, muy convenientemente, te enseñó los papeles de la policía con la denuncia y tú le diste un maletín con tres millones de dólares, y al rato lo viste volver con un papel diciendo que la denuncia se había anulado. ¿Comprobaste tu alguna vez si esa denuncia existió? ¿Viste acaso a Cristina en algún momento? ¿Y la niñera de ella, la tal Rosi, donde estaba en todo esto? Ustedes decían que Rosi era como su madre, ¿Por qué entonces no estaba allí? ¿Llegaste a hablar con la madrastra de Cristina?

–¿Y eso que tiene que ver con lo que está pasando ahora?

–Pues no lo sé, pero tú y Paul desechan todo lo que tenga que ver con Cristina, como si ya nada tuviera relevancia y ahí es donde se equivocan. ¿Qué tal si Cristina fue engañada por alguien y cree que Paul la abandonó?

–Tomate un trago, te está haciendo falta.

Contestó el viejo poniéndose de pie y dirigiéndose a la puerta, pero Anthony no lo dejó, lo tomó del brazo como quien coge un cubo lleno de agua y lo empujó con un tirón haciendo que se sentara.

–Seguro que me lo tomaré luego, pero ahora tú me vas a escuchar hasta el final. Tú no tienes ni idea de que pasó entonces, cuando Paul se convirtió en un ermitaño amargado tú lo seguiste y así llevan ya diez largos años. Es posible que lo que pasa con los Hackman no tenga nada que ver con Cristina, pero yo voy a averiguarlo para estar seguro, yo voy a averiguarlo todo, hasta el final, y tu no vas a decir nada, vas a guardar silencio y esperar a que yo encuentre la verdad de ese cuento que ha destruido la vida de Paul.

Anthony hizo una pausa, asombrado de hasta donde había llegado enfrentándose a su padre. Decidió no pensar en las consecuencias y seguir adelante, si se paraba ahora todo estaría perdido… ¿Y si probaba algo…? No tenia bases fundadas para lo que iba a hacer pero tampoco tenía nada que perder.

–El día de hoy me pertenece a mí y tú vas a hacer todo lo que yo diga. No te muevas de ahí.

Cogió su teléfono celular e hizo una llamada.

–Agnes. Podrías almorzar con mi padre y conmigo. Tenemos algo importante que discutir, se trata de Paul.

Pausa…Se oía la voz chillona de Agnes contestando.

–Sí, allí está bien, nos vemos a las doce del medio día. Gracias.

Cerró el teléfono y guardándolo en un bolsillo de su chaqueta se acercó a su padre al cual ayudó a pararse del sofá donde lo había sentado diciéndole.

–Ven conmigo, hoy se van a aclarar muchas cosas.

Su padre se dejó llevar sin protestar. ¿Sería posible lo que decía Anthony?

 

♣♣♣

 

El Hotel Waldorf Astoria, el cual fuera diseñado por los arquitectos Schultze & Weaber, abrió sus puertas al público en el año 1931. El mismo se localizaba en el número 301 de Park Avenue en Manhattan. Sus 47 pisos proporcionaban un vivo testimonio de la elegancia estadounidense; cosa que los europeos que no podían pagar su estancia allí ponían en duda. Con varios restaurantes, boutiques, bares, y salones de conferencias, este maravilloso hotel había sido testigo de históricas reuniones políticas y comerciales. El Hotel tomó su nombre de la palabra alemana Waldorf que significa “Villa en el Monte”, y el apellido germano–americano Astoria. Fue el primer hotel que brindó a sus huéspedes servicio de comida en la habitación, cosa que transformó para siempre la industria hotelera no solo en los Estados Unidos si no en el mundo entero. El hotel contaba con una plataforma de ferrocarril privada que la unía al Gran Central Station, que había servido a grandes personajes de la política y comercio norteamericano; desde Roosevelt hasta MacArthur. Hoy en día existe un hotel dentro del Waldorf Astoria conocido como The Waldorf Towers, usado por dignatarios extranjeros y magnates industriales del mundo entero. Los representantes de los Estados Unidos en las Naciones Unidas viven en el Waldorf Astoria durante todo el tiempo que sirven como embajadores en la institución.

En el restaurante Bull & Bear Steakhouse, situado en la gran plataforma del lobby del hotel, era donde el viejo Gallagher y su hijo Anthony esperaban a Agnes. Las hermosas paredes forradas de madera y adornadas con famosos cuadros, a donde se notaban incrustadas bodegas de vino que podían verse a través de puertas de cristal, y sobre alfombras de colores donde reposaban inmaculadas mesas con manteles de hilo blanco vestidos con vajilla y cristalería fina, era donde se llevaría a cabo la reunión con Agnes. Anthony y su padre mantenían un silencio incomodo, cada uno con un trago en la mano, donde concentraban sus miradas para evitar el uno la del otro; fue Anthony quien rompió el silencio

–Cuando llegue Agnes yo voy a hacer algunos comentarios, tu solo sígueme la corriente. ¿De acuerdo?

–De acuerdo, aunque no tenias que pedírmelo, ya veo que la sobriedad te ha dado una energía nueva y nunca antes vista, y que estas dispuesto a llevar a delante tus planes sin contar conmigo.

–Si estoy equivocado no se habrá perdido nada, pero si estoy en lo cierto podré darle a mi hijo el mejor regalo del mundo.

–Que Dios te oiga.

Agnes llegó unos instantes después, venia vestida con un nuevo juego de chaqueta amarillo del diseñador italiano Salvatore Ferragamo, en combinación con un estrafalario sombrero. Anthony pensó en aquella muchacha coqueta y alegre que conoció en la universidad, y en lo mucho que había cambiado. Siempre que recordaba los pocos días en que ambos fueron felices le daba una sed de alcohol irresistible, así que era mejor no pensar; sin embargo ahora se daba cuenta que quizás, y desde aquel entonces, ya esta mujer mezquina en quien se había convertido Agnes, tenía un plan para atraparlo. Claro que eso dejaba mucho que desear de él como hombre, pero la realidad no tenia substituto.

–Hola, gracias por haberme llamado. Tuve que cancelar un almuerzo que tenia con unas amigas, las pobres se la pasan rogándome para que pase algún tiempo con ellas pero estoy tan ocupada, mi agenta esta tan llena, que no me queda espacio para nada.

Se acercó al viejo Gallagher y lo besó en la mejilla.

–¿Y a qué se debe tal acontecimiento? ¿No invitaron a Paul…? Están planeando algo para él, claro, debí darme cuenta, yo estoy encantada de hacerle una fiesta en la casa grande, será el acontecimiento del año en New York. Invitaremos al gobernador y al alcalde por supuesto. ¿Y cuándo será? Tienen que darme tiempo para preparar algo a nuestra altura, que no haya nadie que diga que los Gallagher no saben hacer buenas fiestas. ¿Qué tal si invitamos al senador republicano, o no, mejor al demócrata?

–Agnes, cállate la boca y escucha.

Anthony no había podido aguantar más, sentía como la mano se le iba hacia el vaso de whisky que quería devorar para servirse otro más…

–Si te he citado aquí con mi padre es porque tengo un problema que debemos resolverlo en familia.

–¿Qué problema? ¿Dinero? Ay no me digas que no tenemos dinero porque me quitaría la vida, no podría soportar semejante bochorno…

–Que te calles y escuches, o te vas. ¿Me entiendes?

La voz de Anthony era baja pero llena de firmeza, Agnes pensó que nunca lo había visto en este plan de macho.

–A mi no me grites. ¿Quién te estás creyendo…

–Agnes, o te callas o te arrepentirás por el resto de tus días.

El abuelo decidió inmiscuirse antes de que Anthony la abofeteara delante de todo el mundo. Su intervención resultó ser efectiva; Agnes se cayó. Cuando Anthony vio que tenía toda su atención dijo.

–Esta mañana recibí una llamada de Cristina.

–¿DE QUIÉNNNN…? Ay no, eso no puede ser, de que estás hablando, porque no me lo dijiste antes, con ella solo se lidiar yo. Dame su teléfono ahora mismo, tengo que llamarla y ponerla en su lugar para que…

–Espérate un momento y déjame hablar. Me dijo que tenía que verme para algo muy importante que tenía que ver con Paul.

–Maldita perra ramera, seguro te va a contar lo del hijo, que tiene un hijo y que es de Paul. Eso es mentira, sabrá Dios de quién es ese maldito bastardo y ahora se lo quiere cargar a Paul. Eso nunca lo permitiré. Dame el teléfono que yo lidiaré con ella y por lo que más quieras que no vea a Paul, que no le hable, que no se comunique con él para nada.

Se veía fuera de sí, parecía como si le estuviera dando un infarto cardiaco. Sudaba, se movía en la silla, tenía los puños tan apretados que los nudillos estaban blancos, el sombrero se le cayó, no podía respirar.

–¿Y por qué no dejar que Paul la confronte?

–NOOOO, ESO NUNCA….

Agnes estaba comportándose peor que la mujer de Gene. ¿Serian familia…?

Se detuvo al darse cuenta de que ambos la miraban intrigados por su actitud, no podía seguir hablando sin pensar. Se recuperó, se arregló la chaqueta y un camarero le recogió el sombrero y se lo dio; se lo puso a duras penas y tomó varias respiraciones profundas.

Era la hora más ocupada del restaurante que se había llenado en los últimos cinco minutos, y de las mesas adyacentes la miraban como si estuviera loca.

–Ustedes no me entienden porque no son madre. La infelicidad de mi hijo me ha estado matando todos estos años y no voy a dejar que sufra mas enfrentándose a esa perra cualquiera. Sabrá Dios con que cuento le vendrá. Lo del hijo es un invento, una mentira para sacar más dinero. Papa, ella te quitó tres millones de dólares, recuérdalo, y ahora quiere más, estoy segura.

–¿Y tú cómo sabes que hay un hijo?–Le preguntó Anthony.

–Porque la muy cretina se comunicó conmigo hace algunos años para decirme lo del chiquillo, pero por supuesto que no le hice caso y le dije que si la veía cerca de mi hijo la denunciaba por asedio y violación de la privacidad; y se perdió, nunca más apareció, hasta ahora que seguro necesita plata. Anthony, dame el teléfono ahora mismo, esto lo tengo que arreglar yo.

–¿Por qué?

–No seas imbécil y dame el teléfono. Yo lidie con ella la primera vez y todo salió bien, yo soy quien tengo que enfrentarla de nuevo.

–Yo no lo creo – dijo el viejo – La primera vez fue un desastre que acabó con la vida de Paul, y que yo sepa tu lidiaste con la madrastra no con ella.

–Ahora están dudando de mí, claro, a echarle la culpa a la tonta de Agnes. Desde ese día no he tenido un solo momento de tranquilidad. Ya sabía yo que para nada bueno me querían ver. Pues entérense de una vez, no les voy a permitir que involucren a Paul en este lio. El no puede encontrarse con ella nunca más, con lo inteligente que es lo más seguro es que lo manipule y le haga creer que de verdad es el padre de su hijo, y eso nunca lo permitiré.

–Pero eso es fácil querida nuera, solo tenemos que hacer un examen de ADN y listo.

–NO, NUNCA….No me rebajaré a semejante humillación, mi hijo nunca haría semejante cosa…

–O sea que tú crees que él nunca se acostó con ella.

–Por supuesto que no. No sé para qué la llevaría a San Ignacio, quizás para burlarse de ella, quizás para quitársela de arriba, o quizás fue ella quien lo convenció ya en combinación con la madrastra para sacarle dinero, no lo sé, lo que si se es que ese escuincle no es hijo de Paul.

–¿Por qué no me dijiste lo de niño? ¿Y cómo sabes que es varón?

Ahora era el viejo quien preguntaba, tenía la cara roja de la ira y hacia esfuerzos sobre humanos por contenerse y no irle arriba.

–Porque eso fue una de sus mentiras para obtener más dinero, no te das cuenta papa, a ella solo le interesa el dinero, por eso es que viene ahora otra vez, a buscar de donde sabe que hay. Anthony, dame ese teléfono ahora mismo o no respondo de mi.

–No te lo puedo dar porque no lo tengo.

–Imbécil, no tienes un identificador de números.

–Si, pero el número del que ella llamo decía anónimo.

–¿Y por qué fuiste tan estúpido de contestarlo?

–Porque me dio la gana.

Agnes se puso roja, le costaba respirar, tenia los labios juntos y apretados en una mueca de desesperación. Tenía que hacer algo pronto, se dijo, o esto se iba a reventar por algún lado y no podría arreglarlo…Aunque siempre podría echarle la culpa a Fiona…

–Anthony–Le dijo con voz muy calmada–Por favor, déjame ver tu teléfono, ¿Te llamó en el celular verdad? Préstamelo por favor, deja ver si puedo llevarlo a alguien que me pueda averiguar con los records telefónicos de donde se originó esa llamada. Por favor Tony, dame el teléfono.

La sonrisa burlona que se dibujó en los labios de Anthony fue lo que acabó definitivamente con la paciencia de Agnes.

–Imbécil, borracho, mal nacido, no te burles de mí porque te juro que te voy arriba y cuando acabe contigo te van a tener que internar en un hospital. DAME EL TELEFONO, ahora mismo…

Las mesas de alrededor ya los miraban abiertamente sin importarles la intromisión. No miraban por curiosidad, si no por molestia. Aquel era un lugar donde no se veían escenas como la que Agnes estaba creando.

Anthony reía a carcajadas mientras Agnes se moría de la rabia, su padre la observaba entre incrédulo y enfurecido mientras la ira le pintaba las mejillas de rojo carmesí.

–Bien padre, creo que te he demostrado mi teoría sin lugar a dudas.

Dijo Anthony dirigiéndose a su padre.

–¿Qué estas pensando cretino? Ah…ahora la culpa es mía, fui yo seguro quien ideo todo este lio. No seas imbécil, como puedes pensar semejante estupidez.

–Yo no he dicho nada, eres tu quien lo está insinuando.

–Ya, basta, hasta aquí llegó esta discusión – Dijo el abuelo – Agnes, mejor será que te vayas, definitivamente este no es el lugar apropiado para discutir los problemas familiares. Eso lo haremos esta noche en la casa. Anda y tranquilízate, que estas muy alterada.

Agnes los miró a los dos queriendo devorarlos. Se puso de pie y con el sombrero en la mano se dispuso a salir, no sin antes decirles.

–Esto no se acaba aquí. Esta noche hablaremos en casa, y… Anthony, si se te ocurre traer a mi hijo te juro que te mató…

No esperó respuesta y se marchó. Con la misma el viejo Gallagher cogió el teléfono y marcó el número de su chofer y hombre de confianza.

–Mi nuera está saliendo del hotel, síguela y me llamas.

Después de unos segundos, cerró la comunicación.

–¿Qué te parece todo esto?

–Me parece que si estas en lo cierto, he contribuido a la destrucción de lo que más quiero en esta vida, tu hijo.

–Tengo que encontrar a Cristina.

–No sé Anthony, no sé nada; ya no sé ni que pensar.

–Papá, estas ciego, no ves que ha sido ella. No ves como insiste en que Paul y Cristina no se vean, porque sabe que la mentira saldrá a la luz.

–¿Cuál es la mentira Paul? Cristina se desapareció, nunca supimos nada…

–Perdona, eso no es verdad; tú nunca la buscaste, nunca quisiste saber nada más que ella.

–¿Y por qué no buscó ella a Paul?

–Quizás lo quiso hacer y Agnes se lo impidió.

–¿Cómo?

–No lo sé papá, no tengo todas las respuestas, pero si te digo que la información que nos dio Agnes no es la correcta. Algo hizo, algo arregló con su querido primo y con la otra amiga… Ay Dios mío… La amiga de Agnes es la secretaria de Paul, ella puede interceptar todo su correo, sus llamadas… Eso es, ahí tienes la respuesta…

–Un momento Anthony, estas especulando, no tienes prueba de nada. Te recuerdo que esto no es una novela. Nada de lo que dices tiene sentido y si Agnes le hizo algo a esa muchacha fue porque nunca le cayó bien, pero no creo que haya tenido el poder de alejarla de Paul por todo este tiempo. Ella sabía mi número de teléfono. ¿Por qué nunca me llamó?

–Está bien, tú ganas, no lo sé. Pero no voy a quedarme cruzado de brazos viendo como Agnes sigue haciendo de las suyas sin que nadie la detenga. La vida me está dando la oportunidad de devolverle la felicidad a mi hijo y eso es exactamente lo que voy a hacer.

Se paró y se fue dejando solo a su padre. ¿Y si Anthony tenía razón en lo que decía? Pensó el viejo, eso era imposible, no había manera que una mentira dicha hacia tantos años pudiera haber perdurado tanto tiempo sin ser descubierta. Llamó al camarero y le pidió que le trajera otro trago. Ninguno de los dos había comido nada. Llamó a su secretaria y le indicó que cancelara todos sus compromisos para esta tarde; esto había que arreglarlo pronto.

Paul tenía un hijo y no lo sabía…

El era bisabuelo… No podía ser cierto. Si fuera verdad la teoría de Anthony…. Habría que matar a Agnes… Una cosa era le teoría y otra la realidad, esto no era una novela. El juicio de Anthony había sido afectado por su larga vida de bebedor, y mientras más rápido se aclarara este asunto, mejor. No podía darse el lujo de ilusionarse con la especulación absurda de su hijo. ¿El, bisabuelo? ¿Tendría Paul un hijo? ¡Eso era imposible…!

El pecho no le dolió, ni sintió aquella sensación extraña subir por su espalda como en los tiempos cuando le temía al futuro de su nieto… Lo que sentía ahora era rabia, una rabia inmensa contra Agnes. Si todo esto terminaba siento cierto la mataría con sus propias manos…

34

Uno de los aviones de la flotilla de Cristina, con la familia Smith, aterrizó en el aeropuerto de La Guardia y se dirigió hacia el hangar de vuelos privados. Allí los esperaba Gerald para llevarlos a la casa de los Hamptons. Hubieran podido ir en helicóptero pero el tiempo estaba de tormenta y Cristina era muy cuidadosa, nunca dejaba que nadie se arriesgara por gusto.

New York entero rezaba para que el tiempo cambiara y la Serie Mundial de Baseball pudiera comenzar de una vez entre los Yankees de New York y los Bravos de Atlanta.

Will y Ali tenían tres niñas, la mayor de siete, la del medio de cinco y las ultima de tres. Will hubiese querido seguir buscando el varón pero Ali se negó rotundamente, así que Will se apropió de Pauly para hacer con él lo que no podía hacer con sus hijas. Pauly adoraba a su tío Will. Hoy venia la familia completa para asistir al primer juego que se llevaría a cabo en el Yankees Stadium, luego la serie se trasladaría a Atlanta y hasta allí irían todos siguiendo a su equipo.

Gerald vio como se abría la portezuela del avión y bajaba Will seguido de las niñas y de Alison

–Buenos días señor Smith.

–Hola Gerald, ¿Listo para esta noche?

–Seguro señor.

Después de los saludos y de recoger sus maletas, subieron a la limosina y salieron para la casa donde los esperaba Rosi. Pauly estaba en el colegio y Cristina en el hospital. Lisa, la mayor de los Smith perdería unos días de escuela, pero eso ya se había arreglado con su maestra, y Alison tenía todo el material que la niña debía cubrir en los próximos días.

El camino se les hizo corto, iban conversando acerca del tiempo y pidiéndole a Dios que no lloviera ni hiciera mucho frio para que el juego se pudiera llevar a cabo. Así llegaron a la casa donde ya Rosi los esperaba afuera.

–Que alegría me da verlos aquí. Donde están mis niñas lindas.

Las niñas también creían que Rosi era abuela de ellas y que todos ellos eran familia. De hecho esta familia improvisada se quería más y se llevaba mejor que muchas con vínculos sanguíneos.

–¿A qué hora llega Pauly?–Preguntó Lisa. Era la mayor y se acoplaba con Pauly de maravilla.

–A las tres y media, ahora Gerald lo va a buscar.

–¿Puedo ir con el papi?

–¿Gerald, qué tu crees?

–Claro que sí señor, Pauly se va a poner muy contento de ver a Lisa.

Cuando Gerald se fue, ellos entraron a la casa y Rosi los condujo hasta el estudio de Cristina.

–Me alegro mucho que hayan venido. Creo que mi niña va a necesitar todo el apoyo del mundo. Ya les contó lo que descubrieron los Hackman, verdad.

–Si Rosi, pero eso era algo que pasaría un día u otro. Lo extraño es que no hubiera ocurrido antes. El mundo es muy pequeño, además, creo que es hora que se aclaren las cosas de una vez, frente a frente.

–No por favor, mi niña no puede pasar por ese trauma otra vez.

–Si puede, y esta vez no será un trauma y no estará sola. Esta vez se sabrá la verdad de todo este lio.

–Tú todavía piensas que Paul no es culpable.

–Yo no pienso nada, y entiendo menos, de lo que si estoy seguro es que esto no es tan sencillo como se ve. Nunca he creído ni creeré que Paul dejó a Cristina de esa manera tan brusca y con una explicación tan vana; ya no se acuerdan como la miraba en la fiesta y en el desayuno al día siguiente, Paul estaba que se moría por Cristina…Tiene que haber otro motivo que no sabemos y solo él puede aclararlo.

Rosi no lo creía así, pero deseaba estar equivocada.

 

♣♣♣

 

Agnes llegó a la oficina de Paul deteniéndose afuera para hablar con Fiona.

–¿Dónde está Paul?

–No lo sé, aquí no está. ¿Pero qué haces tú aquí? Te dije que hablaríamos esta noche.

–No hay tiempo que perder. La muy imbécil de Cristina llamó a Anthony esta mañana.

–¿Qué?

–Apúrate y vámonos, nadie notará tu ausencia, di que te sientes mal o algo, pero vámonos ahora mismo, esto no podemos hablarlo aquí.

Fiona no discutió, después de dar una escusa a una de las secretarias de afuera para que contestara su teléfono, se fue corriendo con Agnes. Al salir a la calle tomaron un taxi rumbo al centro. El chofer del viejo Gallagher, Manolo, las iba siguiendo. Después de recibir la llamada del viejo, le cayó atrás a Agnes, no fue difícil. Había empezado a caer una leve llovizna típica de Octubre, pero los choferes neoyorquinos sabían conducir en cualquier estación y el tráfico se movía sin dificultad.

Las vio llegar al Skinny Bar y perderse en el tumulto del almuerzo. El dejó el carro en un lugar discreto y entró tras ellas, sentándose en la barra. Ellas no lo podían ver a él, pero él si las veía a ellas a través del gran espejo detrás del mostrador. No podía distinguir las palabras pero se veía que estaban peleando o discutiendo por algo. Vio como Agnes sacaba su chequera y escribía un cheque, entregándoselo luego a Fiona quien a su vez lo guardó en su cartera.

Después de esto Agnes se paró y se fue, no sin antes dejar un billete arriba de la mesa para cubrir los gastos de una cerveza que tomó Fiona. ¿Qué hacer? Pensó Manolo, ¿A quién de las dos sigo? … Se decidió por Fiona. Tenía la corazonada de que averiguaría mucho más si la seguía a ella. Salió a la calle y vio como Agnes tomaba un taxi. El corrió hasta su carro y lo aparcó de manera que pudiera seguir a Fiona cuando esta saliera. Desde allí llamó al viejo Gallagher.

–Sr. Gallagher. Su nuera fue hasta la oficina del Sr. Paul, allí busco a su secretaria, Fiona, creo que se llama, y las dos salieron del edificio, tomaron un taxi y llegaron a un bar desde donde lo estoy llamando. Allí se sentaron por unos minutos, la Sra. Gallagher le dio un cheque a la otra mujer y se fue, la amiga se quedó. Yo creo que debo seguir a esta mejor que a su nuera. ¿Qué opina usted?

–Estoy de acuerdo, buen trabajo, síguela e infórmame.

–De acuerdo, jefe.

¿Sería posible lo que estaba viendo suceder en sus narices? Sin esperar su propia respuesta llamó a su hijo.

–Anthony, tu mujer fue hasta la oficina a buscar a su amiga, la secretaria de Paul, y de allí se fueron a un bar del centro, donde tu mujer le dio un cheque a la tal Fiona y se fue. Manolo está afuera esperando que esta salga para seguirla. Creo que debes llamar a los detectives esos que contrataste para que investiguen a esta mujer. Es posible que lo que dices sea cierto, si no todo, algo.

–No papá, no es algo, es todo, ya lo veras. Seguro que estoy en lo cierto. Ya mismo llamo. ¿Todavía piensas que nos debemos reunir con ella esta noche en la casa?

–Si, sobre todo si averiguamos algo con que poder confrontarla, además…

–No papá, creo que no debemos reunirnos, que debemos dejarlo así, de momento. Déjala que haga lo que tiene que hacer y nosotros la seguiremos y obtendremos las pruebas que necesitamos para desenmascararla. No quiero entrar en una pelea con ella, tengo un plan mejor, por favor déjamelo todo a mí.

–¿Por qué has esperado tantos años para volver a ser quien eras hijo?

–Ya tendremos tiempo para aclarar todo eso en otro momento, ahora lo importante es Paul.

Paul tenía un hijo, el tenia un biznieto y Agnes lo había sabido desde el principio sin decir nada… Dios mío, como pudo haber estado tan ciego…

 

♣♣♣

 

Manolo llevaba esperando más de media hora. ¿Y si esta mujer había salido por otra puerta y él no la vio? Tenía que volver a aparcar el carro y entrar en el bar de nuevo para comprobar si estaba allí o no. Había dejado un buen aparcamiento que Dios le tenía separado cuando andaba siguiendo a las mujeres, pero ahora no veía nada libre y si se iba y ella salía entonces sí que la perdería.

Dispuesto a esperar cuanto fuera necesario, vio llegar un BMW conducido por alguien que le era muy familiar. No sabía de dónde pero estaba seguro de haber visto a ese hombre antes. Se le quedó mirando puesto que el carro en vez de aparcar se detuvo frente a la entrada del bar. Cuál sería su sorpresa cuando vio salir de este a Fiona y montarse en el BMW. Salieron mandados y más atrás los siguió Manolo. Huy…La cosa se complicaba más de lo esperado. ¿Qué estaría pasando?

Manolo se había retirado del ejército a los 38 años de edad con el rango de Sargento Mayor. Se había casado con una muchacha que conoció en su unidad a los dos años de estar allí. Su esposa nunca pudo tener hijos pero su matrimonio fue muy feliz, hasta el día que la perdió, tres años atrás, con un cáncer de mamas fulminante que se la llevó en menos de seis meses. Con su pensión de veterano le daba para vivir pero sabía que tenía que buscar algo que hacer puesto que la soledad lo estaba consumiendo. Un día un amigo que trabajaba para GALCORP le dijo que andaban buscando choferes. A él le gustaba mucho leer y pensó que sería un buen trabajo, no le importó el salario, cualquiera que fuera, si lo juntaba con su pensión estaría contento y sobre todo podría leer todo cuanto quisiera.

Cuando se presentó a la entrevista lo mandaron al departamento de personal, fue allí que se le vino la ilusión a los pies, habían más de 30 personas aplicando para el trabajo, todos habían llegado primero que él, todos traían portafolios con currículos, todos vestían de traje y corbata, menos él. Vio a cada uno entrar y salir, y se quedó el último. Tuvo deseos de irse, si aquellos tipos bien vestidos y con currículos en sus manos no los habían aceptado, a él ni lo mirarían. Se levantó para irse cuando oyó que lo llamaban. La muchacha que lo entrevistó fue muy agradable, le hizo dos o tres preguntas y le dijo.

–El puesto es suyo si lo quiere.

Sin salir de su asombro lo aceptó. Desde el momento en que lo conoció le cayó bien su nuevo jefe, y este sintió algo similar. Aquel primer día le dijo “No solo serás mi chofer, sino también deberás cuidar mis espaldas. Tu record militar dice que puedes hacer el trabajo pero no sé qué dirás tú, puesto que se te contrató para chofer”

“Claro que puedo Sr. Gallagher, no se arrepentirá”. Y así fue, después de todos estos años Manolo formaba parte del pequeño círculo de confianza del viejo, y sabía que este lo estimaba. Por su parte hubiera dado la vida por su empleador, nunca había conocido una persona más integra y sencilla que este hombre, aunque sus enemigos dijeran lo contrario.

 

♣♣♣

 

La débil lluvia de otoño se había disipado pero el cielo permanecía encapotado amenazando tormenta. El tráfico se había hecho más intenso pero Manolo no tuvo dificultad en seguirlos. Vio como bajaron por Broadway e hicieron izquierda en la calle Liberty, deteniéndose en el numero 10. Allí se metieron en el parqueo subterráneo del edificio y Manolo los perdió de vista. Manolo aparcó su carro y se quedó esperando afuera. Sabia quien era ese hombre pero no podía acordarse de su nombre ¿Dónde lo había visto? Creo que es abogado, se dijo a sí mismo, sí, creo que trabaja en el piso siete; mejor llamo al patrón.

–Sr. Gallagher.

–Si Manolo, qué pasa.

–Esperé a que la mujer saliera, y vi como montaba en un carro particular y se iba con un hombre. Los seguí hasta la calle Liberty a solo dos cuadras del East River en un edificio nuevo muy elegante. El asunto es que yo conozco a ese hombre, trabaja para usted, pero no me acuerdo del nombre. Creo que es abogado y trabaja en el piso siete.

–Justin Beagle.

–Ese mismo, me acuerdo de él porque tiene nombre de perro.

–Buen trabajo Manolo. Ya puedes suspender la vigilancia. Muchas gracias.

–De nada jefe, para eso estoy yo aquí.

Colgando el teléfono con Manolo el viejo llamó a Anthony y le contó lo sucedido.

–Eso era lo que esperaba, ahora se cierra el círculo. Los tres están involucrados, la idea fue de Agnes, estoy seguro, y los otros dos la ayudaron.

–Ahora si podemos confrontarla con los hechos…

–No, por favor, déjame hacer esto a mi manera, te dije que tengo un plan. Tienes que confiar en mí, aunque sea esta sola vez…

–Toda la vida te he culpado de flojo e irresponsable y resulta que la culpa ha sido toda mía por no darte el valor que tenias. Ojalá me quede tiempo para tratar de enmendar todo el daño que te he hecho…

Anthony sintió un nudo en la garganta y unas gotas que le humedecían las mejillas… Cuanto tiempo había esperado por este momento.

–No te preocupes por eso ahora, todavía tenemos mucho tiempo por delante. Lo principal ahora es ayudar a Paul.

Le dio gracias a Dios por este día. ¿Cuánto había pasado desde que dejó de beber? En verdad no había dejado de beber, lo que había hecho era dejado de emborracharse, de sentir lástima por sí mismo, de su conformismo y de su destino. La pena de su hijo le ayudó a apreciar lo que la vida le había ofrecido. No tenía tiempo para lamentarse por el espacio de vida perdido, ahora solo quedaba vivir y hacer lo mejor de lo que le quedaba.

 

♣♣♣

 

En el apartamento 12 – H del número 10 de la calle Liberty, residencia de Justin Beagle, la tormenta era mucho más amenazadora que la que se estaba formando fuera. El aire era pesado y casi no se podía respirar. Beagle se movía de un lado a otro de la habitación sin poder tenerse, tal era su frustración. Fiona había llegado inesperadamente con la noticia que por tanto tiempo esperara. Sabía que había hecho mal años atrás cuando Agnes lo obligó a mentirle al hombre que le había dado el mejor trabajo de su vida, el viejo Gallagher, y que tendría que pagarlo algún día; ese día acababa de llegar.

–Se los dije a las dos muchas veces, que esto algún día saldría a la luz y ambas se arrepentirían una y mil veces de lo que hicieron.–Dijo Justin gritando en la cara de Fiona.

–Y lo peor de todo es que me arrastrarán a mí hacia abajo, detrás de ustedes. ¿Cómo pudieron ser tan estúpidas?

–Oye, aguántate los insultos y ponte a pensar que podemos hacer. ¿Eres abogado verdad? Pues emplea tus conocimientos, aunque creo que desde el punto de vista legal no tenemos nada que hacer, lo que hay que hacer es encontrarla y matarla. Desaparecerla, ella es el único testigo de lo que paso.

–¿Estás loca? Parece que ya se te ha olvido lo bien que lo pasaste en la cárcel la última vez.

–Bueno, y si no la matamos que hacemos. Es cuestión de tiempo de que el viejo y el marido de Agnes se den cuenta que aquí hay algo que no encaja, y si llegan a hablar con la tal Cristina entonces sí que estamos perdidos todos. Por eso creo que hay que matarla ya mismo.

–PUES MATENLA–Grito Justin–Pero a mí no me metan en esos líos. Te vas de mi casa ahora mismo. Nunca debí traerte aquí. VETE AHORA MISMO y no me llamen más ninguna de las dos… No quiero saber nada de ustedes.

Justin caminó hasta la puerta de entrada y la abrió para que Fiona saliera, esta ya delante del ascensor le dijo.

–Quizás te matamos a ti también, imbécil. Búscate un buen guardaespaldas…

Justin Beagle le tiró la puerta en la cara y muy lentamente se encaminó hasta el pequeño bar de su salón de estar donde se sirvió un whisky. Era verdad que las había ayudado hacia diez años en aquel teatro que se inventó Agnes para deshacerse de aquella niña, pero nunca pensó que aquello traería repercusiones tan graves. El vio nacer y crecer a Paul como un niño y luego un joven feliz, pero desde aquel trágico día su vida se había destruido para siempre, convirtiéndose en una persona huraña y desconfiada; nunca más lo vio sonreír. Cuando al cabo del año la niña se comunicó con Agnes para decirle lo del nacimiento de su hijo, él debió haber intervenido para arreglar el asunto de alguna manera, sin embargo Agnes lo había amenazado con incriminarlo en todos sus líos sucios y eligió quedarse callado, por cobarde. Ahora se daba cuenta que todo estaba perdido.

Cuando Fiona lo llamó y le dijo que Cristina se había comunicado con los Gallagher perdió la razón y lo único que pensó fue ir buscarlas a las dos; quería deshacerse de ellas. Cuando él llegó, Agnes se había ido y no le quedó más remedio que hablar con Fiona, la cual sabía era mucho peor que Agnes; ¿O era Agnes la peor? Qué más daba ya, su vida estaba arruinada para siempre. Si es verdad que entró en GALCORP valiéndose de una mentira, por todos estos años había hecho su trabajo bien, y había siempre mirados por los intereses de la empresa, sin embargo nunca se le incluyó en el círculo familiar como lo tenía pensado Agnes y más deseado él. Por supuesto que no eran primos, habían sido amantes y cuando Agnes le propuso hacerse pasar por su primo para entrar en la empresa él aceptó. El se graduó un año antes que Anthony y aunque enseguida paso el examen de la licencia del estado nunca tuvo un bufete propio, ni siquiera clientes fijos. Se la pasaba rondando las salas de emergencia y siguiendo ambulancias para ganarse la vida con los problemas de otros. No era un mal abogado, pero había tenido mala suerte y cuando se le presentó la oportunidad de trabajar en una empresa de prestigio como GALCORP no perdió tiempo pensándolo. Desde entonces Agnes lo chantajeaba con descubrir su verdad y por eso le servía de espía de todo cuando pasaba en la compañía. Que cobarde había sido, que vergüenza sentía. Este era el final, y no haría nada para evitarlo.

¿Qué pasaría cuando todo se descubriera? Iría a la cárcel con las otras dos delincuentes. ¿Y si contaba la verdad a los Gallagher antes que explotara la bomba? Quizás lo perdonaran, y solo lo echaran de su trabajo. Esa perspectiva no era tan mala, había reunido algo de dinero y después de más de treinta años practicando su carrera se podía ir a un lugar donde no lo conocieran y empezar de nuevo, al menos por unos años hasta que se retirara. Dios mío, ¿Qué hacer?

“Entonces sabrás la verdad y ella te liberará”, Juan 8:23. Tenía que tomar una decisión y debía que hacerlo pronto.

 

♣♣♣

 

La tormenta que amenazaba el cielo neoyorkino no se había ido a pesar de los rezos de todos los seguidores de los Yankees, y como todos ellos, Cristina y su extensa familia estaban allí, con paraguas en mano, dispuestos a mojarse pero nunca a abandonar su equipo. El Stadium de los Yankees estaba lleno hasta el tope, no había ni una sola silla libre, ni en las gradas de los fields. Las voces de los fanáticos se levantaban por encima del estruendo de los truenos dando la sensación de una marcha de guerra.

El Himno Nacional lo cantó nada menos que la famosa Whitney Houston, acompañada por el majestuoso coro de la Escuela Militar del Ejército Americano en West Point, y de los miles y miles de fanáticos que llenaban el Stadium. La primera bola la lanzó el presidente, neoyorkino de nacimiento y fiel seguidor del equipo, y cuando toda la ceremonia terminó y los Yankees salieron al campo parecía que una tormenta humana explotara en el recinto y todos a una voz comenzaron a dar gritos y aplausos. El momento era electrizante y Cristina lo estaba disfrutando al máximo, como hacía años no disfrutaba algo así; que tonta había sido de dejar pasar el tiempo sin disfrutar su vida y la de su hijo adorado… Ya no más, esta era una nueva etapa de su vida, y en ella no perdería ni un minuto de tiempo en lamentaciones ni malos recuerdos. Los buenos recuerdos empezarían a formarse hoy mismo…

El pasado era parte de su vida, y mirándolo bien, ese pasado tumultuoso y cruel le había dado a Pauly… ¿Cómo no valorar el pasado? También la había enseñado a ser fuerte, a enfrentar la vida con determinación y a no rendirse nunca. Además, es ese pasado había amado de una forma limpia y total, cosa que nunca más en su vida lo volvería a hacer…

35

 

 

Una llovizna fina como aliento de ángel caía sobre la isla de Manhattan, el otoño insistía en acabar con el verano a pesar de las plegarias de los neoyorquinos que querían una vez más perderse en las emociones de su equipo preferido y olvidarse de todo lo que no fuera los Yankees. El apasionamiento por un deporte no es más que el escape de una realidad que no se puede controlar o de un sentimiento que no se puede compartir, y la Serie Mundial de Baseball servía para canalizar las intensas pasiones de sus fanáticos.

Anthony decidió quedarse en casa de su padre. Este nuevo mundo en que ambos convivían le atraía de una forma tranquila y relajante; no quería perderlo. Agnes llamó puesto que estaba esperándolos para “discutir” el tema de Cristina pero Anthony le dijo que no quería hablar más del tema y que se hiciera ella cargo de ese lio, cosa que ella le agradeció inmensamente pero no se lo hizo saber, al contrario le respondió.

–No te preocupes, yo lo arreglaré todo, como siempre.

Que sorpresa tan grande se iba a llevar su malvada esposa cuando se viera desenmascarada ante todos y desposeída de todo cuanto tenia, pensó Anthony sin poder ocultar una sonrisa de satisfacción; quién dijo que la venganza no se disfrutaba… ¡Nunca la experimentó!

Después del almuerzo con su padre había llamado a Wiseman para que investigaran a Fiona y a Agnes. Ahora estaba sentado con el viejo en el estudio mirando el primer juego de la Serie Mundial cuando ambos oyeron entrar a la sirvienta.

–Señor Gallagher, lo busca el señor Beagle.

El viejo la miró con extrañeza.

–¿Quién?

–El señor Beagle, empleado suyo. Dice que es muy importante que hable con usted.

Este era el hombre que Manolo le había dicho; el que recogió a Fiona del bar. ¡Curioso…!

–Hágale pasar.

–¿Quién es?

Preguntó Anthony.

–Ya verás.

Cuando Beagle entró a la sala Anthony no lo pudo reconocer a primera vista, había pasado tanto tiempo desde su boda con Agnes… Más de treinta años. Lo recordaba como un muchacho joven y alegre aunque sin una gota de sofisticación. Ahora se veía viejo y encorvado, con unas cuantas libras de más, sin embargo lo que más le llamó la atención fueron sus ojos entre tristes y avergonzados.

–Buenas noches Beagle. ¿Cuál es el ente tan importante que no puede esperar hasta mañana?

El viejo notó lo mismo que su hijo. Se veía encorvado como quien lleva una pesada carga en la espalda y estuviera a punto de caer.

–¿Me puedo sentar?

–Por supuesto.

Justin Beagle se sentó en uno de los butacones que rodeaban la mesa de centro, dándole la espalda a los altos ventanales desde donde llegaba el sonido de la tempestad que trataba de abrirse paso afuera. Justo encima de la chimenea se apoyaba la pantalla gigante donde los Gallagher seguían el juego de Baseball.

Se prolongó el silencio; los dueños de la casa esperaban que el recién llegado empezara a hablar, pero parecía que este tampoco se decidía. Anthony pensó echarle una mano y romper el hielo pero se contuvo, algo le decía que la culpa que se veía en sus ojos no merecía perdón. Al fin se le oyó tomar una fuerte y profunda inspiración después de la cual comenzó a hablar.

–No sé cómo empezar, por el principio, quizás, aunque no se cual es el principio pero si se que este es el final… Yo… Yo les he mentido durante todos estos años, yo no soy primo de Agnes…Yo la conocí en la universidad, salimos un par de veces y nada más. Yo me gradué un año antes que Anthony; lo sé porque Agnes ya había decidido enredarte, o eso fue lo que me contó. No sé lo que pasó con ella durante ese tiempo, cuando me gradué volví a mi pueblo que era también el de ella y allí empecé a trabajar en lo que pudiera, los pueblos pobres no necesitan abogados. En fin, al cabo del tiempo vino a verme para decirme que se casaría contigo. Desde ese momento se olvidó de su familia, que por cierto todavía está en Tennessee; su madre, dos hermanas y un hermano. Me propuso que me hiciera pasar por su primo y único familiar que le quedaba, me prometió un puesto en su empresa y bueno… Yo vi mi futuro hecho, inmediatamente le dije que sí. No creí que hubiera nada malo en ello. Nadie se perjudicaba con la pequeña mentira, y si yo hubiera sido ella también me hubiera avergonzado tener que presentar mi verdadera familia. Cuando aquello su mejor amiga, Fiona Nelson, estaba en la cárcel por un delito que ambas cometieron, pero que por alguna razón que todavía no conozco Fiona se culpó ella sola y nunca delató a Agnes; aparte de su amiga y de mí, no tenía a nadie más. Yo no sé si ustedes se acuerdan pero yo empecé a trabajar en el departamento de personal, empleo que no sé cómo me consiguió ella. Yo hacia los contratos de los diferentes empleados, de los consultantes, en fin… Luego fui pasando de un departamento a otro, hasta que llegué a donde estoy ahora, al famoso piso veintisiete, la antesala de la dirección; nadie me ayudó a llegar allí, lo hice solo con mi trabajo… ¿Puedo tomar un poco de agua?

Anthony se levantó y le trajo un vaso del bar.

–Gracias. Como les decía, seguí trabajando bien y poco a poco fueron promoviéndome hasta llegar al puesto que tengo hoy. Me sentía feliz y agradecido de Agnes, aunque ella dejó de tratarme en el momento que se casó contigo. Dijo mirando a Anthony… Hasta hace apenas unos diez años, cuando me llamó para que le hiciera un favor.

Otro silencio y otro trago de agua, ahora venia la dura verdad. ¿Cómo seguir? Justin pensó que se mareaba y que de un momento a otro caería en el suelo, oía los truenos entrar por las ventanas y explotar en su pecho… Tenía que seguir.

–Por supuesto le dije que si, como antes mencioné, yo le estaba muy agradecido. Me dijo que tu hijo Paul se había ligado con una muchacha de baja reputación y quería sepáralos. Yo no encontré nada malo en eso, cualquier madre o padre lo hubiera hecho. Para ese entonces Fiona ya había salido de la cárcel y estaba viviendo en un apartamento pequeño que Agnes le pagaba. Fiona es falsificadora profesional, desde dinero, certificados, diplomas, títulos, licencias, pasaportes, de todo ha hecho. Agnes se me presentó con una forma ya llena, de las que se usan en la policía para levantar cargos en contra de alguien, por supuesto no era la forma verdadera, era una falsificación hecha por Fiona, en la misma se acusaba a Paul de secuestro y violación de una menor.

Hizo otra pequeña pausa.

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