Cristina

Cristina


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–Cristy, Agnes se presento anoche con una familia amiga de ella que tienen una hija y la han traído para que sea mi pareja esta noche. Yo no quiero ir con nadie, yo pensaba ir contigo, pero mi madre ha armado un escándalo apoteósico y si no la complazco me va a echar a perder la fiesta. No solo a mí sino a todos. Me ha prometido desmantelar la fiesta si no hago lo que ella quiere. Te podrás imaginar, con mi abuelo aquí no quiero dar un espectáculo. Solo quiero que la noche pase en paz y ya mañana será otro día. Will quiero que Cristy y Rosi se sienten contigo y Ali y con tus padres, yo sé que es un poco tarde para estar buscando puestos y mesas pero yo pago lo que haya que pagar, yo solo deseo que Cristy y Rosi estén bien. Al final todos vamos a estar juntos y la noche pasará rápido. Necesito que me hagas ese favor hermano.

Los seis ojos de sus compañeros seguían clavados en Paul. El silencio estaba lleno de insultos y reproches que dolían más que las palabras. Paul no sabía qué hacer. La verdad es que nunca pensó que respondieran de una manara tan absurda. Tomó la decisión unos días antes, aun sabiendo que se arriesgaba a perder la amistad de Cristina. No, eso no era posible, Cristina nunca se enojaría con él por algo tan simple, además, la perspectiva de una noche de lujuria con cualquier mujer que le trajera Agnes lo terminó de convencer. La verdad era que tenía miedo de entrar al salón con una niña disfrazada de payasa, esa era la verdadera razón por la que no quería ir con ella, sin embrago la resistencia de sus amigos lo confundió, nunca pensó que su reacción fuese tan negativa.

Por supuesto que se acordaba haberle prometido a Cristina llevarla a la gala pero eso había sido seis años atrás, cuando Cristina era apenas una niña y la promesa fue en juego, nada serio. Como iban a esperar que él fuera con una niña a su fiesta de graduación, además Cristina se había convertido en todos estos años en una payasita desaliñada de la cual todos se reían. Mentira, embustero, te estás engañando a ti mismo. Te da vergüenza desearla, te avergüenza que esta niña estrafalaria te haya embobecido de la manera más absurda y ahora no puedas hacer nada para controlar lo que sientes.

¿Cómo podría el asistir a una fiesta con esa niña vestida de esa manera? Imposible. Ese fue el argumento que uso para convencerse a sí mismo de hacer lo que estaba haciendo. Además, la chiquita que le trajeron estaba muy bien hecha y le serviría para satisfacer sus necesidades fisiológicas de esta gran noche. Cuál era el problema, esta era su fiesta de graduación y quería celebrar en grande, no iba a abstenerse sexualmente por complacer a una cría que no entendía de esas cosas y que era lo suficientemente inteligente como para darse cuenta que lo que él estaba haciendo tenía mucha lógica.

Eres un patán. ¿Cómo puedes pensar de esa manera?.. Me voy a volver loco…

Eres un imbécil, reconócelo. La verdad era que se sentía incomprensiblemente atraído hacia Cristina, él, el Don Juan de la universidad, el hombre que todas las mujeres deseaban; ¡Qué vergüenza…! No podía permitir que se dieran cuenta de lo que le estaba sucediendo, de aquello que se había negado por tanto tiempo, de lo cobarde que se sentía al no poder controlar su atracción por aquella niña dulce y buena que lo único que hizo en su vida fue ayudarlo en todo. ¿Se habría convertido en un abusador de menores?

El silencio ahogaba, nadie se movía, el callado reproche de todos caía como una tempestad sobre Paul que trataba de no perder el control de la situación.

Cristina no concebía como era posible que todavía estuviera respirando; quizás había muerto y no se había dado cuenta. No, no estaba muerta porque le dolía el corazón y ese dolor la mantenía viva. Así que esto era lo que querían decir cuando mencionaban que le habían "roto el corazón" a alguien; era la manera perfecta de describir lo que estaba sintiendo en este momento.

Su respiración se hizo profunda y lenta, su cerebro la estaba ayudando a sobrevivir este impase manteniendo los signos vitales, pero su corazón no colaboraba. Sus hombros se hundieron y sus pulmones quedaron atrapados por una caja torácica de hierro que no dejaba que se expandieran. No sentía las lágrimas de dolor en su cara. ¿Por qué no podía llorar? Porque lo estaba haciendo por dentro… Los ojos los sentía secos, no podía parpadear.

–¿Cristy, estas bien?

"Papi por favor llévame contigo ahora mismo, te lo suplico"

Cristina oyó su propia voz pero sin saber de dónde salía ni que decía

–¿Esa era la emergencia que tenias esta mañana?

Oyó como las palabras salían fuertes y sin el más mínimo matiz de dolor.

–Sí, era eso. Yo sabía que tú lo entenderías.

"Tú no sabes nada Paul"

–De acuerdo, si eso es todo me tengo que ir. Will no te preocupes por mi y por Rosi, eso yo lo arreglo.

–No, no, no, esto no se queda así. Paul, como puedes hacerle algo así a Cristy, estás loco o que te pasa. Esta niña lleva seis años esperando este momento y ahora porque tu madre se aparece con una de tus rubias bimbos la vas a dejar plantada.

–No Alison, no es así como lo pintas. Ya te dije que no quiero enfrentarme con mi madre precisamente hoy puesto que le destrozaría la fiesta a todos, especialmente a mi abuelo. Cristy entiende, ya vez lo bien que lo ha tomado. Cuál es el problema.

–El problema eres tu hermano.–Dijo Will con una voz muy baja y muy seria.

Se hizo otro silencio incómodo y pesado, ahora sí que moriría, pensó Cristina

–Will, Paul tiene razón, esto no es nada del otro mundo. Aquí no ha pasado nada, es más, podrías habérmelo dicho por teléfono. Tengo mil cosas que hacer antes de que llegue la noche y ya estoy atrasada. Yo llevo muchos años esperando este día, pero no por esa tontería de ir con Paul a la fiesta, sino porque voy a terminar de estudiar y voy a empezar a trabajar, voy a ser independiente. Estoy feliz porque voy a ser un adulto que puede disponer de su vida como le dé la gana sin tener que contar con nadie, y esa felicidad nada ni nadie me la va a estropear. Así que arriba, todos felices y contentos que hoy es un día especial para todos. Nos vemos esta noche.

Cristina se levantó de la butaca donde estaba sentada y se dirigió a la puerta, antes de llegar a ella Paul le dijo.

–Espera Cristy, quiero darte dinero para que compres un vestido bien lindo para la fiesta, también para Rosi.

–No hace falta, ya lo tengo.

–Y no querrías ir a la peluquería o a algo, no sé, de esa gente que le pone maquillaje a las mujeres.

–Cristy, déjame que yo me encargue de eso.

Ahora era Ali quien hablaba.

–Ella no necesita tu dinero, además ya yo le ofrecí llevarla de compras y maquillarla y hacerle todo lo que necesite para que vaya bien linda esta noche. ¿Verdad Cristy?

–Señores, por favor ─dijo Cristina─ Les recuerdo que tengo un coeficiente intelectual considerablemente alto, que tengo licencia para practicar medicina y derecho en todo el país, que tengo no sé cuantos títulos, que soy una de las personas más inteligente del planeta. Cómo pueden pensar que no puedo escoger un vestido y ponerme un poco de pintura en la cara. ¿Tan poco me conocen?

–Cristy, esto es algo nuevo y desconocido para ti, solo queremos ayudarte.

–¿Y qué les hace pensar que necesito ayuda?

–Cristy, no quiero que vayas con esa ropa con la que siempre andas, no quiero que seas el hazmerreír de todos esta noche. Necesitas un vestido de verdad. Por favor no vayas así vestida, todos se burlaran de ti.

Ay… Metí las dos patas, pensó Paul

–O sea que ustedes no aprueban mi atuendo. ¿Y por qué no me lo habían dicho antes?

–Por no herirte. Por favor deja que te ayudemos.

–Disculpen si esto suena arrogante pero…Yo creo que ninguno de ustedes tres tiene el coeficiente intelectual suficientemente alto como para ayudarme a mí en nada. Si hasta ahora nunca lo han hecho que les hace pensar que pueden hacerlo ahora.

Ay…Se le había salido la arrogancia una vez más. Llevaba mucho tiempo controlándola pero en este caso estaba justificada. No quería herirlos pero todos ellos la habían herido a ella y tenía que defenderse con la única arma que poseía.

De nuevo el silencio se hizo dueño del instante, esta vez más pesado. No les dio chance para que respondieran a semejante realidad. Por un momento sintió vergüenza de haberlo hecho, de haberlos humillado de esa manera tan ruda.

–Yo sé que ustedes tienen buenas intensiones pero les aseguro que lo tengo todo bajo control. Los quiero mucho y nos vemos esta noche.

Cruzó la puerta antes de que pudieran decirle algo más. Trató de caminar despacio y normal, no quería que se dieran cuenta que estaba huyendo.

“¿Papi, donde estas? Llévame contigo ahora mismo, te lo ruego".

"No Cristina, todavía te queda mucha vida por delante. No te preocupes, tienes las herramientas necesarias para superar cualquier inconveniencia que el destino te depare"

No lloraría, no ahora. Tampoco correría a los brazos de Rosi a lamentarse. Si su papá le decía que podría, pues podría. ¿Cómo? no lo sabía, pero sabía que lo haría.

Lo que comenzó con una mañana de colores lista para ser vestida de felicidad con la confirmación de que Paul la acompañaría a la fiesta de graduación, terminó siendo una tempestad oscura que prometía devorar todo cuanto encontrara a su paso. Dios la estaba oyendo. Antes de llegar a la calle ya podía oír los truenos y ver los relámpagos que alumbraban siniestramente los pasillo de la biblioteca. Era un tormenta de primavera que saboteada por el moribundo invierno quería opacar el esplendor de este sol nuevo que llevaba meses durmiendo y que trataba de despertar para alumbrar y calentar las almas que esperaban su arribo.

La tormenta interior de Cristina era aun mas fuerte porque se desplegaba dentro de las paredes de su pecho oprimiéndole el corazón que luchaba por palpitar. Tanto estudio, tanto conocimiento, tantas horas dedicadas a aprender como aliviar el dolor de otros y ahora no podía ni disminuir el de ella misma. Por qué no enseñaban en la escuela de medicina como apaciguar el sufrimiento de un alma herida si esto era peor que la más abominable de las enfermedades.

–Mira por donde caminas, payaso.

Despertó al oír la voz que le gritaba desde un carro que pasó muy pegado a ella y que por poco la atropella. La lluvia le caía sobre el pañuelo con que escondía su pelo y puesto que no podía llorar Dios le mojaba la cara con esta lluvia fría y mezquina que se aferraba a no dejar que la alegría de la primavera entrara a su vida.

Se paró bajo un portal a revisar los daños que el agua había causado a los libros que llevaba en la mano; tenía que devolverlos en el departamento de Farmacología esta mañana y ahora estaban arruinados. "Cristy, tienes que tomar control de tu vida; nadie lo hará por ti, tu sabes cómo hacerlo, no me defraudes"

No defraudaría ni a su padre, ni a Rosi, ni a sí misma. Su padre tenía razón, sabría cómo hacerlo y seguiría adelante.

Con una resolución que no conocía se quitó la camisa, envolvió los libros con ella para protegerlos del agua y se fue corriendo en medio de la lluvia hasta el edificio del laboratorio de Farmacología. Luego tendría que arreglar lo de esta noche; para eso iba a necesitar un poco más de tiempo… Y mucho más valor…

14

Mientras tanto en la biblioteca la tensión no había disminuido al irse Cristina, al contrario, si era posible, había aumentado. Los truenos y relámpagos de la tormenta primaveral retumbaban en el pecho de los muchachos como golpes ensordecedores; Ali y Will estaban enfurecidos, Paul avergonzado.

–Eres un… No sé ni que nombre llamarte. Cómo has podido hacerle eso a Cristy. La verdad es que creía saber de lo que eras capaz pero me equivoqué; se que eres un egoísta patán que siempre ha vivido para sí mismo, pero que llegaras a este extremo nunca lo imaginé. –Dijo Ali mirando duramente a Paul, como queriendo acuchillarlo con la mirada

–No tengo otra alternativa, que quieres que haga.

Si ellos supieran la verdadera razón lo odiarían aun más; si supieran que deseaba a Cristina tanto que no podía soportar estar a su lado.

–Quiero que corras detrás de ella y que le pidas perdón mil veces por lo que has hecho.–Dijo Will mirándolo fijamente a los ojos.

–Todos tenemos la culpa. Empezó a decir Ali, muy suavemente; con la resignación del que ha perdido. La hemos aceptado como un payasito porque nunca hemos compartido socialmente con ella, pero nos avergonzamos de su imagen y hoy se lo hemos hecho saber de la manera más cruel; esa que no le da la importancia a algo que puede ser vital para quien lo vive. No tenemos perdón, pero tú eres el peor de todos Paul. Le debes tu vida a esa niña y la has desechado por acostarte con una idiota que antes de la mañana siguiente olvidaras. En este momento todo lo que siento hacia ti es desprecio.

–Todos somos culpable y ahora mismo vamos a alcanzarla para pedirle perdón.

–Lo siento pero yo no puedo ir con ustedes. Están armando una tormenta en un vaso de agua. Yo tengo que ir a buscar a mi abuelo al aeropuerto. Nos vemos esta noche.

Salió corriendo sin saber por qué huía de sus amigos. ¿O si lo sabía? Cuando Paul llegó a la calle la lluvia caía como una capa gris borrando las sonrisas de los transeúntes que la llenaban. La pequeña ciudad estaba atestada con familiares y amigos que habían venido para asistir a la graduación. El parte meteorológico había predicho un día soleado y alegre de primavera y los familiares de los graduandos estaban en masa en la calle, yendo de un edificio para otro, conociendo los lugares donde sus hijos, sobrinos y nietos habían pasado los últimos años de sus vidas haciéndose hombres y mujeres de provecho.

Corrió hasta donde estaba aparcado su Ferrari y se metió en él de un tirón. No se preocuparía por los insultos de Ali y Will, ellos estaban nerviosos por la fiesta y sus padres y todo ese lio. Cristina había entendido perfectamente bien y lo demás no importaba. “Sigues mintiéndote a ti mismo, idiota…”

Cristina lo había tomado con una calma inesperada, no le había dicho nada, ni le había hecho ningún reproche. El fue preparado para recibir los regaños e insultos de Cristina pero ella no dijo nada, como si no tuviera ninguna valor el hecho de no poder ir con él; eso fue extremadamente anormal, Cristina vivía para él, lo había sabido desde siempre y se había acostumbrado a esa idolatría indeleble que la niña le brindaba a diario, por eso ahora le molestaba que no la hubiese afectado su decisión. Bueno, ahora no tenía tiempo para pensar en eso, ya vería que hacer más tarde para calmar a Will y a Ali, los cuales estaban mucho mas ofendido que Cristina. ¿Se habría equivocado con Cristina? No, esos labios rosados y frescos que un día rozó levemente con los suyos no mentían. ¿Por qué entonces había reaccionado con tanta naturalidad? Porque ella también ocultaba lo que sentía, igual que lo hacia él. Si, a él no lo engañaba esa actitud relajada y segura; Cristina estaba muriendo por dentro como lo estaba haciendo él. ¿Cómo podré soportar el daño que le estoy haciendo, lo mucho que la estoy haciendo sufrir? Mejor era que sucediera ahora que ilusionarla para luego dejarla. ¿Y por qué habría de dejarla? ¿Por qué no podría tener una relación con Cristina como con cualquier otra muchacha? Con dieciséis, o diecisiete, o los años que fuera, ella era más madura que cualquier persona de mucho más edad. Nunca imaginó que esto sucedería…Nunca…

 

 

 

 

Ya en la calle, y bajo un manto de agua helada, Ali preguntó.

–¿Cómo la vamos a encontrar?

Ali y Will habían salido a la calle detrás de Paul y como este se habían encontrado con la tormenta. Llovía como si el cielo estuviera llorando la afrenta que Paul le hiciera a Cristina.

–Vamos a su casa, allí le preguntamos a Rosi o si no la llamamos por teléfono.

–Ella dijo que estaba muy ocupada, por qué no la llamamos de una vez a ver a donde está.

–No creo que conteste el teléfono ─ Dijo Ali─ Es más, estoy segura que no nos contestará. La hemos ofendido profundamente. Quizás está en una esquina llorando sola el dolor de verse abandonada por sus mejores amigos.

–Ali, porque siempre tienes que ser tan dramática y pesimista. Por qué piensas que está en ese estado.

–Porque eso es lo que haría yo si mi única familia me hubiera humillado como lo hemos hecho nosotros hace solo un momento.

En medio de la lluvia, del gentío en las aceras y las calles, los dos emprendieron caminos diferentes y se alejaron del lugar. Ya se nos fastidio la noche, pensó Will, pero si la encontraban la iban a llevar a comprarse un vestido aunque tuvieran que arrastrarla hasta el lugar.

 

 

 

Cristina por su parte sabía que no podía perder tiempo, por mucho que le doliera el corazón tenía que buscar una solución rápida para la velada de esta noche. Paul merecía una buena lección, quizás Ali y Will también, por primera vez usaría sus encantos para sobrevivir con honor a la humillación que le habían hecho.

–William.

–Si, ¿Cristina?

–Si, hola, soy yo. Discúlpame que te llame tan temprano pero tengo que pedirte un gran favor.

–Siempre te he dicho que puedes pedirme lo que quieras. Para mí es un honor que alguien como tú me necesite. Dime, en que puedo ayudarte.

Ay Dios mío, si Paul pensara como William. No creo que pueda perdonarle lo que me ha hecho; tengo que olvidarlo. Y por qué entonces sigo pensando en él, porque no será fácil. Debo de ser masoquista o algo parecido. "Cristy olvídate de Paul y concéntrate en lo que tienes que hacer."

–William, seré la oradora esta noche en la gala de graduación, me tendré que sentar en la mesa presidencial y no tengo a donde sentar a Rosi; no quiere de ninguna manera sentarse conmigo allí arriba, ya la conoces como es, tú crees que puedas encontrármele un puesto en la mesa de tus padres.

No quería que Rosi se sentara con Lucas y Winona, estos le tirarían en la cara la conducta de Paul como algo que ambos habían predicho que pasaría desde el principio.

Los padres de William conocían bien a Rosi y a Cristina, William se graduaba con un doctorado en Música Clásica y Contemporánea, su tesis doctoral consistió en una sinfonía que escribió para la Orquesta Sinfónica de Boston y gracias a ella había quedado contratado para dirigir una nueva filarmónica que se estaba formando en Filadelfia. Su familia era una de las primeras familias de la ciudad y su apellido se remontaba a los primeros habitantes del lugar. Cristina había colaborado con William en la escritura de la sinfonía, en los últimos arreglos antes de presentar su tesis, y este le estaba profundamente agradecido. Cristina asistió a muchos de los conciertos de William siempre acompañada por Rosi, y los padres del muchacho les habían dado la bienvenida a ambas como si fueran de la familia. Hubo un tiempo en que William le insinúo a Cristina que esperaría por ella el tiempo que fuera para hacerla su esposa, pero Cristina había declinado tan galán ofrecimiento excusándose en su edad y en las muchas ideas que tenia para el futuro. Se recordaba de haberle dicho “William, quiero hacer tantas cosas que creo que voy a necesitar otra vida porque esta no me va a alcanzar. Dentro de mis planes no entra el matrimonio ni ninguna otra atadura que pueda interferir con mis propósitos. Pero me siento muy alagada por tu petición y quiero decirte de todo corazón, que siempre seré tu amiga.”

–Por supuesto que puedo, mis padres estarán encantados de tenerla en nuestra mesa. ¿Y tú, con quien vas?

“Gracias padre”

–Con nadie, voy sola.

–Me harías el gran honor de dejarme ser tu pareja esta noche.

Que fácil había sido, cómo no se le había acorrido antes.

–No te importaría ir con una niña estrafalaria como yo.

–Tu dejaste de ser niña hace mucho tiempo Cristina, una persona que pierde sus padres y tiene que sobrevivir como lo has hecho tu no tiene tiempo de ser niña. En cuanto a lo estrafalario de tu atuendo, yo creo que es una estrategia tuya, una herramienta para subsistir en una sociedad que no perdona tu inteligencia ni tu belleza.

Como podía William saber todo esto y los demás no. Por qué Paul no se daba cuenta de lo que era su vida. Definitivamente por mucho que amara a Paul, su dignidad no la dejaría seguir haciéndolo por mucho tiempo. Ojala suceda, pensó dudando de sí misma.

–Claro que me encantaría que fueras conmigo, y…El honor es mío!

–Gracias Cristina, me haces muy feliz.

William nunca sabría que la felicidad y el agradecimiento eran de ella hacia él, pensó Cristina mientras agradecía al cielo una vez más por ayudarla a salir de una situación tan difícil.

 

♣♣♣

 

Rosi andaba arreglando el apartamento cuando oyó la llamada de la puerta. La tormenta que se ensañaba en quitarle el color a la primavera ahogaba todo sonido cotidiano, pero este persistente sonar del timbre era más fuerte que los truenos, su corazón se contrajo por un instante. ¿Quién podría ser tan temprano? Cristina había salido hacia más de una hora, pero Rosi sabía que ella tenía muchas cosas que hacer, a no ser qué…Dios mío no permitas que a mi niña se le parta el corazón cuando Paul le diga que no irá con ella a la fiesta. ¿Por qué siempre tenía que pensar mal? ¿Por qué era tan pesimista cuando de Cristina y Paul se trataba? Era como si una intuición maléfica que la estremecía de la cabeza a los pies se apoderara de ella en estas circunstancias. La primera vez había sido aquel día en que Cristina le dijo que se casaría con él y en dos o tres ocasiones más en que los vio felices y contentos jugando y retozando como dos niños pequeños. “Dios mío porque me abrumas con estos pensamientos ilógicos y negativos.”

Abrió la puerta y se encontró de narices con Will. Una vez mas había acertado, nada bueno estaba ocurriendo para que Will estuviera aquí a estas horas… Y empapado en agua… El por su parte entró en el apartamento bruscamente apartándola a un lado

–¿Donde está Cristy?

–Pensé que estaba con ustedes. Ha salido muy temprano para la biblioteca y dijo que se reuniría con ustedes allí. ¿Qué pasa?

–Si, ya nos reunimos. Ella salió muy pronto sin decir a donde iba. Tengo que hablar con ella urgentemente.

–¿Qué pasa? ¿Por qué tanta urgencia?

–Luego te lo explico Rosi, ahora por favor piensa donde pueda estar y llámala. Dile que venga hasta acá que tienes algo importante que decirle.

–No tengo nada importante que decirle.

–Tú no pero nosotros sí, no podemos dejar pasar más tiempo, por favor llámala, es extremadamente importante.

Con mucha calma, como resistiéndose al mandato del muchacho Rosi marcó el número del celular de Cristina; esperó unos segundos, varios timbrazos, pero Cristina no contestó.

–No contesta.

–Síguela llamando por favor.

–Si no me dices que pasa no llamo a nadie.

–Rosi, no te pongas terca, por favor, ahora te explico pero sigue llamándola.

Con el tiempo, Rosi se había convertido en la madre de todos, o por lo menos quien les hacia la vida más organizada. Ella se encargaba de limpiar el apartamento de Ali y Will, al mismo tiempo que les lavaba y arreglaba su ropa a cambio de un pequeño salario que al principio reusó recibir pero que finalmente tuvo que aceptar a cuenta de que los muchachos se negaron a aceptar sus servicios de gratis. Aunque Paul tenía quien arreglara y limpiara su casa, Rosi terminó haciéndolo también para él porque él se sentía mucho más cómodo con ella que con su mayordomo y su sirvienta. Estas dos personas las había puesto allí Agnes para controlar los movimientos de su hijo pero este se deshizo de ellas en la primera oportunidad que tuvo, pasando Rosi a ser su “ayudante ejecutiva domestica” como le decían todos en broma; ella los quería bien a los tres y ellos le respondían con el mismo cariño.

Rosi repitió la operación varias veces pero Cristina seguía sin contestar. Rosi puso el teléfono encima de la mesa del pequeño comedor y se viró hacia Will con los brazos cruzados esperando la explicación prometida

–Está bien, te cuento. Esta mañana Paul le ha dicho a Cristy que no podía ser su pareja en la fiesta de esta noche por razónes personales o familiares, cosa que ella comprendió y tomó demasiado bien, yo pensé que se enfadaría con él pero no lo hizo, al contrario se mostró comprensiva y nos dijo que no había ningún problema, luego se fue y ahí fue cuando Ali y yo nos dimos cuenta del problema. Así que estoy buscándola para tratar de arreglar un poco lo que el insulso de Paul ha provocado.

–¿Eso fue todo?

–Si, eso fue todo.

–¿Seguro?

–Bueno, en verdad nosotros le ofrecimos ayudarla, comprarle un vestido apropiado para esta noche, Ali quería llevarla a maquillar o yo que sé, queríamos solamente ayudarla, pero ella no acepto nuestra ayuda y se fue.

–¿Y nada más?

–No, nada más. ¿Qué más quieres que pasara, que le dijéramos que parece un payasito?...

–¿Se lo dijeron?

–No.

–¿Entonces cual es el problema? Si ella dijo que no tenía importancia y se fue sin reprocharle nada a Paul entonces ¿por qué te preocupas?

Pobrecita mi niña, a donde estará metida, en que rincón se habrá escondido a llorar por ese desvergonzado. Yo sabía que esto pasaría, lo sabía y se lo dije mil veces pero ella nunca quiso oírme. Por qué tiene mi niña que sufrir todas estas angustias y sinsabores, es que no ha tenido ya bastante con la pérdida de sus padres.

–No sé, hay algo que no encaja. Yo pensé que se iba a poner brava con Paul y que lo iba a insultar pero no lo hizo, al contrario, lo tomó como la cosa más natural del mundo, y eso no es normal.

–Mira, aquí los del problema son ustedes, no mi niña.

Pero Will ya no la oía, estaba hablando con alguien en el teléfono, cuando terminó le dijo:

–Ali tampoco la encuentra. ¿Donde se puede haber metido?

–¿Y Ali que tiene que ver con todo esto?

–No fui yo el único que la ofendió, también Ali.

Ahora era Rosi la que estaba enojadísima con todos.

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