Cian

Cian


SEIS

Página 8 de 22

SEIS

El edificio donde se encontraba el club Enigma había albergado, décadas atrás, una de las destilerías de whisky más antiguas de Irlanda. Estaba construido con unos ladrillos grises cuyo color se había desgastado con el tiempo, pero su aspecto anodino se veía modificado con unas grandes y llamativas ventanas rojas que se habían convertido en el símbolo del edificio. El interior llamaba la atención porque mantenía, en parte, su aspecto industrial. Los techos superaban los cuatro metros y estaban sostenidos por unas pesadas vigas de madera oscura, remachadas con gruesos refuerzos metálicos de hierro.

Lo primero que había al entrar era un mostrador donde una empleada atendía a los recién llegados; a continuación, se accedía a un pasillo por el que se llegaba al restaurante que era el único lugar al que podían acceder los que no eran socios. Al final del pasillo, en la sala más grande de todo el club, se encontraba la biblioteca donde se podían consultar más de 10000 volúmenes que ayudaban a entender la historia vampírica y sus costumbres y, junto a ella, estaban el despacho de Cian y el de Devan. A la derecha, en un anexo que se había construido recientemente, estaba la cocina. La sala de entrenamiento de esgrima, la de boxeo y los dormitorios de los empleados estaban en el sótano y en la planta superior, la vivienda de Cian.

Esa mañana, él atravesó rápidamente la recepción y el pasillo, contestando escuetamente a los saludos de un par de conocidos con los que se había cruzado. Por el rabillo del ojo vio que el restaurante estaba lleno; había sido un acierto abrirlo más temprano por las mañanas, algunos socios estaban tomando una pinta con un invitado y otros leían el periódico tranquilamente mientras desayunaban. Continuó andando hasta llegar al despacho de Devan y echó un vistazo dentro, pero estaba vacío y se acercó a preguntar a la bibliotecaria:

—Kristel. —Como siempre, estaba rodeada de pergaminos; ni siquiera se había dado cuenta de que había llegado, a pesar de que había estado delante de ella, observándola, desde hacía unos segundos, aunque ya no lo sorprendía la afición tan vehemente que esa mujer mostraba por los documentos antiguos. Finalmente, al escuchar su nombre, lo miró y se puso en pie, algo alarmada.

—¡Buenos días, señor Connolly!, ¡no lo había visto!

—Buenos días, ¿sabe dónde está Devan?

—Ha bajado al sótano. Al parecer, ha habido un... —tardó un instante en encontrar la palabra que consideraba más adecuada— incidente entre dos socios que han decidido solucionar boxeando —Cian asintió y se dio la vuelta para dirigirse a las escaleras que lo conducirían al piso inferior.

Se encaminó directamente al cuadrilátero donde dos de los socios más antiguos, Parker y Andrews, se estaban pegando una paliza. Devan asistía al combate, como árbitro, con cara de aburrimiento y cuando lo vio se encogió visiblemente de hombros. Cian se colocó en la esquina más próxima a su amigo y esperó hasta que en un descanso de la pelea pudo acercarse. Poniéndose en cuclillas y agarrado a las cuerdas que bordeaban el cuadrilátero, preguntó:

—¿Pasa algo?

—Tengo que hablar con Al y Buck. —Si a Devan le llamó la atención que preguntara por los dos empleados más camorristas que tenían, no dijo nada.

—Están en la parte de atrás. El camión acaba de llegar. —Después, Devan volvió a su labor de árbitro y Cian salió para dirigirse al callejón que había en la parte trasera del edificio. Diariamente un camión traía comida y bebida para el restaurante; Al y Buck tenían órdenes de estar presentes en la descarga para evitar otro robo como el que habían sufrido semanas atrás.

Los encontró junto al camión discutiendo entre ellos, como siempre. Al parecer, ser gemelos no tenía por qué significar llevarse bien.

—¿Os queda mucho? —Cuando lo vieron, se quedaron callados. En respuesta a su pregunta, Al movió la cabeza negativamente, pero fue Buck el que contestó:

—No, ya están acabando.

Un par de minutos después, los empleados de la cocina ya habían metido todo y el camión se marchaba. Ordenó a los gemelos que lo acompañaran y, pasando junto al cocinero y los pinches que estaban empezando a colocar todo, los llevó hasta su despacho. Al pasar junto al de Devan vio que estaba hablando con la muchacha de recepción y al ver su cara, supo que tenía algún problema, pero fuera cual fuese, lo solucionaría lo mejor posible y luego se lo contaría.

Se sentó en su sillón con un suspiro.

—Sentaos y escuchadme bien. Esto que os voy a pedir es muy importante para mí: tenéis que vigilar a Amélie, la pupila de Killian, ¿sabéis quién es? —El tonto de Buck, que a veces parecía tener ganas de que le retorcieran el cuello, contestó:

—¡Como para no saberlo! ¡Tiene un culo que…! —Se calló abruptamente al sentir la dolorosa patada que le dio su hermano en el tobillo. Cuando se giró hacia él decidido a devolvérsela y vio su expresión, se dio cuenta de que había metido la pata hasta el fondo y pidió disculpas. Aunque no sabía por qué las pedía, la mirada de su jefe le dijo que acababa de jugarse algo más que su trabajo—. Lo siento, Cian. He hablado sin pensar. —Cian se calmó un poco al escuchar la disculpa y se frotó la tensa nuca deseando que sus sentimientos no fueran tan fuertes, así todo sería más fácil. Cuando pudo contestarle sin lanzarse a su garganta, lo hizo:

—Buck, si vuelves a hablar así de ella, te arrancaré la lengua. —Buck tragó saliva ostensiblemente y asintió varias veces para que supiera que lo había entendido, incapaz de hablar—. Bien. Ahora mismo, iréis a su casa y empezaréis la vigilancia. Me da igual como lo hagáis o que salga a la calle con un criado o con quince, vosotros iréis detrás. Mañana, Jack y Ted habrán vuelto y podrán sustituiros. Y si le ocurre algo que se salga de lo normal, lo que sea, quiero que me aviséis inmediatamente.

—¿Y si está en peligro? —Cian dudó. Al y Buck, a pesar de ser fuertes como toros, eran humanos y no tenían nada que hacer frente a un par de vampiros.

—Uno de vosotros se quedará con ella para protegerla hasta que yo llegue y el otro vendrá corriendo a buscarme. Esta es la dirección de su casa. Iros ya. —Garabateó la calle y el número en un papel y se lo dio a Al.

—Jefe, no te preocupes. Nos bastamos para deshacernos de quien sea. —Al le dio un codazo a Buck, ya que siempre sería un bocazas.

—Haced lo que os he dicho, y Al —advirtió al listo de los dos—, en este asunto no voy a aceptar ninguna equivocación. —Su mirada provocó que los dos palidecieran y que se apresuraran a salir del despacho, después de asegurarle que no se preocupara.

Cuando habían recorrido unos metros de pasillo, escuchó cómo Al le echaba la bronca a su hermano y él volvió a masajearse la nuca. Tenía una mala sensación.

—¿Qué querías de esos dos? —Devan se sentó frente a él sin pedir permiso, como hacía siempre. Había un gesto burlón en su rostro que le dijo que ya conocía la respuesta a su pregunta y que venía a regodearse.

—Que vigilen a Amélie. —Su amigo chasqueó la lengua, repentinamente serio.

—¿Temes algo? —Cian asintió con sequedad y se reclinó en la silla. Cogió un abrecartas muy antiguo que siempre tenía a mano y acarició la punta con el índice derecho.

—No es nada concreto, pero siento que va a pasar algo. Creo que lo del ministro solo ha sido el comienzo. —Devan se sorprendió al ver el miedo por primera vez en los ojos de su amigo

—Pero ella no tenía relación con esa familia, ¿no? —Cian suspiró.

—No, pero no puedo evitar el sentimiento de que Amélie está en peligro. También he mandado a Jack y Ted a hacer algunas averiguaciones en mi antiguo barrio y, de momento, no se me ocurre qué más puedo hacer. —De repente, recordó que había visto a Devan con Daisy, la chica que estaba en la entrada, un poco antes.

—¿Ha pasado algo en la recepción? —Devan sonrió porque nunca se le pasaba nada.

—Nada importante. Archer ha vuelto a venir y ha insistido en hablar contigo. Quiere entrar como sea en el club. He hablado con él y le he dicho que tú no tratas esos temas y que este año no podemos admitir ningún socio más.

—¿Se lo ha tragado?

—Por supuesto que no. —Se rio por lo bajo—. Se ha puesto rojo como un pavo y ha dicho que no lo entendía; a continuación, me ha soltado un discurso sobre su genealogía. —Movió la cabeza a los lados con expresión de fastidio—. Es un chico muy aburrido. Le he dicho a Daisy que tiene mi permiso, si se vuelve a poner pesado, para avisar a cualquiera de los muchachos y que lo eche del club.

—Bien hecho.

—No entiendo por qué le tienes tanta manía. Es de buena familia, pagaría la cuota sin problemas y parece educado. Tonto, pero educado. Y, además, da la impresión de ser limpio. —Era evidente que su amigo quería provocarlo. Los dos sabían que no lo admitía en el club porque era uno de los pretendientes de Amélie, que la perseguían en todas las fiestas a las que acudía.

—¿Te crees muy gracioso? —A su pesar, Devan consiguió que sonriera.

—No, no lo creo. Sé que lo soy —se levantó—, pero me temo que vas a tener que prescindir de mi entretenida presencia. Tengo que ponerme con esos libros que tanto te gusta tener al día, desgraciadamente. Pero, antes, ¿cómo va lo tuyo con esa chica?

—No lo sé.

—Me encanta ver al gran Cian Connolly sufriendo por una mujer, para variar.

—Eres un cabrón. —Lo miraba como si estuviera deseando pegarle y seguramente así era, pero los distrajo la voz de Daisy que venía acompañada por una visita inesperada.

—Señor, ha venido a verlo… —Lorna Khan, la dueña del prostíbulo más lujoso de la ciudad y la que se decía que era la vampira más hermosa de Dublín, apartó a la muchacha y entró en el despacho sentándose en la silla que Devan había dejado libre. Cuando lo hizo, se quitó el abrigo para que se viera el vestido negro de tirantes que llevaba debajo. Era tan fino que se le marcaban los pezones evidenciando su falta de ropa interior. Movió desvergonzadamente su larga melena rubia y, viendo que había conseguido la atención de los dos vampiros, respiró profundamente para que sus pechos sobresalieran más. Después, sonrió provocativamente.

—Hola, chicos —ronroneó. Sus preciosos ojos oscuros examinaron el cuerpo de Cian evocando los buenos momentos que habían pasado juntos.

Devan, con una mirada de simpatía dirigida a su amigo, cogió a Daisy del brazo y la sacó de allí, asegurándose de que la puerta quedaba bien cerrada.

Cian sintió ganas de golpearse a sí mismo por no haberse marchado hacía rato del club cuando había sentido ese hormigueo en la nuca. Miró a Lorna sintiendo sinceramente que su relación hubiera terminado tan mal, pero ella no había permitido que siguieran siendo amigos.

—Hola, Cian. Siento decirte que estás más atractivo que nunca. —Se relamió al recordar el sabor de su sangre, enfadada porque se le hubiera impedido disfrutar de ese placer.

—Lorna… —aunque el tono con el que dijo su nombre era de advertencia, ella entrecerró los ojos preguntándose si tendría alguna oportunidad, a pesar de todo. Cian odiaba lo que le obligaba a hacer— ya te he dicho que se acabó. Estoy enamorado de otra, he encontrado a mi velisha.

—¿Sigues encaprichado de la humana que adoptó Killian? —su tono de desprecio lo crispó, aunque intentó disimularlo.

—Eso no es asunto tuyo. —Estaba harto de esa situación—. Hace dos años que no hay nada entre nosotros. No sé qué haces aquí, por lo que sé, has seguido con tu vida. —Su mohín dejaba ver que la referencia a sus numerosos amantes no le había gustado, pero era la verdad—. Vete, Lorna. Deseo que todo te vaya muy bien, pero no quiero volver a verte.

De repente, ella empezó a llorar y Cian, asombrado, no supo qué decir. Era la primera vez que la veía así. Se inclinó hacia ella, susurrando su nombre y sintiéndose culpable.

—Lorna… —Se irguió en la silla secándose las lágrimas avergonzada por su debilidad.

—¡Es que no entiendo lo que ha pasado! Nos divertíamos mucho, ¿no es verdad? —Él se mantuvo en silencio—. ¿Por qué tuviste que fijarte en esa frágil humana? Nunca podrá darte lo mismo que yo, ¿es que no recuerdas el sabor de esto? —Se señaló la vena del cuello que latía acelerada y él apartó la mirada, odiándose por haber permitido que la situación se descontrolara de ese modo. Se levantó, triste por ella. Ahora entendía lo que era estar enamorado de verdad y no quería ni imaginarse que algún día Amélie pudiera llegar a sentir por él, la lástima que él estaba sintiendo en ese momento por su antigua amante.

—Es mejor que te vayas, te acompañaré a la puerta.

Lorna, furiosa e indignada, aspiró hondo antes de soltar un alarido que hizo temblar el cristal biselado que había en la puerta del despacho. Cian la conocía muy bien y sabía que, cuando perdía los papeles, era imposible razonar con ella por lo que, agarrándola con fuerza de la mano, tiró de ella hacia la entrada. Ella se resistió todo el camino insultándolo a voz en grito y provocando que varios de los socios salieran de la cafetería y se quedaran atónitos, observando cómo el poderoso dueño del Enigma echaba a su antigua amante, la prostituta más famosa de Dublín, del club.

Los gritos de Lorna Khan estuvieron a punto de perforar los tímpanos de los presentes, pero Cian no abrió la boca en todo el camino; simplemente, siguió tirando de ella hasta que consiguió su propósito y la echó del edificio. Cuando salieron a la calle, antes de soltarla, se acercó lo suficiente para que solo ella escuchara lo que iba a decir:

—Lorna, es la última vez que te lo advierto. Sigue con tu vida y olvídate de mí. —Ella se revolvió furiosa hasta que la soltó.

—¡Me las pagarás! ¡Tú, y esa puta enclenque! —Los ojos de Cian se transformaron en un par de brasas rojizas que prometían el infierno.

—¡Si me entero de que te has atrevido a mirarla, te arrancaré los ojos! —Lorna, por fin asustada, tropezó al retroceder y, después de una última mirada a su cara, corrió hacia su carruaje. Poco más tarde el vehículo desaparecía al doblar la esquina de la calle Stoneybatter y Cian volvió a entrar en el edificio después de hablar un momento con Tim, el empleado que tenía en la entrada del club.

Devan lo estaba esperando en el pasillo con las manos en los bolsillos. Se había encargado de que todos volvieran a ocuparse de sus asuntos y, cuando vio que estaban solos, Cian le comunicó la decisión que acababa de tomar:

—Le he dicho a Tim que no vuelva a dejarla pasar. Encárgate de que lo sepan todos los demás —Devan asintió.

—Tienes un verdadero problema con esa vampira. No se da por vencida, amigo.

—Lo sé, pero conseguiré que me deje en paz, sea como sea. No voy a arriesgar mi futuro con Amélie por su culpa —gruñó, antes de volver a sus asuntos. Esperaba poder trabajar algo el resto del día para que no fuera un desastre total.

Ir a la siguiente página

Report Page