Chime

Chime


Capítulo 8

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Capítulo 8

En Roma

 

No me gusta ese hombre. —Rose habló lo suficientemente alto para que el Loco Tom escuchara.

—¿Dónde están mis ingenios? —gritó el Loco Tom, quien, además de estar irracionalmente demente, se interponía entre nosotras y las carnes asadas del funeral—.

Deben estar perdidos, entre mis estrellas y prostitutas. Perdidos para siempre y por siempre.

—No me gusta ese hombre.

Él movió su paraguas.

—Fueron ustedes, preciosas, los que tomaron mi ingenio. Las he visto cuando lo hicieron.

Las he espiado con mi pequeño ojo.

Él es inofensivo, pobrecito. Eso es lo que todo el mundo dice. Era verdad, ¿pero a quién le importa? Muchas personas son inofensivas, pero eso no significa que tengan que gustarme.

—Doscientos veintiséis pasos hasta la Taberna —dijo Rose—. Pero tenemos que pasar ese hombre.

—Y deberíamos pasarlo —dije, era seguro que Tiddy Rex estuviera en la Taberna, y yo necesitaba escuchar su tos. Sólo deja que sea diferente a la de Rose. ¡Por favor que sea diferente!

—Quiero las galletas del funeral —dijo Rose.

—Ven, entonces.

—¿No espío a dos hermosuras de ojos negros? —El Loco Tom agitó su paraguas hacia nosotras mientras pasábamos—. ¿Tienen algo como un par de ingenios sobre ustedes?

—Quiero las galletas del funeral —dijo Rose. Pero ya habíamos pasado a través de la puerta de la Taberna, hacia olores de tabaco, linternas de aceite y fantasmas de salchichas fritas. Una mano se deslizó en la curva de mi brazo.

—Tenía miedo que no vinieran.

Miré hacia arriba, a los ojos encendidos de Eldric.

—Llegaron justo a tiempo —dijo él—. Estaba punto de subastar sus asientos. Ellos iban a hacer una fortuna.

No hay muchas fortunas para hacer en Swampsea, pero tampoco había muchas sillas.

Los dolientes se atiborraban en el alféizar y se recostaban contra las paredes, hablando, riendo, bebiendo, como todos los buenos dolientes hacen. Pero ahí, en la mesa ocupada por el Sr. Clayborne y Padre, había dos asientos, inclinados sobre sus patas delanteras para demostrar que estaban ocupados.

¿Cómo se sentiría una chica normal si un chico-hombre como Eldric le hubiera guardado un asiento? Eldric, del exótico y lejano Londres.

¿Una chica normal estaría feliz? No sé mucho sobre ciertos sentimientos, como la felicidad.

Tengo pensamientos, por supuesto, pero los pensamientos se quedan en la mente de uno.

Los pensamientos no sienten.

—Preséntame a tu nuevo amigo, ¿no? —dijo Cecil Trumpington.

Cecil era el hijo del Juez Trumpington, pero no le importaba compartir la única mesa de al lado con el cazador de ratas y un amigo del jardín de los sauces. Cecil era democrático respecto a beber.

Cecil y Eldric se dieron las manos. Dos chicos adorables, cara a cara: Cecil, de oscuros rizos; Eldric, de melena leonada. Cecil un poco más alto; Eldric un poco más ancho. Cecil; todo pálido como poeta muerto; Eldric todo eléctrico y vivo.

Cecil se inclinó a mí; él olía a dinero.

—¡Ha pasado mucho tiempo desde que la vi, Milady!

Milady. Una palabra tan anticuada que lo hace sentir inteligente.

—Sólo cinco días —dije.

—¡Cuentas los días también!

¿Cómo se sentiría una chica normal si un chico-hombre Cecil estuviera de pie mirándola

con sus pálidos ojos de pescado, presionando una mano contra su pecho? Cecil, cuya casa tenía ventanas de vidrio tintadas, escaleras curvadas, y un porche fijamente asegurado al frente.

¿Una chica normal querría golpearlo?

—Tengo hambre de galletas de funeral —dijo Rose.

—¿Galletas de funeral? —dijo Eldric—. ¿Debería cazarlas? ¿Son peligrosas?

—¡Estás loco! —dijo Cecil, pero se puso de pie para acompañar a Eldric. Dos chicos-hombres, acechando las salvajes galletas de funeral.

Dejé que mi mente deambulara. Pretendí que era una persona normal. Respiré el aire grasoso y la cerveza rancia, como una persona normal. Escuché la conversación detrás de mí, igual que una persona normal.

Fisgonear es una actividad muy regular en una persona normal.

—Escucha mis palabras —dijo el alguacil—. La bruja es como esa Nelly Daws. Tiene ese vil pelo rojo.

Nelly Daws, de Coracles, la más pequeña pero única aldea en Swampsea. Ella tenía pelo rojo y pies bailarines.

—Nelly Daws —dijo Davy Wallace, un pescador conocido principalmente por haber atrapado un esturión de cien libras con una mano—. Siempre la he conocido por bruja. —

Pero no puedes confiar en lo que Davy sabe: él no es una persona de clase conocedora. Es de la clase que acepta una apuesta para pasar la noche en el pantano sin una Bible Ball. Es del tipo que se encuentra con la Mano Muerta y vuelve a casa con una menos de las suyas.

¿Podría Nelly haber sido esa bruja de pelo rojo, gritando de risa y descendiendo en picada por los árboles? Era difícil de imaginar.

—Ella tiene esos afilados ojos de bruja —dijo el Juez del Pantano—. Los vi muy bien la última vez que la vi.

Ahora deseaba no estar fisgoneando. No quería escuchar sobre atrapar brujas, y colgar brujas. Pero tú no puedes simplemente dejar de fisgonear. Es realmente malo que una persona no pueda cerrar sus orejas.

—No deberíamos guiarnos por ojos —dijo Chime Child—. Demasiadas personas que no son brujas han sido colgadas como brujas. —La imaginaba con el rostro endurecido y escaso cabello. Ella era completamente común y corriente en apariencia. Nunca adivinarías que ella tenía un pie en el mundo de los Antiguos. Nunca adivinarías que ella tenía la segunda vista.

—La brujería será un pecado —dijo la Chime Child—, pero colgar a un inocente, es un pecado también.

—Chime Child —dijo el alguacil—, tiene razón. No se puede colgar a Nelly, no hasta que nosotros cotejemos la evidencia.

—Y a mí no me gusta colgar a nadie —dijo el Verdugo—, sin estar seguro. No me gusta colgar a una chica que dicen que es bruja, y no se convierte en polvo.

El Verdugo era un gran amigo buey. Lo imaginé viendo a la chica colgada, esperando que se convirtiera en polvo. Él necesitaría solamente esperar un cuarto de hora, y si el cuerpo continuaba meciéndose, podía estar seguro de que no era parte de los Antiguos.

Él podía estar seguro de que el Juez Trumpington y la Chime Child habían cometido un error.

Funciona de la otra forma, también. Imagínense a Briony herida de muerte por un caballo fugitivo. Imaginen a Padre mirando, preocupándose por el costo de los féretros estos días, cuando de repente, el cuerpo de su hija se vuelve polvo. Él habría cometido un error también. En realidad nunca la habría conocido.

—Tengo algunas evidencias —dijo el jefe de guardacostas—. Vi a Nelly una medianoche, bailando en sentido contrario a las agujas del reloj bajo los cuernos de la luna.

—¿La viste de cerca? —dijo la Chime Child, como si supiera que la respuesta sería no; la cual era—. Me estoy volviendo vieja. Mi mente ya no es tan lúcida como lo era antes.

He estado asustada de juzgar el sí cuando la respuesta es no. Una persona no puede simplemente pensar que era Nelly Daws bailando. Necesita saber que es Nelly Daws.

Entonces llegaron Eldric y Cecil, cargados con pasteles, cerdo, galletas, cerveza y jerez, y entonces Rose tiene algo que decir, lo cual pone un bendecido final a mi fisgoneo. Cuando Rose habla, no puedes escuchar nada más.

—¡Lo sabía!

—¿Sabías qué? —dijo Padre.

—Sabía que la comida sería marrón. No me gusta el marrón.

Era cierto, todo era marrón: el pastel, el jerez, la salsa, las galletas, las semillas de alcaravea en las galletas.

Marrón o no, lucía delicioso. Tomé mi tenedor. Me había acostumbrado a comer con mi mano derecha. Rara vez estaba tentada a usar mi izquierda. Sería más difícil si todavía quisiera escribir, pero todo eso quedó atrás.

Sólo así cambié de manos: se cree que las brujas son zurdas. Tal vez es cierto. Rose no es bruja, y ella usa su mano derecha. Somos gemelas idénticas, ella y yo. Lo que es izquierdo para mí es derecho para ella; y si quisiera sentir lástima por mí, podría decir que nada es derecho para mí.

Pero Rose no estaba usando ninguna mano.

—Necesito que Briony corte por mí.

¿Cortar por ella? ¿Después de todos estos años de enseñarle a cortar su carne? ¿De decirle que los cuchillos no eran peligrosos si se usaban adecuadamente? El día en que pierda el control y abofetee a Rose, probablemente voy a usar mi confiable mano izquierda.

—Pero siempre cortas tu carne muy bien por ti misma.

Rose levantó su puño cerrado.

—Mi mano prefiere estar ocupada.

—¿Qué tienes, Rose?

—Es mío —dijo Rose.

—Por supuesto que es tuyo, pero me gustaría verlo. —Uno nunca sabía que cosas horribles podría recoger Rose.

La luz de la lámpara se reflejaba en las jarras de peltre mientras subían y bajaban, a pesar de que a lo que Cecil se refiere, había mucho hacia arriba y no tanto hacia abajo. Rose estiró sus dedos. En su palma había un bulto de papel.

—Él lo dejó caer —dijo ella—. No quiso quedárselo.

—Es una Bible Ball —dijo Cecil, afirmando lo obvio, lo cual era su especialidad.

Padre se sentó muy recto.

—¿Quién lo dejó caer, Rose?

—El Sr. Drury no quiso quedárselo, así que no lo estaba robando.

—¡El muy tonto! —dijo el Sr. Clayborne. Nunca le había oído levantar la voz antes—. ¡Y

después de todas mis advertencias!

Sí, el Sr. Dreary había sido un tonto, dejando que los Rápidos lo tengan para el té. Él no creía en la Bible Ball, la había dejado atrás. Sorber y tragar. Yo tenía razón. El pantano se había extendido y se lo había tragado.

—¿Su Bible Ball? —Eldric se inclinó hacia delante, la imagen misma de un chico que no quería perderse nada. Mucho menos al Sr. Dreary; no, Eldric no lo echaba de menos. ¿Por qué era que Eldric podría salirse con la suya en una cosa así, no estando triste cuando una persona se supone debería estarlo?

Cecil puso cara solemne durante unos cinco segundos, lo que correspondía con su capacidad de atención.

—En Roma —dijo, encogiéndose de hombros con prudencia.

—No estamos en Roma —dijo Rose.

—Lo que Cecil quiso decir —dijo Padre—, es que las personas que viajan a lugares extranjeros deben seguir las reglas y las costumbres de ese lugar.

—Pero no estamos en Roma —dijo Rose.

—Muy cierto —dijo Eldric—. Estamos muy lejos de Roma.

—En Swampsea —dijo Cecil, haciendo gala de su geografía. Todavía no puedo entender cómo Cecil y mi viejo tutor, Fitz, se llevaban tan bien, cuando a menudo llamamos “el Genio” a Fitz y evitamos llamar a Cecil de ninguna forma en absoluto, para no ser groseros.

—¿Estamos en el Swampsea? —dijo Eldric—. ¡Por supuesto que no! Estoy seguro de que tomé el tren expreso a la Constelación del Dragón.

Cecil puso su mejor cara de poeta muerto. Él es demasiado intelectual para tonterías.

Pero Rose se echó a reír. Ella a veces comprende cuando algo está destinado a ser una tontería. Nunca puedo predecir cuándo. Pero la risa provocó un ataque de tos. ¿Qué estaba haciendo, llenando mi vientre y lamiendo mis quemaduras? Necesitaba a Tiddy Rex y a su tos.

—¡No me digas que no has oído hablar de la Constelación del Dragón! —dijo Eldric—. Está muy lejos, muy lejos, de Londres, y por mi parte pretendo seguir todas sus costumbres. Si un nativo de la Constelación del Dragón me dice que lleve una Bible Ball, entonces es una Bible Ball lo que voy a llevar.

Vi a Tiddy Rex protegiendo la Taberna contra los Antiguos. El camarero a menudo le pedía que realizara el extraño trabajo, ahora que había alcanzado la avanzada edad de nueve años.

—Entonces debes aprender nuestras costumbres —le dije, saludando a Tiddy Rex—. Aquí hay un muchacho que te enseñará todo.

Tiddy Rex vino animadamente.

—¡Se ve hermosa, Srta. Briony!

—¡Gracias, Tiddy Rex! —le dije—. Y yo que estaba pensando que este vestido me hace ver un poco muerta. —El negro no es un color alegre para mí, pero no es como si la ropa de funeral se especializara en la alegría.

—Ni un poquito, Srta. Briony —dijo Tiddy Rex—. ¡No se ve ni un poco muerta!

Tiddy Rex es la única persona que puede hacerme sonreír. Es un ejemplar muy decente de un infante de nueve años de edad.

—Has oído hablar del Sr. Eldric, me atrevo a decir —dije—. Pero te diré algo acerca de él que nunca debes decir a nadie más. ¿Lo prometes?

—¡Lo prometo!

—El Sr. Eldric no proviene de nuestro planeta en absoluto. Él viene de un lugar lejano en el cielo llamado Tierra.

Cuando Tiddy Rex sonrió, cada uno de sus millones de pecas se iluminaron.

—Pero ahora que está aquí, en la Constelación del Dragón, tiene que aprender nuestras costumbres, para poder protegerse de los Antiguos. Estabas protegiendo la Taberna, en este momento. Explícaselo al Sr. Eldric, ¿quieres?

—Mezclamos vino y pan, Sr. Eldric, y lo ponemos todo junto en la puerta y las ventanas para que los Antiguos no entren arrastrándose.

Tiddy Rex hizo una pausa, y luego añadió:

—Vino y pan son cosas de la iglesia, ¿sabe, Sr. Eldric? y a los Antiguos, no les importa la iglesia.

Vino y pan. Esto siempre me ha parecido bastante macabro para mí, como si uno estuviera manchando el umbral con Pureza de Cristo.

—Gracias, Tiddy Rex. Estas cosas son sin duda desconcertantes para una persona de la Tierra.

—Eres un buen muchacho. —Cecil hizo un gran espectáculo al abrir sus dedos para revelar una moneda—. Un montón de dinero. Me pregunto, ¿cuántos caramelos vas a comprar?

—Una bolsa de seis peniques —dice Tiddy Rex—. Pero el regaliz es para mí, con su perdón, Sr. Cecil.

—Me gusta el regaliz —dijo Rose.

—Tiddy Rex —dije—, ¿cómo te gusta el cerdo?

—Me gusta que esté bien, Srta. Briony.

—Por favor ayúdame con esto —dije—. Me han dado una gran cantidad… el cerdo entero, menos el chillido.

Tiddy Rex se rió y pasó entre mí y Eldric, y una vez que empezamos a comer, la idea de la felicidad volvió a mí. No el sentimiento, la idea. ¿Podría una chica normal ser feliz simplemente comiendo una comida caliente con una gran cantidad para masticar? Tal vez la felicidad es una cosa simple. Tal vez es tan simple como el sabor salado de la carne de cerdo, y la amplia oferta de masticación, y como incluso cuando el masticar se ha terminado, todavía puedes raspar el hueso con tus dientes inferiores y chupar el tuétano.

—El cumpleaños de Robert es el veintisiete de junio —dijo Rose, a propósito de nada.

Robert es el bombero al que Rose más admira.

—¿Cuándo es tu cumpleaños?

Ella se refería a Eldric, lo que me pareció interesante. Ella nunca había preguntado sobre el cumpleaños de Cecil.

—Es un cumpleaños muy especial —dijo Eldric—. Es el único cumpleaños con el que puedes hacer una oración. ¿Puedes adivinar cuál es?

Pensé sobre eso.

—Sí, oh, el primero de agosto —dije, por lo que Eldric comenzó a reír y Tiddy Rex me pidió que le explicara.

—Estaba bromeando —dije—. Mi conjetura real es que es el cuatro de marzo, como en:

¡Marchen hacia adelante!6

—Siempre es tan inteligente, Srta. Briony —dijo Tiddy Rex.

Es encantador ser inteligente y tener niños pequeños que lo recalquen, y tener sonrisas de chicos grandes curvándose en sonrisas de león.

¡Viva el olor de la salsa, toda la sangre y la mantequilla! ¡Yum!

¡Viva el olor de la carne de cerdo, todo el chisporroteo y la oscuridad! ¡Ñam!

¡Viva el chico risueño, todo redondo y sucio! ¡Acogedor!

—Briony no tiene ningún cumpleaños —dijo Rose.

—Estoy seguro que lo tiene —dijo Cecil, cuyo cumpleaños resulta que es el Día de los Inocentes.

—¿Sin cumpleaños? —dijo Eldric.

—Es una de nuestras extrañas costumbres, aquí en Constelación del Dragón —dije—.

Te contaré sobre eso más tarde. —Pero no tenía nada que contar. Rose tiene teorías muy peculiares sobre el paso del tiempo. No debo escuchar las campanadas del mediodía o de la medianoche, no tengo cumpleaños. Cuando pregunto porqué, dice que es un secreto.

—La Chime Child —dijo Rose—, nació en la lúgubre Medianoche.

—¡Silencio! —dije—. Podría escuchar. Es de mala educación hablar de una persona a sus espaldas.

Hubo un repentino silencio en la barra. La música estaba a punto de comenzar. ¡Rápido Tiddy Rex, tose!

Tiddy Rex no tosió.

—Me gusta el violín. —Rose giró su silla para hacerle frente a los músicos.

—A mí también me gusta. —Padre se puso de pie, sosteniendo su viejo violín.

Un murmullo se levantó entre las personas a su alrededor.

6 March Forth: puede traducirse como cuatro de marzo o marchen hacia delante.

—¡Me asombra, Larkin! —dijo el Dr. Rannigan—. Pensaba que había abandonado el violín para siempre.

El Dr. Rannigan no podría estar tan asombrado como yo lo estaba: había visto a Padre guardar su violín bajo llave. Lo encerró, literalmente, en el armario de plata. No tiró la llave —no era lo suficientemente fanfarrón para eso— pero hizo la siguiente mejor cosa: la dejó caer en su bolsillo y desapareció de la Casa Parroquial. Él volvía cada noche —uno lo hace para mantener las apariencias— pero él sólo volvía a casa para dormir y, además, nunca con Madrastra.

—¡Buen chico! —exclamó el Sr. Sly—. Hemos extrañado esos dedos suyos.

—Estaré oxidado —dijo Padre.

Cuán enfermo había estado en ese entonces, cayendo en tramos de confusión cada vez más largos, con sus ojos extrañamente brillantes, como si estuvieran quemando por dentro.

Y después de que Madrastra lo hubiera cuidado con absoluta devoción, guardó su violín y se ausentó de nuestras vidas. Él logró una completa recuperación, aunque, es una lástima.

Pero no debo pensar en eso, porque me pone furiosa, y la ira y yo no nos llevamos bien.

—¿Cantarás con nosotros, Briony? —dijo Padre—. ¿Como hacíamos en los viejos tiempos?

¡Cómo se atreve a preguntar! Él, Padre, quien había estado bien durante tres años completos, pero no sacó su violín hasta el día de hoy. ¡Cómo se atreve!

—Me gusta el canto de Briony —dijo Rose.

—Me gustaría escucharle —dijo Eldric.

Negué con la cabeza. No cantaría, no con Padre. Él había roto nuestro ritual de cantar todas las tardes, sin alguna palabra de explicación. Él cantaba maravillosas canciones, o eso creía. Debo haber sido indulgente con él en ese entonces.

De todos modos, ya no puedo cantar.

Padre se había oxidado, pero sólo un poco. No me gusta admirar a Padre, pero es cierto que las viejas melodías sonaban completas con el violín añadido de respaldo. El violín juntaba todos los otros sonidos, el silbato, el acordeón y el tambor, el que Davy Wallace tocaba muy bien a pesar de su mano amputada.

Los dedos nerviosos de Eldric tomaron la sal y la pimienta. La Pimienta le hizo una reverencia a la Sal, la Sal se inclinó hacia la Pimienta y se fueron, deslizándose a través de los cubiertos, los platos y las manchas de salsa.

Eldric se inclinó hacia mí. Olía a pino, a trueno y a jabón. El jabón de Londres debe ser el jabón más limpio de todo el mundo.

—Siempre lo olvido —dijo él—. La Pimienta es el hombre, ¿cierto?

—Ciertamente, lo es —dije—. Al menos aquí, en la Constelación del Dragón. —Eldric no era diferente a Tiddy Rex. Él podía hacerme sonreír también.

Padre tocaba los primeros compases de True Thomas. No podía imaginar que Padre en realidad fuera a cantar. Porque entonces tendría que abrir esas rayas que pretendían ser sus labios.

Pero Padre me miró.

—¿Todavía sabes cada verso? —No, por supuesto que no iba a cantar, no Padre.

Me negué a responder. No me iba a adular para que cantara con él. No podía desaparecer durante tres años, y luego ser todo sonrisas y arcoíris, y esperar la misma respuesta.

Recuerdo particularmente el día en que Padre desapareció. Fue el día que Madrastra me dijo que era una bruja.

Fue al final la Sra. Whitby, la madre de Pearl, quien cantó. Sal y Pimienta cambiaron sus pasos para que coincidieran con la lenta melancolía de True Thomas.

La mayoría de las personas no pueden juguetear con algo y escuchar al mismo tiempo, pero Eldric era completamente lo opuesto a la mayoría de las personas. Podía escuchar sólo si se removía; estaba jugueteando y siguiendo la historia de True Thomas, quien fue robado y llevado a Fairyland, donde permaneció durante siete años, incapaz de decir una mentira. Esa última parte suena horrible. Si yo no pudiera mentir, estaría muerta.

Una vez que la canción terminó, Eldric llevó a la Sal y la Pimienta a una polka7.

—¿Eso pasa aquí? ¿Las personas son robadas y llevadas a Fairyland?

—No somos lo suficientemente atractivos para Fairyland —dije—. Eso es para los lugares de romance, como Escocia. En Swampsea, sólo obtendrás que te arranquen una mano, como a Davy Wallace, y que tu ingenio te sea arrebatado.

—Ese es el Antiguo para mí —dijo Cecil.

—¿Qué quieres decir? —dijo Eldric.

Escuchar la explicación de Cecil era bastante menos esclarecedor que cualquier cosa que el Loco Tom podría haber dicho, pero finalmente entendimos que si alguno de los Antiguos 68 atacara a Cecil, sería la Musa Oscura. Ella sólo se alimenta de la energía de los hombres verdaderamente artísticos, agotando su ingenio, y nos daba a entender que Cecil no era más que un artista. Escribía poesía, ya ven.

Y de hecho lo hizo, como por ejemplo, en mi poema de cumpleaños donde rimó “diecisiete” con “Halloween”8. En realidad sí tengo un cumpleaños, es el primero de noviembre.

7 Polka: danza popular.

8 En inglés dice rima “seventeen” con “Halloween”.

—¿Qué hay de Briony? —dijo Eldric—. ¿Cuál de los Antiguos la atacaría?

—Las Fairies —dijo Cecil—. Les encanta el cabello dorado, la belleza y el ingenio.

—También les gustan las buenas amas de casa —dije—, así que hay un fin en eso.

—¿Cuál de los Antiguos tomaría a Eldric? —dijo Cecil.

Me era permitido mirar a Eldric ahora, mirarlo fijamente si quería.

—No lo conozco lo suficientemente bien. —Me regodeo sobre lo rápida que soy para ver qué tipo de máscara lleva una persona, pero no lo había hecho todavía con Eldric.

Cuando Tiddy Rex regresó a nuestra mesa, reía y reía por ver a Sal y Pimienta bailando.

Había cambiado los seis peniques de Cecil por regaliz, y le dio bastante a Rose.

¡Tose, Tiddy Rex! ¡Tose!

Realmente era un niño muy agradable. Es una pena que tuviera que crecer.

¡Esperen! No quise decir eso, no en la forma en que sonó. Quería que viviera para crecer.

No quería que muriera con la tos del pantano. No Tiddy Rex, el chico con pecas de estrellas en potencia.

Pero pensarías que él viviría para siempre con ritmo de no-toser en el que estaba actualmente, que era un cien por ciento. Sin embargo, esa es la forma de la tos del pantano.

Puedes vivir con ella durante meses, lo suficientemente cómodo, y sólo al final te pones terriblemente enfermo.

Ellos no deberían haber tomado el agua del Boggy Mun.

El agua del Boggy Mun.

El Boggy Mun.

No podía hablar con los aldeanos sobre la tos del pantano sin terminar balanceándome al lado de Sam Collins. ¿Pero qué tal si llamaba al Boggy Mun? ¿Qué tal si hablaba con él?

Él ha matado a gente, probablemente nos llevemos bien. ¿Qué tal si le prometía darle algo que quisiera, a cambio de hacerse cargo de la tos del pantano?

El Boggy Mun no podría tener lo que realmente quería. Yo era la única persona que podía detener el drenaje, porque era la única persona que conocía la conexión entre el drenaje y 69 la tos del pantano. Pero nunca lo detendría, porque valoro mi cuello. Así que, por qué no devolver la tos del pantano como un buen pequeño Boggy Mun y tomar la mejor opción, que es la sangre y la sal.

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