Chime

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Capítulo 14

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Capítulo 14

Diecinueve campanadas

 

Los niños del pueblo estaban jugando en las vías del tren, lo que me recordó que la corrida inaugural de la línea de Londres-Swanton había sido retrasada a falta de un permiso. Pero no pensaría en ello. No me dejaría atrapar por esa cinta Möbius15

de la preocupación, donde me recuerdo que una vez que los hombres del Sr. Clayborne hayan terminado la reconstrucción de la estación de bombeo, el Boggy Mun reinfectará a Rose con la tos del pantano. Para entonces será demasiado tarde para huir de Londres porque Rose ya traerá la tos del pantano junto con ella.

¿Ven como no estoy pensando en ello?

Eldric estaba jugando con los niños. Se levantó desde su lugar junto a un grupo de niños arrojando herraduras y me saludó con la mano.

Lo saludé de vuelta. ¡Allá voy!

Este era el cuarto viernes por la tarde en el que nos reuniríamos en la Taberna. El viernes es un día emocionante. Es día de pago, y día de mercado, y un día de mal agüero, y un día de Pearl cuidando a Rose, así que nunca se sabe lo que va a pasar.

Eldric dijo que mi educación había sido tristemente descuidada. ¿Cómo, preguntó él, podía ser que una chica que creció en Swanton no sabía que el cierre del mercado significa el comienzo del Viernes de Dos Cervezas? Que tanto los clientes como los comerciantes van unos metros hacia el norte, hacia la Taberna, donde dos cervezas se pueden obtener al precio de una, y el pescado y las papas fritas siempre están calientes y humeantes.

Me acomodé mi sobrero —el listón es de un rosa muy pálido—, alisé mis guantes —

monograma rosa sobre blanco—. Padre debió haber sufrido un shock cuando finalmente se dio cuenta de que Rose y yo estuvimos en un estado de ventilación aguda, pues había ordenado más ropa nueva. Sé que sólo era porque Padre no quiere parecer tacaño, pero lo confieso, me gusta la ropa nueva. Adoro la ropa nueva.

15 Cinta Möbius: cinta que tiene una sola cara, y generalmente se hace de papel. Se refiere algo así como a un círculo vicioso.

Tal vez soy superficial. Sí, soy superficial, no me importa admitirlo. Quizá debería admitir que no hay límites para las profundidades de mi superficialidad.

Avancé dentro del bullicio del mercado del viernes, el que particularmente este viernes estaba todo cubierto por carpas de hule: una tormenta soplaba desde el norte.

Tiddy Rex se apartó de los chicos arrojando herraduras y trotó hacia mí. Pasó junto a un grupo de niñas saltando la cuerda, con sucios delantales ondeando, sus voces ascendiendo agudas y altas.

Ata al bebé al camino.

¡Mira! ¡Uno oh uno!

El tren hace click, el tren hace clack,

mira, el bebé está listo,

cuatro,

cinco,

seis,

siete…

Tiddy Rex tocó mi mano.

—El Sr. Eldric, él trajo esa rima todo el camino desde Londres.

Todo sobre nosotros, la vida llevada en esta forma desordenada. Un burro pasando, llevando especias y moscas. El Loco Tom, metiendo su sombrilla en los contenedores de basura y las madrigueras de los conejos, buscando su ingenio perdido. Petey Todd, pellizcando una manzana en el cubo de basura del verdulero.

Petey tiene una amplia visión de lo que es suyo.

—¡Sr. Eldric! —Llama una de las niñas saltando la cuerda—. Salté noventa y cuatro, lo hice.

—¡Noventa y cuatro! —Se precipitó Eldric al lado de la niña—. ¡Deberías obtener una cinta azul o una medalla de oro! Pero no tengo ninguna de los dos.

Él hizo una pausa, como si lo estuviera considerando.

—¿Estaría bien una cinta azul de un pedacito de pez?

¡Cómo se rieron las chicas!

—¿O un pescado frito como medalla?

—¡Encontré a milady al fin! —dijo la voz de Cecil desde atrás. Él me dio media vuelta tomando mis hombros y me miró de arriba a abajo, mi falda —de cuatro pliegues, a cuadros en dos tonos de blanco—, mi blusa —adornada con cuentas brillantes—, mi malla

—ubicada estratégicamente a través de mi pecho—.

—Quedarse viendo es una grosería. —De repente deseé que la malla no tuviera tantos agujeros.

—No te molesta cuando él se te queda mirando. —Cecil señaló con la cabeza a Eldric.

—Él no se queda mirando —dije—. Él sólo mira.

—Estoy desesperado por hablar contigo —dijo Cecil—. Nunca lo hemos mencionado siquiera.

—¿Mencionado? —dije.

—Ya sabes —dijo Cecil—. Eso.

Pero no lo sabía.

—¿A qué estás jugando, Briony? —Cecil miró fijamente con su chata mirada de pescado—.

No merezco este tipo de trato.

Le devolví la mirada fija. No estoy lo suficientemente contenta para jugar nada.

—¿Quieres hacer de cuenta que no pasó? —dijo Cecil—. Eso es lo que siempre has querido; ahora lo veo todo. Tú me alejaste después de que ella murió. Primero, ¡Oh, pero está la investigación! Y luego, ¡Oh pero está el entierro! Y luego, ¡Oh, pero estamos de luto! Nunca pensé que me traicionarías.

Tiddy Rex apretó mi mano.

—¿Qué traición ha hecho, Srta. Briony?

—No tengo idea —dije, aunque odiaba admitirlo. Incluso si Cecil no sabía de lo que estaba hablando, yo generalmente lo sabía.

—Eso es lo peor de todo —dijo Cecil—. Si me vas a traicionar, al menos se honesta al respecto.

—Hablemos de esto en otro momento, ¿de acuerdo? —dije.

— ¡Oh, pero está la investigación! —dijo Cecil, con una chillona voz femenina—. ¡ Oh, pero estamos de luto!

—¿Soné de esa forma, Tiddy Rex?

Tiddy Rex negó con la cabeza.

—No, señorita.

Nunca pensé que estaría contenta de ver a Petey Todd. Una persona como Petey únicamente puede tener diversión robando manzanas y forzosamente debe aumentar su diversión sujetando a Tiddy Rex por el hombro y haciéndolo girar para ver lágrimas en los ojos de Tiddy Rex.

—¡Llora, bebé, llora! —dijo Petey.

Tu mamá se va a morir.

Enganchando a tu hermana en el arado,

a ella no le importa de todas formas…

—No importa. —Puse mi brazo alrededor del hombro de Tiddy Rex—. Petey no puede evitarlo. Pobrecito. ¿Sabes lo que dicen de él?

—¡No dicen nada! —dijo Petey.

—Dicen que tiene hueca la cabeza. Dicen que come gusanos para desayunar.

—¡No es verdad!

—¿Sabías que no puede aprender las letras?

—Sé las letras —dijo Petey.

—¿Las sabes? —Hice una mueca burlona de asombro, abrí los ojos, dejé caer la mandíbula—.

¿Puedes escribir la primera letra de tu nombre?

—¡Claro que puedo! Puedo hacer una P.

—¿Puedes hacer pis?16—Otra cara burlona de asombro—. ¡Qué encantador! Pero no se hace en frente de las señoritas.

—¡No es así! —Petey se demoró con una explicación de su código de honor como correspondía a las chicas. Pero me aparté. Había terminado con Cecil, había terminado con Petey.

Pero siempre había muchas personas con las que uno tiene que tratar, y en este particular viernes de mala suerte, fue con Leanne. Ella había salido, aparentemente, de la nada, a pesar de que era bastante robusta para una aparición. Las niñas saltando la cuerda la rodeaban, llegando a su falda verde de encaje, la que flotaba sobre algunas cosas plateadas y satinadas. El efecto era muy bonito y acuoso, aunque el agua no llevaba grandes cuerdas de perlas.

16 En inglés la letra P se pronuncia “pi”, al igual que “pee” que significa pis o pipí.

—Estoy contenta de que les guste —dijo Leanne—. Pero sin tocar, por favor.

Eldric debió haberla visto desde el juicio; por supuesto que lo había hecho. Bastaba con ver la forma en que la merodeaba, torciendo su corbata en un genial desorden.

—Qué agradable sorpresa. —Él estrechó la mano de Leanne—. ¡Ven a jugar!

—Su vestido, señorita, está siempre muy bien —dijo una de las niñas saltando la cuerda.

—Las flores en su sombrero —dijo otra—. No son reales, ¿verdad?

Las flores no eran reales, pero lo que había debajo de la malla del pecho de Leanne lo era.

Era real. Ella era, en definitiva, como una glándula.

Abultada.

Leanne feminina regularitatis est.

Pero ella no desayunaba con Eldric cada mañana, como yo. Ella no reía con él mientras ampliaban su vocabulario de chico malo de latín. Ella no tenía clases de boxeo con él y, sin duda, él nunca admiraba su puño. ¿Verdad?

El cielo se volvió cenizas. Estalló y crujió.

—¡A la Taberna! —Eldric prometió pescado y papas fritas, y una cinta azul de pez para la niña de noventa y cuatro saltos.

Los niños estaban junto a él. Se aferraban a sus brazos, jalando su chaqueta.

Odio a los niños.

Cecil tomó mi brazo.

—Metí la pata antes. Déjame intentarlo de nuevo, hablar contigo, eso es todo.

—Habla a distancia —dije, siguiendo al grupo hacia la Taberna. Era una especie de prueba.

¿Podría Cecil Trumpington hablar y caminar al mismo tiempo?

—No eres tan amable como podrías serlo.

Cuánta verdad, lamentablemente verdad. Lo siento, Padre. No amo al prójimo como a mí misma.

El brumoso cielo se abrió. La lluvia calló a montones. Cecil y yo corrimos hacia la Taberna.

Los niños ya estaban sentados en el bar, en un ataque de risa porque Eldric había ordenado un plato de pescado de medalla de oro y papas fritas.

—No veo cuál es la gracia —dijo Eldric.

Me hubiera gustado un plato de pescado de medalla de oro y papas fritas para mí, pero las reglas eran claras. Pescadores en el bar, nobles en las mesas.

Leanne, Cecil, y yo nos miramos unos a los otros. Los tres, juntos, éramos tan aguados como la papilla. Necesitábamos a Eldric como agente solidificador.

Mientras más miraba a Leanne, más la vi como un conjunto de clichés. Cabello como de cuervo, ojos risueños. Labios de rubí, orejas como conchas. Probablemente podrías confundirlos y no habría diferencia.

¿Orejas de rubí y labios de concha?

¿Mejillas palpitantes y pecho escarlata?

Me sorprendió encontrar a Cecil mirando no al pecho escarlata sino a mi rostro. Él me había hablado. Estaba esperando mi respuesta.

Leanne me ayudó a esquivarlo, mirándome con sus ojos rizados.

—El vestido te va maravillosamente. Lástima que es el tipo de cosas que yo no puedo usar. No me va en absoluto.

¿Qué quería decir Leanne bajo sus palabras? ¿Era esto uno de aquellos elogios que se convertían en una mordedura?

Luego una estupenda pieza de conversación de buena suerte vino a nuestro camino: el Verdugo se levantó y pasó ante nosotros. Era un tipo enorme.

Las cabezas se voltearon, siguiéndolo. Las conversaciones se detuvieron, dejando huecos de silencio, hasta que él abrió la puerta.

No pienses en eso, Briony; ¡no arruines el día! La ejecución de Nelly no tiene nada que ver contigo. No importa que sea una bruja y que la vayan a ejecutar. O que ella no sea una bruja y que la vayan a ejecutar. Sólo siéntete afortunada de que evadiste su destino hasta ahora. Caer en conversaciones sobre brujas y ejecuciones y, oh, ¡no es emocionante!

Leanne era la cazadora de brujas. Su familia había estado plagada de brujas. Brujas que no sólo habían vuelto loco a su tío, sino que también le habían dejado furúnculos a su primo; tenía las cicatrices para probarlo. Por no mencionar a su cuñada…

Leanne entregó esta información con una especie de entusiasmo terrible. Sus mejillas brillaban, sus ojos eran prometedores. Las noticias del juicio de Nelly la habían llevado inicialmente a Swanton, y ahora regresaba para ver la ejecución de Nelly.

¡No la dejes adivinar lo que soy! Esperemos que ella sea como los otros, que sólo vea la superficie. Esperemos que ella nunca piense que una chica con ojos de terciopelo negro y pómulos tallados en cristal puede ser una bruja.

—Por favor, discúlpeme. —Leanne se giró hacia la ventana. No quería perderse ni un emocionante momento. Entendí ahora porque ella había elegido una mesa junto a la ventana, a pesar del frío. Entendí porque cada mesa junto a una ventana estaba ocupada.

Un ahorcamiento es una buena dosis de diversión, pero no en la lluvia. Mejor consíguete una cerveza y mira desde adentro.

Mejor dos cervezas. No lo olvides, es Viernes de Dos Cervezas.

Me levanté.

—Ayudaré a Eldric con la comida. —Pero él ya estaba de vuelta, cargado de pasteles calientes y huevos en escabeche, vino de miel de abejas y cerveza—. Y tarta de limón para después.

Fingí estar ocupada. Fingí que quizás necesitaba algo del bar. Veamos, ¿qué era? Oh, sí: necesitaba no ver el ahorcamiento de Nelly.

Los espectadores gritaron. Salté. Si estuviésemos en España, ellos habrían gritado ¡Olé!

Eso está bien, piensa en España, no en Swanton.

Tienes mucho en lo que no pensar, Briony. No debes pensar en el retraso del recorrido Londres-Swanton. No debes pensar acerca de lo que está pasando en la plaza, no pensar acerca del estrépito de la trampilla, el tirón de la soga, el temblor de…

¡No pienses en eso!

Pero no puedes ignorar un ahorcamiento cuando estás rodeado por los golpes de puños y de pisoteos de pies, y los gritos de buen humor que acompañan una ejecución.

La primera campanada. La taberna se sentía silenciosa. La segunda campanada, la tercera.

Una campanada por cada año de vida de Nelly.

La quinta campanada… la séptima… la doceava…

¿Le importaría a Rose que escuche doce campanadas de la vida de una persona?

La decimoctava… la decimonovena…

Ahora silencio. La vida de Nelly había sido contada hasta su final.

Leanne volvió a su comida.

—Lástima —dijo ella.

¿Lástima?

—Padre estará enfadado —dijo Cecil—. Le disgusta tanto cometer un error.

Un error. Nelly no se había vuelto polvo. No había sido más que una chica con cabello rojo.

—Aquí una idea —dijo Eldrid—. Juguemos el juego en donde tú haces las preguntas… tú sabes cual, Briony.

Podría darle una cachetada… ¡golpearlo! ¿No le importaba que hubieran colgado a la chica equivocada?

—La mayoría de los juegos hacen preguntas.

Mis dedos se colocaron en una especie de terrorífico y no estúpido puño.

—Preguntas como: ¿qué Antiguo serías? —dijo Eldric—. O, ¿a cuál Antiguo atacarías?

—¡Antiguos! —dijo Leanne, con una especie de gran signo de exclamación, quizás para llenar la palabra con todos los signos de exclamación que Rose nunca usó. Conservación de la materia, y todo eso.

—El juego de la metáfora. —Lo golpeé en la esquina cuadrada de su mandíbula.

—¿Qué invento sería Leanne? —dije, pensando en el bastidor y la trituradora de cráneos.

—¡Precisamente! —dijo Eldric—. Tengo justamente la respuesta. Si Leanne fuera un invento, ella sería un automóvil.

—¡Adoro los automóviles! —dijo la fina mujer caballo, levantando sus tintineantes ojos, y riéndose con su centelleante risa.

—Pero no el automóvil de tipo cuidadoso y cuadrado —dijo Eldric—. El más bajo, más pequeño. Negro, creo. Interior de cuero.

—Qué juego más adorable —dijo Leanne, palmeando con sus sensuales manos—. Déjenme pensar en un invento para Eldric.

La luz eléctrica, por supuesto. Pero Leanne tenía su propia idea.

—El teléfono, creo.

¿Por qué él habla mucho?

—Eres tan bueno en traer a personas lejanas.

Ella tenía razón. La odiaba.

—¿Qué sería yo? —dijo Cecil.

Rayos X, por supuesto. A Cecil le gusta mirar a través de la ropa de las chicas.

El cantinero encendió las lámparas. Se encendieron azules, con un hedor de El Lugar Caliente, luego palidecieron cuando Padre entró. Él tiende a tener ese efecto.

Padre caminó directamente hacia nuestra mesa. ¿Qué sería Padre si fuera un invento?

—¿Cantarás con nosotros, Briony?

Tuve que levantar la vista.

Padre no podía ser un invento. Sólo es viejo, nada nuevo.

—¡Por favor, hazlo! —dijo Cecil—. Tienes una voz adorable. No te he escuchado en décadas.

—En otra ocasión, quizás —dije. Pero no habría otra ocasión. Cuando Padre dejó de cantar, también lo hice yo. Lo dejé tan profundamente que ya no puedo cantar.

—¿Por favor? —dijo Padre—. ¿Por favor, Briony Vieny?

¿Briony Vieny? No me había llamado así en años. Rosy Posy. Briony Vieny. Déjalo, Padre.

Ya no hay ninguna Briony Vieny, o una Rosy Posy. Crecimos lejos de esas niñas cuando tú estabas lejos. Murieron.

—¿Escogerás una canción? —dijo Padre.

¿Cómo muere el amor? En el primer año, Padre tocaba el cabello de Madrastra y cantaba Negro es el color del cabello de mi verdadero amor17. En el cuarto año, la entierra y dice, como siempre, nada.

—“Negro es el color.” —Me alejé antes de que la cara de Padre comenzara a desaparecer, antes de que sus ojos palidecieran, sus labios se volvieran blancos.

Lo siento, Padre. Tú fuiste quién preguntó.

Tomé el tenedor con mi mano derecha, justo como lo deben hacer las chicas no brujas. Lo clavé en el pastel. El vapor estalló desde la corteza, oliendo a canela y a vino.

Bajé mi tenedor. Una razón para cocinar con canela y vino es para disfrazar el sabor de la anguila. Pero no pueden engañarme.

—¿Te traigo algo más? —dijo Eldric.

Niego con la cabeza. El sólo pensamiento de la anguila trajo consigo una sensación de enfermedad. Tomé vino de miel de abejas. Zumbó en mi boca, pero no alejó el sabor. ¿Por qué no me había traído el pescado y patatas fritas como lo había hecho los tres viernes anteriores? ¿Pensaba él que Leanne estaba por encima de la comida del Viernes de Dos Cervezas?

Silencio nuevamente en la Taberna mientras el Verdugo entraba por la puerta. La lluvia goteaba del borde de su sombrero, sacudiéndose de su chaqueta mientras la colgaba.

Todos lo miraron; él no miró a nadie. Tomó su viejo asiento, no miró a nadie.

17 Original en inglés: Black is the color of my true love’s hair. Tradicional canción folklórica.

—Que trabajo más desagradable —dijo Leanne, defensora de librar la tierra de brujas.

Sonrió, exponiendo su diente en forma de corazón—. Me pregunto si puede soportar comer.

Cecil dijo que él también se lo preguntaba, pero yo no. Digamos que haces algo malvado, como destruir el ingenio de tu hermana. ¿Significa eso que no tendrás más pasteles y cervezas?

No. Tu corazón debe seguir latiendo, y tu boca debe seguir comiendo, tu cerebro debe dormir; y si disfrutas una cerveza ocasional, ¿qué? También puedes disfrutar la cerveza.

Si alguien hace una broma, puedes reír.

Tu corazón late, eso es todo lo que hay. La vida continúa, eso es todo lo que hacer.

Negro es el color del cabello de mi verdadero amor.

Sus labios son rosas.

—Me gustan las chicas con cabello dorado —dijo Cecil a nadie en particular, y tomó un poco de mi cabello.

Estaba borracho.

—Déjame en paz, Cecil. —Cómo podía Fitz soportar su compañía, Fitz, mi tutor Genio.

Pero mira a Eldric. ¿Estaba también borracho? Míralo, durmiendo en su silla, sobre sus rodillas. Míralo, de rodillas a los pies de Leanne. Míralo, tocando una guitarra imaginaria.

El dulce rostro y las manos suaves.

Adoro la tierra en donde ella camina.

Me levanté. ¿Qué estaba haciendo aquí? Odiaba a otras personas de mi edad. Qué estúpidos eran. No me gustaría ser una chica regular con voz dulce. No me gustaría tener las pestañas como las de un cisne, y un cuello grueso y tiznado. Sueno como si estuviese bromeando, lo sé, pero realmente no me gustaría ser como Leanne, tan encantadora y común, y llena de sentimientos clichés. Me alegro de estar hecha de hielo. ¿Quién querría estar llorando por cada perro callejero?

No yo. Rasguñas mi superficie, ¿y qué ves? Más superficie.

Me excusé. Dije que no debería descuidar a Rose, lo que Eldric habría sabido era una mentira, si hubiera estado prestando atención, lo que no hacía. Él sabía perfectamente que Pearl cuidaba a Rose los viernes, y muchos otros días, también.

En la plaza corría agua. La luz se derramaba por la ventana, goteando del paraguas del Loco Tom.

—¿Saldrá con este clima, señorita? —dijo Tiddy Rex.

—¿Con qué otro clima podría salir?

La puerta de la Taberna se cerró detrás de mí. El Loco Tom se agachó bajo el paraguas roto.

La Plaza del Ahorcado era una mezcla extraña de lodo, aguas residuales y ratas ahogadas.

Caminé hasta la Plaza, en donde todo burbujeaba, manaba y se agitaba. El viento se hería a sí mismo a través de la horca. Bailaba con Nelly Daws. Nelly bailaba con el viento, bailaba en sus pobres, muertos pies bailantes.

Nelly no era bruja. Era una chica de diecinueve años quien, una vez bailó alrededor de la Cruz de mayo18. El Juez Trumpington se había equivocado; la Chime Child se había equivocado. ¿No podían haber escuchado a Rose cuando habló de los diferentes tonos de cabello rojo, el de Nelly y el de la bruja?

No pienses en eso, Briony. No tiene sentido. Recuerda: eres la chica con nada bajo la superficie. Rasgúñala, ¿y qué encontrarás?

Más superficie.

18 Cruz de Mayo: fiesta religiosa que se celebra el 3 de Mayo en algunos países.

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