Chime

Chime


Capítulo 24

Página 30 de 41

Capítulo 24

El vino es Animador

 

La plaza estaba llena de antorchas iluminando así su pálido cabello. Focos de luz se filtraban entre los rasguños y agujeros de nuestra mesa, miré la cara de no diré nada de Eldric.

—Aún sigo esperando.

—¿Prometes no decir nada? ¿Ni a una sola alma?

Era seguro decirle aquí, entre el tumulto de parranderos, yendo de la Taberna a la plaza.

Era seguro decirle entre este caos de gritos, canciones y más gritos de cerveza.

—Ya lo he prometido —dijo Eldric—. Cinco veces hasta ahora.

Entonces lo había hecho, en ese largo, y en su mayoría silencioso camino hacia la Taberna.

Deslice mis brazos dentro de las mangas del abrigo de Eldric y los envolví alrededor de mi cintura. Mis brazos, estaban dentro del abrigo. Pero todavía tenía frío.

—Aún sigo esperando.

Nunca había pensado que estaría tan enojado. Había atrapado a Briony hablándole a una gran ola, y estaba enojado. Su cara no lo demostraba, pero era evidente en todo lo que hacía, desde su invariable discurso hasta los pocos metros de distancia que mantenía entre nosotros mientras caminábamos hacia la Taberna.

—¿Has escuchado hablar de la segunda vista?

—¿Cuando una persona ve hadas y cosas así? —dijo Eldric.

—Puedo ver a los Antiguos —dije.

—¿Esa ola, un Antiguo? —No podía leer la cara de Eldric—. ¿Estabas hablando con un Antiguo?

¿Cómo puede soportar la gente normal, que su mejor amigo este enfadado con ellos?

¿Qué piensan? ¿Qué hacen?

Si yo fuera una vivienda, sería una cueva.

Si fuera una criatura, sería una cucaracha.

Escogí cuidadosamente mis palabras.

—Uno de los Antiguos, sí. Pero la ola en sí fue enviada por otro Antiguo. Un Antiguo cuyo elemento es el agua.

—¿Alguien, algún Antiguo, te envió una ola? —dijo Eldric.

Asentí.

—Un Antiguo con una terrible cantidad de poder. Rostro Mugriento no podía detenerla hasta que se lo ordené.

—¿Entonces quién es él? —dijo Eldric—. ¿Ese Antiguo con tan terribles poderes?

—Quizás sea ella.

—De nuevo tienes los labios azules —dijo Eldric—. ¿Dónde está ese estúpido camarero? —Caminó un paso más, derribando su silla, pero no se detuvo a colocarla en su sitio. Se dispersó entre el ruido y la aglomeración.

¿Por qué un Antiguo quiere matarme? Eso valía la pena pensarlo. Los Antiguos habían llamado a Rostro Mugriento para hacer el trabajo, pero Rostro Mugriento y yo éramos… ¿puedes ser amiga de un maremoto? En cualquier caso, Rostro Mugriento me advirtió, me salvó de él mismo.

¿Qué Antiguo quería matarme? ¿Y por qué?

Eldric regresó con vino, pan y sopa. Moví mis brazos fuera de sus mangas, envolviendo mis manos alrededor de la copa de vino. Estaba caliente y olía a canela.

—¿Sigues molesto?

—¿Por qué no habría de estarlo? —dijo Eldric.

—¿Por qué habrías de estarlo?

—Porque no me dijiste acerca de todo esto. Cómo podemos ser amigos…

¿Mejores amigos?

—¿Cómo podemos ser amigos si estás tan… tan escondida de mí?

Se dice que el vino te anima. Tomé un sorbo. Eso difundió calor a través de mi esternón. El calor es animador.

—Traición —dijo Eldric—. Ésa es la palabra.

—¿Sabes por qué mantengo mi segunda vista en secreto? —dije.

—Realmente no puedo decirlo.

Realmente no puedo decirlo. Que tan horrible era, todo frío y arrogante.

—Es peligroso tener la segunda vista. Si alguien lo averigua, creerán que soy uno de los Antiguos.

—¿Y? —dijo Eldric.

—Y —dije, deteniéndome en el y. Apuesto que podía hacer que una sola palabra sonara tan fría como él lo hacía—. Si los pobladores del pantano creen que soy uno de los Antiguos, ¿qué crees que les gustaría hacer conmigo?

Eldric se estremeció.

—¡Dios mío! —Se puso pálido, lo cual encontré extremadamente agradable.

—¿Quién más lo sabe? —preguntó.

—Sólo tú. Y Madrastra lo sabía. Ella se preocupó mucho y me hizo prometerle que guardaría el secreto.

—¿Sabes por qué...? —Luchó con las palabras.

—¿Por qué puedo ver a los Antiguos?

Él asintió.

Mentir o no mentir, esa era la cuestión. Nunca le diría la verdad, por supuesto, pero podía fingir que no lo sabía. Pero fingir sería una mentira, y mentir sería una traición, y Eldric era mi mejor amigo.

—Lo sé, pero Madrastra también me pidió que lo mantuviera en secreto. Le prometí no decirlo, se lo prometí una y otra vez. ¿Te importaría mucho si no te lo digo?

—Me importaría. —Cuando la gente se pone pálida, usualmente recuperan el color de nuevo. Pero no Eldric, no todavía—. Me importa.

Demasiado malo para él.

—No te ves muy bien.

—Me diste un susto —dijo.

Se lo merecía.

—Quizás deberías bajar tu cabeza. —Sabía que eso era lo que se tenía que hacer, aunque nunca me había desmayado y no tenía intención de hacerlo.

Él esbozó una sonrisa y sacudió la cabeza.

—Sólo me sentaré aquí unos minutos.

Ahora que estábamos en silencio me di cuenta que la música que salía de la Taberna. Lord Randal.

Lord Randal, cuya novia envenena su caldo de anguila sin ninguna razón en particular, lo cual no es muy diferente a mí, si piensas en ello. No necesito de una razón para matar.

¡Oh me temo que estás envenenado, Lord Randal, mi hijo!

¡O me temo que estás envenenado, mi hermoso joven!

Como odio esa canción con sus raros y antiguos intervalos. Pero el vino está animándome. Bebe Briony, ¡bebe!

Puedo ser mala, pero no estoy orgullosa de eso. Y no estoy orgullosa de traicionar a un amigo y dejar a Eldric aquí sentado, todo pálido y sorprendido, sin hacer nada, a pesar de que ha estado actuando horrible. Sí, ¡horrible!

—Tengo algunas preguntas acerca de la traición —dije—. Piensa en esto: una persona que te llama su mejor amiga, dice que tiene planeado cenar contigo, y se va con una hermosa mujer, diciendo que regresará inmediatamente, luego te hace esperar media hora porque él está besándose con la mujer en el callejón. ¿Eso es traición?

—Oh, Señor. —Eldric tosió su vino de regreso.

—Te fuiste por tanto tiempo —dije—. Que fui a buscarte.

—Estoy avergonzado —dijo Eldric—. Avergonzado de que nos hayas visto. Pero… bueno…

me había imaginado con ella. Cuando estamos separados, me pongo a pensar que ella no es tan interesante.

—Pero entonces ella aparece —dije.

—Entonces ella aparece —dijo Eldric—. Y ya no me importa si no es interesante.

Me pongo a pensar que ella no es tan interesante… no me importa si ella no es interesante. Eso era extraño, más que extraño, la manera en que la presencia de Leanne sacaba las emociones de Eldric, como un caramelo, no sería tan extraño si el recuerdo de Leanne también lo afectara. Pero no. Cuando estamos separados, me pongo a pensar que ella no es tan interesante. Un amante espera la luna pensando en la chica de sus sueños cuando están separados, escribiendo poemas de amor y cosas así. ¿Además, cómo hacían para escribir esas cosas? Un apropiado amante no tendría tiempo de escribir y cantar cuando su amor aparecía. Estaría ocupado haciendo otras cosas.

—¿Tienes lápiz y papel?

—Mi abrigo —dijo Eldric—. En el bolsillo superior.

Los saqué.

—Sé que esto suena raro —dije—. Pero, ¿podrías contarme acerca de Leanne? Y si no te importa, lo escribiré.

—¿Para qué?

—No sé. —Eso no era del todo cierto. En los días que solía escribir, algunas veces fui capaz de escribir sin conocer algo. O, más bien, descubrir algo que ya conocía—. Pero, ¿me complacerás?

Bien, dijo él.

Dijo que no le importaba.

Al principio, tome notas dispersas, mientras Eldric describía como la conoció en el palacio de justicia, llamó su atención que ella hubiera cabalgado todo ese camino a las Arenas, que maravillosa cabalgadora era, y más de lo mismo. Pero cuando comenzó a describir cómo ella adoraba su habilidad de crear algo de la nada, escribí todo, lo mejor que pude.

Lo siguiente no es todo lo que escribí, pero describe que quiere decir Eldric mejor que cualquier otra cosa que él haya dicho.

Este es el chico-hombre llamado Eldric.

Vamos a saltarnos a la última parte, ¿de acuerdo?

Este es el niño-hombre llamado Eldric; quien se enamoró de una mujer llamada Leanne; quien está muy interesada en su creatividad, ella fomentaba y facilitaba la realización de la misma; y una vez hizo que Eldric creará día y noche, él se enfermó; pero cuando Leanne fue excluida de su habitación, él se recuperó inmediatamente y, de hecho, más bien la despreciaba; pero cuando la volvió a ver, no pudo resistirse a su hechizo; y el Loco Tom tuvo un inusual interés en ella; y la amiga de Eldric, Briony estaba allí y pudo haber pasado que Leanne sintiera que Briony amenazaba su relación con Eldric, porque Rostro Mugriento apareció justo después con órdenes de matarla, Rostro Mugriento, quién, debemos recordar, puede ser controlado por un Antiguo cuyo elemento es el agua, y…

—¡No lo ves! —Escuché mi propio grito de sorpresa—. ¡Ella es una Musa Oscura!

—Es una estupidez haberme enamorado tanto de ella —dijo Eldric—. Libremente lo admito. Pero, por favor, dame algún crédito por tener algo de cerebro.

—No se trata de cerebro. Ella ha puesto un hechizo en ti; tú mismo lo dijiste.

—Sólo dije que sentía como si hubiera estado bajo un hechizo —dijo Eldric—. No era literal. Tú de todas las personas deberías entenderlo. Raramente eres tan literal. Eres demasiado…

—¿Abstrusa?

—Si tú lo dices —dijo. Pero no lo había dicho. Esa no era la palabra correcta, en absoluto.

—Te sentiste enfermo una vez comenzaste a crear día y noche. Ella lo fomentó. Estaba bebiendo tu energía.

—Nunca creeré eso —dijo Eldric.

—Te recuperaste en el momento en que tu padre le cortó las visitas. Estaba preocupada porque yo te distrayera de ella; intentó que me mataran.

—Leanne, ¿preocupada por ti? —Eldric acentúo el ti como si estuviera boxeando con él.

El golpe vino como una patada en el esternón. Me encogí de hombros como diciendo. Cree lo que quieras. Pero no tenía aliento para hablar.

El vino te anima. ¡Bebe, Briony!

Cada vez más lento, los dedos de Eldric se curvaron en un puño. O quizás era mi mente la que iba lento. Tenía mucho tiempo para ver como sus nudillos se ponían blancos, mucho tiempo para decir:

“Golpea la mesa, ¿por qué no? Patea las cosas alrededor. Siempre es agradable ver que adoptas el verdadero espíritu de la Fraternidad”.

Lentamente, muy lentamente, Eldric descansó su puño sobre la mesa. Lentamente, muy lentamente, estiró sus dedos.

—Una cosa es tener secretos. Otra muy distinta es mentir.

—Sólo miento sobre cosas importantes —dije—. No acerca de Leanne.

El vino sin duda me estaba animando.

Nos quedamos a comer sopa fría, a beber vino caliente, comer pan tibio y a escuchar música.

—Nadie tenía la menor idea sobre el Loco Tom —dije—. Nadie se imaginó que sería una digna presa para la Musa Oscura, no un simple tallador de piedra. Cecil estaría fuera.

—¡Maldito Cecil! —dijo Eldric.

—Tienes mi permiso —dije.

El representante del canal estaba cantando ahora. Tenía una voz de tenor. Había sangre en la cocina, había sangre en el pasillo. Cuando creces con esas canciones, escuchándolas una y otra vez, es posible que llegues a los diecisiete años antes de que te des cuenta de lo sangrientas que son. En algún momento, Eldric debió haber traído más vino. El vino es animador. ¿Lo había dicho antes?

Los pensamientos son criaturas extrañas. Te llevan de una cosa a la otra. A veces no sabes cómo has pasado de uno al siguiente. Pasé de la Musa Oscura, a Lord Randal, a Madrastra. Hubiera deseado no saber que había sufrido cuando murió. Hubiera deseado no saber acerca del envenenamiento por arsénico, pero había preguntado y lo había descubierto.

Salté cuando Eldric tocó mi hombro.

—Estás muy lejos. —Colocó un plato de galletas de chocolate.

Pero nada se comparaba con la tumba de Madrastra, justo fuera de las puertas del cementerio, todo esa hierba descuidada.

—Quiero disculparme —dijo Eldric—. He sido un idiota.

¿Disculparse? ¡Yo nunca me disculparía! Pero no podía recordar que era lo que tenía que disculpar.

Leanne, Leanne, tenía algo que ver con Leanne.

—Por cierto, Cecil te está mirando —dijo Eldric—. Desde las sombras.

—Él se está escondiendo —dije—. Es tan romántico esconderse en las sombras con el corazón roto. ¿Esta vistiendo una larga, capa negra?

Eldric sonrió y sacudió su cabeza.

Había estado pensando algo acerca de Leanne, ¿no? No, Cecil. Sí, tenía algunos pensamientos sobre Leanne.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Depende de que sea. —Eldric me dio una galleta de una forma tan delicada y tentativa, como si estuviera entregándome una flor.

Le iba a preguntar algo, sí.

—¿Recuerdas la Noche de las Moras?

Las antorchas estaban vivas con esas amarillas llamas en forma de mariposa.

—No puedo olvidar eso. —Sus ojos estaban más blancos que el blanco.

—¿Recuerdas lo que podríamos haber hecho esa noche, pero resulto ser algo que no hicimos? —

Era tarde y mi lengua se había enredado—. ¿Lo que tú nos detuviste de hacer?

—Especialmente, no puedo olvidar eso.

Estaba preguntando por la lujuria, ¿cierto? Estaba bastante segura de eso. ¿Pero no se supone que el amor viene antes que la lujuria? Lo dice en el diccionario.

—¿Lo hiciste con Leanne?

Él extendió una mano. En el silencioso lenguaje de Londres. Creo que eso significaba llamar un taxi. Lo que también significa que el taxi debía detenerse.

—¿Qué piensas que soy? —Sus ojos leoninos coincidían con la luz de las antorchas—. No voy por ahí cazando señoritas jóvenes y virtuosas.

—Leanne no es una señorita virtuosa.

—No vamos a entrar en eso otra vez.

—Ella ni siquiera es joven.

—Sólo espera hasta que tengas veintidós…

Lo interrumpí.

—Ella tiene veintitrés. —Pero cuando uno está alegre, no le importa interrumpir—. ¿Recuerdas lo que le dijo a Rose? Leanne le dijo que ella era muy vieja.

—Lo recuerdo. —Una vez más, no pude leer su expresión.

Mi lengua pensó una cosa más inteligente que decir.

—No importa Leanne. ¿Lo has hecho con mujeres que carecen de virtud? Ellas por lo general son bastante viejas, ¿no?

Eldric, rió, rápido y fuerte, como si hubiera sido sorprendido.

—Has bebido demasiado vino. —Sus ojos estaban más dorados que el dorado.

Pero me gusta el vino. El vino era alegre.

—Me estás haciendo avergonzar —dijo—. Esperemos que no te acuerdes mañana de esto.

—Tengo una excelente memoria.

—Lo sé —dijo Eldric—. Ése es un gran problema.

Había olvidado las galletas-flores de chocolate. Me las comí, aunque uno no suele comerse las flores.

—Sólo contéstame, y pretenderemos que lo olvidaré todo mañana.

Esta vez Eldric extendió ambas manos, sabía que eso no significaba que fuera a parar un taxi sino una rendición. ¿Ves lo rápido que estoy aprendiendo el lenguaje no verbal?

—Cómo puedo decirlo, al menos, ¡sin sonrojarme!

—Ya te sonrojaste —dije.

—No como si fuera un chico malo, ¿verdad? —dijo Eldric—. Quizás podría comenzar por mencionarte que soy un hombre…

—Un chico-hombre —dije.

—¿Un chico-hombre? ¿Cómo tomo eso? ¿Debería agradecerte o desafiarte a un combate de boxeo?

—Un combate de boxeo —dije—. Pero no más de esos tontos golpes mariposa.

Eldric sonrió.

—Muy bien. Soy un chico-hombre, entonces, un chico-hombre que tiene veintidós años…

Vi a dónde estaba yendo.

—¡Qué terrible manera de decirlo!

—¿Cómo así?

—Si te diera la misma respuesta, no tendría sentido, ¿verdad? No se asume que una señorita de diecisiete, o incluso de veintidós, se haya contenido de actuar basada en...

Aquí mi lengua, hasta ahora muy alegre, no pudo encontrar una palabra que no diera vergüenza.

—¿Impulsos? —dijo Eldric.

—Impulsos. —En realidad, se podría asumir que la señorita no tenía tales impulsos, en absoluto, pero diré algo: El chocolate también se derrite en mi lengua.

—Es injusto, supongo —dijo él —. Pero es verdad. Es realmente cierto que un hombre de veintidós años tiene más libertad que una chica.

—Si ella es una chica con virtud.

—Así es.

—¿Soy bonita de nuevo? —dije.

—¡Tú siempre eres bonita!

—No lo era cuando estaba enferma. ¡Se lo dijiste a Rose!

—¡Rose te dijo eso! Sólo era una forma de explicárselo, sí, eres bonita de nuevo.

—¿Soy hermosa? —pregunté.

—Hermosa —dijo Eldric.

—Leanne es hermosa —dije.

—No más vino para ti.

Es posible que en este punto me resbalara de la silla. Eldric dijo que debíamos llegar a casa.

—Tengo una sorpresa mañana. Quiero que te sientas lo suficientemente bien como para disfrutarla.

Dije que me gustaba mucho el vino y las galletas de chocolate. Pero Eldric dijo que no debía tener más. Lo pateé por debajo de la mesa.

—Hora de irnos —dijo Eldric—. Espero que mantengamos esto alejado de tu padre.

—Odio a mi padre.

—¿De verdad? —dijo Eldric—. Eso probablemente es el vino hablando.

Le dije que el vino no podía hablar, y me recosté contra él, haciendo que me arrastrara. La melodía de Lord Randal se me vino a la cabeza, y me parecía una lástima que no cantara acompañada, así que lo hice por un largo rato, hasta que Eldric me dijo que me callara porque estábamos en casa y Padre podría escucharme.

—El vino odia a Padre y yo también. —Mis pies estuvieron sorprendidos de encontrar por sí mismos los escalones del jardín. Me di la vuelta para asegurarme. Ahí estaba el jardín y ahí estaba Eldric, y era gracioso que yo estuviera casi tan alta como él.

—Tus labios están azules de nuevo.

—No tengo ni un poco de frío —dije.

—Ese también es el vino hablando.

Me lané hacia adelante.

—¡Cuidado! —Eldric atrapó mis hombros.

Pero yo quería lanzarme hacia adelante.

—Nos damos un beso, luego, ¡el amor!

Me incliné hacia él; Eldric me alejó.

—Por favor no hagas eso —dijo—. Es muy difícil. —Y había algo tan triste en esa frase, quería llorar. Excepto, que por supuesto no podía.

Él se mantuvo silenciándome mientras nos dirigíamos a través de la oscuridad a la escalera.

—Sube rápido, ahora. Estás en el tercer piso, ¿recuerdas?

—Tengo una excelente memoria.

—¡Claro! —dijo Eldric—. Ve directo a la cama. Te veré mañana. Me temo que no te sentirás muy bien.

—¡Subiré! —Me aferré a la barandilla.

—Te observaré subir —dijo Eldric.

—Observar a la gente no es educado —dije—. ¡Subiré!

Y finalmente, subí. Rose estaba dormida.

—¡Shh! ¡No debo despertar a Rose!

Creo que acaricié algunos pensamientos poco agradables acerca de no-cruzar-la-línea; y luego, como una niña buena, me fui directo a la cama.

Desperté en la oscuridad con mi boca como algodón y un martilleo en mi cabeza. Ladeé la cabeza; el martilleo se deslizó hacia el otro lado. La consciencia creció gradualmente a mi alrededor. Estaba recostada al lado de Rose, pero sobre las cobijas. El abrigo de Eldric colgaba sobre mí.

Pedazos de la noche volvieron. Fragmentos de Lord Randal. Canté eso, sí, estoy segura de que lo hice. Me tambaleé a través de la plaza cantando, al igual que cualquier pescador borracho. ¿Cómo podría mostrar mi cara otra vez en el pueblo? Debería quedarme en casa por el resto de mi vida. Sabía que podía hacer eso. Había escuchado de una poeta americana que nunca había abandonado su casa. Pero yo odiaba la poesía.

Eldric me había ayudado a llegar a casa, ¿verdad? Me mantuvo derecha, o ¿lo pude haber soñado?

Un pensamiento sobre Eldric se disparó en mi cabeza, pasándolo al otro lado.

Cuán de sedienta estaba. Balanceé mis piernas a un lado de la cama. El martilleo se desplazó por todos lados. Me sentí vilmente mal. Puede que no te sientas muy bien. Ésa

era la voz de Eldric en mi cabeza. No lo había soñado, él había estado allí. ¿Me había avergonzado a mí misma?

El pensamiento se deslizó de nuevo, arrojándome a recordar. Lo que sea que fuera, era peor que tambalearme y cantar a través de la plaza. No quería recordar, pero mantuve recogiendo mi memoria… Eldric, Eldric y Leanne. Leanne era peligrosa… ella lo estaba consumiendo vivo. Pero Eldric no podía, o no quería creerlo.

Tragué fuerte, pero la enfermedad aumentó, y al mismo tiempo estaba gateando por el suelo. Estaba terriblemente enferma por el aguamanil.

Un enfermo olor salió de mí, el pescado, el olor arenoso de la anguila. Anguilas hervidas en caldo de anguila. Con el olor vino el recuerdo de Madrastra. Enferma, y el olor de Anguila, y Madrastra. Todo estaba revuelto.

No quería recordar a Rostro Mugriento venciendo a Madrastra. Pero no podía evitarlo, no podía dejar de recordar ese lívido vientre redondeándose sobre ella, curvándose, elevándose, aplastándola. Nunca sabré si Madrastra gritó. No escuché nada porque el agua sonó y se rompió.

Madrastra desapareció bajo Rostro Mugriento, pero él no había terminado. Él se levantó sobre la Casa Parroquial, y sólo la Casa Parroquial. Él la había preferido por encima de cualquier otra casa. Se elevó a través de puertas y ventanas, rincones y ranuras, y huecos demasiado pequeños para una hormiga. Y allí se quedó durante semanas, holgazaneando en el comedor, la sala, el estudio y la biblioteca, donde había convertido los libros en hinchados cadáveres ulcerados, pudriéndose en los estantes.

Me tambaleé en el suelo, apoyándome contra la cama. Imágenes de la noche deslizándose detrás de mis ojos en un loco caleidoscopio. Entrometiéndome en el pasado de Eldric con Leanne. Entrometiéndome en su pasado en bares, habitaciones y burdeles. Pateándolo por debajo de la mesa. De pie en las escaleras del jardín. El encanto de encontrarme cara a cara con Eldric, de inclinarme a sus labios. Nos damos un beso, luego, ¡el amor!

Y la horrible urgencia de hacer entender a Eldric del peligro en el que estaba.

Era casi un alivio estar de nuevo enferma por el aguamanil.

Ir a la siguiente página

Report Page