Chernobyl

Chernobyl


5. Sábado, 26 de abril.

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Entonces, al menos, las luces de los instrumentos volvieron a conectarse, pero lo que revelaban era una locura. Lecturas de temperatura fuera de toda escala, niveles de radiación increíbles. Y el ruido no terminó con la explosión. Había un rumor como un trueno de paredes desmoronándose, un golpeteo de algo duro que caía sobre el tejado, un crepitar que sólo podían ser llamas.

—Vayan y vean lo que ha pasado con el reactor —ordenó Jrenov.

Con los ojos fijos en el panel de instrumentos, Kalychenko ni siquiera se había dado cuenta de que el otro había regresado.

Al menos era una orden que obedecer. La mayoría de los hombres de la sala saltaron dispuestos a cumplirla. Kalychenko se levantó de su consola inútil, pero al atravesar la puerta tropezó con uno de los hombres, quien farfulló algo y le apartó de su camino. Kalychenko cayó al suelo pesadamente. Cuando se puso en pie, la mayoría de los presentes había salido corriendo para ver la cámara del reactor.

Kalychenko se había lastimado el brazo al caer. Dudó, frotándoselo, y entonces dio la vuelta y se alejó en dirección contraria. Fue un acto de cobardía. Huyó de su deber, y eso le salvó la vida.

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